LUCAS VIDAL
“QUERÍA LLEVAR LA MÚSICA ORQUESTAL A UN TIPO DE PÚBLICO QUE NO TIENE ACCESO A ESE SONIDO O NO LE INTERESA LA LLAMADA ‘MÚSICA CLÁSICA”
tiene cara A y cara B. Y cara C y D. En realidad, muchas más caras. Muchas de ellas son famosas. Otras, no tanto. Y muchísimas más son absolutamente desconocidas. Pero no todos los músicos desconocidos viven el lado amargo de actuar en salas de mala muerte ante cuatro gatos. Hay algunos que pueden tomar tranquilamente un café en una terraza de la Gran Vía sin que nadie se acerque a pedirles un autógrafo pese a ser estrellas en lo suyo. Lucas Vidal (Madrid, 1984) es, sin ningún género de duda, un triunfador. Pero hasta ahora lo sabían solo unos pocos, básicamente los que se dedican de forma profesional al cine. Su gran año puede que fuera 2016. Entonces ganó dos Goya, los correspondientes a la Mejor Música Original –para la película de Isabel Coixet y a la Mejor Canción Original –por , tema central de la película homónima de Fernando González-Molina, con texto e interpretación a cargo de Pablo Alborán–, pero antes ya había dejado su huella en (2010), de Félix Sabroso y Dunia Ayaso; (2010), de Brad Anderson; (2011), de Jaume Balagueró; (2012), de Mabrouk El Mechri; o (2013), de Justin Lin, entre otras muchas.
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