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La celda sin rejas
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Libro electrónico371 páginas5 horas

La celda sin rejas

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La celda sin rejas es una obra de ficción escrita en primera persona que relata el testimonio de Roberto, un paciente
internado en estado de coma. Al recuperar nuevamente su
consciencia advierte que está completamente inmóvil, que
no percibe ningún estímulo ni de su cuerpo ni del mundo exterior y que no recuerda nada de su vida anterior. Lo
único que puede hacer es tratar de subsistir en ese nuevo
mundo oscuro, silencioso y netamente subjetivo que le ha
tocado vivir.
La narración avanza a través de las fantasías, pensamientos y sensaciones de Roberto. A través de las vivencias
del paciente el lector confrontará temas sobre los que seguramente habrá reflexionado a lo largo de su vida, pero
en esta ocasión afrontándolos desde la perspectiva de una
persona privada hasta de sus necesidades más básicas.
IdiomaEspañol
EditorialLid Editorial
Fecha de lanzamiento27 ene 2022
ISBN9788418648809
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    La celda sin rejas - Rubén Ogorek

    PRÓLOGO

    Queridísimos lectores amigos.

    Desde muy temprana edad siempre tuve debilidad por los animales, sus formas de vivir, sus fisiologías, sus costumbres y sus nichos ecológicos. Ya de grande, pasé más de la mitad de mi vida aprendiendo, estudiando y enseñando temas relacionados con ellos. Parte de mis estudios los cursé en institutos académicos reconocidos pero la mayor parte de las cosas que aprendí lo hice conviviendo con la gente. No se extrañarán entonces si les cuento que lo que más me apasiona es entender el interaccionar entre el mundo natural y el cultural. Me gusta esa relación tan particular por la que caminan juntos estos dos mundos inseparables. Mundos cuyas fronteras tienden a confundirse y a fundirse cada vez más, en especial en estos dos últimos alocados siglos que nos han tocado vivir. Si tuviera que comenzar mis estudios nuevamente, seguramente hubiera estudiado las mismas disciplinas convencionales que estudie, pero trataría de hacerlo bajo una visión más interdisciplinaria, menos tradicional. Estudiaría desde un lugar en que el científico puede reinventarse una y otra vez, planteándose nuevos interrogantes, renovando viejas propuestas y sobre todo en un ambiente en el que tendríamos permitido equivocarnos y en el que sabríamos que todo está destinado a variar. Buscaría respuestas no solamente dentro del universo conocido sino dentro del sinfín de mundos nuevos e inquietantes que, afortunadamente, este período menos estructurado de la historia humana nos permite indagar, investigar y conocer. Nuevos mundos y nuevos universos no solamente materiales, no exclusivamente lineares, no perfectamente estructurados. Universos y mundos que al multiplicarse nos conceden la posibilidad de ver y llegar hasta el más recóndito de los dominios imaginados o construidos. Este nuevo multiverso interesante se convierte gradualmente en más que un compendio de pequeños universos conocidos. En esferas que van más allá del ser y su entorno material. Nuevos universos que se presentan con sus herramientas innovadoras, con sus impensados métodos y técnicas y con sus nuevas formas de inventar. Nuevos universos con nuevos modos de imaginar realidades ya descubiertas, examinándolas desde nuevos ángulos y hasta sin tener el deber de consensuar.

    Siempre me sorprendí de la plasticidad del pensar humano. Siempre me asombré por sus habilidades fisiológicas, emotivas e intelectuales. Nunca llegué a entender ni una pizca de lo que nuestro cerebro humano era capaz de realizar. Sobre todo, me resultó muy difícil entender cómo de un órgano material emana con genialidad un espectro tan amplio de actividades etéreas y espirituales. Me entusiasmé mucho más con lo descuidado y lo desconocido que con lo descifrado y lo supuestamente sabido. Pero, debo ser sincero, también me sorprendí en muchas ocasiones de su capacidad de conservar, de no dejarse enseñar, de no querer aprender. Ese antagonismo, ante todo, me resultó fascinante.

    Este milenio trajo finalmente consigo el cumplimiento práctico de todas las tácitas profecías propuestas por los grandes escritores y constructores de conciencias de los dos últimos siglos pasados como Julio Verne, Ray Bradbury e Isaac Asimov. Ese mundo viejo y real y este mundo fantástico e imaginado se van convirtiendo en esta etapa de la historia humana en una sola concepción. Se convierte en una realidad compuesta por muchas realidades que para nuestra sorpresa no solo no representan posiciones opuestas, sino que podemos entenderlas como adicionales, complementarias e incluso compartidas. El mundo de hoy permite unir muchos caminos sabidos con caminos nuevos por conocer. Hasta tenemos permitido dejar capítulos en blanco, sin tener el deber de escribir sus contenidos comprendidos de antemano. A veces hasta podremos llenarlas con formas de pensar opuestas y simultáneas sin la necesidad de ingresar automáticamente en crisis existenciales. Otras veces los significados podrán ser corregidos o cambiados pero muy pocas serán borrados por inservibles. Y lo mejor será que la mayoría de las nuevas situaciones siempre nos harán reflexionar y transformarnos. Los nuevos caminos serán variados y por el solo hecho de serlo serán mejores que aquellos que eran únicos y exclusivos. El mundo de hoy, a diferencia del mundo estructurado de ayer, nos permite y nos alienta a equivocarnos, porque sabe que los errores bien intencionados no merecen castigos. Sabe que ellos son las bases de nuestras nuevas búsquedas y los fundamentos de nuestros nuevos pensares. En estos últimos años aprendimos que es mejor investigar abriendo nuevos interrogantes que cerrando respuestas preconcebidas y que podemos comprender sin tenerle miedo al cambiar. Nos dimos cuenta de que los cambios son los motores que mejor empujan y que son imprescindibles para que sigamos creciendo. Antonio Machado decía que se hace camino al andar y esa metáfora todavía no ha cambiado. Lo que creo que cambió es la forma que le hemos concedido a ese andar. Hoy podemos andar por distintos caminos simultáneamente. En ocasiones lo hacemos por caminos paralelos, circulares, transversales o multidimensionales. Caminos que se apartan o se desvían del rumbo principal y a veces vuelven y otras no. En general por estos nuevos caminos, casi nunca andamos solos, sino que lo hacemos acompañados por otros cientos y miles de personas. Personas con las que convivimos, sentimos y compartimos y con las que seguiremos andando tanto en nuestras vidas físicas como en nuestras vidas mentales y ensambladas. A pesar de que vivimos en un mundo individualista, ya casi nadie anda en solitario. La mayoría lo hacemos en conjuntos, en manadas, en rebaños, en clanes, en multitudes e incluso dentro de esos grupos no andamos todos en la misma dirección. Nos está permitido cruzarnos y encontrarnos, pero también despedirnos y abandonarnos.

    Sin miedo de pecar de falta de modestia, he participado en mi vida en un sinfín de seminarios, de cursos y de charlas. La mayoría fueron sobre estos temas. Empujado solamente por mi curiosidad he seguido leyendo artículos, libros y he visto películas, en especial sobre las ciencias de la vida. Porque la biología, más que una disciplina académica, se convirtió para mí en una manera de mirar la vida bajo una óptica sistémica, amplia y enriquecedora. No siempre ha sido así. Hubo épocas en que me he sentido retrasado, aislado de mi mundo circundante y en especial no relevante. Hubo etapas en que me sentí perdido. Pero para mi fortuna, enseguida aparecieron diferentes equipos de trabajo en distintos lugares del mundo, donde comenzaron a ser apreciadas nuevas posiciones sobre el conocimiento, las percepciones, la realidad y las emociones. En estos nuevos grupos de investigación encontré, escuché y conocí personas brillantes que han tratado desde dentro de las ciencias y desde otras disciplinas darles nuevas direcciones a los formatos convencionales. No sé si lo han logrado. Lo que sí sé fehacientemente es qué han tratado y que, en ese camino del entremezclar, unir, desordenar y deambular, además de haber aprendido cosas nuevas me ha pasado algo que hacía mucho tiempo que no me ocurría; me he divertido hasta cansarme, he jugado como un niño y finalmente he podido escribir lo que sentía y pensaba. En la primera década de este nuevo milenio comencé a comprender a los temas que me fascinaban en el pasado desde un lugar distinto y, para mi sorpresa, me gustaron aún más. En esta nueva etapa comencé a confrontarme con teorías que tenían distintas maneras de explicar las mismas realidades. Creo que ahí encontré finalmente el punto de inflexión. Estas nuevas formas de mirar la realidad consideraban a las verdades diferentes y al subjetivismo con la misma seriedad que le daban en el pasado a las verdades absolutas. Explicaron al lenguaje no solo como una herramienta descriptiva, revisando nuevas teorías acerca de la cultura y la multiculturalidad, sobre lo epigenético, y sobre todo construyeron nuevas concepciones de la evolución y la genética. He aprendido de autores diversos a confrontarme nuevamente con el viejo entorno de mi antigua vida, pero observándome no como un ente que está separado de su mundo sino como una parte inseparable de él. Comencé a compartir cosas que me permitieron crecer, que me posibilitaron desarrollarme mirando también y en especial hacia mi interior. Pero no solo a mi ser espiritual sino a mi ser sistémico. Comencé a ver en mí a un ser vivo, que se produce a sí mismo, que se rige por su corporalidad, que está involucrado en compartir realidades, subjetividades y que precisa conversar. Aprendí que incluso estando ausente sigo siendo parte de algo mayor que yo mismo. Algunos de estos pensadores que abrieron mis ojos, son hoy reconocidos por las ramas más conservadoras de la ciencia como, por ejemplo, Antonio Damásio, Karl Popper y Martin Heidegger. Otros son especialistas en disciplinas diversas, científicos, médicos, pedagogos y filósofos como Humberto Maturana, Francisco Varela, Edgar Morin, Heinz von Foerster o Dora Schnitman, creadores de nuevas formas de pensar y de nuevas hipótesis acerca del conocimiento humano. También encontré líderes espirituales como el Dalai Lama y J. Krishnamurti que me ayudaron a suavizar y a comprender que mi espíritu y mi cuerpo no son adversarios. Todas estas personas desde sus muy distintas concepciones del mundo, me permitieron recorrer esos nuevos senderos de los que hablaba y por los que nunca antes había transcurrido. Ellos expandieron frente a mí mundos en los que nunca habité, me instaron a viajar y a emprender nuevas trayectorias. Todos y cada uno de ellos, a su manera, me explicaron desde la variedad como nosotros los seres vivos, y en especial los humanos, conocemos, sentimos y nos emocionamos. Ellos, sin saberlo de una manera explícita, me han ayudado a escribir muchos de los capítulos que integran este libro. A ellos y a muchas otras mujeres y hombres, dueños de una sabiduría muy amplia, que publican esporádicamente artículos, blogs no tan conocidos en la web, les agradezco sinceramente, no solo por su colaboración involuntaria, sino por haberme sabido enriquecer con sus valiosos aportes.

    Para finalizar este prólogo, me gustaría darles a conocer que para ser fiel a este libro que he escrito, al hacerlo me he basado básicamente en mi memoria y mis recuerdos. A lo largo de la escritura, muy pocas veces he consultado libros, artículos científicos u otras publicaciones de las redes. De esta manera me permití adecuarme de la forma más similar posible a la situación vivida por el protagonista y de enfrentarme a los avatares que ha debido soportar durante el período de su supuesta internación. Así he tratado de entender —salvando las distancias— qué tipo de vivencias debió él atravesar, para poder relatar dentro de su cabeza cosas con basamento solamente en lo que su archivo memorial le deportaba. Muchas de las cosas que he escrito en este libro si bien tienen un corte seudocientífico no pretenden ser más que una reseña literaria y no se asemejan en lo más mínimo a una exposición científica. Esta jamás ha sido mi intención en ninguna parte de esta novela y mucho menos mi motivación, ni el motivo de la escritura. Por el contrario, el libro fue elaborado desde un dominio de diversión y entretenimiento. Por lo tanto, encontrarán en sus páginas muchas teorías ingenuas, pensamientos no plenamente elaborados y puntos de vista personales que si hubieran debido ser juzgados bajo la estricta lupa de la ciencia o de la filosofía no tendrían lugar de ser o de existir. El motivo de este libro ha sido proporcionarme a mí y a mis futuros lectores, la posibilidad exclusiva de transitar por lugares imaginados, lugares dominados por la incertidumbre que todavía nos es desconocida y que algunos de ellos lindan incluso con lo ridículo y con el delirio. Espero que se permitan navegar conmigo en esta barca de ilusión y si fuera posible no desciendan en ningunas de las islas verdaderas o propuestas, sino que sigan transitando sin naufragar, ni abandonar con el exclusivo objetivo de divertirse. Y que las corrientes les permitan llegar, como lo han hecho con los grandes aventureros del pasado a lugares que se encuentran un poco más allá de nuestras conocidas zonas de confort, a costas que todavía no han sido exploradas, a desiertos exóticos, a cumbres desafiantes y, por qué no, a algunos que sean levemente amenazantes.

    Les deseo que disfruten de este libro, que lo enfrenten, lo desafíen, que se animen a caminar por este sendero retorcido y engañoso, que es el cerebro humano —en este caso el mío— tropezándose en sus perversas hendiduras atestadas de una mezcolanza sagrada de humor, estupidez e inteligencia. Me encantaría que se permitan marchar conmigo por este mundo que me he propuesto atravesar en los umbrales del tercio final de mi preciosa vida, esta que me ha enseñado todo lo que quise saber o mejor dicho lo que estuve capacitado a captar.

    Gracias por la atención y espero que nos volvamos a encontrar —si la lectura les sea de su agrado y aguantan hasta el desenlace final— en el epílogo de este libro.

    CAPÍTULO 1

    PRIMER DÍA. SESIONES 1-5:

    EL DEBUT

    ¿Dónde estoy? Quiero abrir los ojos y no puedo. No sé qué me pasa. ¿Estaré desmayado?, ¿en coma?, ¿muerto? Siento como si una fuerza extraordinaria me abrazara con toda su energía y me impidiera moverme. Además, tengo mucho miedo. No percibo a nadie a mi alrededor. No sé ni quien soy ni cómo me llamo. No puedo abrir mis ojos, mis párpados están pegados. Tampoco oigo absolutamente nada. ¿Qué me estará sucediendo? Salvo silencio y oscuridad, no registro absolutamente nada. Quiero gritar, pero no puedo. Mis labios y mi lengua no me obedecen, están inmóviles como mis párpados.

    Creo que estuve mucho tiempo inconsciente, pero no sé cuánto. Estoy completamente perdido. No consigo girar la cabeza hacia los costados. Es como si una fuerza exterior la mantuviera clavada y me imposibilitara moverla. No percibo mi peso, es como si estuviera flotando inmóvil en el vacío y la fuerza de gravedad no influyera en mí.

    Estoy mentalmente activo y físicamente ausente. Como si alguien me hubiese trasladado a una dimensión desconocida donde mi presencia corporal es inexistente y en la que reinan leyes físicas que desconozco. Me siento libre de carga, aunque no sé si también lo estoy de culpa.

    ¿Qué le pasará a mi cuerpo? Está paralizado y no entiendo por qué.

    No recuerdo dónde estuve antes de haber llegado aquí. Todo me resulta sumamente extraño y no puedo hacer nada para mejorar la situación. Lo único positivo es que no me duele nada. En realidad, no siento nada, ni dolor ni ningún otro tipo de sensación. ¿Habré sufrido un accidente?, ¿un paro cardíaco?, ¿un derrame cerebral?, ¿estaré muerto?, ¿quizás me encuentro en alguno de esos estados intermedios entre la vida y la muerte? Por el momento no recibí ninguna de esas señales extravagantes, que son tan frecuentes en los cuentos de almas flotantes y ángeles faltos de espalda. No vi ni una luz al final del túnel, ni un séquito de querubines volando alrededor mío, ni un comité de bienvenida de personas preocupadas que hayan llegado a darme la bienvenida.

    Lo único que por el momento es verosímil es que estoy paralizado y que mis mecanismos perceptivos están inactivos. Estoy empezando a sentir que me falta el aire. No puedo inspirar voluntariamente e introducir aire en mis pulmones ya que no tengo ningún tipo de control sobre mi boca, mi nariz y menos aún sobre mi diafragma.

    Supongo que la única que trabaja automáticamente es mi respiración autónoma y que, para empeorar un poco más la situación, no es suficientemente potente. Ahora, me está faltando el aire… y me asfixio… no consigo hacer nada para recompensarme. No logro acelerar la respiración. Necesito que alguien me auxilie desde afuera y no sé cómo avisarles para que se den por enterados de lo que me está pasando. Entiendo que estoy sufriendo los síntomas típicos de un ataque de pánico. En condiciones normales trataría de sentarme en el piso y de respirar profundamente, pero me siento impedido de hacerlo. Me desespera saber lo que me está pasando y no poder hacer nada para repararlo. Sé reconocer los síntomas de la ansiedad, entiendo por lo que está atravesando mi cuerpo y a pesar de que sé que preciso meter más oxígeno en mis pulmones para tranquilizarme no consigo hacerlo. Reviso en mi memoria con rapidez, pero no encuentro nada que pueda ayudarme a salir de esta situación salvo reparar la respiración. Racionalmente sé lo que debería hacer para salvarme, pero al no poder mover ni un mísero músculo de mi arruinado cuerpo no tengo la más mínima posibilidad de poder hacerlo. Preciso dominar mis emociones, no dejarme llevar por la desesperación y tratar de regular de alguna forma mi respiración. No sé si mi cuerpo podrá resistir esta crisis por mucho tiempo más. Siento como si dos manos me estuvieran estrangulando. Me falta el aire y siento que me asfixio. Por favor, suéltenme la garganta, me ahogo…, denme más oxígeno..., me asfixio, por favor sálvenme…

    Creo que finalmente me desmayé. No sé cuánto tiempo estuve inconsciente. Me parece que no ha sido un rato largo porque todavía mi respiración sigue siendo irregular. Por fortuna la situación está empezando a normalizarse, comienzo a oxigenar con menos dificultad y me voy recuperando de a poco. Sospecho que no he sido por mí que la situación mejoró, sino porque me habrán conectado sin que lo haya percibido a algún aparato que me está prestando ayuda. Al parecer alguien en el mundo exterior me ha devuelto a la vida y aunque no sepa quién es ese alguien y de que no estoy en condiciones de hacerlo, me gustaría agradecérselo. Siento que estoy llegando gradualmente a un ritmo de respiración normal y me alivia. Qué horrible es sentirse asfixiado. Tan fácil hubiera sido solucionarlo y a la vez tan imposible.

    Poder respirar es milagroso. La angustia que he sentido en estos últimos momentos me transportó a lugares nefastos a los que no me gustaría regresar. Debo reconocer que esta situación me ha dado mucho miedo. Más que a morir, lo que más me ha aterrado fue la impotencia de no poder hacer nada para recuperarme. Me preocupa que no haya percibido ninguno de los tratamientos que supuestamente hicieron los médicos en mis pulmones. No sé si me administraron solamente oxígeno o si utilizaron aparatos o tratamientos más complejos.

    Cabe también la posibilidad de que sufrí un paro cardíaco, aunque espero que no haya sido así ya que, si se le añadiera un daño a mi corazón, correría un riesgo aún mayor del que estoy sufriendo a consecuencia de la situación original. Creo que por esta vez me salvé.

    El hecho de estar aquí, postrado en un lugar desconocido, divagando y pensando en las probabilidades de morir debe ser el resultado de ese incidente que me ha sucedido y del que no tengo ni la más remota idea, ni guardo el más mínimo recuerdo.

    Me preocupa que la información que pude rescatar hasta el momento de mi memoria, no esté relacionada para nada con mi vida privada. No me ha llegado ninguna pista que me conecte con mi vida anterior. No recuerdo si tengo mujer, hijos, padres, hermanos. No sé a qué me dedicaba, cuántos años tenía, dónde vivía. Todo lo que he recordado hasta el momento es general y tiene un tinte netamente académico. Por otro lado, me doy cuenta de que poseo mucho conocimiento sobre desmayos, comas y otros extraños estados de inconsciencia. Me han llamado mucho la atención los pensamientos que estuve barajando en mi cerebro durante mi ataque de ansiedad. Mi conocimiento a nivel técnico fue tan preciso que hasta yo mismo me quedé sorprendido del alto grado de profesionalidad que tengo.

    Estoy totalmente desconectado de mi vida anterior, completamente abandonado por los que me querían y estancado en un entorno nuevo, desconocido y hostil. Mi mente está tan oscura y silenciosa como lo está todo lo demás a mi alrededor. Siento una impotencia terrible y un miedo similar al que tiene que enfrentarse a cosas que sorprenden, como, por ejemplo, un asalto a mano armada, un atentado terrorista o un secuestro. Creo que deben tener las mismas características, aunque yo en vez de sentirlas en la boca del estómago como lo deben hacer las personas normales las pienso en el centro del cerebro. Debe ser la primera vez en mi vida que sufro un ataque de pánico y tengo encima la suerte de que sea mental más que emocional.

    Mis emociones aparecen y desaparecen a un ritmo enloquecedor. Se apoderan de mí sin darme el tiempo suficiente para poder analizar su contenido o su sentido.

    Me esfuerzo en autoconvencerme de que me es imprescindible calmarme. Me argumento una y otra vez que mi intranquilidad puede llevarme a entrar en una depresión de la que va a ser difícil salir. Las condiciones por las que atravieso son tan temibles que no me dejan hilvanar ni siquiera un solo pensamiento razonable. Pienso mil cosas a la vez y son todas muy confusas. Qué difícil es luchar contra al miedo cuando está todo oscuro y silencioso. Al parecer cuando el miedo, el silencio y la oscuridad actúan en conjunto se retroalimentan y se fortalecen. Juntos forman una fórmula invencible.

    Para mi gran asombro el temor que siento se reveló como mi más estable emoción en todo mi repertorio de emociones. Hasta podría decir que es la predominante y la que ocupa la mayor parte de mi tiempo. Siento que el miedo bloquea a las otras emociones que podrían ayudarme a sobreponerme y que estar deprimido influye en mis otras facultades mentales que hasta ahora venían funcionando bien.

    Me esmero por encontrar pistas y señales nuevas de esa vida mía que desconozco y de la que no logro recordar absolutamente nada. Trato de convencerme racionalmente de que las nuevas circunstancias son pasajeras y que, en algún momento, de la misma forma como empezaron, terminarán. Además de esta pequeña crisis de valoración, intuyo que el problema más grave por el que atravieso, es que mi mundo perceptivo está bloqueado. Me doy cuenta que además de no poder oír, ver y hablar tampoco percibo ni frío ni calor. Sospecho que también mi olfato no trabaja como es debido, ya que estando internado —como sospecho— en un hospital como en el que creo que estoy es muy extraño que no huela materiales de limpieza con olores tan característicos como los del cloro y del alcohol.

    Se me están agotando las fuerzas y el poco optimismo y la buena voluntad que me quedaban me están abandonando... estoy por desmayarme nuevamente...

    Vuelvo a despertarme y me sigo sintiendo muy cansado. No puedo deshacerme de esta somnolencia que me impide concentrarme. Es como si estuviera colapsado y consciente al mismo tiempo. Esta vez, me desperté sobresaltado y no de a poco, como me pasó en las veces anteriores.

    Estoy totalmente perdido..., dormido..., me siento abandonado… y sobre todo confundido. No entiendo nada de lo que está pasando a mi alrededor y el no entender me desanima aún más. Me irrita no saber quién soy, no saber cuál es la forma de mi rostro, mi aspecto, el color de mis ojos o de mi cabello.

    Intuyo que sigo sufriendo los efectos de los analgésicos que me adormecen y que pasará un rato bastante largo hasta que consiga reponerme del todo, ¿Será que las drogas me impiden sentir dolor? Seguramente una enfermera me ha inyectado morfina para que no sufra o para que deje de molestarla con mis gemidos ¿no dije antes que no tengo voz?

    Estoy seguro que salir de aquí me va llevar un período bastante largo y que no será para nada sencillo, pero tengo la misma certeza de que al final voy a lograr hacerlo y podré olvidarme de esta pesadilla o por lo menos la recordaré más serenamente.

    Me intriga saber cuál es la razón por la que me encuentro en este estado. ¿Habré tenido un accidente de tránsito o recibido un golpe en la cabeza? Estoy convencido de que jamás atravesé un evento así en el pasado y esa debe ser una de las causas por las que no tengo ni idea de cómo empezar a enfrentarlo. Porque a pesar de que todo aparenta ser real, me resulta increíble que algo así me esté ocurriendo justo a mí: ¿no será que mi cerebro me hace ver cosas que no están ocurriendo en realidad? Cuando dejo de pensar en tonterías, mi mente automáticamente vuelve a pensar sobre lo patético que es esta situación y me angustio aún más.

    Creo que estoy por desmayarme nuevamente..., las fuerzas me abandonan y me siento muy débil..., estoy quedándome dormido…, lo siento, pero no puedo aguantar.

    Ya es la tercera vez que me despierto consciente en esta celda. Pruebo y compruebo que sigo padeciendo de la pérdida absoluta de mis sentidos y que no recuerdo nada acerca de mi persona. Todo sigue igual y realmente no me sorprende. Creo que fue Albert Einstein el que dijo que «es una locura hacer la misma cosa, una vez y otra vez, y esperar obtener resultados diferentes». Debo admitir que Albert ha dado en la tecla justa. No por nada fue el genio que ha sido. Cómo va a cambiar algo aquí dentro si nadie hace nada para que los cambios ocurran. Siento como si algún pervertido me puso una venda sobre los ojos para que no pueda enterarme de lo que sucede. Debo comenzar a elaborar algún pensamiento productivo lo más pronto posible porque de lo contrario estaré perdido.

    ¿Estaré transitando el camino hacia la muerte? Si estuviese muerto o moribundo, no podría tener conmigo mismo estas charlas tan interesantes.

    Me gustaría saber si estoy internado en un hospital y si mi familia se encuentra a mi lado. Me imagino que mi mujer y mis hijos están preocupados por mi estado. Seguramente ya conversaron con mi médico de cabecera acerca de mi futuro y lo habrán interrogado acerca de mis posibilidades. Supongo que deben pensar que estoy en estado de inconsciencia completa, y que no tengo ni idea de lo que está pasando a mi alrededor.

    ¿La morfina que me inyectan, no me impedirá seguir pensando?, ¿estaré sufriendo sin estar enterado?, ¿estaré quejándome en voz alta sin percibirlo conscientemente?, ¿estaré internado en un centro médico o en un instituto de rehabilitación? Mi cerebro no deja de cuestionarse interrogantes y para mi desgracia no poseo respuestas satisfactorias ni para las preguntas más elementales.

    También la soledad contribuye a mi delirio y tiene perturbada a mi razón y en consecuencia me hace pensar en cosas disparatadas. La soledad por ahora es la única que desde que he llegado aquí, jamás me ha abandonado. Me siento como el sobreviviente de un naufragio, que flota sin salvavidas en un océano que espera paciente que se me terminen las fuerzas para que me llegue la hora de claudicar, me hunda en sus aguas y se terminé mi cuento. ¿Por qué pensaré en mi muerte?, ¿estará por llegar y lo único que me queda por hacer es resignarme y prepararme a recibirla?, ¿o será porque la situación que estoy viviendo es similar a las que me imagino cuando pienso que estoy muerto? Seguramente sigo estando bajo las influencias de las drogas y esa es la principal razón del delirium tremens por el que atravieso.

    Es como si pretendiesen mantenerme apartado de mi mundo verdadero y me obligaran —por alguna razón desconocida— a continuar vagabundeando en contra de mi razón entre dos mundos paralelos. Por un lado, estoy cautivo en un mundo desierto, oscuro y silencioso que no es el mío y a su vez sé con certeza que pertenezco a otro que sigue existiendo allá afuera en otra dimensión que ahora percibo lejana y desconocida.

    Estoy aferrado con cadenas invisibles a una cama de la que no me puedo levantar. No puedo seguir así, dormido y despierto

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