El arte de vivir: Un manual de sabiduría clásica sobre la gestión del tiempo
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Un manual de sabiduría clásica para gestionar el tiempo sabiamente y hacer que nuestras vidas cuenten, escrito por Séneca, uno de los máximos representantes del estoicismo.
¿Quién no ha sentido a veces que los teléfonos inteligentes, Internet y la televisión nos distraen y roban tiempo de vida? ¿Cómo podemos ser dueños de nuestro tiempo y aprovecharlo al máximo? Ya en siglo I d. de C., Séneca, el célebre político y filósofo romano, ofreció una de las respuestas más famosas a esta pregunta en su célebre obra Sobre la brevedad de la vida, que sigue hoy plenamente vigente y que presentamos aquí en una vibrante y nueva traducción.
Con un ingenio satírico demoledor, Séneca se burla de las formas en que malgastamos nuestro tiempo sin darnos cuenta de lo precioso que es. No permitimos que nos roben el dinero, pero sí que saqueen nuestro tiempo, o bien lo regalamos nosotros mismos en búsquedas inútiles y ociosas. Séneca nos exhorta a aprovechar mejor nuestros breves días y años, y nos invita a hacer que nuestras vidas sean más largas, incluso eternas, porque vivir una vida real es alcanzar una especie de inmortalidad.
El arte de vivir es un antídoto para las distracciones del mundo moderno, que se disputan nuestra atención y nos quitan el tiempo. Nos ofrece una sabiduría inestimable sobre cómo ser dueños de nuestras propias vidas
La crítica ha dicho…
«La vida no es ni corta ni larga. Es lo que es. Lo que importa es lo que hacemos con ella, como esta soberbia nueva traducción de Séneca ilustra con claridad». Massimo Pigliucci, autor de Cómo ser un estoico
Lucio Anneo Séneca
Séneca (Córdoba, 4 a.C. - Roma, 65 d.C.) fue un destacado filósofo, político, orador y escritor romano. Figura predominante de la política romana durante los reinados de Claudio y Nerón, fue uno de los senadores más admirados, influyentes y respetados. Entre los años 54 y 62, durante los primeros años del reinado de su joven pupilo Nerón, gobernó de facto el Imperio romano. Como escritor, Séneca pasó a la historia como uno de los máximos representantes del estoicismo. Su obra constituye la principal fuente escrita de filosofía estoica que se ha conservado hasta la actualidad. Abarca tanto obras de teatro como diálogos filosóficos, tratados de filosofía natural y cartas. Usando un estilo accesible y alejado de tecnicismos, delineó las principales características del estoicismo tardío, del que junto con Epicteto y Marco Aurelio está considerado su máximo exponente.
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El arte de vivir - Jacinto Pariente
INTRODUCCIÓN
«Nadie ha dicho en su lecho de muerte Ojalá hubiera pasado más tiempo trabajando
.» Esta frase tan citada lleva más de cuarenta años en circulación. El primero en utilizarla fue un amigo del senador de Massachussets Paul Tsongas cuando este recibió la noticia de que tenía cáncer. El pensamiento ayudó a convencer al senador de no presentar de nuevo su candidatura, como había planeado. Se retiró de la política durante un tiempo y, tras un tratamiento médico exitoso, se presentó a las primarias presidenciales del Partido Demócrata en 1992.
«La vida es breve», como decimos a menudo, es una versión reducida de la máxima de Tsongas, con la que queremos decir «me niego a perder mi tiempo en esta tediosa tarea, pues un día habrá de agotarse». También elaboramos listas de cosas que queremos hacer antes de morir o llevamos a cabo experimentos del tipo «Si solo me quedara un día de vida...». En definitiva, tratamos de comprender de diversos modos que el tiempo es un recurso finito. También nos enfadamos con nosotros mismos por perder tiempo, culpamos a Internet por ser una «aspiradora de tiempo», y pedimos a nuestros teléfonos inteligentes que nos informen del tiempo que pasamos en los laberintos que ellos mismos nos ponen al alcance de la mano (una media de 3,5 horas al día en el caso de los adultos, según un estudio de 2019).
Séneca el joven, que como Paul Tsongas fue senador e intentó, sin éxito, abandonar la política, habría estado de acuerdo con el concepto de que la vida hay que pensarla desde un lecho de muerte imaginario. De hecho, en el tratado que presentamos en este volumen, De brevitate vitae, o Sobre la brevedad de la vida, Séneca adopta con frecuencia esa perspectiva. Se imagina a sí mismo dirigiéndose a personas centenarias, ya con un pie en la tumba, a las que les pide que hagan recuento de los días malgastados en tareas sin importancia, en atender las necesidades ajenas, o en placeres transitorios y estériles. Cuando miréis lo que os queda, advierte a los muy ancianos, os daréis cuenta de que en realidad morís jóvenes.
Aunque el mensaje de Séneca consistiera tan solo en «la vida es breve», ya merecería la pena leerlo, pero es que en realidad es mucho más profundo. El tiempo no es ese recurso finito que creemos. Al igual que el dinero, con el que Séneca lo compara a menudo, se alarga si lo utilizamos correctamente. Hablamos de «tiempo de calidad», pero el tiempo bien invertido tiene de hecho mayor cantidad. Una vida de veinte años de calendario puede ser más larga que una que pase de los cien. En sus pasajes más encendidos, Séneca llega a afirmar que aprovechar el tiempo brinda una especie de inmortalidad. Al principio del tratado ofrece alguna pista acerca de en qué puede consistir ese excelente uso del tiempo, y en el punto álgido lo explica de manera exhaustiva (no me adelantaré al impacto de «la gran revelación» desvelándola aquí).
En el tránsito hacia este clímax, Séneca satiriza diferentes formas de perder el tiempo, con especial hincapié en las actividades comerciales y en el afán de lucro. Una y otra vez ataca el sistema clientelar romano, en el que los «clientes» pobres o dependientes visitaban la casa de los patronos adinerados, normalmente por la mañana temprano, para presentarles sus respetos y buscar favor o consejo. Para Séneca, el sistema humilla tanto a uno como al otro y los obliga a perder enormes cantidades de tiempo precioso. Sin embargo, Séneca participó activamente en este sistema, según sabemos. Volveremos a este asunto más adelante.
No salen mejor parados quienes se obsesionan de tal manera con una afición o vocación que desperdician sus días alimentándola. Bajo esta categoría, Séneca se ensaña con quienes organizan cenas suntuosas, quienes se cuidan el cabello en exceso, quienes se dedican a la investigación de oscuras cuestiones históricas (para horror de los estudiosos del mundo clásico). Séneca los agrupa junto a los fanáticos de los negocios y las leyes bajo el término latino occupati. Y los disecciona sin misericordia al punto de que ciertos párrafos se convierten en una amena sátira social.
La riqueza y el lujo son lo que realmente persiguen a menudo los occupati, por lo que las críticas de Séneca a quienes pierden el tiempo son también, de manera indirecta, una crítica al materialismo romano. El objetivo último de los ataques de Séneca es el aristócrata malcriado al que los esclavos transportan en brazos de las termas al palanquín. Esta figura grotesca es tan poco consciente de lo