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Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: Biblioteca
Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: Biblioteca
Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: Biblioteca
Libro electrónico164 páginas53 minutos

Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: Biblioteca

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Lo anormal es ser normal, y todo cuerpo esconde una biblioteca.

Los poemas de Colección de flores raras reflejan varias enfermedades extrañas y algunas anomalías menores (desde la sinestesia a la anosognosia, la altrofagia, la triscaidecafobia o los síndromes de Ekbom, Moebius, Proteus, Hutchinson-Gilford, entre otros).

«Las noches y los días» es un poemario en heptasílabos que reivindica la imperceptible franja que separa lo cerebral de lo irracional y la realidad de los deseos, a través de la metáfora noche-día. E «Itinerario: Biblioteca. Divertimento» se asoma al influjo de las viejas lecturas, porque lo que leemos nos informa, nos deforma, nos conforma, y lo que leímos más.

IdiomaEspañol
EditorialCaligrama
Fecha de lanzamiento24 jun 2020
ISBN9788417856670
Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario: Biblioteca
Autor

Elena Camacho Rozas

Elena Camacho Rozas nació el siglo pasado con una sensibilidad a prueba de bombas y un lápiz bajo el brazo. Pertrechada con una vocación docente, gusta de diseccionar los sentimientos, construir mundos posibles, imaginar historias, elucubrar situaciones, dinamitar ideas, describir formas de vida, dibujar personajes, concebir ilusiones... Y le encanta compartir. Esconderse tras un escritorio es solo una manera de dar palos de ciego, mientras que autopublicarse exige un cierto grado de temeridad y, aunque es temerosa, su curiosidad la incita a aventurarse siempre. Caerse es el primer paso para poderse levantar.

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    Colección de flores raras. Las noches y los días. Itinerario - Elena Camacho Rozas

    Colección de flores raras.

    Pequeño tratado de psicología clínica

    Sin ánimo de ofender, con afán de visibilizar. Sin la certeza de haber sabido mínimamente asomarme a los hondos dolores de la psique y del cuerpo. Con el temor de que se tome por frivolidad mi pretensión de normalizar algunas de esas enfermedades raras que tanta extrañeza causan.

    Con el orgullo de pertenecer a una humanidad que tanto explora, y a la que aún le queda tanto por hacer. Con humildad, por eso mismo, y por si me equivoco, y por tardar demasiado en estar a la altura de sus necesidades, y por no ver con otros ojos a los que son distintos.

    Sin la seguridad de que esta visión desmitificadora nos ayude a entender unas vidas que la mayoría sentimos ajenas. Sin otro fin que el de intentar comprender aquello que nos incomoda, nos da miedo o nos causa pena… porque no entra en nuestra mente inflexible y cartesiana.

    ¡Ojalá este poemario fuese el granito de arena que se cuela en el zapato del que pise estos lares o que irrita el ojo de quien lo lea!

    Yo soy la sinestésica

    Yo soy de quienes leen los colores chillones,

    de los que se enamoran de palabras redondas

    y oyen la geometría en aromas precoces;

    de quienes son capaces de tocar lo incorpóreo

    y notan los silbidos que pertinaces rozan

    el vello de sus manos. Soy de los sinestésicos.

    No busco los lamentos que solo en gritos

    se oyen, ni busco la alegría que las sonrisas

    prestan, ni busco colosales emblemas

    en los trapos que ondean por banderas.

    No busco, mas sí hallo. Arcoíris crecientes

    que siembran de horizontes el rictus de tu boca.

    Luces que silabean el código Morse de los faros.

    Maullidos que corean estrellas y relámpagos.

    Gotas de azahar que saben a invisibles paisajes

    y tienen el peso mismo de árboles frutales.

    Cosquillas de sabores a fiesta, infancia y bríos.

    Y lutos nunca negros, sí líquidos y etéreos.

    Soy una inconformista. Me visto de colores

    blandos y de férreos ruidos que anestesian

    los perfumes de huida. La lengua se hace carne.

    Los ojos suenan dulces. Los oídos leen

    secretas partituras. Las manos ven los poros

    ajenos y otras manos saborean sudores

    de estas grafías mías. Son vaivenes inmóviles.

    Ráfagas de sinsentidos y sentidos sin celdas

    que enjaulen sus pupilas. Yo soy la sinestésica.

    Altrofagia o pica

    No como demasiado. Pero es la arena

    un plato que rasca mis entrañas con un sabor añejo

    a playa, caracolas y mares de otras aguas.

    No me nutre la tierra que engullo con tal ansia,

    aunque no es menos patria que la patria que claman,

    y son sus minerales vitaminas que viajan

    por este tracto mío tan poco digestivo.

    La cal y la pintura de una pared me llaman

    con ese sabor pétreo de hogar y camarada.

    Y seriamente sé que mi salud se enfada,

    mas no me importa un bledo, cuando el vidrio

    resbala menudito cual hielo camino hacia la nada

    del precipicio esfínter, hacia esa cascada

    que la cisterna empuja hacia las otras aguas.

    En el papel encuentro las huellas sin aristas

    de una cultura vasta que en mí se disemina.

    Con las curvas virutas de madera y colores

    los lapiceros pintan de luces mi intestino.

    Y sé que no es plausible o, al menos, eso

    afirman esos graves doctores para quienes

    mi caso motiva arduos estudios y simposios.

    Y sé que mi costumbre me aleja de los míos.

    Pero si paladeo estos sabores raros me elevo

    por encima de las dietas infames que dictan

    sin sosiego las multinacionales. Con su maíz

    transgénico y su pollo hormonado y el

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