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Hagamos que sus vidas sean extraordinarias: 12 acciones para generar resiliencia desde la educación
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Hagamos que sus vidas sean extraordinarias: 12 acciones para generar resiliencia desde la educación
Libro electrónico168 páginas1 hora

Hagamos que sus vidas sean extraordinarias: 12 acciones para generar resiliencia desde la educación

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Este libro se escribe bajo el convencimiento de que la educación puede cambiar el mundo. Las escuelas resilientes son aquellas que se atreven a transformar lo ordinario para convertirlo en extraordinario. Muchas ya lo han conseguido, otras "todavía no". Las escuelas podrán cambiar el mundo si nos enseñan a resiliar, a ser nosotros mismos, a desarrollarnos y a vivir plenamente.
Los autores desglosan 12 acciones que responden a cómo educar para resiliar, cómo elevar lo ordinario a lo extraordinario en la cotidianidad de la educación. Un texto profundo y práctico a la vez, con 60 estrategias para promover la resiliencia generativa en el ámbito educativo.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 feb 2021
ISBN9788418615238
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    Hagamos que sus vidas sean extraordinarias - Jordi Grané Ortega

    extraordinario.

    G1. Dar espacio al humor y la alegría. Generar actitudes lúdicas, felicidad y optimismo

    «Nada es imposible (a veces hay que fracasar una y otra vez para lograr el éxito), la educación es el arma más poderosa del mundo y nuestras vidas solo tienen valor cuando las utilizamos en beneficio de los demás. La abnegación de algunos de los profesores que he tenido a lo largo de mi vida me enseñó estas tres lecciones». Quien así sentencia es Ishmael Beah, un niño soldado de apenas 13 años. El ejército de Sierra Leona le obligó a enterrar su niñez y a empuñar un fusil durante tres años en los que cometió crímenes cuya sombra sigue oscureciendo cada noche sus sueños una década después. Su infancia se vio truncada por el estallido de la brutal guerra civil de Sierra Leona en 1991. Su padre y sus dos hermanos fueron asesinados. Con la ayuda de un programa de UNICEF de reinserción de niños soldados, fue rescatado y salió del ejército. Fue trasladado a Estados Unidos y adoptado por una familia estadounidense. Su libro autobiográfico Un largo camino: memorias de un niño soldado se ha traducido a más de 40 lenguas. «Matar se había convertido en mi actividad diaria. No me preocupaba por nada más. Mi infancia se había ido sin que me diera cuenta y parecía que mi corazón se había helado». Serpiente Verde (su apodo de guerra) se convirtió en un consumidor de cocaína, marihuana, brown-brown (mezcla de cocaína y pólvora), con un fusil semiautomático AK-47 como único amigo. La obligación de matar le deshumanizó. «Estaban todos en fila, eran seis, con las manos atadas. Les disparé a los pies y vi cómo sufrían todo un día hasta que los rematé con un tiro en la cabeza para que dejaran de gritar». Ahora es activista de los derechos humanos, representante de la ONU y escritor de novelas. Es cierto que «en la guerra, el alma se cierra y no sientes emociones, es como un mecanismo de defensa, porque si no, te morirías de ver tanto horror». A pesar de que nunca puedes olvidar, Beah reconoce que «aprendes a vivir con los recuerdos y a transformarlos para que no sean una carga para ti. Son como un recordatorio de lo importante que es vivir en paz» (Beah, 2008). Antes de que su aldea hubiera sido arrasada, su vida consistía en jugar, ir a la escuela y cantar hip-hop. Ishmael Beah sustituyó el verbo jugar por el verbo matar con apenas 13 años.

    Las siguientes estrategias para generar resiliencia en la educación (vamos a llamarlas «estrategias GR») nos van a mostrar verbos muy distintos para caracterizar la acción de un niño: sonreír y disfrutar del buen humor, ser feliz, ser optimista, apreciar la belleza y jugar, jugar y jugar.

    Estrategia GR1:

    Vivir con actitud crítica

    Para la educadora lúdica Imma Marín, «el aprendizaje lúdico puede transformar de forma radical y disruptiva la educación». La actitud lúdica trasciende a los propios juegos. Los juegos solo son recursos al servicio de la actitud lúdica, del puro placer de jugar. La actitud lúdica es aquella disposición del ánimo propia de la persona que juega. Y en ese estado de ánimo se expresa el alma del juego. La actitud lúdica tiene que ver con maravillarnos, con la curiosidad, con la creatividad, con vivir el presente y saber disfrutar de la belleza (Marín, 2018). La antropóloga Martine Mauriras-Bousquet afirma que «la actitud lúdica es más que jugar, es una actitud ante la vida». ¡Puras ganas de vivir! Jugar es un oasis de dicha, jugar es una actitud existencial, una manera concreta de abordar la vida. Jugar es una forma de vivir. El juego no está en la actividad, sino en la actitud del jugador. Nos remite al Homo ludens, la persona que juega, a la capacidad del ser humano de jugar. Según Marín, el uso de juegos en el aprendizaje no deja de ser una técnica como el aprendizaje basado en juegos (game-based learning, GBL). Lo verdaderamente transformador es el juego entendido como actitud lúdica. Juego y aprendizaje son las dos caras de la misma moneda. Como afirma el neurocientífico Francisco Mora, «el juego es el disfraz del aprendizaje». Para el psiquiatra Stuart Brown, «el juego es la forma más efectiva de desarrollar el cerebro, enriquecer la imaginación y alegrar el alma». El juego es como el oxígeno: está a nuestro alrededor, pero pasa desapercibido o no apreciado hasta que falta. El juego proporciona libertad de tiempo, es su propia recompensa, no implica propósito, es voluntario, puede aportar improvisación potencial y le acompaña un deseo de continuación (Brown y Vaughan, 2009). Dice el pedagogo Francesco Tonucci que «el verbo jugar solo se puede conjugar con el verbo dejar». También añade que «el juego es placer y no soporta vigilancia ni acompañamiento». Hemos de contrarrestar el declive del juego libre no supervisado y dejar jugar libremente con el riesgo adecuado en sus juegos. Para Tonucci, «jugar libremente significa salir de casa». También hemos de restituir el déficit de Naturaleza.

    En resumen, ¿qué dicen los pedagogos? Maria Montessori, «jugar es trabajo de niños»; Ken Robinson, «ensuciarse es bueno»; Francesco Tonucci, «se aprende más jugando que estudiando, haciendo que mirando». ¿Pulsamos el play y continuamos viviendo con actitud lúdica?

    Estrategia GR2:

    Servirse del buen humor constructivo

    La película de Roberto Benigni La vida es bella es una película difícil de encasillar. Su trama es patética y cómica a la vez: Guido, un judío italiano, acaba en un campo de concentración nazi con su hijo Giosué y convierte cada minuto de la existencia en un camino para alejarse de ese horror gracias al humor. Guido utiliza la fantasía de un juego para mantener viva la ilusión de Giosué. Guido recurre al ingenio para explicar los maltratos, las humillaciones y los horrores que les acontecen. ¿Banalización gratuita? La vida es bella no es tomarse a broma los campos de concentración y el Holocausto, sino que, por el contrario, se trata de una maravillosa escenificación de la función protectora del humor. Una de las características esenciales del humor consiste en relativizar todas las frustraciones de la existencia, incluyendo la muerte. El humor ofrece la posibilidad de desdramatizar las desgracias potenciales. Esa es la razón de que la película impacte y deje huella. Porque el buen humor nos hace la vida más bella. Según el experto en resiliencia Stefan Vanistendael, «el humor es la capacidad de conservar la sonrisa ante la adversidad». Y añade que el humor puede ser «una piedra angular de la vida». El humor constructivo amplía nuestra perspectiva de la vida y la vuelve más realista, abre nuestros corazones y mentes a la esperanza, refuerza las relaciones humanas y es una puerta abierta a la sabiduría y a la espiritualidad. La burla, la ironía y el sarcasmo son perversiones destructivas del humor (Vanistendael, 2013). Para el maestro José María Toro, también es necesario dar espacios en las aulas para el humor, crear espacios y tiempos para que los estudiantes puedan reír y compartir su sonrisa. Educar se escribe con «h» de humor; porque el humor potencia la necesidad de aprender y facilita los procesos de enseñanza y aprendizaje. El psicopedagogo José Blas García reconoce que «la meta del docente que utiliza el humor como recurso didáctico no es convertirse en un clown, sino mediar pedagógicamente mediante el humor». El pedagogo y experto en humor Jesús Damián Fernández nos proporciona Cincuenta motivos para emplear el sentido del humor en los grupos, donde explicita que el uso adecuado del humor en el aula sirve para motivar el esfuerzo educativo. Su recomendación número 50 es: «Encuentra motivos serios para reírte» (Fernández, 2002).

    En resumen, educar con humor es una cosa muy seria, porque con humor la letra entra mejor. Y hace la vida más bella.

    Estrategia GR3:

    Desempeñar la felicidad

    «He vivido varias vidas en una», reconoce Tim Guénard. «He sobrevivido gracias a tres sueños: lograr que me expulsaran del correccional, convertirme en jefe de pandilla y matar a mi padre. He realizado estos sueños. Excepto el tercero». Niño maltratado y apaleado numerosas veces por su padre, ahora le ha perdonado. Por eso titula su biografía como Más fuerte que el odio, unas memorias terribles donde explica que ha escapado a un destino fatal y se ha convertido en un hombre feliz a pesar de sus desgracias: violado, proxeneta, prostituido, gigoló, vagabundo antes de los 15 años (Guénard, 2017). Como testimonian Stefan Vanistendael y Jaques Lecomte en uno de los libros más maravillosos sobre resiliencia: la felicidad es siempre posible (Le bonheur est toujours possible). «La creencia en un destino infeliz no solamente es falsa, sino sobre todo estigmatizante y dura de llevar» (Vanistendael y Lecomte, 2000). La psicóloga Sonja Lyubomirsky nos aconseja desmontar los mitos erróneos sobre la felicidad que nos impiden ser felices. El primer mito: la felicidad se tiene que encontrar. No es cierto, la felicidad se construye. Segundo mito: la felicidad consiste en cambiar nuestras circunstancias (fama, dinero, etc.). No es cierto, pues la felicidad se halla en nuestro interior. Tercer mito: la felicidad disminuye con la edad. No es cierto, se puede ser feliz a cualquier edad. Último mito: o tienes felicidad o no la tienes. Es cierto que tenemos un valor de referencia programado genéticamente que no se puede cambiar (alrededor del 50 %), pero el 40 % de nuestra felicidad procede de las cosas que hacemos y de las elecciones que tomamos en la vida cotidiana (las circunstancias de la vida marcan el 10 % restante). Es una magnífica noticia: la fuente de la felicidad se encuentra en cómo nos comportamos y en cómo pensamos. Ello quiere decir que ser feliz depende casi siempre de uno mismo (Lyubomirsky, 2008 y 2014). Ser feliz implica acción; pero, además, la mayoría de las veces, las actividades para ser feliz son 100 % gratuitas (como agradecer o ser amable). Las escuelas deben apostar por ser escuelas felices para que se pueda llevar a cabo el anhelo más humano que existe: una vida próspera y feliz para toda la comunidad educativa.

    El escritor Mark Twain dijo una vez: «Un día sin sonreír es un día perdido». Sonriamos y ganemos días para vivir, aunque a veces la vida no nos sonría. Porque la sonrisa que da vida nos permite ser feliz. Y es gratuito.

    Estrategia GR4:

    Inculcar optimismo

    «Ningún pesimista ha descubierto el secreto de las estrellas, no ha navegado por mares desconocidos, ni abierto una nueva puerta al espíritu humano», reconoce Helen Adams Keller. Keller pierde la visión y la audición a los 19 meses,

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