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Autodominio a través de la autosugestión consciente (traducido)
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Autodominio a través de la autosugestión consciente (traducido)
Libro electrónico103 páginas2 horas

Autodominio a través de la autosugestión consciente (traducido)

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- Esta edición es única;
- La traducción es completamente original y se realizó para el Ale. Mar. SAS;
- Todos los derechos reservados.

Dominarse a sí mismo mediante la autosugestión consciente es un libro del psicólogo francés Emile Coué, publicado por primera vez en 1922. El libro analiza la práctica de la autosugestión y las formas en que puede ayudarle en su vida diaria. El autor fue conocido por introducirlo como método de psicoterapia y superación personal. Junto con su esposa, fundó la Sociedad Lorena de Psicología Aplicada en 1903. Sus enseñanzas fueron muy populares en Europa durante su vida, pero más tarde se extendieron por América, y gente como Napoleon Hille Norman Vincent Peale se hicieron famosos ellos mismos difundiendo las palabras de Coué. El método que utilizaba, el de un mantra repetido muchas veces al día (Cada día, en todos los sentidos, estoy cada vez mejor), se conoce como método Coué, y aunque el autor siempre recalcó que no era un sanador, sí afirmó que efectuaba cambios orgánicos mediante la autosugestión. Coué estaba convencido de que, debido al funcionamiento de nuestra organización mental, parecíamos tener dos mentes, cada una dotada de atributos y poderes y capaz de actuar independientemente de la otra. Sus métodos pueden relacionarse con la ley de la atracción, ya que se basaban en que cualquier idea que ocupe exclusivamente la mente, se convierte en realidad, dentro de los límites de lo posible.
El libro recoge estos principios, además de incluir algunas cartas de sus pacientes tratados con este método de autosugestión.
IdiomaEspañol
EditorialALEMAR S.A.S.
Fecha de lanzamiento14 ene 2023
ISBN9791255366010
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    Vista previa del libro

    Autodominio a través de la autosugestión consciente (traducido) - Emile Coué

    Índice de contenidos

    Autodominio a través de la autosugestión consciente

    Pensamientos y preceptos de Emile Coué

    Observaciones sobre lo que puede hacer la autosugestión

    La educación como debe ser

    Un estudio de las sesiones de M. Coué

    Extractos de cartas dirigidas a M. Coué

    El milagro interior

    Algunas notas sobre el viaje del Sr. Coué a París en octubre de 1919

    Todo para todos

    Autodominio a través de la autosugestión consciente

    Emile Coué

    Publicado por primera vez en 1922

    Edición y traducción 2021 Ale. Mar. - Todos los derechos reservados ©

    Autodominio a través de la autosugestión consciente

    La sugestión, o más bien la autosugestión, es un tema bastante nuevo, y sin embargo, al mismo tiempo es tan antiguo como el mundo.

    Es nueva en el sentido de que hasta ahora ha sido mal estudiada y, en consecuencia, mal comprendida; es antigua porque data de la aparición del hombre en la tierra. En efecto, la autosugestión es un instrumento que poseemos al nacer, y en este instrumento, o más bien en esta fuerza, reside un poder maravilloso e incalculable, que según las circunstancias produce los mejores o los peores resultados. El conocimiento de esta fuerza es útil para cada uno de nosotros, pero es particularmente indispensable para los médicos, los magistrados, los abogados y los que se dedican a la educación.

    Sabiendo practicarla conscientemente es posible, en primer lugar, evitar provocar en los demás malas autosugestiones que pueden tener consecuencias desastrosas y, en segundo lugar, provocar conscientemente las buenas en su lugar, aportando así salud física a los enfermos y salud moral a los neuróticos y a los descarriados, víctimas inconscientes de las autosugestiones anteriores, y guiando hacia el buen camino a los que tenían tendencia a tomar el camino equivocado.

    EL YO CONSCIENTE Y EL YO INCONSCIENTE

    Para comprender adecuadamente los fenómenos de la sugestión, o para hablar más correctamente de la autosugestión, es necesario saber que existen en nosotros dos yoes absolutamente distintos. Ambos son inteligentes, pero mientras uno es consciente el otro es inconsciente. Por esta razón, la existencia de este último suele pasar desapercibida. Sin embargo, es fácil demostrar su existencia si uno se toma la molestia de examinar ciertos fenómenos y reflexionar unos instantes sobre ellos. Tomemos, por ejemplo, los siguientes ejemplos:

    Todo el mundo ha oído hablar del sonambulismo; todo el mundo sabe que un sonámbulo se levanta por la noche sin despertarse, sale de su habitación después de vestirse o no, baja las escaleras, camina por los pasillos, y después de haber ejecutado ciertos actos o realizado cierto trabajo, vuelve a su habitación, se acuesta de nuevo, y muestra al día siguiente el mayor asombro al encontrar terminado el trabajo que había dejado inacabado el día anterior.

    Sin embargo, es él mismo quien lo ha hecho sin ser consciente de ello. ¿A qué fuerza ha obedecido su cuerpo si no es a una fuerza inconsciente, de hecho a su yo inconsciente?

    Examinemos ahora el caso, por desgracia demasiado frecuente, de un borracho atacado por el delirium tremens. Como si estuviera preso de la locura, toma el arma más cercana, cuchillo, martillo o hacha, según el caso, y golpea furiosamente a quienes tienen la mala suerte de estar en su proximidad. Una vez terminado el ataque, recupera el sentido común y contempla con horror la escena de la carnicería que le rodea, sin darse cuenta de que él mismo es el autor de la misma. También en este caso, ¿no es el yo inconsciente el que ha hecho actuar así al infeliz?

    Si comparamos el yo consciente con el inconsciente, vemos que el yo consciente suele poseer una memoria muy poco fiable, mientras que el yo inconsciente, por el contrario, está dotado de una memoria maravillosa e impecable que registra sin que nos demos cuenta los acontecimientos más pequeños, los actos menos importantes de nuestra existencia. Además, es crédulo y acepta con una docilidad irracional lo que se le dice. Así, como es el inconsciente el responsable del funcionamiento de todos nuestros órganos pero con la intermediación del cerebro, se produce un resultado que puede parecerle bastante paradójico: es decir, si cree que un determinado órgano funciona bien o mal o que sentimos tal o cual impresión, el órgano en cuestión funciona efectivamente bien o mal, o sentimos esa impresión.

    El yo inconsciente no sólo preside las funciones de nuestro organismo, sino también todas nuestras acciones, sean cuales sean. Es esto lo que llamamos imaginación, y es esto lo que, en contra de la opinión aceptada, siempre nos hace actuar incluso, y sobre todo, en contra de nuestra voluntad cuando hay antagonismo entre estas dos fuerzas.

    VOLUNTAD E IMAGINACIÓN

    Si abrimos un diccionario y buscamos la palabra voluntad, encontramos esta definición La facultad de determinar libremente ciertos actos. Aceptamos esta definición como verdadera e inatacable, aunque nada podría ser más falso. Esta voluntad que reivindicamos con tanto orgullo, cede siempre a la imaginación. Es una regla absoluta que no admite excepciones.

    ¡Blasfemia! Paradoja!, exclamarás. ¡En absoluto! Al contrario, es la más pura verdad, responderé.

    Para convencerse de ello, abra los ojos, mire a su alrededor y trate de comprender lo que ve. Entonces llegarás a la conclusión de que lo que te digo no es una teoría ociosa, fruto de un cerebro enfermo, sino la simple expresión de un hecho.

    Supongamos que colocamos en el suelo un tablón de 30 pies de largo por 1 pie de ancho. Es evidente que todo el mundo será capaz de ir de un extremo a otro de este tablón sin pisar el borde. Pero ahora cambiad las condiciones del experimento, e imaginad este tablón colocado a la altura de las torres de una catedral. ¿Quién será entonces capaz de avanzar siquiera unos metros por este estrecho camino? ¿Podría usted oírme hablar? Probablemente no. Antes de haber dado dos pasos empezaríais a temblar, y a pesar de todos los esfuerzos de vuestra voluntad estaríais seguros de caer al suelo.

    ¿Por qué, entonces, no te caes si el tablón está en el suelo, y por qué te vas a caer si está elevado a una altura sobre el suelo? Simplemente porque en el primer caso te imaginas que es fácil llegar hasta el final de este tablón, mientras que en el segundo caso te imaginas que no puedes hacerlo.

    Fíjate que tu voluntad es impotente para hacerte avanzar; si te imaginas que no puedes, es absolutamente imposible que lo hagas. Si los albañiles y los carpinteros son capaces de realizar esta hazaña, es porque creen que pueden hacerlo.

    El vértigo se debe enteramente a la imagen que nos hacemos en la mente de que vamos a caer. Esta imagen se transforma inmediatamente en un hecho a pesar de todos los esfuerzos de nuestra voluntad, y cuanto más violentos son estos esfuerzos, más rápido se produce el resultado contrario al deseado.

    Consideremos ahora el caso de una persona que sufre de insomnio. Si no hace ningún esfuerzo para dormir, se quedará tranquilamente en la cama. Si, por el contrario, trata de forzarse a dormir por su voluntad, cuantos más esfuerzos haga, más inquieto estará.

    ¿No has notado que cuanto más intentas recordar el nombre de una persona que has olvidado, más se te escapa, hasta que, sustituyendo en tu mente la idea me acordaré en un minuto por la idea lo he olvidado, el nombre vuelve a ti por sí mismo sin el menor esfuerzo?

    Los que sois ciclistas recordad los días en que aprendíais a montar en bicicleta. Ibais agarrados al manillar con miedo a caeros. De repente, al divisar el más pequeño obstáculo en el camino, intentabas esquivarlo, y cuanto más te esforzabas por hacerlo, más seguro te precipitabas sobre él.

    ¿Quién no ha sufrido un ataque de risa incontrolable, que estalla con más violencia cuanto más se

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