Psicoanálisis y revolución: psicología crítica para movimientos de liberación
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Escuchar y separar, en este caso al psicoanálisis, de sus distorsiones ideológicas. Denunciar las diferentes capturas y recuperaciones del psicoanálisis y de la psicología crítica que el capitalismo neoliberal ha logrado efectivizar. Las academias, las instituciones, las profesiones han logrado separar al psicoanálisis de aquellas huellas históricas donde se puso en juego de un modo valiente una alianza histórica con el marxismo.
Para emprender el desafío implicado en este Manifiesto, Parker y Pavón-Cuéllar han elaborado también un minucioso y riguroso trabajo de archivo y génesis conceptual en su manual Marxismo, psicología y psicoanálisis, un volumen colectivo que podemos caracterizar como un hallazgo incomparable. En él varios textos originales son recogidos y reseñados de un modo pertinente. Los autores son rusos, europeos, estadounidenses y latinoamericanos. La presencia de latinoamericanos, siempre ausentes en el régimen de circulación de este tipo de textos, le otorga a este gran manual su impronta definitiva de justicia: acceder en un mismo texto a Adorno y a Mariátegui, a Marcuse y a Bleger, a Reich y a Masotta.
En el trabajo paciente del libro Marxismo, psicología y psicoanálisis, se preparan las condiciones del carácter intempestivo y provocador del Manifiesto que ahora presentamos.
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Psicoanálisis y revolución - Ian Parker
Introducción: miseria, dialéctica y liberación
¿Qué nos dicen los síntomas sobre el tipo de sociedad enferma que los agrava y que en algunos casos los produce? ¿Cómo escuchar esos síntomas? ¿Qué hacer al escucharlos?
Quienes están bajo presión, quienes trabajan en fábricas, oficinas, tiendas, campos, calles u hogares, pueden sentir que necesitan un apoyo emocional. Quizás este apoyo sea particularmente necesario para los activistas que luchan por cambiar el mundo. El activismo en movimientos de liberación es a menudo una dura prueba para personas que deben romper con su pasado, abandonar sus lugares asignados, enfrentarse a lo que les rodea, cuestionarse a sí mismas, desprenderse de sus identidades anteriores y renunciar a sus inercias o a los privilegios que los hacen aferrarse a lo que ya tienen.
A veces, como en el 1 % de los más ricos, los privilegios que nos dividen son enormes. Sin embargo, por lo general, son sorprendentemente pequeños. Lo que sorprende es que, siendo tan miserables, tan insignificantes, puedan ser tan importantes para nosotros. Su atracción es material, pero también psicológica
. Se trata de algo que el psicoanálisis entiende y que puede llegar a transformar.
Debemos romper nuestras cadenas psicológicas para percatarnos de que somos como trabajadores de tipos diferentes. Por más grandes que sean las diferencias entre nosotros, ahí está el trabajo que nos une, el que hacemos al vivir y para vivir, y debemos reconocerlo para juntar nuestras fuerzas y ganar el mundo. Seguiremos perdiendo el mundo, hasta perderlo por completo, mientras permanezcamos atrapados en el interior de lo que se nos ha hecho ser como individuos.
Cada uno debe liberarse no sólo a sí mismo, sino de sí mismo, de las categorías que lo aprisionan o de la individualidad misma, que se ha convertido en un refugio para huir de un mundo que también se experimenta como una prisión. Esto causa desgarramientos internos que pueden ser considerados, estudiados y tratados con medios como los psicoanalíticos, inventados por el médico vienés Sigmund Freud entre los siglos XIX y XX y luego refinados y desarrollados por sus discípulos y seguidores en los últimos cien años.
La historia de la herencia freudiana es la de un tratamiento único, sin parangón, de los desgarramientos internos en la subjetividad moderna. Es también la historia de una relación compleja, ambivalente y contradictoria con el fin último de liberación. Esta historia está hecha de avances, desviaciones, rodeos y retrocesos. Ya desde el principio, Freud era un hijo de su tiempo, inmerso en la ideología sexista y racista, y en su propia formación psiquiátrica, pero consiguió romper con las ideas dominantes sobre la psicología y la naturaleza humana para abrir el camino a una psicología crítica
potencialmente progresista.
Freud se relacionó crítica o escépticamente con la esfera psicológica. No la aceptó como algo dado, real y enteramente manifiesto, que pudiera conocerse de modo objetivo. Tampoco la vio como algo unitario que sería lo mismo siempre y en cualquier persona. Esto le permitió proponer ideas valiosas sobre la naturaleza humana de la miseria como algo histórico, sobre el proceso dialéctico a través del cual podemos entender esta miseria como algo condensado en síntomas, y sobre la relación entre comprensión y liberación.
Síntomas de la miseria como fenómenos históricos
Freud se encontró con ciertos signos que se presentaban como síntomas médicos, pero que bloqueaban psicológicamente a las personas, y los vio como síntomas
de un tipo muy diferente. Estos síntomas
ya no podían ser explicados ni tratados por la medicina, sino que exigían otros medios teóricos y prácticos. El psicoanálisis fue así desarrollado por Freud a partir de las insuficiencias de la medicina.
Aunque Freud hubiera sido entrenado como un médico mental
convencional, se apartó completamente de la psiquiatría y de los tipos de psicología que trataban y siguen tratando el sufrimiento humano según un modelo médico mecanicista. Como veremos, a diferencia de los síntomas de la medicina, los del psicoanálisis no consisten simplemente en signos visibles. Son más bien como palabras que exigen ser escuchadas, que hablan de angustia y resistencia, y que abren posibilidades de cambio.
El mundo puede transformarse al tratar los síntomas como lo hace el psicoanálisis, al escucharlos, al tomarlos en serio y al actuar en consecuencia. La acción política transformadora, subversiva y potencialmente revolucionaria, puede surgir de la palabra sintomática de nuestro sufrimiento, de lo que no puede continuar como lo ha hecho hasta ahora, de lo que debe cambiar. Es por esto por lo que los síntomas son el punto de partida del presente manifiesto.
Lo que aquí nos preocupa especialmente es el vínculo psicoanalítico entre la palabra y la acción, la acción política, la que intenta enfrentar y superar las causas históricas más fundamentales de nuestro sufrimiento. La presión y las rupturas internas que sufrimos hablan de la naturaleza particular de nuestro malestar en esta miserable sociedad que tanto queremos cambiar. Para cambiarla, el psicoanálisis es un aliado potencialmente poderoso.
Nuestra principal tarea es conectar nuestra lucha social con el tipo de lucha interna inevitable descrita por la teoría psicoanalítica. El propósito práctico no es el fin terapéutico de curarnos al pacificarnos, al reconciliarnos internamente con nosotros mismos y con la sociedad, sino que es el fin político radical de ir a la raíz de nuestra lucha interna. Esto hace que el psicoanálisis que aquí nos interesa difiera sensiblemente de cualquier terapia individual readaptativa de inspiración psicoanalítica.
El psicoanálisis, una teoría y práctica de nuestras desgarradas vidas mentales internas
, a menudo se ha aliado con el poder, pero en realidad proporciona una crítica clínica y política de la miseria. No es algo que debamos temer. No se ha diseñado para subyugarnos al adaptarnos al orden establecido, al hacernos desconfiar de nuestros ideales transformadores, al apartarnos de nuestras luchas colectivas, al encerrarnos dentro de nosotros o al vencer nuestra más íntima resistencia contra la dominación.
Lo que Freud nos ha legado no es un instrumento de atomización, resignación y sujeción. Es cierto que el psicoanálisis a veces ha funcionado así, como sucede, por cierto, con todo tratamiento profesional de nuestra vida mental. Esto no es sorprendente en la sociedad de clases, que separa a los sanadores profesionales del resto de las personas, asignándoles una función precisa vinculada con el poder.
El psicoanálisis también nos enseña que el profesional, ya sea médico, psiquiatra, psicoterapeuta o psicólogo, también está desgarrado en su propia existencia. Puede luchar por una carrera exitosa, pero a veces también recuerda eso que lo llevó inicialmente a su decisión de cuidar a los demás. Todos vivimos esas tensiones de una forma u otra. Las manejamos y generalmente las encubrimos. La pregunta clave es qué hacemos con esos conflictos y contradicciones, cómo los orientamos a nuestro favor, haciendo que funcionen para nosotros en lugar de contra nosotros.
Aunque haya sido utilizado en un sentido reaccionario, el psicoanálisis no es reaccionario por sí mismo. No es necesariamente un instrumento de dominación. Por el contrario, puede ser un arma contra el poder. Es posible para él mostrar cómo nuestra propia psicología está colonizada por la realidad, por la realidad miserable de nuestra vida en el capitalismo, y cómo podemos hablar y actuar contra eso a medida que nos involucramos en la propia liberación.
Somos más que la psicología
que nos atribuyen los profesionales de la salud mental. No estamos condenados a encerrarnos dentro de nuestra individualidad ni a soportar la realidad ni su miseria ni el sistema capitalista. Se nos dice que no podemos cambiar las cosas, pero sí podemos, y necesitamos un enfoque basado en la posibilidad de cambio.
Adaptación
El psicoanálisis, un acercamiento crítico psicológico al sufrimiento y un tratamiento radical a principios del siglo XX, fue alguna vez un aliado abierto de la izquierda. La mayoría de los psicoanalistas eran miembros o simpatizantes de movimientos comunistas o socialistas antes de que sus organizaciones fueran destruidas por el fascismo en Europa y antes de que ellos mismos debieran huir y exiliarse en diferentes partes del mundo. Estos psicoanalistas estaban comprometidos con una lucha para cambiar el mundo porque podían ver y escuchar de sus pacientes la miseria que había en el mundo.
Los síntomas
escuchados por los primeros psicoanalistas no eran simples indicios de problemas orgánicos. Eran más bien signos de conflictos, conflictos no sólo personales o familiares, sino ideológicos, políticos e históricos. Los síntomas eran ellos mismos conflictos condensados y expresados en una suerte de palabra dirigida a los demás. Eran lo que el psicoanálisis sabe escuchar.
Con el paso del tiempo, como lo veremos ahora, muchos psicoanalistas fueron perdiendo el arte de escuchar. Su escucha cedió a veces lugar a una mirada objetivadora y clasificadora. El psicoanálisis fue convirtiéndose en una especialidad médica o psicológica. Su práctica se volvió una simple técnica
pretendidamente científica y deliberadamente despolitizada.
Incluso los primeros psicoanalistas, una vez llegados a los países a los que se exiliaron y en los que vivieron en condiciones bastante hostiles, tuvieron que renunciar a la militancia política y protegerse contra la persecución anticomunista característica de los países occidentales entre los años 1930 y la Guerra Fría. Se despolitizaron y se adaptaron así a su nueva realidad, y por el mismo gesto despolitizaron y adaptaron al psicoanálisis, convirtiéndolo en un tratamiento adaptativo. Esta adaptación ha sido crucial para la historia del psicoanálisis en la clínica y en la cultura popular.
Los conflictos de los que hablaban los síntomas ahora se veían como problemas que debían resolverse en el nivel personal. Esto aseguró que la política se mantuviera fuera de la clínica. Luego, cuando las ideas psicoanalíticas se aplicaron
erróneamente a la sociedad, fue este psicoanálisis adaptativo el que se utilizó como un modelo para describir cómo funcionaba la