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La Celestina
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Libro electrónico126 páginas1 hora

La Celestina

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La presente versión teatral de La Celestina ha sido estimada como la primera versión dramática castellana que mantiene el sentido y estilo del antiguo teatro clásico, tanto en los caracteres como en el lenguaje. En muchos países de América la crítica, así como el público, apreció la medida en que la palabra y los personajes se corresponden cabalmente, como debe suceder en esta extraordinaria obra. La vitalidad del personaje central –la Celestina– solamente puede parangonarse con la de Don Quijote y Don Juan. Como dijo Menéndez Pelayo, "La Celestina ocuparía el primer lugar entre las obras de imaginación españolas si no existiese El Quijote". La adaptación que publica Editorial Universitaria fue realizada por el escritor José Ricardo Morales a pedido expreso de Margarita Xirgú.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento20 jul 2022
ISBN9789561127449
Autor

Fernando de Rojas

Fernando de Rojas (c. 1465/73, in La Puebla de Montalbán, Toledo, Spain – April 1541, in Talavera de la Reina, Toledo, Spain) was a Spanish author and dramatist, known for his only surviving work, La Celestina (originally titled Tragicomedia de Calisto y Melibea), first published in 1499. It is variously considered 'the last work of the Spanish Middle Ages or the first work of the Spanish Renaissance'.

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    La Celestina - Fernando de Rojas

    ACTO PRIMERO

    Huerto de Melíbea

    C

    ALISTO

    —En esto Veo, Melibea, la grandeza de Dios.

    M

    ELIBEA

    —¿En qué, Calisto?

    C

    ALISTO

    —En que de tan perfecta hermosura te dotase, y que en tan conveniente lugar, en este huerto cerrado, me permitiese manifestarte mi secreto dolor. Sin duda, incomparablemente mayor es tal recompensa que la devoción y sacrificios que tengo ofrecidos a Dios por alcanzar esta dicha. ¿Quién vio en vida un cuerpo tan glorificado como el mío? Ni los que se deleitan en la visión divina gozan más que yo con tu mirada.

    M

    ELIBEA

    —¿Por gran premio tienes esto, Calisto?

    C

    ALISTO

    —Téngolo por tanto, en verdad, que si Dios me diese en el cielo mi plaza por encima de sus Santos, no me consideraría más feliz.

    M

    ELIBEA

    —Pues igual galardón te daré yo, si perseveras.

    C

    ALISTO

    —¡Oh, bienaventuradas orejas mías, que tan buenas palabras oyeron!

    M

    ELIBEA

    —Pero desventuradas en cuanto acabes de oírme, porque la paga será tan fiera como merece tu loco atrevimiento. ¡Vete! Vete de ahí, torpe, pues mi paciencia no puede tolerar que un corazón humano haya sentido, por mí, los deleites del amor ilícito.

    C

    ALISTO

    —Iré como aquel contra quien la mala fortuna se ensaña con odio cruel.

    Casa de Calisto

    C

    ALISTO

    —¡Sempronio, Sempronio, Sempronio! ¿Dónde está ese maldito?

    S

    EMPRONIO

    —Aquí estoy, señor, cuidando de estos caballos.

    C

    ALISTO

    —¡Que los diablos te ganen! ¡Anda, anda, malvado! Abre la cámara y prepara la cama.

    S

    EMPRONIO

    —Señor, en seguida está hecho.

    C

    ALISTO

    —Cierra la ventana y deja la tiniebla acompañar al triste, y al desdichado la ceguedad. ¡Oh! si vivieseis ahora, Hipócrates y Galeno, médicos, ¿sentiríais mi mal?

    S

    EMPRONIO

    —¿Qué cosa es?

    C

    ALISTO

    —¡Vete de ahí! No me hables; si no, antes del tiempo de mi rabiosa muerte, mis manos causarán tu fin.

    S

    EMPRONIO

    —Me iré, pues solo quieres padecer tu mal.

    C

    ALISTO

    —¡Ve con el diablo!

    S

    EMPRONIO

    —¡Oh, desventura! ¿Qué acontecimiento adverso robó la alegría de este hombre, y, lo que es peor, junto con ella el seso? ¿Debo dejarle solo o entraré? Si le dejo, puede matarse; si entro, me matará. Quédese. Más vale que muera aquel a quien es enojosa la vida, que no yo, que gozo con

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