El norte de Jalisco: De frontera a región de rancheros
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El norte de Jalisco - Paulina Ultreras Villagrana
capítulo 1
La visita de Calleja
El informe de Félix María Calleja, escrito en 1790, es una pieza cardinal en la presente investigación, pues me permitió tener un contrapunto para analizar las transformaciones históricas de una región particular: la del gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán. Es indispensable conocer el contexto en el cual el documento fue escrito, ya que es el punto de partida del estudio. Cómo apareció Calleja, quién era, bajo qué circunstancias se generó el documento y cómo se formó el gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán son algunas de las preguntas a responder para conocer la transformación del espacio a través del tiempo. Con el fin de lograr un mejor entendimiento del contexto en el que fue generado el documento, partiré de la biografía de Calleja y de las razones por las cuales se le encomendó la tarea de visitar y dar cuenta del estado de esa región. Posteriormente, analizaré sus recomendaciones y los cambios jurisdiccionales del estado de Jalisco en los siglos xix y xx.
El gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán
En 1550 se dio el choque más violento y prolongado entre españoles e indígenas en el septentrión novohispano, conocido como la Guerra Chichimeca. Philip Powell (1977), en su libro La guerra chichimeca (1550-1600), la enmarca en un periodo de 50 años. Sin embargo, el lapso de esta guerra es más amplio, y así ha sido demostrado por Alberto Carrillo Cázares, quien ubica el inicio de las hostilidades con la entrada de Nuño de Guzmán en la Nueva Galicia, es decir, desde 1533 aproximadamente, fecha que coincide con las primeras fundaciones españolas, y lo cual provocó un continuo enfrentamiento con los pueblos originarios, teniendo uno de los puntos más álgidos en la batalla librada en el cerro del Mixtón (1541-1542). Al respecto, Carrillo señala una relación de continuidad entre la rebelión del Mixtón y los sucesos de la guerra chichimeca
(Carrillo, 2000: 42), porque los mutuos ataques entre españoles e indígenas se multiplicaron hasta que la guerra chichimeca fue vista desde otra dimensión, cuando los colonizadores encontraron minas que querían explotar y por lo tanto necesitaban transitar por los caminos que unían Zacatecas, México, Guadalajara y Michoacán
(Carrillo, 2000: 43), y eran continuamente amenazados por los indígenas. La Guerra Chichimeca, como hecho histórico, comúnmente se le ubica de 1550 a 1600; sin embargo, fue una batalla que terminó hasta entrado el siglo xvii. A lo largo de este periodo se emprendieron varias acciones para terminar con la guerra, por ejemplo, la creación de presidios y fuertes para proteger los caminos o la fundación de pueblos.
En Colotlán se estableció un presidio en 1589. Este era una ocupación militar y civil, rodeada de campos de cultivo, por lo tanto, la colonización era de campesinos militarizados. La fundación de los presidios fue iniciativa del virrey Enríquez para proteger y dar albergue a los viajeros.
Los presidios se establecían en puntos estratégicos a lo largo de los caminos principales y cerca de la costa; los primeros aparecieron en la Nueva España y en la Nueva Galicia en la última mitad del siglo
xvi
y avanzaron rumbo al norte con la línea del dominio español. […] Todos los gobiernos tardíos de la frontera norte, empezando por Colotlán, surgieron a partir de presidios (Gerhard, 1996: 29).
Los presidios eran sitios pequeños, y eventualmente fueron creciendo debido al aumento de campesinos que se inscribían como militares para resguardar dichos fuertes. Los presidios crecieron tanto que llegaron a tener capacidad para resguardar cerca de 200 bestias, por lo que demandaban espacio para almacenar alimento y caballerizas para albergar animales (Calderón, 1988: 208). Según Moorhead, debido a su crecimiento, el presidio se convirtió en el centro de un pueblo con habitantes de distintos contextos étnicos (Moorhead, 1991: 4). Para la Corona española era importante controlar el territorio a medida que la colonización iba avanzando hacia el norte. La línea de dominio debía expandirse con los nuevos descubrimientos de yacimientos mineros, para lo cual era necesaria la pacificación
de los naturales por los lugares donde iba extendiéndose la frontera; de ahí la necesidad de los presidios.
El carácter de los campesinos militarizados que poblaron los presidios fue característico de dichos lugares a lo largo del periodo colonial; existen referencias a rancheros
que se dedicaban a resguardar la frontera, cultivar sus tierras y cuidar ganado.
A pesar de la erección de los presidios, las medidas no fueron suficientes y el conflicto continuó.
En realidad el fin de la Guerra Chichimeca no se obtendría sino gradualmente en la última década del siglo
XVI
y las primeras del siglo
XVII
en el territorio de la Nueva Galicia y la Nueva España, pero hay que tener en cuenta que la frontera de guerra se iría moviendo hacia el norte y hacia algunas regiones aisladas de la misma Nueva Galicia, como fue el caso de los coras (también grupo semisedentario, cazador-colector y, por tanto, chichimeca). Las últimas rebeliones de chichimecas
—ya entonces identificados con otros nombres, como seris, ópatas, yaquis, apaches— ocurrieron durante el siglo
XIX
, incluso en sus décadas finales (Carrillo, 2000: 62).
Una de las medidas que se utilizaron en tiempos de don Luis de Velasco para la pacificación de una franja de terreno fue la creación del gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán y la introducción de familias tlaxcaltecas por un largo corredor, bordeando la ruta de la plata, para que estas llevaran sus costumbres, creencias, agricultura, lengua, etcétera, a la región y de esa manera pacificar a la nación chichimeca, nombre genérico que incluía tepeques, zacatecos, guachichiles, caxcanes, cocas, tecuexes, guamares, macolias, pames, otomíes, entre otros (Carrillo, 2000: 28-31).
[…] de la frontera de Colotlán no hay más noticia en sus archivos que la de estar ya formado el presidio de Colotlán, en el año de mil quinientos noventa y tres, y establecidos algunos yndios [sic] que de Tlaxcala vinieron a poblarla, y servir de barrera a los de la nación Chichimeca, mucha parte de ella en aquel tiempo por conquistar; el capitán Caldera por superior determinación continuó la conquista sirviéndose más de la persuasión y el halago que de las armas de dicho año al de diez y ocho han mandado a estos yndios [sic] capitanes protectores nombrados por los excelentísimos señores Virreyes con la jurisdicción civil y militar, y con solo apelación a ellos; estos pobladores, los nuevos conquistadores y quantos [sic] vecinos se han establecido y establecen en ella, han gozado, y gozan desde entonces el fuero militar, no han pagado tributo y han mantenido y actualmente mantiene cada pueblo otra compañía de yndios [sic] flecheros; […] estas compañías han servido con utilidad en la conquista del Nayarit; y se han opuesto en varias ocasiones a sus sublevaciones (
AGS
: 7050-1, cuaderno 2, fs. 10f-v).
Para que los tlaxcaltecas aceptaran trasladarse se les otorgaron privilegios contenidos en las capitulaciones; algunas de las prerrogativas eran exención del pago de tributos, derecho de portar armas, permiso para montar a caballo, vestir como hidalgos, etcétera (Martínez, 1998: 159-165). La fundación de barrios tlaxcaltecas también tuvo fines de comercio, pues los españoles necesitaban víveres para continuar con el trabajo en las minas. Después, los asentamientos tlaxcaltecas sirvieron de control estratégico y expansión, ya que orillaron a los pueblos originarios de esta región a lugares más alejados. Alrededor de 50 familias aliadas se establecieron en el valle de Huacasco, quedando Colotlán en el orden espiritual a cargo de un religioso franciscano. El asentamiento de tlaxcaltecas proporcionaba protección en los caminos, aseguraba el abastecimiento de granos en la ruta de la plata a los mineros, además de ayudar a la pacificación y enseñanza de mejores costumbres
a diversos pueblos indígenas. Los indígenas de esta región, al igual que los tlaxcaltecas, gozaban de ciertos privilegios, por lo cual muchos mestizos y otras castas se refugiaban allí para disfrutar del fuero militar.
Los indígenas de Colotlán y pueblos aledaños, pasada la pacificación y colonización tlaxcalteca, fueron llamados colotecos, nombre genérico que incluía a los indígenas de Huejuquilla, San Nicolás, Soledad, Tenzompa, Mesquitic, Nostic, San Sebastián, Santa Catarina, San Andrés Cohamiata, Nueva Tlaxcala, Chalchihuites, Camotlán, Hostoco, Apozolco, Mamatla y Tepisuaque. Asimismo, se distinguían tres etnias: huichol/cora, tepehuan/tepecano y mexicaneros (Shadow, 1991: 60-61). Además, otorgaban servicio militar en pro de la Corona al formar las compañías de flecheros. Los colotecos estaban a cargo de un capitán protector nombrado por el virrey, que generalmente era un militar con atribuciones de orden civil: gubernativas, administrativas y aun jurisdiccionales
(Capdequí, 1965: 60).
Para gobernarlos se estableció de inmemorial tiempo una persona con el carácter de capitán protector, a quien reconocían por juez, en sus primeras instancias civiles, y criminales cuyo gobierno era político y militar, siempre sujeto en las apelaciones a esta capitanía general, pues como fronterizos y en continua acción contra los mismos bárbaros insultantes, se les concedió el fuero militar, bajo cuyo sistema se alistaban todos sin excepción como soldados desde sus tierras. Años constituyéndose defensores de la frontera con dirección de su capitán protector; pero era el dolor que no siempre le obedecían, pues cuando algo determinaba contra sus gustos, se le revelaban, y solía ser víctima sacrificada a la insolencia; y al furor de sus flechas. […] El gobierno de los capitanes protectores duró cerca de doscientos años, sin más efecto que desórdenes, y calamidades que notaría a fuerzas para hacerse respetar; ni podía proteger a los curas doctrineros, ni a los oprimidos contra sus opresores (
AGS
: 7050-1, cuaderno 4, fs. 1v-2f, 4f).
El contexto en el ocaso decimonónico
La puesta en marcha de las reformas borbónicas, la nueva administración territorial y económica en las colonias americanas, y la llegada de Revillagigedo⁵ en 1789 al virreinato, lo impulsaron a pedir información sobre el gobierno de las Fronteras de San Luis Colotlán, debido a un conflicto jurisdiccional entre Nueva Galicia y Nueva España por el control del gobierno de Colotlán y la falta de recaudación fiscal en dicho territorio. En ese tenor, Revillagigedo decidió enviar a Félix María Calleja del Rey a revisar el estado de las fronteras
, pues existían informes (BPEJ, ARA: Ramo Civil, 173-2-1932; y AGS: Guerra, legajo 7014, exp. 1) en donde se mencionaba que los pobladores de Colotlán aprovechaban su situación de fronterizos para no pagar las cargas económicas que la burocracia española mandaba a todos los pueblos de indios, y usaban libremente caballos y armas. Además, los habitantes de las Fronteras de Colotlán manifestaban sus desacuerdos por la falta de atención de la Corona, expulsando a sus autoridades e incluso atentando contra la vida de clérigos, misioneros o funcionarios castrenses, a causa de los maltratos que recibían (BPEJ, ARA: Ramo Civil, 238-13-3156, fs. 2f-4f; y Berthe, Calvo y Jiménez, 2000: