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Del natural
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Libro electrónico95 páginas51 minutos

Del natural

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En este poema en prosa, W. G. Sebald hizo de su amor a la Naturaleza, pero también de su temor a ella, su tema decisivo: Del natural, una obra maestra del lenguaje sobre la vida de tres personajes que sintieron dolorosamente, cada uno a su manera, el conflicto entre Hombre y Naturaleza, es un libro insólito de un escritor que sólo escribió libros insólitos.

Subtitulado «poema rudimentario», encarnación de un género que no es poesía libre ni prosa poética sino, simplemente, literatura, Sebald no llegó a verlo editado, pero tenía las pruebas de imprenta en su correo cuando ocurrió el accidente que en 2001 acabó con su vida. Lo asombroso es que este libro, probablemente el primero que escribió Sebald, muestra a un autor increíblemente maduro, dueño ya de todos sus recursos (Kafka, Robert Walser o Bernhard son sólo una presencia lejana) y de una erudición desconcertante. Del natural merece más de una lectura para descubrir el complejo juego de relaciones entre los tres personajes que retrata. Sebald no hace nunca concesiones, pero un lector avezado reconocerá quizá un guiño a Wordsworth aquí o una alusión a las profecías de Alois lrlmaier allá.

Sin embargo, no hace falta tener una cultura tan inmensa como la del propio autor para dejarse arrastrar y cautivar. Leyendo este libro se comprende muy bien por qué se dice siempre que W. G. Sebald produce adicción.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 jun 2021
ISBN9788433942920
Del natural
Autor

W.G. Sebald

W. G. Sebald (1944-2001) nació en Wertach, Alemania. Después de acabar sus estudios universitarios vivió en Suiza, y luego se trasladó a Inglaterra. Desde 1970 fue profesor en Norwich. Entre sus galardones figuran el premio Joseph Breitbach, el Heinrich Heine y, en 2002, el Independent Foreign Fiction por Austerlitz. En Anagrama se han publicado Del natural, Vértigo, Pútrida patria, Los emigrados, Los anillos de Saturno, Sobre la historia natural de la destrucción, Austerlitz y Campo Santo.

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  • Calificación: 5 de 5 estrellas
    5/5
    Sebald's first book, published posthumously, is a short and beautiful three-part narrative about a German painter, an exploring who sailed with Bering, and a version of Sebald himself (very Sebald). The text is lineated like poetry but the prose reads like his later work. There is less density to After Nature than Sebald's later novels, but the text still provokes wonder through the arresting use of significant detail and distillation of language.
  • Calificación: 4 de 5 estrellas
    4/5
    If you enter the reading of this book as prose, and focus on not noticing the format, and just take in the words, it becomes obvious rather fast that this is a well-written piece of literature. I began by imagining all the words as verse collected instead into paragraphs, and by the last third it did not matter any longer that the text looked like poetry. I suppose this collection was called poetry because it was so lyrical and beautiful. Max Sebald, or another, shaping these words into "blank verse" also added to its claim of being poetry. Having the Poet Laureate of England write a blurb for the back of the dust jacket also acknowledges, and in some ways, confirms its claim of being poetry. But nonetheless and regardless, poetry it is or is not, but instead the beginnings of a too-short career in making historical artifacts that never cease to amaze. W.G. Sebald has a way of making any subject interesting just because he himself is so taken by it. He has a gift that engages even the most hateful and doubtful readers among us. And the more one reads and discovers of Sebald the better prepared to tackle these different types of formats as I had to learn the hard way. It is best not to stereotype in all of life but instead to look upon our journey as an unveiling.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    This book is the english translation of the first literary work of Sebald, Nach der Natur. Ein Elementargedicht. It is an extended prose poem divided into three parts. The first is about the German Renaissance painter Matthias Grünewald, opening with his triptych on the alter of Lindenhardt parish church. The second part centers on the German naturalist Georg Wilhem Steller, a member of the Vitus Bering second Kamchatka expedition that landed in Alaska in the summer of 1741. The last part is centered on Sebald himself. The common theme that seems to run through the three parts of the book is that of human suffering, but also of the efforts of people in their quest for meaning, from which an order arises, in places beautiful and comforting, though more cruel, too, than the previous state of ignorance. A difficult book. Beautiful.
  • Calificación: 3 de 5 estrellas
    3/5
    The book consists of three long poems that are thematically related. The strongest is the first, an extended ekphrastic poem on a German artist named Matthew Grunewald. The third section takes up themes of wandering that are familiar from Sebald's novels. Though the poems have some striking images, you can tell that his real interests are in narrative and character. The novels of his that I have read are much stronger than this poetry collection.

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Del natural - W.G. Sebald

Índice

Portada

Como la nieve en los Alpes

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

Y si me quedara junto al mar más remoto

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

XI

XII

XIII

XIV

XV

XVI

XVII

XVIII

XIX

XX

XXI

La noche oscura hace una incursión

I

II

III

IV

V

VI

VII

Créditos

Como la nieve en los Alpes

Or va, ch’un sol volere è d’ambedue:

tu duca, tu segnore e tu maestro.

Così li dissi; e poi che mosso fue,

intrai per lo cammino alto e silvestro.

(Ve pues, que una es nuestra voluntad:

tú guía, tú señor y tú maestre.

Eso dije; y, al tomar él prioridad,

entré por el camino alto y silvestre.)

DANTE, Inferno, Canto II

I

Quien las alas del altar

de la iglesia parroquial de Lindenhardt

cierre y las talladas figuras

guarde en su nicho,

tropezará en el panel

izquierdo con San Jorge.

En primer plano, al borde del cuadro,

un palmo sobre el mundo

y a punto de atravesar

el umbral del marco. Georgius Miles,

hombre de torso de hierro, redondo pecho

de bronce, pelo rojo dorado y plateados

rasgos femeninos. El rostro del desconocido

Grünewald aparece una y otra vez

en su obra, como testigo

del milagro de la nieve, eremita

en el desierto, compasivo

del Escarnio de Munich.

Por último, al resplandor de la tarde

de la biblioteca de Erlangen, brilla

en un autorretrato, con tiza blanca realzado

y luego, por mano ajena, con pluma y aguada

destruido, de un pintor de cuarenta a cincuenta años. Siempre la misma

bondad, la misma carga de aflicción,

la misma irregularidad en los ojos, velados

y hundidos lateralmente en la soledad.

El rostro de Grünewald reaparece también

en un cuadro de Basilea, de Holbein

el Joven, de una santa coronada.

Son casos, curiosamente disfrazados,

de semejanza, escribió Fraenger,

cuyos libros quemaron los fascistas.

Sí, parecía como si en las obras de arte

los hombres se respetaran como hermanos

y uno a otro se levantaran monumentos

allí donde sus caminos se cruzaban. Sin duda

también por eso en el centro del ala derecha

del altar de Lindenhardt, preocupada,

la ojeada al mozalbete del otro

lado de aquel hombre mayor, al que yo mismo

encontré hace años, una mañana de enero,

en la estación de ferrocarril de Bamberg.

Es el santo Dionisio

con la cabeza cortada bajo el brazo.

A él, su protector elegido,

que en medio de la vida lleva

su muerte, Grünewald da el aspecto

de Riemenschneider, al que el obispo de Wurtzburgo

veinte años después, en el tormento,

hizo quebrar las manos. Mucho antes de entonces

penetra ya el dolor en su pintura.

Ése es el precepto, el pintor lo sabe,

que en el altar se une

a la compañía demasiado escasa

de los catorce auxiliadores. Todos ellos,

los santos Blas, Acacio y Eustaquio;

Pantaleón, Egidio, Ciríaco, Cristóbal y

Erasmo, y el realmente hermo-

sísimo San Vito con el gallo,

miran cada uno en dirección

distinta, sin que sepamos

por qué. Las tres auxiliadoras,

Bárbara, Catalina y Margarita, en cambio,

al borde del panel izquierdo,

detrás de la espalda de San Jorge,

juntan sus uniformes cabezas orientales

en conspiración contra los hombres.

También la desgracia de los santos

es su sexo, la terrible

separación de los sexos que Grünewald

sintió en su propia carne. El diablo

exorcizado que Ciríaco, no sólo por

la estrechez del espacio, sino

como emblema, sostiene en alto,

es un ser femenino

y procede, como muestra

de la forma más drástica una

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