Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

El pulpo o la muerte del tango
El pulpo o la muerte del tango
El pulpo o la muerte del tango
Libro electrónico167 páginas2 horas

El pulpo o la muerte del tango

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Los integrantes de un modesto quinteto de tango se encuentran ante un hito trascendental en su carrera hacia la consagración. Pero el Tano y sus músicos se topan con un obstáculo aparentemente insalvable en su camino hacia la gloria: para participar del "Festival del Bandoneonazo" deben hacerlo con la presencia de un cantor de tango, especie a la que ellos odian con devoción. El cantor elegido es el Pulpo, una vieja gloria de la década del 40, quien hace años se encuentra recluido en un geriátrico de Barracas. Conflictos éticos y musicales estremecen a este grupo de artistas que busca su lugar en el firmamento tanguero.

Luis Longhi no eligió escribir una novela sobre el tango. Creo que, antes que nada, eligió escribir. Después vino el tango, como una excusa de su escritura, como un tema que le conduce la mano, como un pretexto para meterse adentro de la literatura, como algo que conoce bien. Pero antes que nada eligió ser escritor de novela, es decir, eligió contar una historia, llevarse en esa historia al lector, hacerlo habitar el mundo que escribe, meterlo adentro de las páginas, hacerlo caminar al lado de los personajes, hacerlo reír, temblar, amar, padecer y desear junto a este grupo de fantasiosos músicos de tango.
Gustavo Varela

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento3 nov 2022
ISBN9798215460856
El pulpo o la muerte del tango
Autor

Luis Longhi

De Buenos Aires

Autores relacionados

Relacionado con El pulpo o la muerte del tango

Libros electrónicos relacionados

Artes escénicas para usted

Ver más

Artículos relacionados

Categorías relacionadas

Comentarios para El pulpo o la muerte del tango

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    El pulpo o la muerte del tango - Luis Longhi

    1

    −Hay que tocar 25 minutos pero quieren dos o tres temas cantados. Necesitamos un cantante. No hay opción. No podemos rechazar esta posibilidad así que tenemos que conseguir un cantante. El tema ahora es ponernos de acuerdo sobre qué tipo de cantante queremos nosotros para nuestra orquesta.

    −Orquesta nos queda grande.

    −Nuestro quinteto.

    −Lo prefiero.

    −Opiniones.

    −¿Y qué tangos cantados?

    −Eso lo discutimos después. Opiniones.

    −Ya no hay cantantes de tango.

    −Sin facilismos.

    −Es la verdad.

    −Hay muchos tacheros, cuñados y comerciantes que cantan tango que piensan que lo hacen bien.

    −También hay muchos actores...

    −... que piensan que lo hacen bien.

    −Son expresivos al menos.

    −Dicen...

    −... como Goyeneche.

    −Ven, eso es lo peor que le dejó Goyeneche al tango. −¡Pero qué decís, animal!

    −La idea de que al tango hay que decirlo. Él empezó a decir al tango cuando ya estaba hecho mierda y no tenía más voz, pero aun diciendo afinaba.

    −Yo igual me quedo con el Goyeneche que cantaba con Troilo.

    −Obvio, eso no se discute.

    −Se puede discutir, a mí me apedreó el bobo cuando lo escuché cantar con Piazzolla.

    −Ahí ya estaba hecho mierda, te emocionaba su historia, no su canto.

    −No señor, me emocionaba lo que estaba escuchando y sintiendo en ese preciso instante divino.

    −Quiero decir que Goyeneche terminó su carrera diciendo al tango y está lleno de giles que empiezan diciendo porque no saben cantar.

    −Y si incorporamos cantante, ¿es para siempre o sólo ocasionalmente?

    −El cantante suma.

    −Sí. Y a la larga se queda con toda la gloria.

    −Es así.

    −Que vaya a estudiar.

    −Bueno manga de pelagatos, se acabaron las opiniones. Estamos ante una oportunidad única. Está pasando un tren que sólo pasa muy de vez en cuando, o lo tomamos o no lo tomamos. De este festival suelen surgir grandes artistas. Artistas que antes de ser lo que ahora son, eran pelagatos como nosotros, pero después de este festival se hicieron de un nombre, una fama.

    −Sí, pero necesitamos un cantante.

    −Y sí. Sin cantante no hay festival y sin festival no hay caviar a futuro.

    −Pero un cantante que no se corte solo, que sienta que es parte de un todo, porque todos te vienen con el chamuyo de que quieren que su voz sea un instrumento más de la orquesta como argumentaba Troilo, pero después que vos los diste a conocer, los turros se hacen solistas, se llenan de guita, se garchan a todas las minas y vos, otra vez sopa, a buscar otro cantante que recomience la rueda que termina siempre de la misma manera. Ay Dios mío, odio a los cantantes de tango.

    −Se me ocurre algo. Como bien dice este futuro ex pelagatos estamos ante un tren que puede llegar a pasar solamente una vez. Entonces lo que tenemos que hacer es provocar un efecto publicitario único.

    −¡Ja! En el afiche una foto del Chuzo tocando el contrabajo con su metro cincuenta yo creo que puede ser la puerta a lo que vos decís.

    −Es una idea. La guardamos acá. Está bien. Otras.

    −El afiche con los cinco en bolas delante de la casa de gobierno.

    −¿Qué tiene que ver la casa de gobierno?

    −No sé, estoy buscando un efecto.

    −Delante de la catedral entonces. Los cinco en bolas, con los instrumentos, delante de la catedral sería un golazo.

    −Perfecto, para volver a unir al bandoneón con sus orígenes eclesiásticos.

    −Sí, buenísimo, encima conceptualizaríamos. Seríamos osados pero con contenido intelectual. ¡Ja! Otro golazo. Pará, tengo una mejor: sacamos la foto en perspectiva desde un ángulo del cabildo desde donde se vea, detrás de nuestras tarlipes, la casa de gobierno y la catedral.

    −Pará, mejor, y para multiplicar los signos, nuestras pelotas delante de la casa de gobierno, la catedral y el cabildo.

    −¡Catarata metonímica!

    −¡Qué buen título Froca! Así debería llamarse nuestro primer cd: Catarata metonímica.

    −Paren la mano muchachos. Lo que yo digo es que el efecto habría que buscarlo con lo del cantante.

    −Ya no hay cantantes.

    −Muerto el Pulpo se acabó el cardumen. Después de Goyeneche, el Pulpo fue el último cantante de tangos.

    −El Pulpo no se murió.

    −Pero sí, nene. Hace como quince años que se murió el Pulpo. −Les digo que no. Posta. Aunque en realidad es como si se hubiera muerto. Hace como quince años que no canta,

    pero no se murió.

    −¿Qué, se enclaustró en un convento de carmelitas como Ada Falcón?

    −Lo encerraron, creo.

    −¿Está sopre?

    Casi. En un geriátrico o un loquero, no me acuerdo ahora. Lo leí en una nota hace unos años. Se murió la jermu en un accidente y el pobre viejo entró en pozo depresivo.

    −¡Uy! ¿Se imaginan lo que significaría rescatar al Pulpo de su ostracismo y que cante con nosotros?

    −Hace mil que no canta. Además debe tener como noventa pirulos.

    −Más impactante entonces. Lo rescatamos de su confinamiento para que se despida de los escenarios y de la vida.

    −Lo de la vida no lo podés decir, quedaría para el orto. −Pero sería impactante, ¿o no?

    −Sería, pero no. Además debe estar hecho mierda. −Perfecto. Mucho mejor. Expresión pura, a lo Goyeneche. −Igual eso sería lo de menos. Cante o no para el orto, la

    gente estaría fascinada con volver a verlo en un escenario. Aplaudiría su hidalguía, su valentía de volver a los escenarios a esta altura del partido....

    −Ponele que sí, ¿pero cómo lo convencés?

    −Habría que hablar con la familia.

    −No debe tener familia.

    −Entonces no sé.

    −El viejo hace como veinte años que está encerrado en un loquero o un geriátrico. Ya dije que no me acuerdo, lo leí hace un tiempo, debe estar empastillado todo el día. Va a tener menos noción de la realidad que boxeador noqueado.

    −Ahí está. Perfecto, nunca dijiste una mejor reflexión en toda tu vida, Froca. Que siga en esa nube de pedos, que no la abandone y que piense que está en mitad de un sueño.

    −Ja, ja, como en La vida es sueño, buenísimo.

    −Pero ¿cómo lo convencemos?

    −Y… si está en una nube de pedos no hay que convencerlo de nada. Lo enjetramos, lo metemos en un taxi, lo empezamos a chamuyar para que nos cuente de sus noches de gloria con las grandes orquestas, lo embriagamos de entusiasmo para que de su propia boca surjan imágenes conmovedoras de tantas veladas memorables: la fama, los amigos, el tango, las mujeres…

    −Pará. Ojo con hablarle de mujeres. A ver si todavía se le cruza la caripela de la jermu destrozada en el accidente de auto. Se pudre todo y todo se va al carajo.

    −Oká, de mujeres no se habla. Pero sí de sus épocas de esplendor como cantor de tangos, el cariño de la gente, los aplausos infinitos que hicieron de él un artista capaz de hipnotizar con su canto a públicos de todo el mundo. Que se conmueva, que se conmueva, que se conmueva, que cierre los ojos y recuerde en voz alta toda la dicha que le significaba subirse a un escenario para cantar tangos. Que llore, bendiga, maldiga, putee, disfrute con las imágenes que le pasan furtivas de los ojos para adentro; y cuando lo tengamos ahí, en el clímax de la emoción de los recuerdos, mandamos máquina de humo en el escenario, lo bajamos del auto, que el Froca lo alce y lo deposite entre bambalinas justo cuando lo estamos presentando. Y ahí, justo ahí, cuando escuche el estallido de los aplausos que bendicen su presencia, posta que el viejo abre los ojos de motu propio y embriagado como estará con sus recuerdos, más las luces, el humo, el calor… lo paramos justito delante del micrófono con un cenital pegándole en los ojos. Que parezca que cierra los ojos de la emoción o para concentrarse en el canto aunque en realidad sepamos nosotros que está encandilado. Todo esto mientras desarrollamos la introducción y ahí, el Pulpo, creyéndose en medio de un sueño, canta. La puta madre que los re mil parió, qué buena idea. El Pulpo entonces comenzará a cantar como lo que es, la última vez. ¿Se dan cuenta? ¡El Pulpo va a cantar por última vez con nosotros! Le hacemos cantar dos tangos, uno tras otro, no podemos darle tiempo a pensar, si piensa y toma conciencia cagamos. En mitad de los aplausos, medio enceguecido como estará con las luces, el humo y la emoción por los recuerdos, lo acompañamos hasta la salida. El Chuzo le enchufa un coñac doble, Froca lo alza, lo mete en el auto y alguno le retoma la charla previa como si nada, como si el tiempo y la actuación no hubieran pasado. Volvemos al loquero o al geriátrico, donde mierda sea que el

    viejo transcurre sus últimos días, lo empiyamamos, lo ensobramos, le enchufamos otro coñac, besito en la frente, a dormir y a soñar que volvió a cantar después de quince años. Y cuando a la mañana siguiente se despierte va a pensar que todo lo vivido fue soñado o viceversa, es lo mismo.

    −Ja, ja, cómo era eso de que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son…

    −Y hasta podríamos hablarle en octosílabos como en esa obra:

    No se preocupe de nada

    Cuando vea unos faroles

    Y unos aplausos furtivos

    Que del cielo bajarán

    Usted cante las cuarenta

    Como lo hacía en la gloria

    Esto es casi una pavada.

    No me lo puede negar

    Que antes que el cielo amanezca

    Lo metemos en la cama

    Lo besamos, lo abrazamos

    Y otra vez a apoliyar

    −¿No te faltó una sílaba?

    −Andá a cagar.

    2

    La esperanza no existe. Es un válido argumento que sirve para no pegarse un tiro al caer la tarde, cuando los fantasmas de la noche sin luna empiezan a revolotear a tu alrededor atestando tu croqueta del miedo inveterado hacia lo que vendrá. Sólo para eso sirve. Pero que a mí no me quieran engatusar con esas pavadas metafísico-vulgares. Lo mío es la acción en presente continuo, sin adivinanzas esclarecedoras ni vinos baratos engendradores de sueños igual de baratos. A mí que me digan dónde y para qué que yo voy y lo resuelvo en un periquete. En un periquete es el cuando, obedece a mi metabolismo y el cómo lo improviso. Así siempre fue mi vida. Gestión inmediata. En el laburo y en el amor. Y por eso no quiero hijos, no les quiero mentir con falsos signos maniqueos de futuros mediatos mejores que los actuales.

    Envuelto en esa catarata reflexiva que abusaba de mi libre albedrío me senté en la mesa de siempre. Vino Tibi, el larguirucho y cándido mozo del bar, con toda su languidez y parsimonia a cuestas:

    −Hola Tano ¿Qué tomás?

    −Agua, traeme un vasito de agua. Hoy no me conviene abusar ni del café ni del alcohol. Tengo que tener la mente lúcida y el corazón atento. Ante el exceso de responsabilida-des nada mejor que un vaso de agua.

    −¿Se te complicó la vida de golpe, Tano?

    No lo terminó de preguntar que ya se había sentado a mi lado.

    −¿Conflictos con la orquesta?

    −Orquesta nos queda grande.

    −¿Y qué es?

    −Apenas un quinteto. No, ninguna pelea, al contrario, estamos ante una oportunidad única pero la cosa no es fácil.

    −Uy, no sabés como entiendo tu preocupación, las oportunidades te estresan el marote. A mí la semana pasada me ofrecieron un laburito en

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1