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Sistemas mediáticos: alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis
Sistemas mediáticos: alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis
Sistemas mediáticos: alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis
Libro electrónico269 páginas3 horas

Sistemas mediáticos: alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis

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Información de este libro electrónico

La mirada de las nuevas generaciones de comunicadores advierte sobre los peligros de replicar o crear modelos sin cuestionar el actual entorno mediático y permite ir más allá del enfoque meramente normativo, para elaborar nuevas propuestas empíricas.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento17 jun 2022
ISBN9786074178708
Sistemas mediáticos: alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis
Autor

Maira Teresa Vaca Baqueiro

Académica investigadora en la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, donde actualmente coordina la Licenciatura en Comunicación. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Sus líneas de investigación abarcan las teorías de la comunicación, la relación entre el poder político y los medios, la comunicación gubernamental y política, así como la alfabetización mediática en América Latina. En coordinación con grandes autoras y autores nacionales e internacionales del campo de la comunicación, su obra más reciente es la colección de tres tomos: La comunicación y sus guerras teóricas (2021 y 2022).

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    Sistemas mediáticos - Maira Teresa Vaca Baqueiro

    Imagen de portada

    Sistemas mediáticos

    Maira Vaca (coordinadora)

    Sistemas mediáticos:

    alcances, reconsideraciones y desafíos en el análisis

    Universidad Iberoamericana

    UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA CIUDAD DE MÉXICO.

    BIBLIOTECA FRANCISCO XAVIER CLAVIGERO

    D.R. © 2022 Universidad Iberoamericana, A.C.

    Prol. Paseo de la Reforma 880

    Col. Lomas de Santa Fe

    Ciudad de México

    01219

    publica@ibero.mx

    Versión electrónica: mayo 2022

    ISBN: 978-607-417-870-8

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio sin la autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales.

    Hecho en México.

    Digitalización: Proyecto451

    Índice

    Introducción. Maira Vaca y Pamela Azpeitia

    1. Introducción al concepto de sistemas mediáticos

    Estudio e investigación en sistemas mediáticos: herencia, moda, destino. Maira Vaca

    El concepto de sistema en los análisis comparados de sistemas mediáticos. José Raúl Gallego Ramos

    2. Modelos originales: liberalismo y autoritarismo

    México: ¿un sistema mediático en transición hacia la independencia periodística? Pamela Azpeitia

    El autoritarismo digital y el declive de la democracia en América. Ruth Josefina Alcántara

    3. Desarrollo y evolución: totalitarismo y responsabilidad social

    (Re)pensar el totalitarismo: una reflexión del poder en el siglo XXI. Lísabell Sánchez

    La responsabilidad social en la era digital: el caso de Facebook. Liliana Acosta y Diana Juárez

    Conclusiones

    El estudio de sistemas mediáticos: ¿hacia dónde ir? Maira Vaca, Liliana Acosta, Ruth J. Alcántara, Pamela Azpeitia, José R. Gallego, Diana Juárez y Lísabell Sánchez

    Acerca de los autores

    Introducción

    Maira Vaca

    Pamela Azpeitia

    Al arrancar el siglo XXI, uno de los temas más recurrentes —y, por ende, llamativos— en el estudio de la relación entre los medios masivos de comunicación y el poder político fue la posibilidad de re-pensar los diferentes modelos que explican las diferencias entre los sistemas mediáticos alrededor del mundo. A la hipótesis de que los medios siempre asumen la forma y los matices de las estructuras sociales y políticas dentro de las que operan (Siebert, Peterson y Schramm 1956, 1) le tomó gran parte de la segunda mitad del siglo XX asentar su validez: diferentes regímenes políticos reproducen distintos sistemas de medios. Es decir, en un mundo bipolar, la evidencia empírica parecía apuntar a dos tipos de sistemas mediáticos: el mundo de la libertad, la autonomía y la vigilancia del poder que promueven las democracias, en contraposición a la censura, el control y la opacidad que inducen los regímenes autoritarios.

    Sin embargo, la caída de la URSS y el paulatino desmantelamiento del bloque socialista en Europa del Este durante la última década del siglo XX, obligó a repensar esta dicotomía. Por ello, en su Comparing media systems: three models of media and politics, Daniel Hallin y Paolo Mancini (2004) proponen reconsiderar la diversidad de modelos, en especial dentro de la concepción democrática. La hipótesis es básicamente la misma que propusieron Siebert, Peterson y Schramm en la década de 1950: diferentes regímenes políticos producen distintos sistemas de medios. Pero, al arrancar el nuevo milenio, las divergencias entre regímenes políticos ya no estaban definidas claramente por los extremos (democracia vs autoritarismo; responsabilidad vs totalitarismo; libertad vs opresión), sino por la aparente homogeneidad entre las democracias. Para Hallin y Mancini, no todas las democracias son iguales; incluso aquellas que aglutinamos bajo el calificativo de consolidadas tienen rasgos distintivos. Utilizando como referencia 18 regímenes democráticos de Europa Occidental y América del Norte, los autores muestran tres distintos modelos de medios —mediterráneo o pluralista polarizado; de Europa Central y del norte, o democrático corporativista; y el del Atlántico del Norte o liberal. Las principales diferencias entre estos modelos responden a las características específicas de estos sistemas políticos, pero también a ciertas variables de los propios medios de comunicación en estos países —para el caso de la prensa, estructura del mercado mediático, paralelismo político, profesionalización e influencia del Estado.

    Con más de seis reimpresiones, traducciones a más de una decena de idiomas y con cientos de artículos y libros que lo usan como referencia e incluso como base para sus análisis empíricos y nuevas propuestas teóricas, Comparing media systems (Hallin y Mancini 2004) se convirtió rápidamente en una referencia importante para el estudio de la relación entre regímenes políticos y sistemas de medios. Pero, ¿qué tan diferente es de su antecesor de la propuesta que Siebert, Peterson y Schramm hicieran en Four theories of the press: The authoritarian, libertarian, social responsibility, and soviet communist concepts of what the press should be and do? ¿Qué tan útil resulta hoy seguir pensando en modelos y categorías estáticas que definen un mundo nítidamente dividido en distintos modelos de sistemas mediáticos? ¿Cuántos modelos necesitaríamos para caracterizar las diferencias entre el Norte y el Sur, entre las democracias avanzadas, en consolidación o transición? ¿Y dónde colocamos al resto del mundo? ¿Qué adecuaciones teóricas debemos vislumbrar ante el rápido desarrollo de las plataformas mediáticas digitales?

    Este volumen es producto de este tipo de cuestionamientos que ocurren dentro y fuera de las aulas. Comenzó como una reflexión organizada en el marco de un seminario especializado en sistemas mediáticos del programa del Doctorado en Comunicación de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México. Vista desde América Latina, específicamente desde México, la propuesta de Siebert, Peterson y Schramm (1956), e incluso la de Hallin y Mancini (2004), muestran serias limitantes. Es ampliamente reconocido que el enfoque normativo de Four theories of the press es obsoleto (véase, por ejemplo, Nerone 1995). También es cierto que, entre sus objetivos, Comparing media systems no tiene como objetivo extrapolar el análisis más allá de un mundo definido por las democracias consolidadas. Su análisis tampoco está pensado a la luz del desmedido apogeo que cobrarían las plataformas digitales durante las primeras dos décadas de este siglo. Pero, la gran influencia de ambas obras obliga al docente no sólo a exponer sus principales argumentos, sino también a encauzar el análisis crítico de sus alcances, así como un reconocimiento más puntal de sus límites. Desde esta perspectiva, en las y los jóvenes investigadores está entonces la posibilidad de nuevas reflexiones y propuestas. Las siguientes páginas dan muestra de ese proceso.

    Estructura del libro

    Los capítulos que presentamos a continuación son producto de una ardua labor por entender, evaluar y proponer alternativas en el análisis del binomio medios-poder político. Utiliza como punto de partida la tradición normativa implantada por Siebert, Peterson y Schramm (1956) a mediados del siglo XX y remplazada —al menos parcialmente— por Hallin y Mancini (2004) al arrancar el nuevo milenio con una visión más empírica. El balance entre ambas posturas que representan los capítulos de este libro, sin embargo, no pretende ser un ejercicio histórico o exhaustivo de décadas de estudio. Busca, por el contrario, cuestionar las raíces históricas de estas propuestas, al tiempo que intenta dar respuesta a críticas y cuestionamientos recurrentes. Con esto en mente, el libro está organizado en tres grandes apartados. El primero sienta las bases conceptuales de la discusión, al tiempo que pone sobre la mesa los principales cuestionamientos que atiende. Por una parte, en el primer capítulo Maira Vaca hace un recuento de las principales aportaciones de los dos grandes iconos que han impulsado el estudio de sistemas mediáticos: Four theories of the press (Siebert, Peterson y Schramm 1956) y Comparing media systems (Daniel Hallin y Paolo Mancini 2004). Si bien la (in)utilidad de un enfoque meramente normativo ya ha sido ampliamente discutida en otras obras (Christians et al. 2009; Nerone 1995, Vaca 2018 y 2021), las primeras páginas de este libro nos hacen reflexionar acerca del contexto histórico, así como en las implicaciones teóricas y prácticas inmersas en la hipótesis en torno a cómo los medios responden a las estructuras sociales y políticas en las que operan.

    Para Vaca, la principal huella que han dejado ambos clásicos en el estudio de los sistemas mediáticos no es necesariamente la proliferación de modelos rígidos que poco corresponden con la realidad. El paso de las décadas —desde los años cincuenta hasta hoy— quizá ha desdibujado la advertencia que los grandes estudiosos hacen en relación con el uso y la proliferación de modelos: ningún sistema mediático recrea nítidamente las abstracciones conceptuales fabricadas con el objetivo de entender mejor la relación medios-poder. Desde esta perspectiva, la contribución más relevante de los diferentes modelos de sistemas mediáticos no es su abstracción teórica o normativa, sino la luz que arrojan sobre distintos aspectos, niveles de análisis y componentes de éstos. La labor de las nuevas generaciones de investigadores es, entonces, aplicar estos modelos para ajustarlos a diversos contextos y variables, pero también reflexionar sobre sus alcances y limitaciones no sólo en términos empíricos, sino también conceptuales. Así, uno de los principales retos en el campo de estudio de los sistemas mediáticos no es simplemente replicar, modificar y crear nuevos modelos: es aportar nueva evidencia empírica sobre la relación medios-poder que ayude a mover el campo de estudio del impasse normativo en el que ha quedado atrapado por varias décadas.

    En esta misma línea de pensamiento, José Raúl Gallego explora la forma en que el concepto sistema cobra un sentido específico dentro de la noción de sistemas mediáticos. Su capítulo analiza las consecuencias que el uso acrítico de este término ha provocado al momento de definir, operacionalizar y comprender los sistemas de medios, así como su interacción con otras estructuras sociales. Siguiendo la pauta del capítulo de Vaca, Gallego parte de las dos obras fundamentales en la tradición de estudios comparados sobre sistemas mediáticos: Four theories of the press (Siebert, Peterson y Schramm 1956) y Comparing media systems (Hallin y Manicini 2004). Desde esta perspectiva, da cuenta de lo problemático que resulta asumir los sistemas mediáticos que ahí se estudian como algo dado o pre-construido; hace, así, un llamado a la reflexión sobre los componentes que integran esos sistemas, sus límites y, en particular, las relaciones que se establecen entre dichos componentes. Para el autor, pasar por alto estos aspectos clave conlleva a dificultades para analizar las características, interacciones y consecuencias de cada sistema. Además, provoca cierto grado de contradicción en el estudio de las relaciones entre sistemas mediáticos y el entorno.

    Una vez que Gallego describe y analiza críticamente el uso del término sistema y las bases conceptuales que subyacen en las definiciones y operacionalizaciones de las que parten la gran mayoría de los estudios en sistemas mediáticos, ofrece una definición teórica y operacional del concepto desde la teoría general de sistemas (Parsons 1937, 1951; Merton 1949). Esta propuesta se enfoca en los beneficios que una nueva mirada podría significar para los estudios de sistemas mediáticos comparados, proporcionando una alternativa fundamental para adecuar este enfoque y dar respuesta a los principales retos teóricos que enfrenta.

    Con las precisiones históricas, analíticas y teóricas que ofrecen Vaca y Gallego, la segunda parte del libro está enfocada al análisis crítico de los dos modelos originales de sistemas mediáticos que Siebert y sus colegas propusieran hace más de medio siglo: liberalismo y autoritarismo. Pamela Azpeitia analiza de cerca el sistema mediático de México en el capítulo tres. Su análisis busca, en primer plano, alejarse de la idea normativa que impone el modelo liberal como un tipo ideal y el fin último al que aspiran todos los sistemas mediáticos, especialmente aquellos que transitan del autoritarismo a la democracia. Desde esta perspectiva, el capítulo repara en algunos de los principales obstáculos que enfrenta la relación medios-poder, que hacen prácticamente imposible completar la transición: prácticas negativas como la violencia contra los periodistas, el clientelismo o una relación conflictiva entre el sistema mediático y el régimen político. En ese sentido, el punto central de este texto es identificar los desafíos que el sistema de medios mexicano enfrenta, sobre todo en términos de independencia periodística.

    De esta forma, Azpeitia hace un análisis de cómo la relación entre los medios de comunicación y el poder político en México a través de los años retrata el conflicto existente para alcanzar la independencia periodística en medio de un panorama de instrumentalización y clientelismo. La propuesta de la autora es escapar de evaluaciones meramente normativas que califican este tipo de transiciones democráticas en función de las características del modelo liberal. En términos generales, su reflexión apunta a los retos que enfrentan sistemas mediáticos como el mexicano al evaluar de cerca dimensiones y variables como el desarrollo de mercados, el paralelismo político, la profesionalización periodística y el rol intervencionista del Estado en los medios (Hallin y Mancini 1994).

    En el capítulo cuatro, para Ruth Alcántara, la reconsideración de los modelos tradicionales propuestos por Siebert, Peterson y Schramm (1956) o por Hallin y Mancini (1994) está vinculada también al replanteamiento del papel que desempeñan las nuevas plataformas mediáticas dentro de estos sistemas mediáticos. Hoy día (arranque de la segunda década del siglo XXI), el internet, como una de las principales plataformas de comunicación masiva —si no es que la de más peso—, demanda nuevas consideraciones empíricas y teóricas. Así, Alcántara propone analizar la influencia del internet desde el campo de estudio de sistemas mediáticos, pero también de la economía política y el determinismo tecnológico. Estos panoramas adicionales complementan el estudio de una plataforma que no puede de forma automática encasillarse en un modelo liberal o libertario —como el que proponen Siebert, Peterson y Schramm o Hallin y Mancini—, sino que también muestra rasgos importantes de algunas características de los modelos autoritarios y totalitarios.

    Alcántara sugiere que es posible identificar los alcances de una tecnología sin precedentes, pero también sus límites resultan más evidentes. Utilizando datos de organizaciones como Freedom House, el capítulo presenta información actualizada sobre los niveles de libertad en la red. La atención se centra en algunos países de América Latina para identificar aquellos regímenes políticos cuyos controles y acciones represivas también se extienden al uso de las plataformas digitales. Este análisis al mismo tiempo arroja luz sobre el uso de la tecnología en regímenes calificados con altos índices de libertad. Por lo general, en estos países la libre expresión y de ideas está garantizada; es decir, en contraposición a los regímenes autoritarios o totalitarios, el poder político en estas naciones no persigue a los periodistas, quienes, por lo regular, denotan altos índices de formación profesional. Sin embargo, incluso en estos países catalogados como libres, existen otros mecanismos de monitoreo, control e incluso invasión a la privacidad desde las plataformas digitales. La propuesta de Alcántara es (re)pensar los alcances y las limitaciones que impone el internet antes de celebrar su potencial emancipador dentro de un modelo liberal que caracteriza a las democracias consolidadas, o condenar su poder de control y vigilancia únicamente para las naciones que despliegan regímenes políticos autoritarios.

    La tercera parte del libro abona a este análisis con la revisión de los otros dos modelos complementarios en Four theories of the press: el totalitarismo y la responsabilidad social. En el capítulo cinco, Lísabell Sánchez analiza el quehacer cotidiano de los medios de comunicación en la Cuba actual, acercamiento que le permite identificar las principales características del totalitarismo en este siglo. Si bien esta categoría de sistema mediático pareciera haber entrado en desuso con el colapso de la URSS y el mundo socialista en Europa del Este, el caso cubano obliga a repensar sus alcances y límites. Para Sánchez, (re)pensar el totalitarismo requiere reconocer que ese fenómeno político se nutre, en palabras de Arendt (1999, 576), de las experiencias más radicales y desesperadas del hombre. Así, su capítulo reflexiona en términos teórico-prácticos sobre la supervivencia de un modelo institucionalizado por los actores en el poder que transgrede la libertad de expresión y pensamiento. A pesar de lo ambigua y variada que es la conceptualización del término totalitarismo, para la autora resulta problemático pensar que éste es meramente un producto de la Guerra Fría, dado que, en la actualidad, cobra forma en estructuras de poder que entienden la ideología como medio de dominación sobre la sociedad, confinando libertades y reduciendo al límite las aspiraciones democráticas de los ciudadanos.

    La variedad semántica del término totalitarismo, sin embargo, permite a Sánchez identificar tres momentos clave en Cuba. Una primera etapa donde el imaginario extendido sobre los logros sociales del periodo revolucionario alimenta la negación del régimen totalitario instaurado en la isla. Un segundo momento en el que el control político y sesgo ideológico afianzan una tradición de cultura política basada en una concepción de nación análoga a las representaciones y los principios partidistas. El último momento corresponde al uso de la represión con motivos políticos, la censura, la vigilancia y los métodos coercitivos a fin de reforzar los rasgos de una autoridad política, social y moral. Desde esta perspectiva, Sánchez considera que negarse a (re)pensar el totalitarismo cubano avala la incapacidad del sistema de asumir la crítica y propiciar el debate, especialmente en el marco de producciones simbólicas, tales como la comunicación y la política.

    En el capítulo seis, Liliana Acosta y Diana Juárez analizan algunos retos que hoy enfrenta la propuesta de responsabilidad social en el quehacer cotidiano de los medios de comunicación, en particular ante el desmedido apogeo de las nuevas plataformas digitales. A partir de un enfoque teórico y normativo, el concepto de responsabilidad social de Peterson —elemento central de la contribución de Four theories of the press (1956)— apunta a un sistema de medios —conformado por tres elementos básicos: medios, gobiernos y usuarios— independiente del poder político, pero con la capacidad de fortalecerlo al procurar foros de debate sobre asuntos públicos fundamentados en la información, la transparencia y la apertura. Asimismo, este sistema de medios sujeto a la responsabilidad social promueve entre la sociedad el autogobierno; vigila el quehacer cotidiano de las instituciones gubernamentales; contribuye al uso eficiente y productivo de la publicidad, al tiempo que ofrece productos mediáticos de entretenimiento en beneficio del bien común (entendido como una diversidad de intereses y grupos sociales).

    Acosta y Juárez elaboran esta propuesta para cuestionar si es viable (o no) exigir que los medios digitales guíen su quehacer cotidiano bajo estos principios básicos de responsabilidad social. La ecología mediática del siglo XXI no sólo ha transformado los usos y las formas de consumo de los medios masivos de comunicación, sino que también ha cambiado de manera radical la manera de hacer y leer al periodismo. Enfocadas en cómo Facebook ha transformado las noticias en la era digital, las autoras identifican un nuevo componente en la propuesta de responsabilidad social: la alfabetización digital. Es cierto, en

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