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¿Para qué servimos los politólogos?
¿Para qué servimos los politólogos?
¿Para qué servimos los politólogos?
Libro electrónico230 páginas3 horas

¿Para qué servimos los politólogos?

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Casi todo el mundo sabe qué decir cuando se le pregunta para qué sirve una arquitecta o en qué consiste el trabajo de un médico. Menos clara suele ser la respuesta si se le interroga sobre un político: alguien que "hace política" o que "está metido en política", será probablemente la respuesta, dejando a un lado otros calificativos menos gratos. Menos evidente todavía es la función de los politólogos: un colectivo poco reconocido pero que ha ido adquiriendo mayor protagonismo público en los últimos años. Josep Maria Vallès realiza en este ensayo un amplio recorrido por la profesión: cómo llegan los politólogos a ser considerados como tales, qué posiciones ocupan en el mundo laboral y qué funciones desempeñan. Pero ¿es socialmente útil su trabajo? No mucho si solo se suman al alboroto político-mediático, alimentando la inflación de comentarios de ocasión. Pero sí lo son cuando elaboran estudios rigurosos y se implican con su conocimiento especializado en el análisis crítico de los problemas colectivos más acuciantes —crecimiento de la desigualdad, discriminación de género, corrupción pública, depredación ambiental o erosión de los derechos y las políticas sociales intentando conseguir mejores condiciones de vida para la sociedad. La misma utilidad a la que aspiraban quienes empezaron a reflexionar y debatir sobre política en la Grecia clásica del siglo V a. C.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento27 jul 2020
ISBN9788413520308
¿Para qué servimos los politólogos?
Autor

Josep María Vallès

osep Maria Vallès es catedrático emérito de Ciencia Política y de la Administración. Ha formado parte del claustro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la que fue rector. También ha presidido la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA). No ha militado en partidos, pero ha participado en diferentes iniciativas de acción ciudadana que le llevaron a desempeñar responsabilidades institucionales en la política catalana.

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    ¿Para qué servimos los politólogos? - Josep María Vallès

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    JOSEP MARIA VALLÈS

    Catedrático emérito de Ciencia Política y de la Administración. Ha formado parte del claustro de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona, de la que fue rector. Ha presidido la Asociación Española de Ciencia Política y de la Administración (AECPA) y el Institut Català d’Avaluació de Polítiques Públiques (IVALUA). En su actividad académica se ha interesado por el comportamiento y los sistemas electorales, el gobierno local y el desarrollo de la ciencia política. No ha militado en partidos, pero ha participado en diferentes iniciativas de acción ciudadana que le llevaron a desempeñar responsabilidades institucionales en la política catalana como parlamentario y miembro del gobierno, interrumpiendo su actividad universitaria durante un breve e interesante paréntesis.

    Josep Maria Vallès

    ¿Para qué servimos

    los politólogos?

    Prólogo de Ignacio Sánchez-Cuenca

    Diseño de cubierta: PABLO NANCLARES

    © JOSEP MARIA VALLÈS, 2020

    © DEL PRÓLOGO, IGNACIO SÁNCHEZ-CUENCA, 2020

    © Los libros de la Catarata, 2020

    Fuencarral, 70

    28004 Madrid

    Tel. 91 532 20 77

    www.catarata.org

    ¿PARA QUÉ SERVIMOS LOS POLITÓLOGOS?

    isbne: 978-84-1352-030-8

    ISBN: 978-84-1352-005-6

    DEPÓSITO LEGAL: M-16.269-2020

    THEMA: JPA

    este libro ha sido editado para ser distribuido. La intención de los editores es que sea utilizado lo más ampliamente posible, que sean adquiridos originales para permitir la edición de otros nuevos y que, de reproducir partes, se haga constar el título y la autoría.

    PRÓLOGO

    SIENTE A UN POLITÓLOGO EN SU MESA

    Los politólogos han tenido que dar muchos codazos a sus hermanos mayores, los economistas y los juristas, para ganar algo de atención en la sociedad. Si se busca estimar el impacto de una política (por ejemplo, el efecto de un ingreso mínimo vital sobre la pobreza), los economistas suelen tener la última palabra: aplican sus modelos econométricos y calculan el coste fiscal de la medida y sus beneficios sociales. Por su parte, cuando llega el momento de articular la política del ingreso mínimo, especificando los beneficiarios del mismo, los procedimientos que deben seguirse para obtenerlo, las incompatibilidades con otras ayudas del Estado, etc., se recurre a los expertos en derecho para que lo dejen todo claro y le den forma legal.

    ¿Qué puede aportar el politólogo ante sus colegas economistas y juristas? Puede, por lo pronto, realizar un análisis de las potenciales consecuencias electorales de un ingreso mínimo vital, pero también aportar ideas sobre cómo construir una coalición amplia de apoyo a una medida así, elaborar argumentos de justicia y eficiencia para justificar la medida, diseñar medidas para evitar la posible estigmatización de los receptores de las ayudas, establecer mecanismos de coordinación entre los distintos niveles de gobierno implicados, etc.

    Son, pues, muchas e importantes las aportaciones del politólogo. Sin embargo, su papel en la política real suele ser secundario. Las profesiones de economista y jurista presentan unos niveles muy elevados de consolidación, tanto en el plano académico como en el profesional, que ensombrecen la figura del politólogo. Dentro de la Universidad, las facultades de economía y derecho acogen a muchísimos más estudiantes que las de ciencia política y sociología. Fuera de la Universidad, los economistas tienen una presencia fuerte en organizaciones internacionales, en grandes empresas y entidades financieras, en fundaciones y think tanks, en la Administración (ahí está el cuerpo de Técnicos Comerciales y Economistas del Estado) y en la gestión pública. Los juristas, por su parte, dominan la política y, sobre todo, la Administración del Estado y el aparato de la Justicia, además de tener un papel fundamental en la sociedad civil y en las empresas. Y, finalmente, debe recordarse que son muy pocos los políticos que cuentan con estudios de ciencia política; la formación más habitual son los estudios de derecho.

    En España, la profesión de politólogo es mucho más reciente (y mucho menos frecuentada) que la de sus hermanos mayores. Como se comenta en este libro con detalle, nace como un desarrollo del derecho constitucional y político, y no se emancipa realmente hasta el actual periodo democrático. Para que se hagan una idea rápida, según los datos reunidos por Miguel Jerez, en 1989 solo había ocho catedráticos de ciencia política en toda España. Más allá de su dimensión académica, la ciencia política, al menos en nuestro país, no encuentra un hueco suficiente en la Administración, que sigue en manos de funcionarios con formación jurídica o económica.

    Debido a todas estas circunstancias, la del politólogo ha sido una figura bastante desconocida en la sociedad. En la última década, sin embargo, ha cobrado protagonismo y visibilidad, y hasta ha sido objeto de controversia. Son varias las razones. Por un lado, la descomposición del sistema de partidos y la crisis de las instituciones ha generado una demanda fuerte de análisis que contribuyan a dar sentido a los cambios políticos que estamos viviendo; nunca se había hablado tanto en nuestro país sobre corrupción, populismo, hegemonía, reglas electorales y financiación de los partidos como en estos años recientes. Por otro lado, ha surgido un partido, Podemos, cuyos fundadores eran casi todos profesores de ciencia política. Se le ha llegado a llamar el partido de los politólogos. Hay pocos precedentes en el mundo de algo así. Por supuesto, cabe plantearse la cuestión de si la condición de politólogos ha tenido alguna relevancia (positiva o negativa) para entender el éxito de esta iniciativa política. Quién sabe, quizá necesitemos algo más de perspectiva histórica para poder formar un juicio al respecto.

    No es de extrañar, pues, que en estos últimos tiempos los medios de comunicación hayan procurado incorporar politólogos a sus redacciones y tribunas. Igual que ha sucedido entre algunos divulgadores de la economía, más de un colega ha adoptado el papel de politólogo pop, convirtiéndose en rostro y voz familiar para los espectadores y oyentes que siguen la actualidad política. Tal como subraya el autor de este libro, es importante reparar en que el tipo de ciencia política que llega a los medios representa solo una parte de lo que el profesional de la ciencia política puede hacer. Así, algunas personas se han formado una opinión errónea, según la cual un politólogo resulta ser, en esencia, un especialista en encuestas de opinión pública y estrategias electorales. La ciencia política, sin embargo, tanto en su aspecto académico como profesional, ofrece muchas otras cosas, que se repasan cumplidamente en las páginas siguientes.

    Un problema añadido para el politólogo, y que dificulta su reconocimiento al lado de otros expertos, es el dudoso estatuto de su saber. La ciencia política, aunque tenga raíces históricas remotas, es una disciplina relativamente reciente. Al igual que otras ciencias sociales, sufre una permanente inseguridad por no parecer tan científica como las verdaderas ciencias, las naturales o duras. De ahí que se atribuya gran importancia a la formulación de proposiciones generales, con apariencia de leyes naturales. Tenemos la ley de Duverger, que dice que los sistemas electorales mayoritarios producen sistemas bipartidistas, o la tesis de la paz democrática (las democracias nunca entran en guerra entre sí, solo luchan contra dictaduras), o la teoría de la modernización aplicada a los regímenes políticos (cuanto más rico es un país, más probable es que sea una democracia), pero estos hallazgos, con apariencia de ley científica, no forman parte de un núcleo teórico sólido, no están integrados en una teoría general de la política.

    Aunque hay un conjunto de términos que son intrínsecamente políticos (regímenes, sistemas electorales, estados, partidos, parlamentos, sindicatos, protestas, constituciones, revoluciones, guerras, tribunales, etc.), no está claro en qué consiste la aportación teórica de la ciencia política. Tan es así que, a lo largo de su evolución, esta disciplina se ha inspirado en los enfoques de otros saberes, ya sea la antropología, la sociología, el derecho constitucional comparado o la economía. En la actualidad, no hay paradigmas teóricos hegemónicos; en buena medida, el lugar de la teoría lo ha ocupado la metodología. Las grandes preguntas son las de siempre, pero se abordan de modo muy fragmentario, tratando de aprovechar diseños de investigación que nos garanticen que lo que sabemos, aunque sea muy poco, lo sabemos con seguridad.

    Basta asomarse a cualquier revista académica internacional para darse cuenta de que, formalmente, la ciencia política se asemeja cada vez más a las ciencias de verdad. Sus páginas aparecen llenas de tablas numéricas y gráficos. El análisis estadístico se ha convertido en la nueva lengua vernácula de la disciplina. Gracias a la proliferación de bases de datos, la investigación en ciencia política se realiza de forma fundamentalmente cuantitativa. Por supuesto, hay excepciones y continúa habiendo trabajos comparando casos de estudio, pero la tendencia general es clara.

    Un inconveniente de la primacía metodológica cuantitativa consiste en que, si bien las investigaciones son cada vez más rigurosas, no contribuyen sin embargo a la acumulación de un cuerpo de conocimiento sólido y coherente. Es como si la ciencia política se hubiera dispersado y atomizado en innumerables líneas de trabajo. Esto puede resultar frustrante para aquellos que aspiran a tener una visión más totalizadora o comprensiva de la política.

    El lector de este libro tiene la inmensa suerte de que el autor del mismo sea Josep Maria Vallès, uno de los politólogos más ilustres y veteranos en España, y uno de los pocos que puede presumir de tener una amplia experiencia tanto académica como política. Ha sido catedrático de Ciencia Política durante muchos años, rector de la Universidad Autónoma de Barcelona, presidente de la Asociación Española de Ciencia Política, diputado en el Parlamento catalán, consejero de justicia en el Gobierno catalán presidido por Pasqual Maragall y promotor de la plataforma Ciutadans pel Canvi, un experimento que sirvió para abrir el espacio de los partidos políticos a la sociedad civil. Con su habitual y característica elegancia, claridad y ponderación, el profesor Vallès dejó sus reflexiones acerca de su paso por la política en su muy recomendable libro Una agenda imperfecta: amb Maragall i el projecte de canvi (2008), aunque su obra más conocida es el manual Ciencia Política. Una introducción (2000), texto con el que centenares de estudiantes se han iniciado en este campo de estudio.

    Este libro que el lector tiene ahora en sus manos proporciona todas las claves para que las personas interesadas o intrigadas por la naturaleza de la ciencia política y de la actividad profesional del politólogo encuentren respuesta a sus pre­­guntas, incluyendo las peculiaridades del caso español. Como muestra el profesor Vallès, en España hacen falta más y mejores politólogos, no solo en la Universidad, sino también en las distintas Administraciones del Estado. Más allá de intereses corporativos o gremiales, comparto con el autor la tesis de que algunos de los problemas que arrastra la política española (y su esfera pública) podrían aliviarse si, además de prestar atención a los puntos de vista de juristas y economistas, se diera voz y capacidad de influencia a los politólogos. En eso andamos.

    Ignacio Sánchez-Cuenca

    Junio de 2020

    JUSTIFICACIÓN

    Casi todo el mundo tiene una respuesta bastante precisa cuando se le pregunta para qué sirve una arquitecta o en qué consiste el trabajo de un médico. Menos clara suele ser la respuesta si se le interroga sobre para qué sirve un político. Probablemente será definido como alguien que hace política o que está metido en política, dejando a un lado otros calificativos menos gratos y dando por supuesto un acuerdo general sobre lo que sea la política. En cambio, mucho menos frecuente es dar con quien sepa explicar qué es y para qué sirve un politólogo. Durante muchos años fue frecuente que quienes nos dedicábamos al estudio de la política fuéramos presentados como sociólogos o como constitucionalistas. Solo en época relativamente reciente hemos empezado a ser calificados como politólogos¹.

    Por este motivo, cuando los editores de Catarata me pidieron que respondiera a la pregunta ¿Para qué servimos los politólogos?, mi primer esfuerzo fue identificarme como uno de ellos. Para ello, he intentado dar contenido a esta calificación profesional para interrogarme a continuación sobre la utilidad de este reducido colectivo que en nuestro país ha ido ganando presencia pública en los últimos años.

    Lo que en nuestra sociedad puede considerarse como relativa novedad es un hecho más consolidado en otros países donde son algunos millares los profesionales que se identifican como politólogos. Con todo, incluso en estos países se suscita de vez en cuando la pregunta sobre su utilidad en términos de rendimiento social. Hace pocos años, la cuestión fue planteada de nuevo en Estados Unidos, donde más reconocida y asentada se halla la profesión. El debate llegó incluso al Congreso y motivó una notable controversia, como comentaré más adelante.

    Responder a la pregunta ¿Para qué servimos los politólogos?, por tanto, obliga a adentrarse en el terreno de lo académico, pero también de lo político-social. Para ello, convendrá saber qué formación tienen quienes se califican como profesionales de la politología y averiguar de qué se ocupan cuando acceden al mundo laboral. Defender su supuesta utilidad social puede servir como ejercicio de defensa gremial de un colectivo poco reconocido que —como dije— ha ido adquiriendo mayor relevancia pública en los últimos años. Pero también puede expresar una duda escéptica y legítima sobre la utilidad de la competencia que se arrogan y de la actividad que practican.

    Algo de todo ello aparecerá en las páginas que siguen. Para llegar a algunas conclusiones, por tentativas que sean, resulta conveniente abordar antes algunas cuestiones introductorias sobre las que tampoco existe siempre un acuerdo general. A los lectores familiarizados con esta temática, les parecerán observaciones obvias o insuficientemente desarrolladas. Para otros lectores, en cambio, pueden constituir referencias útiles cuando intenten elaborar su propia opinión sobre la utilidad de los politólogos.

    Como asuntos preliminares examinaré en primer término qué entendemos por política, puesto que sobre cierta idea de la política ha de girar todo lo que este texto pretende tratar. En segundo lugar, habrá que preguntarse si hay o no hay base para hablar de una ciencia política. En otras palabras, si es posible analizar los fenómenos políticos con los criterios del conocimiento científico o si hay que conformarse con manifestaciones de opinión circunstancial o del tan equívoco sentido común. Adelanto que las respuestas exigirán todas las cautelas y matices que acompañan a cualquier conocimiento que nos aportan las ciencias sociales: economía, sociología o cualquier otra disciplina del ramo.

    En tercer lugar y desde las premisas anteriores, volveremos a nuestros politólogos para saber cómo llegan a ser considerados como tales, qué posiciones ocupan en el mundo laboral y qué funciones desempeñan. Daré un vistazo panorámico a la situación mundial y prestaré luego una atención particular a la situación española. Finalmente y como conclusión, intentaré valorar si es realmente útil lo que hacen los politólogos en nuestras sociedades. Y de ser así, en qué medida hay margen para aumentar dicha utilidad.

    He de advertir que este ejercicio de valoración sobre la utilidad social de los politólogos está obviamente condicionado por una trayectoria personal y por el momento vital en que se lleva a cabo. Por

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