Hijos pintitos de tigre (y IV)
Como recordará el memorioso lector, la entrega pasada de esta serie hubo de interrumpirse en el momento de hablar sobre la orquestación del “Episodio” operístico Guatimotzin, una obra icónica con la que arranca fehacientemente el nacionalismo musical mexicano, del eminente médico y refinado músico Aniceto Ortega del Villar (1825-1875); por tanto, ahora nos abocamos a eso, amén de concluir la narración acercándonos a José Ortega y Espinosa (1860-1940), su tercer hijo, y de quien ya adelantamos que también fue un portento en cuanto a su capacidad de trabajo y multidisciplinariedad.
Sin más, tornemos raudos a la emblemática partitura, aunque vale la pena repetir que quedó inconclusa, no sólo por la carencia de un libreto, sino por la cortedad de tiempo del que dispuso el atareado galeno para componerla –tuvo únicamente dos semanas y en medio de una actividad profesional que apenas le daba tregua–y tenerla lista para su
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos