El libro del agua y el fuego: El enigma de Louis Cattiaux
Por Raimon Arola
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El agua simboliza la madre y el fuego, el padre, dos polaridades que se complementan, como la realidad física y la metafísica. Del encuentro entre el agua y el fuego emana un enigma profundo: el de la palabra revelada, el logos, que se manifiesta como una unidad recobrada y encarnada.
En esta obra, además de adentrarnos en el misterio de la conjunción de los opuestos a partir de El Mensaje Reencontrado, el autor ha procurado profundizar en el enigma que surge de otro encuentro misterioso, el del individuo particular con la inspiración universal.
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El libro del agua y el fuego - Raimon Arola
Raimon Arola
El libro del agua
y el fuego
El enigma de Louis Cattiaux
Herder
Diseño de la cubierta: Dani Sanchis
Imagen de cubierta: Dibujo de Louis Cattiaux
Edición digital: José Toribio Barba
© 2022, Raimon Arola
© 2022, Herder Editorial, S.L., Barcelona
ISBN epub: 978-84-254-4948-2
1.ª edición digital, 2022
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro de Derechos Reprográficos) si necesita reproducir algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com)
Herder
www.herdereditorial.com
A Charles y Emmanuel d’Hooghvorst
in memoriam
R. A.
Índice
PREFACIO
Alquimia
Hermes
Mar
Fuego
Física
Heterodoxia
Magia
Inspiración
Arte
Despertar
Nacimiento
Unión
Silencio
Prefacio
Hace casi ochenta años que Louis Cattiaux terminó El Mensaje Reencontrado [a partir de ahora, El Mensaje ¹], poco antes de su fallecimiento en 1953. Sin embargo, el libro continúa tan vivo como entonces y sigue siendo igual de esencial para poder penetrar en la vida espiritual de cada cual. No se trata de una obra corriente, en parte debido a su estructura, en forma de versículos alineados en dos columnas, y en parte a su contenido, de una sabiduría hermética casi desconocida en la actualidad. A causa de estas singularidades, parecen necesarios algunos comentarios pensados para facilitar su lectura, que es el objetivo del texto que el lector tiene en sus manos. En cualquier caso, somos plenamente conscientes de que ningún comentario podría sustituir —menos aún agotar— los significados de uno solo de los versículos que contiene. Si así lo creyéramos, sería la prueba evidente de la ignorancia del comentador. Podría decirse que El Mensaje admite glosas exegéticas como vía de entrada y, solo en este sentido, hacia su contenido íntimo. Aunque su mensaje es tan antiguo como la humanidad, su lenguaje es muy particular y actual.
El libro del agua y el fuego. El enigma de Cattiaux, viene a complementar los dos títulos anteriores, publicados también en la editorial Herder: el primero, El símbolo renovado. A propósito de la obra de Louis Cattiaux, es un estudio del contexto en el que vivió el autor de El Mensaje, que pone en evidencia las influencias directas y también las divergencias de planteamiento con los artistas e intelectuales del París de entreguerras. El segundo libro, escrito junto con Lluïsa Vert y titulado La actualidad del hermetismo. El Mensaje de Louis Cattiaux, es un ensayo que intenta comparar y validar la obra de Cattiaux con las tradiciones universales de distintas épocas y culturas, marginando el contexto del autor. Para hacerlo, el libro se centra en el hermetismo, tanto filosófico como alquímico, pues es la identidad con la que Cattiaux se sentía más identificado: el arte de Hermes como el mensaje interior y universal de la vida espiritual.
En el tercer volumen de esta trilogía se proponen diversas maneras para acceder a la mencionada obra de Cattiaux de un modo que podría calificarse como «más libre» y, quizá, «más íntimo», ya que se trata de un texto escrito sin artificio alguno que sigue una suerte de inspiración que fluye como una suave corriente. Los protagonistas son el agua y el fuego, dos principios, dos elementos o dos polaridades que se hallan omnipresentes en El Mensaje y, también, en la base de cualquier tradición, desde las más antiguas, si bien bajo nombres distintos. El agua y el fuego aparecen, se ocultan, se combinan y se transforman, pero sobre todo se unen para originar la creación. El agua es la madre y el fuego el padre, es decir, ambos se complementan al igual que ocurre con la realidad física y la metafísica. Nicolás de Cusa propuso la idea de la coincidentia oppositorum, o «coincidencia de opuestos», para esta complementariedad.
Del encuentro del agua y del fuego emana un enigma profundo: el de la palabra revelada, que en la tradición egipcia sería Horus, el hijo nacido de unos principios complementarios llamados, en este caso, Isis y Osiris. Se trata, evidentemente, del mismo enigma que subyace en las tradiciones reveladas o las tradiciones del Libro, en las que la palabra, el Logos, se manifiesta como unidad recobrada y encarnada.
El Mensaje se construyó sobre este enigma. Su autor ejerció de herramienta para reencontrarlo, tal y como él mismo explica una y otra vez: el personaje particular, el pintor parisino, no es el autor del libro. Su autor fue el Espíritu que lo inspiró y que —y esto es importante— también lo leerá. En este caso, el autor y el lector no importan, pues el espíritu del libro debe hablar directamente al espíritu del lector. Esto es lo que se ha tratado de plasmar en estas páginas, que no siguen un discurso cerrado, sino que están abiertas de manera intencionada para que el viento sople entre ellas.
Desde la Edad Media comenzó a generalizarse que los autores de los textos alquímicos no firmaran sus obras o que inventaran una leyenda en torno a su persona. Nicolas Flamel o Basilio Valentín serían buenos ejemplos de ello. Didier Kahn denomina a este fenómeno la seudoepigrafía alquímica, una historia que es una seudohistoria y en la que resulta casi imposible discernir la verdad de la mentira o incluso de una enseñanza encubierta. Muchos alquimistas recurrieron a esta práctica próxima a la falsificación, que consistía en atribuir sus obras a autoridades que, en la Edad Media, solían ser los grandes doctores del mundo intelectual: Alberto Magno, Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham, Arnau de Vilanova, etc.
Por eso, en ocasiones se ha aludido a Louis Cattiaux como el filósofo de la otredad, ya que, siguiendo esta tradición iniciada en el Medievo, él tampoco quería firmar su obra ni que su personalidad pudiera influir en la lectura del libro, ya fuera atrayendo o apartando al lector, pues la personalidad exterior es tan solo un medio para recoger y transmitir un mensaje universal.
La razón del subtítulo, El enigma de Louis Cattiaux, conlleva la obligación de profundizar en el enigma de la inspiración, un tema con unas perspectivas apasionantes aunque no estén de moda en la actualidad, pues el subjetivismo se ha apoderado del significado de la revelación.
Así pues, además de adentrarnos en estas páginas en el misterio de la conjunción de los opuestos a partir de El Mensaje, hemos procurado profundizar en el enigma que surge de otro encuentro misterioso: el del individuo particular con la inspiración universal.
1 L. Cattiaux, El Mensaje Reencontrado, Barcelona, Herder, 2011.
Alquimia
¿Es posible que los elementos básicos tradicionales, como el agua y el fuego, tengan un lenguaje propio? La respuesta sería: evidentemente, sí. Basta con mirar o contemplar el día y la noche, las estaciones del año, el movimiento de los gatos y de los pájaros o el orden de las hormigas. Ser consciente de los estados de ánimo, el descanso y el trabajo. En cada uno de estos movimientos naturales, los elementos, el fuego y el agua, dan a entender algo, un algo inmenso que es un orden y también un desorden de lo visible y lo invisible. Saber leer un conjunto que se resume como la creación, algo que está antes y después de la razón.
Los elementos son el compendio de la creación. En la cultura occidental, el fuego y el agua, pero también el aire y la tierra, eran los utilizados por los alquimistas que realizaban su Gran