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Los novios de mamá
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Los novios de mamá
Libro electrónico105 páginas1 hora

Los novios de mamá

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Tres han sido los novios que ha tenido la mamá de Natalia desde el divorcio. Tres novios que Natalia ha tenido que sufrir, soportar, pero también apreciar y querer; solo que el cuarto parece el peor de todos, y una tarde, mientras camina por la ciudad, lo confirma. A partir de esa certeza la novela es una cadena de sorpresas, declaraciones, recuerdos, huidas en la noche a borde de Bilbo, un viejo Karmann Ghia, en un viaje en el que nos preguntamos sobre la felicidad propia y la de los papás, así como sobre la familia. Al final de cuentas, todos tenemos derecho a enamorarnos, ¡otra vez!... ¡Incluso nuestros papás!
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones SM
Fecha de lanzamiento7 nov 2016
ISBN9786072424166
Los novios de mamá

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    Los novios de mamá - Antonio Ramos Revillas

    Justes

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    ESTOY harta de mamá. Lo malo no es que tenga novios. Lo malo no es que salga con ellos y a veces los lleve a la casa, sino que quiera compartir mis viajes familiares y mi tiempo con ellos. Sí, Bertha me había prometido un viaje por mis 15 años, un viaje cercano, a la playa, pero salió con que mejor iríamos a Pachuca para que Manuel, su último novio, nos acompañara. Yo sé que lo quiere mucho y estoy segura que un día de estos se va a casar con él, ya lo tengo proyectado en el futuro. Ya me vi con un vestido color menta y entregándola en el altar, pero no ahora. No hoy. No cuando me promete una cosa y luego no me cumple, porque el novio en turno desea otra cosa. Bertha no era así, pero con cada novio se vuelve más… tonta… o no sé cómo explicarlo. Apenas me avisó en la mañana que Manuel iría con nosotras al viaje, y que en lugar de a la playa iríamos a unas villas campestres cercanas por el rumbo de Zumpango; por supuesto, y monté en cólera.

    No, mamá, no. Manuel siempre quiere ir con nosotras a todos lados. Y yo quiero mi tiempo, MI ESPACIO. Quiero levantarme a la hora que sea y salir en calzones de la recámara aunque tú no me lo permitas en la vida real. Y quiero –si quiero– no lavar los trastes y desvelarme toda la noche escuchando canciones de Ed Sheeran. O salir a correr y estrenar mis tenis. O solo quedarme acostada contestando test en internet. O mirar televisión toda la tarde en pijama. O pintarme las uñas y luego despintarlas y volverlas a pintar. Además, él siempre te pide dinero y tú se lo das. Recuerda: no tenemos suficiente, con tu sueldo, más lo que papá me da para mantenerme y los préstamos de la abuela apenas y si vamos pasándola.

    Pero Bertha, como si no me escuchara, insistía en que el viaje sería estupendo, que nos iríamos en Bilbo, nuestro coche, que Manuel le iba a dar una manita de gato. Ya hasta había reservado el hotel en el que nos quedaríamos, con una alberca grandísima y cerca de la cual él podría hacer sus investigaciones de campo. Todo eso me decía Bertha, la veía mover los labios, pero estaba tan enojada que no podía oír nada. Sus palabras llegaban al tímpano y ahí explotaban sin crear ni un sonido entendible. Tomé mi mochila y me encaminé a la puerta. Siempre te hago caso, mamá, pero me habías prometido que iríamos solo nosotras.

    Bertha me ordena que no me vaya, no obedezco. Hoy no voy a obedecerla nadita. Nada. Ni me va a dar miedo que me regañe cuando regrese. Doy un portazo, dejo atrás el pequeño porche delantero, abro la reja y salgo a la calle. Voy caminando muy rápido. Le pego a un señor cuando lo rebaso, me grita que me fije por donde voy; ¿para qué? Voy por donde quiero y a donde quiera. Siempre es lo mismo. Un novio más. Otro novio más. El primero está bien, el segundo pasa, el tercero es un abuso, el cuarto ya es la locura. Ni yo tengo novio en la secu cuando todas las chicas sí… ya he visto lo que sucede: pierdes tu independencia, te metes donde no te importa. Sí, estoy HARTA de mamá. Por eso voy caminando lo más rápido que puedo. Por eso rebaso a la gente, me pongo los audífonos, escucho música electrónica, quiero algo que solo resuene en mis pulmones y en mis huesos con todo el coraje que tengo. No sé cuántas calles ando sola, pero luego empiezo a caminar más despacio. Miro mi celular: Bertha no me ha llamado. Ni se preocupa por mí. Típico. No fuera el novio porque… Llego a la avenida principal, doblo a la derecha, y entro a un mercado de esos grandes y viejos, de altos techos negros donde seguro viven fantasmas y ratas. Los pasillos huelen a flores, a mangos, a ropa nueva, a zapatos. Mujeres viejas se esconden detrás de alteros de cebollas y papas, una niña me mira con curiosidad y por un instante me detengo para observarla y… no sé, buscar a su mamá y a su papá. La niña se me queda viendo y luego saca también su celular y empieza a jugar. Entonces me doy cuenta de que ya es muy tarde, debo llegar a la primera estación del metro para volver a casa, así que salgo del mercado por un pasillo donde venden vestidos de quinceañeras y es entonces cuando lo veo: sí, ahí afuera, en la banqueta, está la causa de todos mis males, Manuel cómodamente detenido, con el celular en su mano. Quisiera ir y golpearlo, pero entonces vuelve el rostro hacia mi dirección y me paralizo. Me ha descubierto. Me llevo las manos al cabello para aparentar que no tengo nervios. Apenas voy a saludarlo cuando descubro que no es a mí a quien busca, sino a una mujer que va del otro lado de la banqueta. No puede ser. >¿Será una amiga de mamá? ¿De él? No. No lo es. Los veo cuando se dan un beso ¡en la boca!, y se abrazan como si nunca se hubieran visto antes en la vida. Me desmorono. Mamá no se merece esto. Es su cuarto novio desde que se separó de papá. Quisiera irme, es más, doy media vuelta y me alejo, algo me detiene. Regreso y le empiezo a tomar fotos desde lejos con mi celular, luego me voy acercando. Manuel y la tipa esa caminan abrazados y se introducen al mercado. Los sigo por los pasillos apenas iluminados. Al fin llegan a un puesto donde venden gelatinas. Él se detiene, pide una y se la ofrece a su acompañante. Se ven felices juntos cuando tomo la última fotografía. Estoy por irme cuando algo me jala hacia él. Es como si me cayera de pronto algo que no me esperaba, como algo que yo soy y no sabía. Una chica valiente. Me detengo. Me da nervios todo el cuerpo. Sí, soy yo. Sí, soy Natalia, hija de Bertha. No sé si es porque sigo muy enojada o por qué, pero me le acerco. Manuel no se lo espera, de pronto estoy ahí en sus narices y lo saludo. Su cara lo dice todo. Está lívido, no sabe ni dónde esconderse. Se pone tan nervioso que se le cae la otra gelatina que acaba de comprar para él. Me presenta como una de sus alumnas y la mujer sonríe, tampoco sabía que Manuel diera clases. No sabía que se podía engañar de esta manera. Por mi cara sabe que le diré todo a mamá. Por su cara sé que no quiere que le diga nada a mamá. Al fin la tipa se desentiende y dice que debe ir a buscar algo. Nos quedamos solos. Manuel me dice que no es lo que parece, yo finjo una sonrisa. Estoy furiosa pero ya no con mamá, ahora solo pienso en que evitar ¡lo peor! Córtala. ¡Ya déjala en paz!, le exijo. Ignoro de dónde me salieron esas palabras ni ese coraje ni por qué estoy enfrentando al novio de mamá. Te lo prometo, me responde Manuel, hoy en la noche que la vea nuestra relación va a cambiar… Son cosas de adultos. No entiendo a qué se refiere, pero cuando los adultos lo dicen significa que algo está mal. Al fin regresa su amiga y ambos se despiden de mí. Cuando se alejan me quedo temblando, pienso en mamá. ¿Qué le dirá esta noche? ¿Cómo reaccionará? Luego, me recargo en la pared y me suelto a llorar.

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    HACE rato que Bertha empezó a llorar en su habitación.

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