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Neuros Aires
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Libro electrónico149 páginas2 horas

Neuros Aires

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Este libro es muchos libros, porque son muchas las ciudades que llamamos Buenos Aires. Se trata de un libro muy caminado, que destila la esencia cultural, erótica y psicoanalítica de una gran ciudad, barrio por barrio. Es un libro muy leído, que cita poemas, ensayos y ficciones para crear la banda sonora de una interpretación urbana, pero también muy vivido, cargado de experiencia y de amistad y de pasión y de ironía: lleno de verdad, digamos. Tal vez pueda hablarse de un libro performático, puro teatro, que recurre a los mecanismos de la apropiación y del collage para sacar a la literatura autobiográfica y documental de sus marcos convencionales; al fin y al cabo, su autor, además de cronista y gestor cultural, es un dramaturgo que ha sacado de sus casillas a actores, escenarios y textos para acercarlos al arte contemporáneo. Este libro es también poético, neurótico, drogotano, confesional, carcelonesco, posfreudiano, canchero, etnográfico, autocrítico, venezolano, híbrido: en fin, muy argentino.
Neuros Aires, de Marc Caellas, es todo eso junto, mezclado, revuelto y fusionado: carnaval y tango.
JORDI CARRIÓN, FEBRERO DE 2020
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento28 oct 2020
ISBN9789875996656
Neuros Aires
Autor

Marc Caellas

Marc Caellas, natural de Barcelona, es un artista multidisciplinar cuyos proyectos se concretan en forma de libros, performances, obras de teatro o proyectos culturales que hibridan literatura, música, teatro y arte contemporáneo. Sus últimas obras estrenadas son Sin timón & en el delirio (Ciudad de México, 2021) y Bolaño, vuelve a casa (Barcelona, 2020), ambas creadas e interpretadas con Esteban Feune de Colombi, con quien fundó la Compañía La Soledad, centrada en propuestas teatrales potenciales, posibles y portátiles (TATEPO). Ha publicado Carcelona, Caracaos, Drogotá, Neuros Aires, Teatro del bueno y Notas de suicidio. https://linktr.ee/mcaellas

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    Neuros Aires - Marc Caellas

    Marc Caellas

    Neuros Aires

    Diseño de tapa: Juan Pablo Cambariere

    ©Libros del Zorzal, 2020.

    Buenos Aires, Argentina

    Printed in Argentina

    Hecho el depósito que previene la ley 11.723.

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    .

    El español con quien cenamos ayer. Un señor mayor, extremadamente cortés. Pero esta cortesía es como una red que lanza sobre la gente para atraparla. Es tan cortés que uno no puede defenderse de él. Una cortesía parecida a los tentáculos de una medusa: cruel y voraz.

    Witold Gombrowicz

    Los españoles, cuando no pretenden ser genios, cuando no se ven como grandes escritores, son personas excelentes.

    Jorge Luis Borges

    Yo convengo con él: la gente que uno casualmente encuentra en la calle en España es mejor que la que encontramos aquí y tal vez que cualquier otra.

    Adolfo Bioy Casares

    Índice

    ¿Qué es Neuros Aires? | 7

    La neurosis va por barrios | 10

    Neurosis en Once | 11

    Neurosis en Belgrano | 13

    Neurosis en Palermo | 15

    Neurosis en la Reserva Ecológica | 17

    Neurosis en el Bajo | 19

    Neurosis en San Telmo | 24

    Neurosis en Boedo | 26

    Neurosis en la Costanera | 29

    Neurosis en Barracas | 31

    Neurosis en Villa Crespo | 32

    Neurosis en Almagro | 35

    Neurosis en La Paternal | 36

    Neurosis en Colegiales | 37

    Neurosis en Villa Freud | 42

    Tierra Santa en Neuros Aires | 45

    Terapias | 56

    El psicoanálisis te ayudará | 56

    La terapeuta bioenergética | 58

    La terapia multifamiliar | 61

    Una literatura obsesiva | 67

    Mucho trabajo | 67

    Premio Nobel de Literatura

    (11 de octubre de 2018) | 74

    Narrativas de Realidad | 78

    La Internacional | 83

    Manual para convertirse | 87

    en una buena viuda literaria | 87

    Neuras teatrales | 93

    Entrevistas breves con escritores repulsivos. | 93

    Temporada i | 93

    Entrevistas breves con escritores repulsivos.

    Temporada ii | 111

    Entrevistas breves con escritores repulsivos.

    Temporada iii | 116

    Conversaciones largas con escritoras neuróticas | 119

    Enamorarse en Neuros Aires | 134

    Neuróticamente celosos | 134

    Infectarse de amor | 139

    La concha del telo | 149

    Uy, nos rompieron el orto | 151

    Neuros Aires canon | 155

    Autoterapia final | 159

    Salvador Pániker | 159

    ¿Qué es Neuros Aires?

    Neuros Aires es una ciudad de una longitud inad­misible.

    Neuros Aires es de gestos belicosos.

    Neuros Aires es transparente y aturdida.

    Neuros Aires es el centro optimista del porvenir.

    Neuros Aires es de fuego y hielo.

    Neuros Aires es de muchedumbres candorosas.

    Neuros Aires es de azúcar y de sangre.

    Neuros Aires es el consuelo de finales peregrinos.

    Neuros Aires es fría y distante.

    Neuros Aires es el gran laboratorio de soles futuros.

    Neuros Aires está llena de espejos.

    Neuros Aires es una ciudad de casas de retiro.

    Neuros Aires es estatuaria y maldita.

    Neuros Aires es una ciudad situada sobre una barranca.

    Neuros Aires es una ciudad para cambiar.

    Neuros Aires es una ciudad sobreiluminada.

    Neuros Aires es coimera.

    Neuros Aires es una ciudad sin lenguas muertas.

    Neuros Aires es una ciudad con farmacias.

    Neuros Aires es una ciudad desconocida.

    Neuros Aires es esa racha de milonga silbada que no reconocemos y que nos toca.

    Neuros Aires es una ciudad que no dice nada.

    Neuros Aires es una ciudad cubierta de maleza, no conquistada.

    Neuros Aires es una ciudad construida por una niña.

    Neuros Aires es una ciudad sumamente cultural.

    Neuros Aires es una ciudad de dulce de leche.

    Neuros Aires es una ciudad que duda.

    Neuros Aires es una larga calle de casas bajas, que pierde y transfigura el poniente.

    Neuros Aires es una ciudad con muelles frente al río.

    Neuros Aires es una ciudad para oponerse.

    Neuros Aires es una ciudad socialmente vibrante.

    Neuros Aires es Macedonio en una esquina de Once demostrando que la muerte es una falacia y la razón, una sonsa.

    Neuros Aires es una ciudad húmeda.

    Neuros Aires es una ciudad que era un monasterio.

    Neuros Aires es una ciudad repleta.

    Neuros Aires es una ciudad para hacerse fotografiar.

    Neuros Aires es una ciudad con contrastes que cautivan.

    Neuros Aires es una ciudad que constituía un mundo aparte.

    Neuros Aires es una ciudad bajo el azul del cielo.

    Neuros Aires es una ciudad agresiva para que crezca un peque.

    Neuros Aires es una ciudad con una cantidad de lógicas complejas.

    Neuros Aires es una ciudad con exceso de psicólogos.

    Neuros Aires es una ciudad con un grupo de psicoanalistas craneando cómo hacer para que siga avanzando el discurso.

    Neuros Aires es la única cuidad del mundo que a los peregrinos los consuela en la nostalgia.

    La neurosis va por barrios

    Paul B. Preciado escribió que la ciudad que uno ama no coincide ni con la herencia, ni con la sangre, ni con la tierra, ni con el éxito, ni con el beneficio. Por ejemplo, la ciudad en la que nací, Barcelona, me provoca todo tipo de sentimientos, pero ninguno de ellos se canaliza hacia el deseo. Bogotá, donde pasé casi tres años, y a donde regreso a menudo, es para mí una ciudad inspiradora, pero nunca la amé. Fuimos conocidos un tiempo, amigos a veces, enemigos otras, pero nunca amantes pasionales. En cambio, de Caracas me fui enamorando casi sin darme cuenta, y luego tuve que dejarla cuando ese amor se volvió tóxico.

    Escribe Preciado:

    El estadio del mapa es el primer nivel del amor urbano: ocurre cuando sientes que la cartografía de la ciudad amada se superpone a cualquier otra. Enamorarse de una ciudad es sentir al pasear por ella que los límites materiales entre tu cuerpo y sus calles se desdibujan, que el mapa se vuelve anatomía. El segundo nivel es el estadio de la escritura. La ciudad prolifera en todas las formas posibles del signo, se vuelve primero prosa, luego poesía y, por último, evangelio.

    Neuros Aires fue la primera ciudad a la que fui a vivir por una intuición. No fui por una beca ni por un trabajo ni tampoco, como creí durante un tiempo, por un amor. Fui porque sentí que esta ciudad iba a sacar de mí algo distinto que otras. A diferencia de las otras ciudades donde me instalé, en Neuros Aires siempre estoy de paso, siempre tengo un billete de avión en el bolsillo, siempre soy consciente del día en que me iré, pero eso no es óbice para que viva el tiempo que la transito con mucha intensidad. Con cada viaje la amo más.

    No recuerdo ningún texto que reflexione sobre los motivos profundos que nos llevan a amar una ciudad más que otra. Por no hablar de los casos de amor a primera vista que, la mayoría de las veces, no pasan la prueba del algodón. Diría que el amor por una ciudad se construye a partir de pequeños detalles, de impresiones fugaces, una calle, una estatua, una puesta de sol. En el interior de la gran ciudad de todos, está la ciudad pequeña en la que realmente vivimos.

    Neurosis en Once

    El lector que haya sobrellevado temporadas en ciudades lejanas habrá descubierto, como yo, que la soledad, con su interminable monólogo interior y el rosario de nimias decisiones —ahora hago esto, ahora hago aquello—, peligrosamente se parece a la locura.

    Adolfo Bioy Casares

    En el local de la esquina de Alsina y Saavedra en el que tomo el café esta mañana, hay un hombre sentado en una mesa, de unos cuarenta y tantos años, hablando solo, con una cerveza de litro delante, gesticulando solo, bebiendo con esfuerzo a sorbitos, explayándose solo, muy solo. Son las nueve y media de la mañana. Intento concentrarme en las últimas páginas de la novela de Bioy, pero me cuesta. Levanto la cabeza del libro. No puedo dejar de mirar a este hombre. ¿A quién le hablará? ¿Cómo se llega a este punto en la vida? Su aspecto no es malo, su aspecto exte­rior digo, su camisa, sus pantalones, su ropa. No grita ni habla duro, apenas gesticula y murmura, se queda en silencio, murmura otra vez, levanta un brazo, señala algo, murmura de nuevo. No puedo dejar de mirarlo. Me parece que pide comprensión a un interlocutor imaginario, amigo invisible, compañero de fatigas. Termino mi café y salgo a la calle. No puedo sacármelo de la cabeza.

    A diferencia de Caracas o Bogotá, ciudades en donde la gente mayor pareciera estar casi siempre recluida en sus casas, saliendo a la calle apenas lo justo, en Neuros Aires uno se topa constantemente con personas viejas caminando, comprando en los supermercados, tomando café con los amigos en las cafeterías. En algunos barrios como Boedo, Once o Almagro, por decir tres por los que paseo a menudo, me las cruzo todo el tiempo. Veo en sus miradas cierto desencanto, un amargo malestar por lo que pudo haber sido y no fue, como si pensaran que sus vidas podrían haber sido otras, más luminosas, menos sufridas, como si no entendieran a un país cada vez más caro, cada día más inseguro, cada instante más caótico. En esas miradas, hay un dejo de melancolía que ni el tango alcanza a contar, un géiser de insatisfacción que ni el asado dominguero consigue aplacar. Un país de viejos en un continente de jóvenes.

    Neurosis en Belgrano

    Cuando se ha sido el preferido de su madre, uno conserva toda la vida una sensación de conquista, esa certeza de éxito que no es raro que termine conduciendo efectivamente al éxito.

    Sigmund Freud

    Caminando por Belgrano, pienso que tradicionalmente el concepto clave detrás de la idea de amistad era esa persona que sabía comunicarse con las virtudes que atesoramos dentro de nosotros, esa persona que dialogaba con lo mejor de nosotros. Pero este concepto no les dice nada a los habitantes de Neuros Aires. Los porteños no pretenden ver lo mejor de ellos mismos reflejado en el otro. Es justo al revés; es la sinceridad con la que admiten sus discapacidades emocionales —el miedo, la rabia, la humillación— la que los lleva a crear vínculos amistosos. Los porteños quieren sentir que los conocemos con todos sus defectos. Piensan, quizás con razón, que la gran ilusión de nuestra cultura es que somos lo que confesamos que somos.

    Duermo un par de días en la cama de la pequeña Olivia, la hija de mis amigos Maito y Martín, la niña que fue concebida en Caracas y que fui viendo crecer en Belgrano. Voy apartando almohadas, como en el cuento de la princesa y el guisante. Me quedo dormido entre mariposas de papel made in China y un resto de juguetes de niña consentida. Pienso que

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