Sin medir consecuencias
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Sergio Tobar Álvarez
Colombiano, empresario, 1959. Padre de tres hijos, con quienes comparte la mayor parte de su tiempo.Desde 1983 ha desarrollado diversos proyectos de emprendimiento con entidades publicas y privadas. Ha viajado alrededor del mundo, llevando sus ideas y productos al igual que recopilando experiencias y plasmándolas en fotografías impactantes.Su afición por la escritura nace desde muy niño cuando empieza a soñar en que la sensibilidad de sus pensamientos quede plasmada en papel.Seguidor muy cercano de las tertulias de su padre y de ahí su gusto por eso que él llama “escribir sin pensar ni corregir”. (Órdenes del corazón).Ha publicado Amor en ilusiones compartidas (Cien escritos de amor) y Estrellas al amanecer (nueve canciones).Sus hobbies principales, junto con la escritura, son la cocina, el diseño, la construcción, la fotografía y el automovilismo.Participa activamente en entidades comunitarias y colabora con fundaciones en Colombia que se dedican a la infancia desamparada y a los menos favorecidos.
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Sin medir consecuencias - Sergio Tobar Álvarez
Prólogo
¿Un libro de poemas?
Sergio Tobar, que es uno solo y hay uno solo, parece la suma de varios Sergios que a lo largo de cada día se van relevando incesantemente para cumplir con las responsabilidades y gozarse los logros del empresario exitoso, del emprendedor audaz, del padre afectuoso, del filántropo generoso, del buen amigo, del coleccionista perseverante, del diseñador de objetos y artefactos, del arquitecto, del ingeniero, del piloto de carros y motos de todos los cilindrajes desde el Bentley hasta el Simca, o el Porsche, o el Jaguar, del patriota convencido, del fotógrafo todoterreno, del utópico soñador de mundos mejores, en fin.
Sin que sus interlocutores puedan establecer eso cuando sucede, si es a la hora de la carcajada, o al momento del brindis, o a la primera pausa que lo permita, se cambia de una piel de Sergio a otra y con todo desparpajo, con el menú reseteado, emprende camino con otro tema para compartir lo que sabe, para aprender más, para construir teorías novedosas que lo mantienen en permanente actividad. Lo que algunos posiblemente no hayan detectado, aunque su creación poética lo venga advirtiendo, es que el poeta inspirado, a veces mamagallista, a veces enamorado, a veces piadoso, a veces trascendental, a veces juguetón se le va colando a Sergio a cada rato y se pone por delante para pedirle que haga una pausa, que escriba y que publique. Afortunadamente.
Pero no es cualquier poeta. De hecho desvirtúa unos cuantos estereotipos de los poetas. Sergio no necesita estar ante un paraje de ensueño en la costa amalfitana para inspirarse. Sergio no tiene que estar derrumbado por una pena de amor por una mujer que no lo merece para escribir un poema. Sergio no requiere de una temporada de bohemia en París para invocar a la musa. A Sergio le fluye fácil la pluma y las palabras le van llegando sin pedir permiso ni exigir montajes. Y le llegan, además en abundancia. Que no le vengan con el cuento de sacrificar un mundo por pulir un verso. Los poemas de Sergio son como él… una catarata, uno tras otro. No se parece a aquellos poetas que producen un poema cada invierno. Ni a aquellos que con el poemario listo, ven pasar los lustros sin publicar por temor al qué dirán.
Las publicaciones de Sergio son valientes y transparentes porque él no está cuidando su biografía en cada poema, porque no le teme a que sus lectores sepan de mujeres que le parten el corazón o a que sepan que sufre o a que entiendan que el gigante que hablando de aviones artillados parece también a prueba de todas las balas es un hombre al que el corazón le palpita tanto que termina volviéndolo frágil y vulnerable, como cuando le aparecen las grietas a un blindaje grado 5.
Cuando yo conocí a Sergio, hace cerca de 40 años, era fácil suponer que cosecharía muchos éxitos en la vida. Hacía de todo. En campos distintos pero le tocaba en el proceso de aprendizaje, luchársela duro. Sergio era simultáneamente, mensajero, conductor, analista financiero, ejecutivo comercial, hombre de negocios en formación, relacionista público, jefe de oficina y de empresa en los turnos festivos y era, antes como hoy, un soñador fértil empeñado en volver realidad sus sueños. En este libro lo ví retratado muchas veces. Me lo encontré como en una panorámica por distintos momentos de la vida. Su poesía grita presente. Aquí estoy. Y ahí está su alma, su testimonio, su constancia , sus amores y desamores, ahí está sin medir consecuencias.
Cuando Sergio me contó sobre esta aventura poética, como todas las suyas destinadas a una causa de beneficencia, inmediatamente acepté con gusto su amable invitación a escribir este prólogo. Me sentí muy honrado. Pensé, ingenuo yo, que sería un cuadernillo de alguna decena de poemas. Al recibir los materiales entendí que se trataba de una misión mayúscula. La tardanza, apreciados lectores y apreciados editores en publicar esta obra, no corrió por cuenta del poeta sino del prologuista. Me tomé el tiempo necesario para leer, releer y subrayar cada página y para disfrutar cada texto encaramado en esta montaña rusa de la nueva poesía colombiana. Al final del recorrido, convencido de que no podía escribir a las carreras un prólogo proforma con 5 frases de cajón, avergonzado por mi propia demora y urgido por ponerle punto final a estos textos, entendí lo que me había pasado. Es que no estaba, simplemente, frente a un libro de poemas. Estaba frente a un fantástico autorretrato de 300 páginas de Sergio Tobar, de su corazón, de su mente y de sus sentimientos.
Juan Lozano Ramírez
Medio Oriente
Tal vez te ofendo,
Medio Oriente,
cada vez
que intento verte.
Tal vez te ofendo,
Medio Oriente,
ya que,
cuando voy a verte,
se acaba
lo que en ese momento
está presente.
Oh, mi Medio Oriente,
lleno de mí
y de mis cosas.
Quizás sea por eso
que tú,
mi Medio Oriente,
estés más bien
al frente
y no tenga que llegar
a verte
para después,
no tenerte.
Oh, mi Medio Oriente,
por tus suelos
corre sabiduría
de miles de años
anteriores,
así como va corriendo
por mis venas
la sangre
de tenerte.
Medio Oriente,
tú,
testigo
de mil de mis encuentros
y de otro millar
de mis sueños.
Oh, mi Medio Oriente,
déjame
algún día
llevarte a la que ha
de quedarse,
a la que ha
de amarme.
Déjamela llevar
por tus llanuras
de poco verde,
déjamela llevar
por tus desiertos
ricos en historia
y repletos de amor,
perdido
entre ruinas de piedras
majestuosas,
cómo será, mi gran