Ulises y los diez mil bigotes

Por Jorge Estrada y Guillo Castellanos

Ulysses only wants to be invisible, but one morning he wakes up with a surprising facial feature which causes him to become one of the most popular kids in school. He's also number Nineteen Thousand Ninety-Seven in the very peculiar club. Discover how the teaching of the samurai will help him fix the disaster that all of this caused. Who knew that a change in physical appearance would create such a twist in an ordinary life.

Ulises sÓlo quiere ser invisible, pero una maÑana se despierta con una sorpresa inesperada en el rostro que lo convierte en el mÁs popular del colegio y en el miembro nÚmero Nueve Mil Novecientos Siete de un club muy peculiar. Descubre cÓmo las enseÑanzas de los samurÁis le ayudarÁn a arreglar el desastre que todo esto provocÓ. QuiÉn podrÍa decir que un cambio en la apariencia fÍsica le darÍa una vuelta de tuerca a lo que parecÍa una vida ordinaria.

• Idioma: Español
• Editorial: Nostra Ediciones
• Fecha de lanzamiento: 1 sept 2020
• ISBN: 9786078756285

Vista previa del libro

Ulises y los Diez Mil Bigotes

Jorge A. Estrada

Primera edición: Producciones Sin Sentido Común, 2020

D. R. © 2020 Producciones Sin Sentido Común, S. A. de C. V.

Pleamares 54,

colonia Las Águilas

01710, Ciudad de México

Texto © Jorge A. Estrada

Ilustraciones © Gamaliel Castellanos Esparza

Edición: Norma Alejandra López Mohedano

Corrección: Vania Mariana Rojano Medina

Diseño y formación: Sandra Ferrer Alarcón

ISBN: 9786078756285

Prohibida su reproducción por cualquier medio mecánico o electrónico sin la autorización escrita del editor o titular de los derechos.

Índice

Ulises

Lula y Marcelino

Una aparición incómoda

El reflejo y la multitud

El tío Fabián

El club

Reacciones colaterales

La duda

Negocios

Nueve Mil Novecientos Siete

Cuenta regresiva

El juego

Fin del sueño

La rasurada ideal

El descenso

El camino del samurái

Nuevos aliados

Marcelino y Lula

Una barra de jabón

Extras

Ulises

Cuando le preguntas a un niño qué superpoder le gustaría tener, seguro te responderá que volar. Algún otro te dirá que la vista de rayos X o tal vez correr a toda velocidad; también habrá quien sueñe con tener fuerza bruta. Ya luego viene una larga lista de poderes menos populares. Aunque si esa pregunta se la haces a Ulises, él te contestará que lo más increíble sería ser invisible. Porque él creía que no ser visto por los demás era lo mejor que te podía pasar. Y es que Ulises no es como todos, él es un niño diferente y prueba de eso es la extraordinaria historia que le ocurrió.

Pero antes de conocerla hay que hablar un poco de él.

Ulises tiene diez años, es hijo único, vive sólo con su mamá, una mujer bastante despistada que se llama Alicia y que vende perfumes en una tienda departamental. Su papá murió cuando Ulises era bebé y apenas lo conoció. A grandes rasgos, es un niño tranquilo al que no le gustan mucho las multitudes ni los deportes en equipo. Sus reflejos y habilidades los usa para competencias individuales y en especial para el karate, su disciplina favorita. Tal vez le guste tanto el karate porque le encanta el misterioso mundo de los ninjas. Se sabe de memoria algunas películas de ninjas y es capaz de repasar diálogos enteros en japonés. En su escuela, cuando hay algún evento de disfraces, él acude vestido de ninja y, no sólo eso, sino que ese día además actúa como uno de verdad, pues su personalidad se transforma y sus movimientos son especialmente sigilosos.

Cualquiera pensaría que lo que le llama la atención son las hazañas épicas de los ninjas, sus armas o su destreza; sin embargo, la parte más profunda de su atracción tiene que ver con la capacidad que ellos tienen para esconderse. Y es que al final, Ulises quiere ser un ninja porque quiere ser invisible. ¿Y por qué invisible? Fácil, para que la gente no lo moleste.

Porque está convencido de que ser visto es tener que cargar con responsabilidades excesivas, y el peso de destacar es algo muy latoso. Ser el centro de las miradas lo inquieta como nada; su peor pesadilla es hablar en público y en especial le molesta cuando le preguntan cuál materia es su preferida, qué quiere ser de grande, o qué niña le gusta. En esos momentos se paraliza, la temperatura se le sube al rostro, las palabras se le atoran y sólo desea desaparecer. Por todo eso llegó a la conclusión de que las cosas resultan mucho más sencillas cuando la gente simplemente no se fija en ti.

Y en la escuela es mucho peor. Porque tarde o temprano te colocarán entre los alumnos de altas o bajas calificaciones, y eso determinará tu relación con los demás. Si sacas puros dieces, te pones en zona de riesgo, pues debes recibir diplomas, discursos o un espacio en el anuario como el más brillante. Por otra parte, se requiere ser muy bruto para reprobar todas las materias y eso conlleva castigos, llamadas a los padres, reportes, revisión de tareas, etcétera. No, a Ulises no le gustan los extremos, ni en un sentido ni en otro, él sólo desea estar en medio; acercarse a un extremo lo aterra y hace un esfuerzo (o deja de hacerlo) para no llegar a él.

Para ser invisible hasta en las calificaciones inventó un complejo sistema de estudio llamado la regla ocho, un método que consiste en estudiar justo para sacar puros ochos. Lo que es muy difícil, pues no se pueden sacar ni sietes ni nueves, mucho menos dieces o seises, sólo ochos. En todas las materias ochos: ocho en naturales, ocho en sociales, ocho en español, ocho en historia y eight en inglés.

De esa forma le gusta vivir a Ulises. Nadar en el agua tibia mientras se deja llevar por el viento, refugiado en el centro del promedio, cómodo y sin molestias, dormido en la media tabla. Invisible. Por suerte él no está solo, ya que al menos otros dos amigos piensan de la misma forma. Ulises podrá ser un invisible pero no un solitario, él tiene la fortuna de contar con dos secuaces igual de transparentes, sus dos mejores amigos, sus cómplices: Lula y Marcelino.

Lula y Marcelino

—¿Listos? –preguntó Lula.

—¡Listos! –respondieron al unísono Marcelino y Ulises.

—¡Ahora!

Como todos los días, esa señal significaba que era tiempo de abrir sus sándwiches y comenzar el intercambio. La tradición consistía en modificar contenidos y formar nuevos lonches. De uno tomaban jamón; de otro, un poco de aguacate; de alguno más, atún o lechuga. También se valía intercambiar el pan o sólo una tapa, de modo que al final siempre se terminaba con un lunch distinto del original. Luego de la ceremonia se sentaban a comer en la Guarida Transparente, su refugio privado, un pequeño cuarto abandonado en un rincón de la escuela al que nunca nadie iba jamás y que se usaba para guardar escobas rotas, trapeadores y cubetas.

—No sé por qué mi mamá le pone pepinillos a mi sándwich si ya sabe que no me gustan –dijo Marcelino, mordiendo tan pausado como siempre. Y es