Lucrecia Borgia
Por Victor Hugo
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Esta tragedia fue utilizada más tarde por Felice Romani para hacer el libreto de una ópera de Donizetti, titulada «Lucrezia Borgia» en 1834. La opera fue estrenada en Milán en diciembre de ese mismo año. Fue estrenada en París en 1840, y sirvió para que se le prohibiera a Víctor Hugo realizar más producciones. Debido a este motivo, el libreto se reescribió como «La Rinegata», y los protagonistas en lugar de ser italianos pasaron a ser turcos, de modo que la función pudo continuar.
Victor Hugo
Victor Hugo (1802-1885) was a French poet and novelist. Born in Besançon, Hugo was the son of a general who served in the Napoleonic army. Raised on the move, Hugo was taken with his family from one outpost to the next, eventually setting with his mother in Paris in 1803. In 1823, he published his first novel, launching a career that would earn him a reputation as a leading figure of French Romanticism. His Gothic novel The Hunchback of Notre-Dame (1831) was a bestseller throughout Europe, inspiring the French government to restore the legendary cathedral to its former glory. During the reign of King Louis-Philippe, Hugo was elected to the National Assembly of the French Second Republic, where he spoke out against the death penalty and poverty while calling for public education and universal suffrage. Exiled during the rise of Napoleon III, Hugo lived in Guernsey from 1855 to 1870. During this time, he published his literary masterpiece Les Misérables (1862), a historical novel which has been adapted countless times for theater, film, and television. Towards the end of his life, he advocated for republicanism around Europe and across the globe, cementing his reputation as a defender of the people and earning a place at Paris’ Panthéon, where his remains were interred following his death from pneumonia. His final words, written on a note only days before his death, capture the depth of his belief in humanity: “To love is to act.”
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Lucrecia Borgia - Victor Hugo
BORGIA
LUCRECIA BORGIA
PERSONAJES
LUCRECIA BORGIA.
D. ALFONSO DE ESTE. GENARO.
YUBETA.
MAFEO ORSINI.
JACOBO LIBERETO. APÓSTOLO GACELLA. ASCANIO PETRUCI. LUDOVICO VLTELOZO. RUSTIGUELO. ASTOLFO.
LA CONDESA NEGRONI. UN UJIER.
DISCIPLINANTES, DAMAS, PAJES, GUARDIAS Y ESBIRROS.
La escena pasa en Venecia y en Ferrara en el año 15...
ACTO PRIMERO
E1 teatro representa un jardin del palacio Barbarigo en Venecia. Es de noche. Varias máscaras atraviesan el teatro. A los dos lados del jardín se vé el palacio, magníficamente iluminado; dentro de él se oye música. Se supone que al pié del jardin corre el canal del Zueca, por el que se ven pasar á cada instante góndolas llenas de máscaras y de músicos é iluminadas. Cada una de estas góndolas atraviesa el fondo del teatro, y dentro de ellas se oye cantar. En el fondo se vé la ciudad de Venecia al reflejo de la luna.
ESCENA PRIMERA.
Aparecen varios jóvenes caballeros vestidos con ricos trajes, con mascarillas
en la mano y conversando en el jardin. YUBETA, GENARO, vestido de capitan; APÓSTOLO, MAFEO, ASCANIO, LUDOVICO y JACOBO.
LUDOVICO. Vivimos en un tiempo tan fecundo en maldades, que esa ya se ha olvidado; pero fué un suceso horrible y misterioso.
ASCANIO. Accion infernal, consumada, no por hombres, sino por demonios.
JACOBO. Señores, sé bien esa historia por mi primo el cardenal Carriale, que estaba muy al corriente de ella. Ya sa- beis que el cardenal Carriale tuvo una ruidosa contienda con el cardenal Riario, con motivo de la guerra contra Cárlos VIII, rey de Francia.
GENARO. (Bostezando,) El buen Jacobo ya nos vá á referir cuentos; por mi parte ofrezco no oirlos; estoy rendido de sueño.
MAFEO. Es muy natural que esto no te interese, Genaro. Eres un bravo capitan de aventureros, famoso por tu valor, pero que te llamas como te dá la gana. No has conocido padre ni madre; y aunque nadie duda de que fueron nobles, porque se conoce que tú lo eres, sin embargo, solo sabemos acerca de tu hidalguía que te bates como un leon. Somos compañeros de armas, y lo que te digo no te puede ofender; me salvaste la vida en Rímini y yo te salvó en el puente Vicenzia; juramos ayudarnos mútuamente en los peligros de la guerra y en los del amor, y que todos tus enemigos serian mios y los míos tuyos. Nos predijo un astrólogo que moriríamos en el mismo dia, y le dimos diez cequíes de oro por nuestro horóscopo; en una palabra, somos, más que amigos, hermanos, y tu tienes la felicidad de poderte llamar Genaro á secas, de no depender de nadie y de no arrastrar á todas partes una de esas fatalidades hereditarias que acompañan á los apellidos históricos. ¿Qué te importa á tí lo pasado ni lo presente, si tienes hombres con quienes batirte y mujeres con quienes gozar? Nosotros no estamos en el mismo caso: tenemos derecho á interesarnos en las catástrofes de nuestra época. Nuestros padres participaron de sus tragedias, y las heridas que recibieron brotan aun sangre en nuestras familias. - Cuéntanos lo que sepas, Jacobo. GEN. (Echándose en un sillon como para dormir.) Ya me despertareis
cuando acabe esa historia.
JAC. Pues os referiré lo que sé. El año 1483... YUBETA. Ochenta y siete.
JAC. Es verdad, el ochenta y siete: una noche de invierno... me parece que era jueves.
YUB. Era martes ó miércoles.
JAC. Lo mismo dá.—Aquella noche estaba un batelero del Tíber en su barca guardando el cargamento, cuando presenció un suceso espantoso. Un poco más abajo de la iglesia de San Gerónimo, á la una de la noche, de una noche muy oscura, se presentaron dos hombres por el camino que está á la izquierda del templo, dando vueltas de un lado á otro; luego aparecieron otros dos, en seguida tres; total, siete. Uno solo iba á caballo. De las casas que miran al rio solo habia luz en una ventana. El que iba á caballo volvió las ancas de éste á la parte del rio, y entonces el batelero pudo distinguir á la grupa del ginete dos piernas que colgaban por un lado y una cabeza y dos brazos que colgaban por el otro. Esto es, que llevaba un hombre muerto. Mientras los compañeros hacían centinela en las esquinas de las calles inmediatas, ellos cogieron el cadáver por la cabeza y las piernas, le bambolearon con fuerza dos ó tres veces y le lanzaron al Tíber. En cuanto cayó el cadáver en el rio, el ginete hizo una pregunta, á la que contestaron los otros: No lo dude vuecencia.,, Entonces el ginete, ade- lantándose hácia el Tíber, vió una cosa negra que sobrenadaba; preguntó lo que era y le respondieron:
Es la capa de su excelencia que se le ha desprendido del cuerpo al caer en el agua.,, En seguida