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Las locuras de Sherick
Las locuras de Sherick
Las locuras de Sherick
Libro electrónico444 páginas6 horas

Las locuras de Sherick

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El Mundo de las Locuras está en peligro.

¿Alguna vez has puesto en duda tu cordura? Cristal sí. Ante ella se presenta un ser insólito y misterioso, llamado Sherick, el Guardián De Las Locuras, que la llevará a su mundo, un lugar donde habitan todo tipo de locos y en el que podrá comprobar por sí misma su verdadero estado mental.

Sherick acompaña a Cristal como guía en su aventura. Ambos recorren los insólitos e ilógicos escenarios y paisajes de este mundo. Cristal vivirá situaciones divertidas y otras muy peligrosas, conocerá a personajes que llenarán su corazón (como los locos de la Música, el cascarrabias de las Matemáticas o los amantes de la Flora y de la Fauna).

Pero, cuidado, no toda la locura que aquí encuentra es buena. Cristal deberá enfrentarse a los Corrompidos, entes que buscan la destrucción y el caos.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento1 dic 2017
ISBN9788417164768
Las locuras de Sherick
Autor

C. Yaiza Sánchez Cañal

C. Yaiza Sánchez Cañal nació en Las Palmas de Gran Canaria el 23 de abril de 2000, (en el día del libro). Tal vez, esa circunstancia fue determinante en la que sería su temprana vocación literaria. Desde muy pequeña surgió en ella una gran afición por la escritura y la narración, convirtiéndose en cuentacuentos profesional a los doce años y relatando sus historias por diversas bibliotecas, festivales y eventos. La autora tiene además otras grandes pasiones, como el dibujo, el teatro y la música.Publicó su primer libro a los catorce años, que tituló Un beso a la Luna, una pequeña recopilación de diez de sus cuentos. Las locuras de Sherick es su primera incursión en el mundo de la literatura juvenil donde está llamada a ocupar un lugar destacado.

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    Las locuras de Sherick - C. Yaiza Sánchez Cañal

    Las-locuras-de-Sherickcubiertav2.pdf_1400.jpg

    Esta es una obra de ficción. Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Todos los personajes, nombres, hechos, organizaciones y diálogos en esta obra son o bien producto de la imaginación del autor o han sido utilizados de manera ficticia.

    Las locuras de Sherick

    Primera edición: diciembre 2017

    ISBN: 9788417120955

    ISBN eBook: 9788417164768

    © del texto

    C. Yaiza Sánchez Cañal

    © de esta edición

    , 2017

    www.caligramaeditorial.com

    info@caligramaeditorial.com

    Impreso en España – Printed in Spain

    Quedan prohibidos, dentro de los límites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a info@caligramaeditorial.com si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

    Las locuras de Sherick

    Esta historia comenzó en la habitación de una joven muchacha cuyos cabellos rizados y oscuros serpenteaban y caían como una cascada en su espalda. Su tez era blanca como los copos de nieve, hacían recordar a los pétalos de una frágil flor. Sus oscuros ojos marrones podían demostrar mil y una sensaciones al mismo tiempo. Todas estas características hacían de ella una joven hermosa.

    Se hallaba pintándose los labios frente al espejo de su cuarto, no precisamente para salir, sino para imaginar que era una dama que aguardaba a su caballero, disfrazándose con túnicas mientras caminaba a lo largo del cuarto exclamando mil y un versos:

    Oh, caballeros.

    Amantes y amados

    del amor prisioneros,

    del corazón secuestrado.

    Luchad raudos, luchad

    para defender a la dama

    que os lo conquistó

    y liberadla de la torre

    que un día la apresó...

    La joven se detuvo bajando sus brazos —que hasta ahora habían estado en alto para darle énfasis a aquellas frases de amor—, abandonando toda gana de seguir con aquello.

    Tras varios resoplidos y murmullos, esta se volvió a sentar en frente de aquel espejo y, observándose, dijo para sí: «No me entiendo. Tengo quince años. Estoy en plena etapa de adolescencia y, a pesar de ello, mi mente sigue llena de fantasías e ilusiones baratas. Las demás chicas no son así, es decir, no, no se disfrazan ni juegan a ser damas en apuros. ¿Acaso será verdad? ¿Será verdad lo que dicen de mí tanto a mis espaldas como en mi propia cara? ¿Acaso estaré loca?».

    Al pronunciar esto, algo raro sucedió, dando paso a la magia y a la locura...

    1. Mister Sherick

    (El chico que entró por la ventana)

    Las ventanas del cuarto se abrieron de golpe junto con un gran estruendo y una fuerte ráfaga de viento que provocó que todas las hojas y objetos de pequeño tamaño volaran por la habitación. Rauda, la quinceañera se levantó al momento y, decidida, cerró la ventana para que no se armase más alboroto.

    —Eso no me lo esperaba —exclamó, con una risita.

    Volvió a sentarse frente al espejo por tercera vez decidida a seguir maquillándose para continuar con sus versos. Entonces se dio cuenta gracias al reflejo de que en la cama que estaba colocada tras ella había alguien sentado, provocando que lanzara un grito ahogado mientras se daba la vuelta para apreciar mejor a su visitante.

    —¡¿Se puede saber quién eres y qué haces en mi cama?!

    —Hola, damisela. Usted misma me ha llamado... ¿o acaso no es la joven Cristal?

    Abriendo los ojos como platos, Cristal comenzó a tartamudear. Aquel desconocido sabía su nombre, pero lo peor de todo era su aspecto casi inhumano.

    El visitante tenía los cabellos blancos con mechones azules y alborotados, una tez blanca que brillaba cual purpurina y unos ojos grandes y redondos de diferente color cada uno: el izquierdo, verde como las hojas de primavera; el derecho, azul como las olas del mar que se mecen con el viento.

    Sus ropajes eran de todo menos normales. Llevaba un frac de color azul marino con botones dorados y detalles negros, y unas largas mangas blancas que complementaba con unas botas altas y una chistera negra, pero el punto fuerte del muchacho se encontraba en su espalda. Dos enormes alas que no se semejaban a las de ningún pájaro, ni tampoco a las de una mariposa, pero sí a las de un murciélago, solo que estas simplemente eran hermosas, con espirales doradas a los lados y destellos celestes.

    —He de presentarme. Mi nombre, querida Cristal, es Sherick y estoy aquí porque, como ya te dije, me has llamado.

    —She, She... ¿Sherick? —Cristal no podía salir de su asombro mientras se tambaleaba y temblaba—. Yo no he mencionado tu nombre, por lo que no entiendo tu presencia en mi cuarto.

    —Cierto es que no me llamaste por el nombre que me corresponde, mas yo tengo una misión. Verás, querida Cristal, en la vida hay personas que por alguna razón llegan a la conclusión de que están locas o, como hiciste tú hará un momento, se preguntan si serán víctimas de la pérdida de la cordura, que viene a ser lo mismo —carraspeó para aclarar su voz—. Ahora bien, mi misión es llevar a esas personas a nuestro mundo, donde le serán mostrados una serie de seres maravillosos a través de los que pueden descubrir si en verdad padecen alguna locura —Sherick se rio de una forma bastante enérgica y sonora—. Digamos que soy el guardián de las locuras.

    —O sea, según lo que he oído, tu misión es llevarme ahora mismo a un mundo raro lleno de gente rara.

    —Exacto, querida.

    —¡Me niego! ¡Eres un completo desconocido para mí y... y tienes alas! ¡La gente normal no tiene alas! —Cristal retrocedió nerviosa.

    —Hermosa... ¿quién te dijo que yo era normal? —Sherick sonrió mostrando su blanca dentadura y su mueca pícara y encantadora, para luego acercarse a una velocidad de vértigo a Cristal agarrándola de las manos.

    —¡Eh, eh! ¡Espera!

    Sherick hizo caso omiso de la chica y finalmente logró tomar control de su resistencia montándola a grupa. Entonces corrió hasta la ventana e impulsándose con la pierna en el marco de esta saltó. De alguna forma había logrado abrirlas mientras corría. Saltó tan alto que alcanzaron una altura notable.

    —¿Estás loco? ¡Vamos a morir por la caída!

    —Ja, ja, ja, ja, qué graciosa. ¿Para qué crees que están las alas?

    Sherick desplegó sus alas y empezó a moverlas cortando el viento mientras Cristal se aferraba más a él maravillada por aquella magia repentina. Se alejaron bastante del suelo y de los tejados, pasando al lado de los altos árboles con una única dirección...

    —¿Preparada para tomar el camino lunar?

    —¿El camino lunar? ¿Acaso vamos a la luna? —exclamó Cristal medio gritando.

    —No exactamente. Al volar hacia la luna tomo el mismo camino que tomáis todos los humanos cada noche antes de iros a dormir. La luna es el baúl que guarda todos los sueños, esperanzas, ilusiones y deseos de los humanos, que siempre os quedáis anonadados mirándola y...

    —La luna es un baúl que también guarda mensajes de amor y besos a escondidas entre mejillas ruborizadas, ¿verdad? —susurró Cristal; Sherick quedó en silencio por un momento y se rio delicadamente.

    —Sí, la luna guarda las cosas más hermosas. Por eso, para viajar a mi mundo he de volar en dirección a esta y tomar esa senda llena de sueños. Mi mundo… es un sueño más, un lugar donde la fantasía y la realidad se mezclan, creando así la verdadera locura. Ya nos vamos acercando, querida. Ahora verás cómo es el lugar de donde provengo, tan solo ten paciencia.

    Cristal había dejado de sentir miedo, aquel chico alado decía cosas realmente hermosas. Ambos iban en dirección a la luna, entonces aparecieron varias luces lilas, destellos fugaces en la oscuridad de la noche que envolvieron a los viajeros.

    La ciudad, los tejados, los árboles y la luna, todo desapareció. Ahora tan solo era visible un pasillo violeta lleno de fuertes brillos por donde Sherick volaba sin pararse en ningún momento.

    Cristal se sobrecogió y él, notando esto, le susurró con una melódica voz:

    —Tranquila, no has de temer. Todo lo extraño puede ser hermoso y lo hermoso siempre es bueno.

    Tras momentos que se hicieron eternos para Cristal, el pasillo empezó a desaparecer, apareciendo nuevos colores al final de este. Cuando por fin salieron de ese extraño pasadizo, Cristal quedó asombrada.

    —Bienvenida a mi mundo —exclamó Sherick entre risas.

    2. El mundo de las locuras

    Todo era tan hermoso, pero al mismo tiempo estaba lleno de contrastes. Esto era algo que se podía ver reflejado en las cordilleras rosas cuyas laderas eran grises, en los prados rojos cuyas rosas eran negras, en los lagos de aguas doradas en donde nadaban peces enormes con escamas de diferentes colores y cuyas espinas eran afiladas o en los enormes árboles cuyos troncos naranjas tenían también rayas negras, parecían tigres. Ante esta imagen, Cristal quedaba maravillada, hipnotizada por cada detalle, embriagada por lo que la rodeaba. Un único pensamiento rondaba por su mente: si aquello era un sueño, no quería despertarse.

    —¿Te gusta? ¿No te parece maravilloso este mundo?

    —No solo este mundo. Para ser exactos, tú eres igual de excepcional.

    —Lo tomaré como un cumplido —ambos rieron, pero una tercera voz interrumpió el momento.

    —Doce es igual a pi por la cuarta parte de cuatro menos la tercera de dos, que es el resultado de la ecuación entre la incógnita X y el número doscientos, ¿o era quinientos? ¡Me cachis, he vuelto a fallar en esta operación!

    —Sherick, ¿quién es el que habla de números con tanto énfasis?

    —Querida, ha llegado la hora de que te enseñe al primer loco.

    Sherick se posó en el suelo e hizo bajar de su espalda a Cristal, delicadamente. Cogiéndola de la mano, la condujo por un sendero lleno de arbustos de hojas verdes.

    —¡Vaya! Estos arbustos son como los de mi mundo, ¿verdad?

    —Ja, ja, ja, ja, para nada. Mete la mano en uno de ellos y saca lo que guarde en su interior, te llevarás una sorpresa.

    Cristal hizo caso a su entrañable acompañante. Metió la mano en el arbusto y al sacarla esta estaba llena de números y símbolos matemáticos.

    —¡Qué curioso!

    —Más curioso es quien te espera tras este sendero —exclamó el joven con una expresión chulesca que hizo que Cristal se sonrojara mientras se reía.

    Seguían avanzando por este estrecho caminito y la voz aumentaba, haciéndose más cercana.

    —Si sumamos el doble más tres a la cuarta...

    Al terminar, el sendero desembocaba en un terreno circular rodeado de altos y frondosos robles que parecían tocar el cielo con sus ramas. En medio de este, incontables columnas de papeles con cuentas, operaciones, ecuaciones y números sueltos por doquier, incluso en las hojas de los árboles. Encima de la columna más pequeña había un hombre delgado y con pelo cano, con una nariz alargada donde se apoyaban sus gafitas. Su lengua, situada fuera de su boca, afirmaba el intento por calcular una complicada operación mientras fruncía el ceño. Sus ropajes se definían por líneas y cuadros en la chaqueta, la camisa, los pantalones, los zapatos, incluso en la pajarita.

    —Cristal, te presento a mister Brojevi. Representa la locura por el mundo matemático y todo lo que abarca —explicó Sherick.

    Aquel extraño anciano, al oír la voz del joven, apartó su mirada del papel y con ojos risueños y sonrisas rotas dijo:

    —Entonces, querido mister Sherick, representaría al mundo entero, ya que las matemáticas abarcan todo lo que existió, lo que existe y lo que existirá. Seré yo, pues, el que represente al mundo y a la humanidad. No, no, mejor aún, ¡al universo! Tan lógico como que dos por dos son cuatro. Mi figura lo es todo, je, je, je.

    —Podría decirse que sí —afirmó Sherick con una sonrisa.

    —En verdad no —interrumpió Cristal.

    —¿Qué dijiste, niña? ¿Acaso osas decir que hay algo que escapa al poder de los números? ¡No digas tonterías ni blasfemes de esa forma! —Mister Brojevi se había puesto furioso de un momento a otro, arrojando los papeles al aire entonando mil y una ecuaciones y raíces.

    —Digo la verdad. Hay una cosa capaz de no tener relación con las mates. En realidad, es una colectividad, un gran grupo: los sentimientos. No hay ecuación alguna capaz de resolver la incógnita de por qué lloramos o reímos, ni raíz que halle la solución de cómo no estar furioso y, sobre todo, ningún problema matemático puede resolver, interrumpir o intentar provocar el maravilloso misterio del amor; mejor dicho, del enamoramiento.

    —Maldita mocosa, en parte, tienes razón, pero has de reconocer que las mates mueven mucho más el mundo que esos sentimientos estúpidos.

    —Lo dudo, son los sentimientos más capaces. Una madre es capaz de cruzar océanos si es por el amor de su hijo. Un enamorado es capaz de dar su vida por su dama. La tristeza es capaz de hacer llorar a miles de personas y provocar que estas paren de hacer sus obligaciones para concentrarse tan solo en sus lágrimas. Un claro ejemplo de que el sentimiento es poderoso, señor, es el miedo. Desgraciadamente, el miedo es el sentimiento más poderoso, porque obliga a las personas a hacer cosas en contra de su voluntad por miedo a muchas cosas.

    Mister Brojevi no paraba de gruñir y, bajándose de la columna de hojas, se acercó hasta la joven Cristal, mirándola cara a cara y señalándola con su dedo índice en forma de reproche:

    —Maldita, maldita, maldita niña. —Brojevi se ponía cada vez más y más rojo—. No te librarás de esta ofensa tan rápido.

    Sherick se interpuso entre ambos, plegando sus alas para defender a Cristal.

    —Señor Brojevi, no ha de ponerse así con la muchacha. Recuerde que cada persona puede expresar libremente su opinión.

    —Sí, muchacho, sí. Pero yo... ¡yo estoy loco, je, je, je, locooo! Y no dejaré que esa mocosa se salga con la suya. Tiene dos opciones: quedarse presa por siempre en este lugar para que aprenda la importancia de los números o realizar unas pruebas y conseguir su libertad.

    —¡Acepto el reto! —exclamó Cristal sin mostrar un ápice de temor—. ¿Qué tengo que hacer?

    3. Las adivinanzas

    (por el loco mister Brojevi)

    —Está bien, niñata. Serán tres pruebas, ¿preparada?

    —Sí, lo estamos —concluyó Cristal, mientras Sherick bajaba su mirada tragando saliva.

    —¿Estáis? ¿Estáis? Je, je, je. Tan solo puedes hacerlas tú. No tendrás la ayuda de nadie, y menos de nuestro guardián.

    —Oh, no —Cristal estaba horrorizada, hasta ese momento había creído que contaría con la ayuda de Sherick, pero se equivocaba y ahora estaba extremadamente nerviosa—. Está bien, puedo... puedo hacerlo sola.

    —Perfecto, pero debo asegurarme de que el muchacho no te chivará nada.

    Brojevi ejecutó unos movimientos con sus manos y, mágicamente, todos los números que hasta ahora habían estado esparcidos por doquier se agruparon y formaron filas, cargando contra Sherick, que no puede huir de ellos. Finalmente, lo envolvieron y rodearon por completo, inmovilizándolo.

    —¡Sherick! ¿Qué has hecho con él? —Cristal se enfureció.

    —Tranquila, eso no le hará daño, tan solo es una barrera. Ahora bien, ¡que entre la primera prueba! Mmm, veamos, empecemos con los acertijos, je, je. Uno y medio pastelillo, dos pastelillos y tres medios pastelillos. ¿Cuántos son? Tienes que contestar antes de cinco segundos a partir de... ¡ya!

    —Estoo...

    —Uno.

    —Eeeeh, medio y otro medio es uno, pues…

    —Tres segundos van ya, joven. Je, je, je.

    —Son, son…

    —¡Cuatro!

    —¡Resultarían ser cinco pastelillos! ¡Lo dije! Es correcto, ¿verdad?

    Brojevi gruñó y, tras refunfuñar, exclamó:

    —¡Sí, maldita, es correcto! ¡Pero no te alegres demasiado, ahora viene el otro acertijo! Quizás ya lo sabrás, de madera no son, no lo podrás creer, del uno al nueve las encontrarás. Si lo piensas bien, la respuesta ya debes saber. ¡Adelante!

    —Esa es fácil: las tablas de multiplicar, ja, ja, ja.

    —¡Insolente! ¡Ni siquiera había empezado a contar! —Mister Brojevi intentó tranquilizarse resoplando varias veces profunda y continuamente—. Está bien, tan solo te falta una última prueba ¡y no, pequeña mocosa, no es un acertijo, sino algo mucho más complicado! Mira ese árbol de allí y podrás fijarte que en su tronco hay una operación con raíces que llegan desde la copa hasta el suelo. Debes hallar la solución y seguramente no lo lograrás, je, je. Tan solo te puedo decir que son números reales, je, je, je. Lo más probable es que te vuelvas loca con tanto número, ¡igual que yo, mocosa!

    —La cantidad no me asusta, mister Brojevi. Resolveré el problema, aunque tenga que efectuar mil y una operaciones.

    Cristal se acercó al tronco del árbol alzando su mirada. Este estaba lleno de raíces que parecían no acabar. La muchacha tragó saliva para, a continuación, comenzar a trepar por el tronco y empezar la operación desde arriba. Una vez en la copa, empezó a mirar aquellas raíces con horror. Tras minutos y minutos llegó a la media hora y no lograba avanzar. ¡Qué horror!

    Entonces, Cristal abrió sus ojos como platos y rio con grandes carcajadas:

    —¡Ya lo tengo!

    Descendió por el tronco y, al llegar a sus raíces, escribió con el pintalabios que guardaba en sus vestimentas: «No tiene solución».

    —¡Malditaaa! ¿Cómo lo supiste?

    —Me fijé en que todas las raíces eran de números negativos. Y, si hablamos de números reales, simplemente, no existe la raíz de ningún número negativo.

    Mister Brojevi guardó silencio, se dirigió a la joven y le tendió la mano.

    —Felicidades, te has ganado la libertad.

    Con unos chasquidos ordenó a los números alejarse de Sherick, dejándolo libre. Este corrió hasta Cristal y la abrazó.

    —¡Qué lista eres, querida!

    —En fin —concluyó mister Brojevi—, solo me queda darte una cosa antes de que prosigas con tu viaje. Ten.

    Brojevi le entregó a Cristal una bolsa de cuero amarrada y cerrada con una cuerda.

    —Dentro se encuentra una de las tropas de mi ejército de números. Si te ves en apuros, tan solo ábrela y ellos te defenderán. Te lo mereces, al fin y al cabo, no eres tan ignorante como creía, je, je, je.

    —Gracias, mister Brojevi.

    Cristal le dio un tierno abrazo al anciano y cogió del hombro a Sherick para salir de aquel lugar, mientras el loco matemático le sonreía con sus risueños ojos. Una vez que ya estaba lejos de Brojevi y sus números, la chica exclamó:

    —¿Sabes, Sherick? Las pruebas de Brojevi me han divertido, pero me temo que mi locura no reside en las matemáticas.

    —Me alegro, querida. Tu objetivo es no encontrar ninguna, ¿cierto? ¿O acaso quieres estar loca? —de nuevo, Sherick rio de forma enérgica.

    —Bueno, si estar loca es ser como tú o como Brojevi, no me importaría —Cristal soltó pequeñas risitas—. Tiene que ser maravilloso tener alas o controlar números a tu antojo, ¿verdad?

    —No te quito la razón, Cristal. Ahora bien, debes prepararte, querida, vamos a visitar a unos locos muy peculiares. En este caso son tres.

    —¿Qué clase de locura padecen?

    —Una de las más frecuentes y maravillosas: la locura por la música.

    4. Un loco violinista, uno trompetista y otro panderetista

    (por los locos de la música)

    Sherick y Cristal caminaban juntos por aquellos paisajes tan insólitos para la joven. El motivo por el que Sherick no volaba era para que ella apreciase mejor su mundo, deteniéndose a cada momento, en cada rincón, con cada mariquita azul o cada flor que se le hacía nueva, mientras Sherick le explicaba o le daba información sobre estas.

    Llegaron hasta el pie de una colina cuyo césped era mayoritariamente blanco, aunque en pequeñas secciones rectangulares se tornaba negro, asemejándose bastante a las teclas de un piano.

    —¿Están aquí, verdad? —preguntó Cristal al notar que de esta colina provenía una bellísima música.

    —Exacto —Sherick sonrió con la misma mueca de tiburón de siempre y, quitándose el sombrero, hizo un gesto caballeroso y gentil—. ¿Sería tan amable de tomarme de la mano?

    —¿Por qué? —La joven se sonrojó en cuestión de segundos.

    —Ah, muy sencillo. —El muchacho alado recobró su recta y elegante postura—. La colina resbala y no quiero que te caigas. Por eso, agárrate de mi mano y así no te romperás ningún diente, querida.

    —Comprendo. —La pobre se había llevado una decepción, esperaba otro motivo más profundo que aquel para tomar la mano del joven.

    Subían lenta y cuidadosamente. Sherick tenía razón, el césped resbalaba, así que para asegurarse aún más de no caer de bruces al suelo Cristal decidió bajar su mirada para apreciar mejor el terreno bajo sus pies. Se llenó de horror al ver que el césped no resbalaba, sino que se aferraba a los pies de ambos, los agarraba con la misma destreza que tiene una mano para ejecutar este acto y, claro está, Cristal no pudo evitar lanzar un pequeño grito.

    —Mmm... ¡Oh, vaya! Ya te diste cuenta de que la hierba tiene más vida de lo que creías. —El guardián parecía estar tranquilo ante la situación, incluso se había tomado la libertad de soltar alguna que otra carcajada—. Tranquila, querida, no te arrastrarán al interior de la tierra mientras no me sueltes la mano.

    —¿¡Qué!? ¿¡Me estás diciendo que la hierba intenta hacerme daño y tú lo sabías!? —Cristal se enfureció—. ¿Qué clase de guía eres, Sherick?

    —Uno que está loco, quizás. Piensa que es normal que las hierbas intenten expulsarte, eres una completa desconocida para ellas. Mientras yo te agarre la mano, no te arrastrarán al interior de la tierra. Saben que yo soy el guardián y no les interesa arrastrarme a mí también.

    Cristal tragó saliva. Su cuerpo no paraba de temblar y dudaba a cada paso que daba, ya que corría un inmenso peligro. Observaba entonces a Sherick con ojos llorosos y este, al voltear su cabeza e intercambiar su mirada con la de la joven, sintió una enorme necesidad de calmarla, así que optó por girar todo su cuerpo sin soltarle las manos a Cristal, caminando de espaldas para poder estar cara a cara con ella.

    —¿Así mejor? —le preguntó, con una voz suave y dulce.

    —Sí, pero… Sherick, ¿por qué no me montas a tu espalda? Así las hierbas no me agarrarían.

    —Te equivocas, ya te han visto y eres una intrusa para ellas. Recuerda que no son hierbas normales, se alargarían y tirarían de ti en el aire, separándote de mí. Caerías al suelo y no verías más la luz del sol.

    Cristal sollozó, no sabía qué hacer para evitar eso. Su única opción era seguir caminando junto a su fiel amigo.

    —De todas formas, ya queda menos para llegar arriba.

    Sherick tenía razón, la pendiente ya acababa y la música era muy cercana.

    Entonces, llegaron a la cima de la colina. En esta había varios montículos de piedra rodeando uno más grande de forma cuadrada, imitando un escenario, sobre el que había tres seres.

    El que se situaba a la izquierda era alto y escuálido, con largos dedos, como todas sus extremidades. Sus ojos achinados se ocultaban bajo su larga cabellera rubia recogida en una coleta, exceptuando sus largos flecos. En su cara también estaban pintadas varias líneas de color verde. Sus ropas eran exuberantes, ¿o más bien eran elegantes? Este ser tocaba un bello violín.

    A su lado, en el centro, había otro totalmente diferente. Era mediano y fuerte, de tez morena y con unos ojos vivos llenos de chispa y diversión. Tenía el cabello pelirrojo recogido en trenzas. En su cara estaban pintados varios triángulos anaranjados y sus ropas se definían por un conjunto alegre: un peto vaquero, unas largas botas rojas y unos largos guantes naranjas. Este ser tocaba la trompeta con alegría y desparpajo.

    Por último, situado a la izquierda estaba el último de los músicos, el más raro de todos. Era bajito y regordete, de color rosa chicle, con orejas puntiagudas y un poco de pelo en la cabeza con forma de cresta. Sus ojos eran tiernos y lilas, y sus ropas de algodón lo hacían parecer un bebé. En su rostro estaban pintados una serie de círculos blancos y tocaba una pandereta multicolor.

    Aquellos tres tocaban una melodía disparatada, pero también hermosa.

    Sherick hizo subir a Cristal a uno de los montículos de piedra, quedando lejos de las hierbas, aunque estas se alargaron para atraparla. Sin más opción, Sherick tuvo que subirse también y abrazar a Cristal, entonces, las hierbas volvieron a encogerse murmurando mil y una maldiciones.

    —Mientras estés junto a mí no te pasará nada, ¿recuerdas? —Cristal asintió.

    Uno de los músicos, el trompetista, paró de tocar y exclamó:

    —¡Vaya, vaya! ¡Pero si es el guardián y el ser más querido de este mundo! ¡Sherick, viejo amigo, cuánto tiempo sin verte! —Bajó del escenario de un salto, dirigiéndose con paso alegre hacia Sherick; las hierbas se inclinaban a su paso, aquello era una reverencia en toda regla—. Oh, así que traes a una dama contigo, ja, ja, ja. No eres listo ni nada, bribón. ¡Es guapísima! —exclamó, haciéndole ojitos a Cristal.

    —Sí, yo también te quiero —respondió Sherick, con cierta ironía en su voz—. Cristal, te presento a los locos de la música. El violinista se llama Kerman, el del pandero multicolor es Tef y el personaje que está frente a nosotros y que te resultará un poco pesado —Sherick se rio al pronunciar esto— es Trompet.

    —Pero me puedes llamar guapo trompetista —exclamó Trompet, con aire sonriente mientras se inclinaba—. Y bien, ¿cómo se llama usted?

    —Se llama Cristal —contestó Sherick antes de que ella pudiera hacerlo.

    —Oh, Cristal, ¡qué gusto el conocerla!

    —El gusto es mío —esta vez Cristal se apuró a responder antes de que Sherick lo hiciera por ella de nuevo.

    —Y bien, queridos amigos, ¿qué os trae por aquí? Mmm, a ver si lo divino... Tiene que conocer la locura por la música, ¿verdad? ¿Estoy en lo correcto?

    —Estás en lo correctísimo —afirmó Sherick, sonriendo y bajándose el sombrero.

    —¡Oh! Preciosa, ¿sería tan amable de acompañarme al escenario, pues?

    Cristal tragó saliva y se aferró aún más a Sherick con tan solo recordar que bajo sus pies estaban aquellas hierbas malignas. Trompet logró deducir lo que atemorizaba a Cristal.

    —Mmm, las hierbas te han dado problemas, por lo que veo. Suele pasar, a ellas no les caen bien los cuerdos.

    —¿Hay alguna forma de que tus maleducadas amigas nos dejen algo de libertad? —Sherick estaba a punto de perder los nervios debido a aquella incómoda situación.

    —Déjame pensar...

    —Trompet, sí que la hay —exclamó el violinista Kerman, hablando por primera vez; su voz era dulce, pero estricta al mismo tiempo—. Acuérdate de que a las hierbas les gusta la música tanto como a nosotros. Si la chica les canta, puede que terminen encariñándose con ella. —Tef le dio palmaditas y golpecitos a su pandereta, mientras Trompet enarcó una ceja lleno de satisfacción.

    —¡Bravo, Kerman! ¡Tan sabio como siempre! —Trompet corrió de vuelta al escenario y le estrechó la mano a su amigo—. ¡Fantástico, fantabuloso, fantasiosososo! —todos los músicos estallaron en risas en do mayor y re menor—. Pues bien, caballeros, afinad vuestros instrumentos, preparaos bien, es la hora de oír la voz de Cristal. ¡Acompañémosla con alegría y desparpajo!

    —¡Esperad! ¿Qué? No, no, no, no es buena idea, no… no se me da bien cantar…

    Cristal comenzó a ponerse nerviosa. Entonces, Sherick levantó su mentón delicadamente para mirarla a la cara y Cristal quedó hipnotizada con los ojos bicolores de su loco amigo, que la animó y alentó.

    —Ánimo, Cristal. Déjanos a todos impresionados con tu voz, solo así nos libraremos de estos malditos hierbajos —una profunda risa retumbó en su pecho y rápidamente contagió a Cristal—. ¿Preparada? —Cristal asintió; por alguna extraña razón, Sherick había logrado quitarle todo su nerviosismo—. ¡Caballeros, comenzad a tocar! —bramó a los músicos, mientras colocaba a Cristal frente a él, agarrándola suavemente por la cintura.

    Kerman comenzó a tocar. Las notas bailaban en las cuerdas del violín y los más hermosos sentimientos afloraban. Entonces, la melodía se abrió paso por las emociones como una barca por las calles de Venecia. Seguidamente, Cristal se preparó y empezó a cantar, dejándose llevar por la música.

    No sé cómo sucedió,

    no sé si el tiempo lo cambió.

    Nada sé. Solamente puedo sentir

    cómo mi corazón una historia de amor

    quiere vivir,

    vibrar como las alas de la mariposa

    que con la luna más borrosa

    se elevó hasta el cielo oscuro

    y ahí mi corazón se sintió seguro...

    Trompet empezó a tocar la trompeta y Tef, el pandero, por lo que la música cobró un hermoso color y las hierbas se mecieron de un lado a otro, alargándose y enredándose. Estaban bailando, les gustaba la voz de Cristal cuando cantaba. En realidad, a todos les gustaba su voz, era frágil como los pétalos de una rosa, pero estaba llena de energía y fuerza, como el espíritu de un guerrero. Sherick se había sentado mientras miraba a la joven, maravillado... Cuánta hermosura.

    Una de las hierbas se alargó y tomó de la mano a Cristal suavemente, estaba claro que no la atacaba. Cristal bajó del montículo de piedra y se dejó llevar por ella; las demás la acariciaban o se inclinaban ante ella como hacían con Trompet. Cuando la canción terminó, todas se sacudieron. Estaban aplaudiendo a su manera, al igual que lo hacían los músicos y Sherick. Una lágrima recorrió el rostro de la joven. ¡Qué emotiva era la música!

    —¡Bravo! —Trompet carraspeó emocionado—. Ahora, antes de que sigáis vuestro viaje, querida Cristal, me gustaría… —dirigió la mirada a sus compañeros y chasqueó la lengua—, nos gustaría tocaros un vals. ¿Queréis?

    —Por supuesto —Cristal sonrió llena de satisfacción, pero esta sonrisa se mezcló con la duda—. Esperad, que yo sepa es imposible tocar la música de un vals con tan solo un violín, una trompeta y... creo que un pandero desentona.

    —Exacto. —Kerman colocó su violín en el suelo—. Como bien dices tú, es imposible con tan solo estos instrumentos, pero nosotros estamos locos, locos por la música, y esa locura es capaz de cambiar el orden y trastornar la realidad para así poder palpar, saborear, ¡sentir!, el tipo de música que queramos.

    —Eso suena maravilloso, señor Kerman, pero ¿cómo? —la curiosidad no paraba de revolotear en la mente de ella.

    —Tan solo observa.

    Kerman se arrodilló junto a su hermoso violín, comenzó a palpar, a acariciar el contorno de este, sus cuerdas... A medida que hacía esto, el instrumento cambiaba de forma lanzando destellos azules. Finalmente, el color de la madera se volvió totalmente blanco y su con líneas azules pintadas a los extremos. Las cuerdas ya no eran rectas, sino un conjunto de espirales y curvas.

    Tef y Trompet lo imitaron repitiendo el mismo proceso, haciendo que sus instrumentos también se transformasen.

    La trompeta se volvió más larga de lo normal y se curvó a la mitad. El metal ahora era plata y los pulsadores de pistón, que se habían multiplicado en número, cobraron la forma de triángulos verdes.

    La transformación de la pandereta fue la más exagerada de todas. Ya no era un instrumento pequeño, sino que había tomado la forma de un cilindro más alto que Tef. Seguía siendo multicolor, pero estaba lleno de circulitos.

    —No... puede... ser —Cristal se vio incapaz de cerrar la boca por la admiración.

    —Nueva música, nuevos instrumentos —Tef habló por primera vez mostrando una voz tan aguda como el piar de una cría de pájaro, haciendo sonreír aún más a Cristal.

    —Observa.

    Trompet tocó su trompeta y de su campana salió una bella melodía formada por un conjunto de instrumentos de viento. Era como si dentro de la trompeta hubiera veinte más con veinte pequeños músicos, pero ni eso lograba darle una explicación lógica a lo que ocurría. Ocurrió lo mismo con el violín y la pandereta.

    —¿Preparada para bailar?

    Cristal asintió. La música empezó a sonar, llenándola de gozo y satisfacción. Por un momento creyó que volaba, pero tan solo daba vueltas sobre sí patosamente, ya que no tenía pareja de baile... No la tenía hasta que Sherick, tras bajarse del montículo de piedra, se acercó a ella con paso lento pero seguro, agachándose y besándole los nudillos de su mano de forma caballerosa.

    —¿Me permitiría ser su pareja de baile?

    —Nada me haría más ilusión. —Cristal se sonrojó más que nunca cuando Sherick rodeó su cintura con uno de sus brazos mientras que con el otro tomó el suyo.

    Ambos dieron hermosas vueltas perfectamente compaginados, desplazándose de un lugar a otro sin parar de reír. Cristal se fijó una vez más en los extraños, pero hipnóticos ojos de Sherick.

    —Es extraño mirarme y ver dos colores distintos, ¿verdad? —Sherick leyó los pensamientos de Cristal como si fuese un libro abierto—. Pues hagamos que observar mis ojos resulte aún más sorprendente —Sherick sonrió, transmitiendo un sentimiento cálido y misterioso a la vez.

    5. La visión de Cristal

    (por el poder de los ojos de Sherick)

    Sherick hizo girar a Cristal mucho más rápido, imitando el movimiento de las peonzas. Las pupilas de sus ojos fueron creciendo y el color de cada uno se fue intensificando. La joven no podía apartar la mirada de ellos, pero notó por el rabillo del ojo que el escenario cambiaba. Ya no se encontraban en la colina. Los montículos de piedra habían desaparecido, el escenario, las hierbas, el piano... Todo sucumbía a la oscuridad que empezaba a rodearlos. Todo, excepto la música que seguía acompañándolos.

    —¿Qué está pasando? —susurró Cristal, mientras su corazón le aporreaba el pecho.

    —Observa bien. —Sherick hizo un gesto con la cabeza para que la joven dejara de prestar atención

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