Los Viejos Leones
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Los Viejos Leones describe muy bien la vida de jóvenes y estudiantes en la Lima de los años 60 y70, de los tiempos traumáticos, los interrogantes para la fe y la lealtad que a muchos jóvenes cristianos se les plantearon con sentido de urgencia en aquellos tiempos.
Fue la esperanza del autor que este libro encuentre aceptación entre las nuevas generaciones de universitarios evangélicos que han ido multiplicándose a la largo de América Latina y el mundo. En palabras del autor:
"Esta novela la empecé con la cabeza, la terminé con el corazón. Mis años de estudiante, como posteriormente los años que fungí de Secretario General de un movimiento nacional evangélico, mis experiencias en estos grupos y en otros seculares son los soportes del argumento que escenifica una manera de ver la vida universitaria: tan pasajera e inasible. Por supuesto que debo agregar a esto mi libre imaginación —tal vez debido a mi cultivo en las artes. Todos esos recuerdos los he reflotado de las aguas de mi memoria, que día a día me va traicionando, a despecho de otras más extraordinarias y especiales, sublimes y hasta grotescas, que quizás sea tarea de escribirlas más adelante".
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Los Viejos Leones - RENÉ ISAÍS CASTRO GARCÍA
PRÓLOGO
En mis años de universitario, en la vieja casona de San Marcos de Lima, en la década de 1950, fui también militante de un movimiento universitario evangélico, como lo fue el autor de este libro en su Escuela de Bellas Artes del Perú. Luego ese movimiento fue creciendo en número y en calidad de militancia y ha tenido su impacto no sólo en el mundo evangélico sino también en la sociedad peruana; ayudó a los evangélicos a tomar conciencia de su responsabilidad social en las duras décadas de 1980 y 1990.
Este testimonio personal Los viejos leones da cuenta de los años iniciales y se ha escrito con conocimiento de los hechos en el día a día, aunque también con el calor y la emoción de un participante. La nota nostálgica que resulta evidente al lector de hoy le da al libro su calidad de testimonio e influye también en el estilo con el que está escrito. Describe muy bien la vida de jóvenes y estudiantes en la Lima de esos tiempos traumáticos y los interrogantes para la fe y la lealtad que a muchos se nos plantearon con sentido de urgencia.
Es mi esperanza que este libro encuentre aceptación entre las nuevas generaciones de universitarios evangélicos que han ido multiplicándose. Es una experiencia que vale la pena compartir.
Samuel Escobar Ph.D.
Facultad Protestante de Teología UEBE, Madrid, España
Valencia , Enero 2020
Para Enrique Giraldo, amigo entrañable, que espera un exitoso trasplante o un milagro que lo restituya a su plenitud física. 1969
Qué curioso, dijo al cabo de un rato, trato de recordar al paso de aquel año y no puedo recordar más que escenas sueltas, una al lado de otra. ¿A vos te pasa lo mismo? Yo ahora siento el paso del tiempo, como si corriera por mis venas, con la sangre y el pulso. Pero cuando trato de recordar el pasado no siento lo mismo: veo escenas sueltas, paralizadas como en fotografías. . .
Ernesto Sábato
NOTA PRELIMINAR
Inicialmente, quise solamente escribir para los estudiantes, pero, he terminado la obra tomando en cuenta, igualmente, a un sector más amplio; por lo tanto, me daré por satisfecho de manera inmediata, si logra leerme esa masa media que conforman las congregaciones cristianas.
Confieso que este trabajo lo empecé como cuento y lo terminé como novela... antes de que ella me termine a mí. Lo empecé con la cabeza, lo terminé con el corazón. Mis años de estudiante, como posteriormente los años que fungí de Secretario General de un movimiento nacional evangélico, mis experiencias en estos grupos y en otros seculares, son los soportes del tema, que escenifica una manera de ver la vida universitaria: tan pasajera e inasible. Por supuesto que debo agregar a esto, mi libre imaginación —tal vez debido a mi cultivo en las artes— las cuales han permitido esta contextura de mi novela, sobre experiencias otrora cotidianas, las cuales las he reflotado de las aguas de mí memoria, que día a día me traiciona más, a despecho de otras más extraordinarias y especiales, sublimes como también grotescas, que quizás sea tarea de escribirlas más adelante —siempre con imaginación y elegancia en lo posible.
Sin embargo, infinitos son los motivos subterráneos que me han llevado a seguir adelante y tomar el riesgo de su publicación, de manera especial, afectos ilógicos pero reales, hacia personas a quienes las he llamado por el sugestivo adjetivo y sustantivo de viejos leones
.
Espero que no sea un documento indiferente a los grupos bíblicos universitarios latinoamericanos, sobre todo para los sucesores de amigos que conocí y que viven en sus respectivos países de esta gran casa que encierra esperanzas, como es nuestra América Latina. Amigos que conocí en la década del sesenta, de manera especial a los grupos del Perú y México.
Y a todos aquellos que, más allá del valor documental y de tesis de ideas, encuentren también prometedores valores literarios, les encargo que reciban mi trabajo, como un homenaje a esa amistad. Ya lo dijo un consagrado escritor: Yo escribo para que mis amigos me quieran más
.
El autor
I
Las primeras horas de la noche habían discurrido con el mismo ritmo que hacen los autos en el centro, afanados en no detenerse, como si ellas al igual que los vehículos podrían quedar congestionadas, temiendo estancarse en los altos espacios de las grandes ciudades prendidas en las torres, atrapadas en alguna antena o confundidas entre los cables de algún gigantesco aviso luminoso.
Cerca al corazón mismo de la cuidad, casi diríamos en el mismo centro, en uno de los edificios que iba tornándose cada vez más pequeño conforme avanzaba el tiempo, mientras que otros crecían más grandes; en los pasillos del tercer piso, confundida entre otros despachos de serios profesionales, estaba ubicada la oficina dedicada a servir de varios modos a un núcleo de estudiantes, que, al igual que otros afines, tiene fines y objetivos.
Carlos, haciendo el mismo movimiento de otras veces, luego de apagar la luz, había tirado de la puerta, clausurando de esta manera otro día de actividades propias. Prosiguiendo con pasos vacilantes y luego decididos, fue alargando su distancia respecto a la puerta de madera charolada; finalmente ganó la salida del edificio. Las cuatro paredes quedaron forradas de una sombra que todo lo invadía. Carlos era un habitante más de este espacio. El, un protagonista más en las peripecias de este grupo, pertenecía a la nueva generación que se había incorporado a la pequeña historia del movimiento, cuyos orígenes apenas sospechaba. Era un joven dirigente de la última hora.
A la mañana siguiente se encontró envuelto en trajines. Luego de su primera clase tuvo que entregar unos libros y planeaba reunirse dentro de una hora con los otros. Mientras transitaba entre las pálidas galerías del viejo edificio universitario, Antonio se le acercó y le habló con claridad:
—Discúlpame, Carlos, por no haber ido a tu reunión el sábado.
—No importa, será otro sábado —contestó, a la vez que se despidió con una sonrisa esbozada, porque quiso seguir hablando, gastándole una broma la cual no prosperó porque ambos estaban apurados. Sin embargo, seguía confiando en que Antonio algún día estaría en la reunión.
El sol de mediodía se colaba de perfil entre los espacios claros del viejo edificio y lograba posarse en superficies recortadas sobre fragmentos de sillas, piso y mesa. A veces sus reflejos iluminaban con mayor insistencia sobre los rostros de Carmen y Gladis, a menudo los suaves mechones se encendían causando cierto deleite visual a Carlos y a los demás jóvenes que reparaban en el detalle. Ellas de espaldas a la ventana, ignoraban los efectos que producían al rozar los rayos filtrados de un sol que recordaba al verano que se alejaba, solamente se habían dedicado a transmitir ideas y discutir sugerencias con los demás chicos. Por momentos parecía una discusión de hombres contra mujeres sobre temas que concernían al grupo; pero la explicación era simple, ellas siempre caminaban juntas y aunque asistían a diversas iglesias siempre conversaban no solamente asuntos del grupo, sino que también intercambiaban confidencias o noticias del ambiente universitario. Siempre dejaban sentir el peso de sus opiniones y estas influían en las decisiones del grupo.
Los siete estudiantes habían ocupado una curiosa disposición coreográfica peculiar dentro del rectángulo. Parecía que cada uno había encontrado su sitio, entre sillas y escritorios o cerca del estante de libros; el único ignorado y echado de menos en ese instante parecía ser el mimeógrafo, tan visible, que en otras oportunidades daba la impresión de ser un miembro más de la comunidad. Ahora sí parecía una máquina o cosa, porque durante ese tiempo nadie lo había usado, nadie le dirigió su atención y más de uno le había dado las espaldas.
La reunión era una más de otras informales.
¿Carmencita, recibiste correspondencia?
Otros hablaban sobre los últimos ajetreos políticos en la universidad, comentaban y reían sobre aspectos que había tomado la manifestación última de los camaradas, finalmente Carlos concluyó ese tema:
—Pero debemos reconocer que controlan la universidad a pesar de la fuerte oposición de los compañeros del OPSO.
Oscar interrumpió con su habitual ingenio.
—¡Déjense de rajar o les leo un pasaje bíblico!
Todos festejaron la intervención y luego de una pausa reiniciaron el diálogo sobre otro tema. Juan Manuel y Gibrán parecían estar enfrascados en una conversación personal sobre el último libro que había aparecido en librerías, que trataba sobre un enfoque sociológico del joven universitario, además hablaban sobre una amiga común.
—Efectivamente, Lucha está en conflicto con sus padres; lo noté el último día que fui a visitarla. Me alegra que este sábado venga a la reunión, espero que se encuentre bien en el grupo.
—Eso depende de ella. Procura comunicarle una idea real del grupo, no idealices la figura, háblale de nuestras limitaciones y sobre todo destaca que el grupo es heterogéneo, porque además de venir la mayoría de diferentes grupos denominacionales, otros, hace mucho tiempo que no asisten. Además, estudian carreras diversas y otros sólo trabajan.
—¿Te parece que debo pintarle un cuadro del grupo?, ¿no será complicar la cosa? –interrrumpió Gibrán.
—Porque la verdad es que, siendo tan diferentes, incluso siendo algunos de clase media alta, sin embargo, también podrían decir que somos un grupo muy homogéneo porque sentimos casi lo mismo y estamos con ciertos intereses y preocupaciones similares...
—¿Qué te parece si la visita una de las chicas del grupo? Le agradaría o crees que...
—¡No me parece por ahora! —respondió Gibrán sobre el rostro de Juan.
—Es verdad, creo que es mejor que la visites tú; además le caes bien.
Gibrán no contestó porque una sonrisa había desdibujado sus facciones casi lánguidas y melancólicas que también correspondían a su figura delgada.
Finalmente, Carlos cerró una carta que acababa de escribir, mientras los otros discurrían en pensamientos que reventaban en mil ideas, y dijo resolutivamente:
—Tenemos que traer la revista del correo –mientras apoyaba sus dedos en los bordes del sobre—. Creo que este número va a salir caliente; es muy bueno –dijo mientras pensaba que pronto, en un próximo número, quizás se publicaría un artículo escrito por él mismo.
—La revista siempre es buena —intervino Gladis —; el problema es que tenemos que hacerla más conocida.
—Está bien, pero los colores de su portada son muy opacos, parece de gente seria de 40 años, eso influye en el interés del público —dijo Gibran.
Carlos añadió:
—La verdad es que tenemos que seguir organizados para su venta, tenemos que dedicar varias horas de la semana para su introducción; una vez que prenda
, ella se venderá sola. Tenemos que pedir opiniones a nuestros amigos, ver qué sugerencias podemos enviar a Samuel para su mayor venta.
Se sintió de repente una voz intencionadamente irónica que hizo reír a todos los concurrentes:
—¡Tú, vende nomás...!
Luego de barullos y comentarios interrumpidos, Carmen adelantó la despedida; el mediodía había pasado. Carlos recordó nuevamente las decisiones tomadas para el fin del mes de acuerdo con el plan piloto del semestre.
Uno de los acuerdos era la venta de la revista que se haría en grupos, los otros asuntos consistían en una invitación oficial al conferenciante del último sábado del mes, una visita de mediodía a la universidad que quedaba a una hora de la cuidad y una presentación dominical a una iglesia en nombre del movimiento universitario que representaban. El boletín mensual y el informe económico serían hecho por los secretarios de relaciones externas y economía.
La luz reinaba