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El anuncio del jeque
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Libro electrónico146 páginas2 horas

El anuncio del jeque

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Información de este libro electrónico

¡De descubrir a su heredero secreto … a recuperar a su cenicienta!
Cuando el Rey Kadir Al Marara descubrió que tenía un hijo de cuatro años, ¡nada pudo mantenerlo alejado de él! Kadir se subió a su jet privado para reunirse por sorpresa con Caitlin, la madre del pequeño.
Sorprendida, Caitlin se percató de que había juzgado equivocadamente a Kadir. Él le ofreció transformar su vida corriente en una llena de opulencia… ¡convirtiéndola en reina! Mientras Caitlin trataba de resistirse a la intensa química que todavía había entre ellos, el mundo esperaba una noticia extraordinaria de la realeza…
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 ene 2021
ISBN9788413752105
El anuncio del jeque
Autor

Sharon Kendrick

Sharon Kendrick started story-telling at the age of eleven and has never stopped. She likes to write fast-paced, feel-good romances with heroes who are so sexy they’ll make your toes curl! She lives in the beautiful city of Winchester – where she can see the cathedral from her window (when standing on tip-toe!). She has two children, Celia and Patrick and her passions include music, books, cooking and eating – and drifting into daydreams while working out new plots.

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    El anuncio del jeque - Sharon Kendrick

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

    Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra.

    www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

    Editado por Harlequin Ibérica.

    Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    Núñez de Balboa, 56

    28001 Madrid

    © 2020 Sharon Kendrick

    © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

    El anuncio del jeque, n.º 2835 - enero 2021

    Título original: The Sheikh’s Royal Announcement

    Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

    Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

    Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

    Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

    ® Harlequin, Bianca y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

    ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

    Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

    Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

    Todos los derechos están reservados.

    I.S.B.N.: 978-84-1375-210-5

    Conversión a ebook: MT Color & Diseño, S.L.

    Índice

    Créditos

    Capítulo 1

    Capítulo 2

    Capítulo 3

    Capítulo 4

    Capítulo 5

    Capítulo 6

    Capítulo 7

    Capítulo 8

    Capítulo 9

    Capítulo 10

    Capítulo 11

    Capítulo 12

    Capítulo 13

    Capítulo 14

    Epílogo

    Si te ha gustado este libro…

    Capítulo 1

    NADA más entrar en la habitación, Caitlin percibió el olor a peligro. Un aroma rancio permanecía en el salón e impregnaba las sillas con almohadones de terciopelo. Ella se puso en alerta, puesto que ya le había sucedido en otras ocasiones. Era como si alguien la estuviera observando. Últimamente, se había dado la vuelta de repente, como si esperara a ver algo o alguien extraño detrás de sí, pero nunca había encontrado nada y Caitlin se había regañado por sobresaltarse con tanta facilidad.

    Tenía la piel de gallina y se volvió para mirar a su alrededor. Desde las grandes ventanas se veía el jardín bañado por la luz del otoño. Ella se estiró la manga del jersey y agradeció haberse puesto los leotardos de lana ya que en los hoteles escoceses siempre había humedad, sin importar lo lujosos que fueran. Y aquel en el que se encontraba era de lujo, a juzgar por su imponente exterior y por el renombre que tenía en la ciudad.

    Había llegado justo antes de las once, tal y como le habían indicado. El reloj anunció la hora justo cuando un gerente educado la acompañó hasta la habitación que debía ser la más importante del hotel. Ella esperó con nerviosismo durante diez minutos, preguntándose a quién iba a conocer y qué iban a ofrecerle.

    Un trabajo. El trabajo de su vida, tal y como le había informado la agencia, y con un sueldo que normalmente solo aparecía en los cuentos de hadas. Y aunque era algo que sonaba demasiado bien como para ser cierto, no era suficiente como para detenerla. ¿Quién iba a rechazar algo así? Caitlin no. Ya que tenía una boca que alimentar y nada que pudiera asegurarle un buen futuro. ¿Por qué no iba a explorar cualquier oportunidad que le surgiera cuando escaseaban las oportunidades para una madre soltera que vivía en una isla remota de Escocia?

    Estaba contemplando un cuadro cuando oyó que se abría una puerta detrás de ella. Con una sonrisa, Caitlin se volvió para saludar a la persona que iba a ofrecerle el empleo. No obstante, su sonrisa se desvaneció al mirar al hombre que acababa de entrar y estaba cerrando las puertas. Ella se mareó y sintió que podía desmayarse.

    Kadir Al Marara.

    No podía ser él.

    Por favor, que no fuera él.

    Lo era. La masculinidad que irradiaba de la persona poderosa que tenía delante era inconfundible. Caitlin notó que se ponía pálida al mirar al rostro oscuro que había inundado sus sueños y su conciencia durante cinco años, por mucho que ella hubiera intentado olvidarlo. No obstante, la versión real de aquel hombre resultaba mucho más inquietante que la imagen que aparecía en su cabeza cuando menos lo esperaba. Y ella solo podía hacerse una pregunta:

    ¿Por qué estaba él allí?

    Durante un momento, se quedó paralizada. Después, miró de arriba abajo al hombre que había pensado que nunca volvería a ver. El hombre que era diferente a todos los demás, por su aspecto exótico y su imponente presencia. Su rostro era el más atractivo que había visto nunca, con ojos color azabache rodeados de piel bronceada. Ella recordaba su nariz aguileña y sus pómulos prominentes. Y se preguntaba cómo podía haber confiado en él de esa manera nada más conocerlo. ¿Cómo podía haberse creído que simplemente era un hombre de negocios, cuando todo su ser reflejaba que su linaje pertenecía a la realeza?

    «¿Lo sabrá?», se preguntó ella. ¿Sabría que tenía un hijo pequeño que era muy parecido a él? Y si lo sabía, entonces ¿qué? ¿Volvería a irrumpir en su vida y la cambiaría para siempre como ya había hecho anteriormente?

    El miedo se apoderó de ella. No sabía qué hacer ni qué decir, porque la presencia de Kadir había alterado todos sus sentidos. Y no solo porque fuera algo inesperado, sino porque era muy diferente al hombre que había conocido brevemente. Su cabello negro parecía más oscuro gracias a su kufiya de color blanco. Una prenda que al mismo tiempo resaltaba su atractivo rostro de tez bronceada. Iba vestido con una chilaba de seda que cubría su cuerpo musculoso. Ella negó con la cabeza, confundida. ¿Qué había pasado con aquel elegante traje italiano? ¿Y con la camisa de seda y la corbata de color azul cobalto que él había dejado caer al suelo con impaciencia, junto a su ropa interior?

    «Ese era su disfraz», se recordó ella. Ropa moderna y occidental para que ella, y otras mujeres, no pudieran averiguar su verdadera identidad. Si hubiese ido vestido de esa manera cuando ella lo conoció, ¿habría deseado estar entre sus brazos y en su cama? Nunca sabría la respuesta. Al encontrarse sus miradas, surgió una potente atracción entre ambos. Y por ese motivo, la vida de Caitlin había cambiado para siempre.

    Él no le había contado que era un poderoso rey del desierto. Había muchas cosas que él no le había contado. Cosas de las que ella se habría horrorizado en su momento. Las había descubierto después, al intentar localizarlo, cuando descubrió lo idiota que había sido. Y el potente recuerdo le permitió suprimir su temor y la molesta sensación de culpa que sentía por poder haberlo hecho todo de manera diferente.

    –Kadir –dijo ella con calma. De manera muy diferente a la última vez que pronunció su nombre, cuando escapó de sus labios entre los gemidos de pasión. Caitlin se humedeció los labios para contener sus náuseas.

    ¿Y si él lo sabía? ¿Y si había descubierto la verdad que tanto había tratado de ocultar? Pensó en Cameron, que se había quedado en casa con Morag, y se estremeció.

    Sabía que cuando averiguara la verdad nada volvería a ser igual. Trató de mantener la calma y preguntó:

    –¿Qué diablos haces aquí?

    Kadir no respondió inmediatamente, pero claro era rey y podía hacer esperar a la gente. El rey más poderoso de Oriente Medio, o eso decían. Poseía tierras fértiles y palacios de lujo que muchos envidiaban y también tenía innumerables sirvientes y asistentes de confianza, capaces de caminar sobre brasas ardientes para demostrar su fidelidad. Unas semanas atrás, él habría estado de acuerdo con aquellos que lo alababan por sus cualidades. Por estar al tanto de la situación internacional y de haber logrado la paz en algunos países. Para muchos, él tenía todo lo que un rey podía desear.

    Sin embargo…

    Notó calor en su piel.

    Sin embargo, aquella mujer le había ocultado la cosa más preciada que un hombre podía tener. El fruto de su ser y heredero del país que él gobernaba. Ella le había privado de algunos años preciados de la vida de su hijo. Cuatro años que nunca podría recuperar.

    ¡Y jamás había sentido una rabia tan intensa!

    Aunque no la demostraría. Sabía muy bien que ocultar las emociones era la única manera de triunfar en la vida. Las emociones significaban debilidad y dejaban a los hombres tan desvalidos como el deseo sexual. Eran cosas que podían encaminarlo hacia un destino no deseado y él no podía permitírselo. Nunca más. El celibato lo había mantenido fuerte y poderoso, y por eso ignoraría cómo la luz hacía que el cabello de Caitlin Fraser pareciera una cascada de fuego. Trataría de no reparar en su tez pálida ni en las curvas de su cuerpo, y de olvidar el recuerdo de lo que sintió al penetrarla en profundidad. Olvidaría que en su momento ella lo había hecho sentir fuerte e invencible como un león. En cambio, le tendería el anzuelo y ella caería en su propia trampa…

    –Pareces sorprendida de verme, Caitlin –comentó con frialdad.

    Ella frunció el ceño.

    –Eso es quedarse corto. Por supuesto que estoy sorprendida. Hace cinco años desapareciste sin más. Te marchaste en mitad de la noche y ahora apareces sin avisar –dijo ella–. ¿Cómo me has encontrado?

    Él se encogió de hombros.

    –Ese tipo de cosas no son un problema.

    –Para alguien como tú, quieres decir –lo acusó ella.

    –¿Para alguien como yo?

    –¡Un rey del desierto! ¡Un jeque! ¡Algo que no te molestaste en contarme en su momento!

    Kadir no hizo ningún comentario y continuó mirándola fijamente.

    «Deja que se condene con sus propias palabras», pensó.

    –No entiendo por qué apareces así, de pronto –continuó ella–. ¿Es una encerrona?

    –¿Una encerrona? –preguntó él con frialdad.

    Ella asintió.

    –He venido pensando que alguien iba a ofrecerme un trabajo.

    –¿Alguien que no conocías?

    –Eso es.

    –Alguien que no conocías –repitió–. Sin embargo, ¿has aceptado la cita?

    –Pues sí. ¿Por qué no iba a hacerlo?

    –¿Aunque pudiera haber sido cualquiera? Dime, Caitlin, ¿quedas a menudo con desconocidos en una habitación de hotel? –la miró con los ojos entornados–. Bueno, me parece que tienes antecedentes de ese tipo ¿no?

    Caitlin se sonrojó.

    –Podría decir lo mismo de ti –contestó ella–. Aunque esto no era una cita romántica. Se suponía que era un encuentro de trabajo y perfectamente legítimo. Me convocó una agencia de empleo y yo aprovecho todas las oportunidades que

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