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Desarrollo humano
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Libro electrónico187 páginas2 horas

Desarrollo humano

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«El camino del desarrollo personal es largo y arduo, o al menos lo es cuando no tienes guía. Este libro servirá como mapa para que tus andanzas tengan mayor dirección.». -De Desarrollo humano: Una reeducación sobre la libertad, el amor y la felicidad.

En Desarrollo Humano, Patrick Whelan crea una estructura que te ayudará a entender qué significa desarrollarte y obtener libertad, amor y felicidad, incluyendo historias dolorosamente honestas sobre su propia transformación. Este marco de trabajo contiene elementos de las obras de Friedrich Nietzsche, Abraham Maslow, Amartya Sen, Anthony Giddens, así como de Confucio, y describe un enfoque para que logres entenderte a ti y tus acciones, con el fin de que puedas simplificar tu vida, tomar control sobre ella y liberarte.

Patrick es un filósofo psicológico con un posgrado en Desarrollo Internacional y Teoría Política, subespecializado en Sociología y Psicología Motivacional. Ha pasado más de diez años viviendo y viajando a lo largo del mundo, estudiando culturas, religiones, lenguas y personas. A través de este viaje ha logrado ver los elementos comunes que revelan qué significa ser humano. Sin embargo, esto primero requiere desaprender mucho de lo que nuestras sociedades nos han enseñado a valorar, de manera que podamos tomar poder sobre nuestras vidas y reescribir nuestra propia historia.

IdiomaEspañol
EditorialBadPress
Fecha de lanzamiento31 mar 2021
ISBN9781071594766
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    En general me gustó bastante el libro, tiene un buen resumen sobre diferentes teorías y su propia interpretación de ellas con ejemplos muy prácticos que resonaron con mi propia experiencia. Creo que su contenido es útil y práctico.

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Desarrollo humano - Patrick Whelan

Índice

PRIMERA PARTE: Desarrollo humano

Para romper el hielo

Primera lección: Desarrollo humano: El marco de trabajo

Segunda lección: Necesidades fisiológicas

Tercera lección: Necesidades de seguridad

Cuarta lección: Necesidades sociales

Quinta lección: Necesidades de estima

Sexta lección: Autorrealización y propósito

SEGUNDA PARTE: Amor, libertad y felicidad

Séptima lección: Reeducación

Octava lección: Libertad

Novena lección: Amor

Décima lección: Felicidad

Conclusión

Sobre el autor

Para ti, tanto como para mí

––––––––

PRIMERA PARTE: Desarrollo humano

Para romper el hielo

La vida es un don, un carnaval, un patio de recreo, una gran aventura, un banquete: disfrútala, vívela, explórala y cómetela a bocados. ¿Alguna vez te han molestado esta clase de dichos y las personas que los usan? ¿Alguna vez has pensado: Qué bueno que eso te funciona, pero yo tengo facturas, compromisos, obligaciones e inseguridades, no tengo dinero, tiempo o valor para «vivir la vida al máximo»?

Si tuvieras la oportunidad de repetir tu vida, no tener otra oportunidad sino de repetirla, cada acción, cada pensamiento, cada emoción revividas y no solo una vez, sino infinidad de veces, ¿la tomarías?, ¿la disfrutarías? Como una piedra en el zapato, ¿sobresaldría algo que te cause dolor innecesario e indeseable cada vez que la revivas? Si otras personas pudieran ver tu vida, ¿la disfrutarían?, ¿desearían vivirla?

Friedrich Nietzsche llama eterno retorno a esta reviviscencia. Aunque existen muchas interpretaciones, yo lo considero una herramienta para evaluar y reconciliarse con la vida, así como una herramienta para trazar el curso de tu futuro. Si estás feliz con quién eres ahora, deberías ser capaz de ver en perspectiva todo lo que te ha pasado como algo afortunado, sin importar cuán aterrador o triste fuese en su momento, y todo lo que hiciste debería ser correcto, sin importar cuán mal pareciera en ese momento. Esto fue lo que permitió que Nietzsche acuñara la frase: «lo que no me mata, me hace más fuerte» (El ocaso de los ídolos [1888]). Te permite conocer causa y efecto y reevaluar lo correcto y lo incorrecto, el bien contra el mal, y la moralidad. También te permite seguir adelante al tiempo que consideras cómo contribuirán tus acciones a convertirte en quien quieres ser más adelante.

Toda noción de identidad, de «quién somos» está incompleta. Somos cambio. Si quisiéramos decir quiénes somos en este momento, solo podríamos mencionar nuestra edad, características físicas y motivaciones inmediatas. Sin embargo, esto solo representa quiénes somos frente a un desconocido. Me gusta pensar que la identidad es un vector, una dirección, con un punto de inicio, un sentido y con acciones y experiencias como datos en el camino. Si fueras un desconocido y te contara mi día, conocerías una pequeña parte de quién soy y probablemente te harías una idea completamente errónea. No obstante, si te contara mi historia de vida, así como mis metas, lograrías acercarte a conocer realmente quién soy, mi vector y mi dirección.

Nuestro vector cambia constantemente, es una especie de «línea de mejor ajuste». Cuando solo tenemos unos cuantos puntos de datos, cada experiencia nueva cambia nuestro vector considerablemente, pero conforme ganamos más experiencia, se desvela una dirección sólida. Aunque parece que la vida nos sucede y que alguien más eligió nuestros vectores, podemos obtener el poder para lograr que sucedan cosas en nuestras vidas, cambiando así nuestros vectores y quiénes somos.

Figura 1: Vectores personales

No te preocupes, esta es la última pizca matemática que verás en este libro. En estos gráficos, los mismos cinco puntos de datos, o experiencias, del primer gráfico, también se encuentran en los otros dos. Además, las mismas diez experiencias del segundo gráfico se encuentran en el tercero. De esta forma, en el primer gráfico, la línea de mejor ajuste representa una estimación temprana de quién es alguien, basada en la observación de solo cinco experiencias. Sin embargo, como puedes ver, a mayores experiencias, la línea de mejor ajuste y nuestra estimación de quién es alguien pueden cambiar drásticamente. Esto también significa que nuestras decisiones y experiencias futuras pueden cambiar nuestros vectores y quiénes somos.

La psicología académica nos trata como simples máquinas con entradas sensoriales y salidas neuroquímicas, pero no somos máquinas, somos vectores, somos historias.

Nuestra ambientación son los lugares y momentos en los que vivimos, nuestras culturas, religiones, climas políticos y económicos y círculos sociales.

Nuestras tramas son las secuencias de sucesos que nos llevaron a donde estamos ahora, con nuestras experiencias más significativas realzadas en nuestras memorias.

Nuestras características son nuestras preferencias, atributos, ambiciones, virtudes y cómo han cambiado con el tiempo.

Nuestros conflictos son todas las batallas que hemos sobrellevado, superado o que actualmente enfrentamos.

Nuestros temas son nuestro propósito.

Nuestros puntos de vista son nuestras perspectivas limitadas, aunque siempre en crecimiento, desde las cuales vemos cómo nuestras vidas se desenvuelven.

Nuestros tonos son nuestras actitudes con las que enfrentamos nuestras vidas, ya sean pesimistas, absurdas, optimistas, alegres o cualquier otra.

Por supuesto, nuestro estilo es, bueno, nuestro estilo, nuestra forma de vivir nuestras vidas que nos distingue de otros y nuestro encanto o la falta de este.

El descubrimiento de la libertad

Mi historia tuvo un inicio bastante simple. Crecí siendo un niño obediente en una pequeña ciudad costera de alrededor de 700 personas en Newfoundland, Canadá. Mi familia tenía tierras en el campo, así que pasamos mucho tiempo trabajando en la granja o en el bosque, cortando, cargando y almacenando madera que usaríamos como combustible, tareas que odiaba en ese momento, pero que completé con pocas quejas.

Dada la poca diversidad de las ciudades pequeñas de provincias pequeñas, como el mejor estudiante de mi grado escolar, mis opciones para el futuro serían convertirme en doctor, abogado o ingeniero, como si las personas inteligentes no se atrevieran a hacer otra cosa. Ya que no me gustaba la idea de tratar todo el día con personas desnudas y la abogacía canadiense sonaba tremendamente aburrida, solo me quedaba convertirme en ingeniero.

Con eso decidido, mi vida estaba completamente definida, una historia con el sello y firma de la sociedad. Iría a la universidad local a estudiar ingeniería, probablemente conocería al amor de mi vida ya sea en clase o en un ligue pasado de copas, me graduaría, conseguiría un gran trabajo, me casaría, compraría o construiría una casa, compraría dos autos y una motonieve, tendría 2,5 hijos y un perro, vacacionaría en el Caribe dos veces al año, remodelaría mi cocina o baño cada pocos años, ahorraría para jubilarme y pasar los inviernos en Florida y luego moriría. En mi funeral, las personas se reunirían para decir que fui un buen hombre y recontar mi historia segura y eficaz, todo mientras comían sándwiches de atún cortados en triángulos.

Vi esta historia cuando tenía 16 años y tras leerla ya la había experimentado. No me interesaba vivirla de nuevo, pero al ser de una ciudad pequeña cuando el internet aún daba sus primeros pasos, no sabía nada del mundo y sus oportunidades, por lo cual me quedé estancado y fui arrastrado por estas opciones.

Cuando tenía 19, no obstante, mi abuelo falleció y en su funeral no solo dijeron que fue un buen hombre y contaron algunas anécdotas divertidas. Algunas personas viajaron desde el otro lado del mundo para presentar sus respetos. Contaron historias de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial y sus siguientes hazañas y aventuras mundiales, sus inventos ingeniosos y su impacto político en la región y las vidas de todos los presentes. Había crecido en la misma ciudad pequeña que yo con incluso menos oportunidades, pero no solo simplemente existió hasta su muerte, vivió una historia digna de contar historias: una vida de retos y triunfos, una vida de pasión y propósito y una vida que valió la pena vivir.

Esta experiencia cambió mi vida y encendió una llama en mí que hacía mucho se había apagado. Sin embargo, aunque ahora anhelaba una vida de la que valiera la pena contar historias, todavía era el niño obediente proveniente de una ciudad pequeña falto de conocimiento y oportunidades.

Mientras seguía con mi plan de estudiar ingeniería, lo más aventurero y alternativo que se me ocurrió fue hacerlo en la milicia. Me uní como ingeniero al programa de entrenamiento de oficiales militares. Aunque con los siguientes cambios de parecer y de especialidades, finalmente me decidí por una carrera en negocios ya que parecía bastante general, lo cual daba pie a más opciones, y cambié mi oficio militar al pilotaje porque sonaba emocionante.

Ahora tenía un trabajo donde mi formación militar y de piloto eran emocionantes y audaces, me convertí en un hombre obediente admirado por su familia, amigos y desconocidos, todos me veían con orgullo. Era un futuro Maverick (Top Gun), que rompía todas las reglas a 7 G. Mis colegas sentían que teníamos trabajos alucinantes y vidas inimaginables. Todo a mi alrededor eran palabras de aprobación y aliento. La sociedad me aprobaba, no, se regocijaba.

Ansioso por lanzarme de lleno a mi nueva e intrépida carrera, tomé cada oportunidad que tuve de ver las distintas operaciones de la Fuerza Aérea a lo largo del país. Sin embargo, después de trabajar en muchos escuadrones y observar las vidas y trabajos de los pilotos, vi la realidad: pilotear es desafiante, exigente y conlleva grandes responsabilidades, pero el trabajo principal consiste en controlar una máquina. Por supuesto, esto no significa que operar una máquina no es un trabajo valioso e importante, pero, aunque yo no lo sabía en ese momento, yo siempre he sido un filósofo psicológico y no había una resonancia entre yo y el rol de piloto o cualquier otro cargo militar, vaya.

Más adelante en el cumplimiento de mi vida militar, vi que había cambiado una historia por otra. Las bases aéreas necesitan espacio aéreo abierto, así que estaba destinado a ciudades pequeñas en medio de la nada por el resto de mi carrera. Probablemente mis colegas serían mis únicos amigos. Vivir en aislamiento relativo en una vida que no resonaba conmigo probablemente me llevaría a buscar distracciones y escapes en cada oportunidad. Me casaría, pero luego quizás nos seríamos infieles mientras yo estuviese fuera de la ciudad durante periodos largos. Seguiría así hasta tener dos o tres exesposas e hijos de diferentes madres, probablemente seguido de pagos de manutención, alcoholismo y resentimiento.

Más allá de mi presagio, yo todavía era un hombre obediente, por lo cual, me gustase o no, continuaría con mis compromisos. Pero me agotaron. El entrenamiento de los pilotos militares es una de las actividades más agotadoras del mundo, mental y físicamente; requiere motivación para soportarlo y sobresalir, pero yo no poseía ese tipo de motivación.

No fue sino hasta que mi vida inminente y la intensidad de mis labores me hundieron en una grave depresión que me vi forzado a reexaminar quién era y qué estaba haciendo. Pese a que mi vida parecía admirable, audaz y con historias dignas de contarse, no tenía energía para seguir adelante. No veía el tesoro al final del arcoíris porque este terminaba en la punta de una montaña empinada, cubierta de hielo, habitada por lobos con láseres en la cabeza.

Dado que yo había sido una persona obediente toda mi vida, fue difícil tomar la decisión de defraudar a todos al abandonar lo que ellos consideraban un trabajo y una vida ideales. Me tomó más de un año en este abismo permitirme admitir que no podía continuar. Un día me di cuenta de cuán obediente era, que parecía que vivía mi vida para todos, excepto para mí. Con este descubrimiento, también me di cuenta de que la única persona presente en mi vida, cada segundo de cada día, desde el inicio hasta el fin era yo, así que no debería vivir para nadie más que para mí. No puedo describir con exactitud cómo se sintió este descubrimiento. Todo mi mundo dio un giro al punto de casi derribarme, como si mi cerebro de verdad hubiera rotado dentro de mi cabeza. En ese momento vi todo desde una perspectiva distinta.

Con temor a la desaprobación de mi padre, una de las cosas más difíciles fue decirle que había abandonaría la milicia. Estuvo en contra, por supuesto, pero el alivio que sentí en ese momento fue indescriptible. Tras caminar toda mi vida cargando una gran carcasa gruesa y pesada, la destrocé, ¡era libre! Empecé a ver las oportunidades ilimitadas de la vida.

Me salí de mi historia y mi futuro distante se transformó en páginas en blanco. Ya no era un niño ignorante de 16 años, ahora era un hombre de 27 años con un grado universitario, capacitado con formación militar y con experiencias, aventuras e historias ya unidas a mí. Tenía el poder de recrear el futuro.

Esta es solo una parte de mi historia de desarrollo personal y haber tomado la decisión de dejar la milicia no resultó en alcanzar por completo la libertad. De cualquier forma, empecé este libro con esta historia en particular porque estoy seguro de que todos pueden identificarse con algún aspecto.

Quizás también has sentido que tus opciones de vida son limitadas, como si tu ciudad, familia y cultura decidieran tu futuro.

Quizás también tienes miedo de defraudar a tu familia y amigos.

Quizás te sientes encasillado por tus elecciones pasadas.

Quizás tienes miedo al cambio.

Quizás también tú

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