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Los Galgos. El perfil de un hotelero
Los Galgos. El perfil de un hotelero
Los Galgos. El perfil de un hotelero
Libro electrónico54 páginas45 minutos

Los Galgos. El perfil de un hotelero

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Luego de que los traumáticos gritos de su padre le hicieran entender el cuento de su abuelo, William Igor Ventocilla Ángeles nos relata una historia amena, dentro de un contexto real y promueve la imaginación. La cuenta con coherencia y escritura fluida; con riqueza de vocabulario y lisuras bien puestas. Utiliza términos técnicos, usuales en el apart hotel Los Galgos, principal escenario del relato; y en el rubro hotelero, tema principal del mismo. Es una historia con contenido y mensaje, donde las situaciones invitan a la reflexión y al cuestionamiento sobre la crisis existencial variante que puede tener un ser humano, durante su crecimiento, desarrollo y evolución, aplicable a la vida personal, familiar y social.

IdiomaEspañol
EditorialCreaLibros
Fecha de lanzamiento18 oct 2020
ISBN9786124826566
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    Los Galgos. El perfil de un hotelero - Juan José Vásquez Pittman

    Los Galgos

    EL PERFIL DE UN HOTELERO

    Juan José Vásquez Pittman

    Lima, 2020

    Los Galgos. El perfil de un hotelero

    © Juan José Vásquez Pittman, 2020.

    Primera edición: octubre de 2020

    ISBN eBook: 978-612-48265-6-6

    Digitalizado y distribuido por CreaLibros.com.

    Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, ya sea electrónico o mecánico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier otra forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito del titular del copyright.

    A Beto, mi abuelo;

    un carismático y

    hospitalario caballero.

    Alguna vez mi abuelo me contó la historia de un angustiado rey, que convocó a todos los hechiceros del reino para que hicieran volar a su ave más preciada y a la que creía hechizada, una hermosa águila posada en una de las más altas ramas del centenario roble crecido en medio del jardín real. Reunidos alrededor del árbol, el aquelarre practicó todo tipo de sortilegios y rituales. Las horas pasaron, se fue la luna, llegó el sol y el águila ni se inmutó. Desesperanzado, y casi dándose por vencido, el rey vio presentarse a un último hechicero. No le inspiraba confianza su apariencia, pero le permitió actuar. Atónito quedó cuando vio que el lánguido hechicero el roble con agilidad escaló, un filudo machete sacó y de un violento y certero machetazo la rama cortó: el águila voló.

    ─ ¡Vas a cumplir veinticuatro! ¡Ya te pagué el inglés! ¡Has dejado la universidad! ¡Yo trabajé desde los ocho años! ¡Usas mi máquina de afeitar! ¡No das ni para el pan! ¡¡Trabaja, carajo!! ─Me cortaron la rama de un violento y certero machetazo. Empecé a volar. Los primeros vuelos los dirigiría hacia toda convocatoria que se anunciaba los domingos en la sección de empleos del periódico. Era una década violenta la de los noventa. Recuerdo que algunos vuelos los realizaba sorteando las ondas expansivas de coches bomba. El éxodo había iniciado y muchos coetáneos emprendían vuelos cada vez más distantes, algunos de ellos hasta ahora no han vuelto. No fue mi caso, recién empezaba a volar y gracias al inglés y a una licencia de conducir que a los veintiún años había obtenido, divisé un árbol que me ofrecía una rama donde posarme. Por la urgencia, no reparé en si era robusta o delgada, sólo me posé.

    Hotel cuatro estrellas busca joven pro activo con nivel de inglés intermedio avanzado y licencia de conducir. Presentarse con su hoja de vida en calle Alcanfores 329, Miraflores. El lunes 8 de marzo a las 8:00 a.m. No se requiere experiencia. Me sentí tan identificado con el anuncio que hasta creí leer mi nombre, hablaba conmigo mismo.

    ─ ¿Yo…? ─me preguntaba.

    ─Sí, tú… ─me respondía.

    Convencido de que evaluarían mi nivel de inglés y mi habilidad como chofer, me dediqué a reforzar esas fortalezas los tres días que faltaban para la entrevista. Mi primera entrevista laboral se había convertido en un asunto familiar. No podía evitar los rezos y bendiciones de mi madre, quien no reparaba en que su maternal actuar despertaba mi ansiedad. Ansiedad que aumentó cuando al llegar al hotel encontré que ya había tres jóvenes esperando y que en la media hora que faltaba para las ocho de la mañana, de ser el último, me convertí en el cuarto. Luego de toda entrevista laboral, lo que queda es esperar por los resultados. Dicen que la clásica frase condenatoria al desempleo es: Te llamaremos. Afortunadamente, en ese entonces, no lo sabía y, sin ser presa del desánimo, esperé la llamada. Tanta fue mi fijación en los resultados, que nunca se me ocurrió pensar qué trabajo haría o cuánto me pagarían. Chofer bilingüe, se me ocurría.

    Recibir una llamada

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