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La Escuela de Chicago: Ensayos en honor a Arnold C. Harberger
La Escuela de Chicago: Ensayos en honor a Arnold C. Harberger
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Libro electrónico494 páginas5 horas

La Escuela de Chicago: Ensayos en honor a Arnold C. Harberger

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La Escuela de Chicago es conocida internacionalmente por su defensa de instituciones que promuevan la economía de libre mercado y las sanas políticas macroeconómicas, siendo Milton Friedman y Gary Becker figuras centrales.
En Chile, esta escuela ha jugado un rol fundamental gracias a un convenio materializado a fines de los años cincuenta con la Pontificia Universidad Católica de Chile y que dio lugar a un potente intercambio de profesores y alumnos para modernizar la enseñanza de esta ciencia. Estos profesionales han influido decisivamente en las reformas a la economía que permitieron un notable proceso de desarrollo durante las últimas décadas.
La primera parte del libro presenta los rasgos esenciales del ambiente que prevaleció a lo largo del tiempo en el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, y la segunda examina los aspectos distintivos de la investigación y docencia en las diferentes áreas de dicha disciplina. Escrito por ex alumnos de esta universidad, los reveladores artículos analizan en qué medida se puede hablar verdaderamente de una "escuela" para referirse a la enseñanza de la economía impartida en ella y presentan el conjunto de ideas y políticas que impactaron de manera decisiva el desarrollo de Chile.
Esta segunda edición cuenta con un prólogo inédito del Premio Nobel de Economía, James Heckman, quien destaca el decisivo rol que ejercieron las ideas de Chicago y los economistas que las implementaron –desde el gobierno y la academia– para hacer de nuestro país un ejemplo en Latinoamérica. A menudo resulta fácil pasar por alto el poder de las buenas ideas. Ellas rara vez llevan a cambios inmediatos de las políticas. Al contrario, se filtran en el tejido de la enseñanza académica, las discusiones sobre políticas públicas y la sociedad como un todo. Y gradualmente reemplazan nociones obsoletas sobre la economía y la sociedad y pavimentan el camino para políticas públicas sabias. James Heckman Premio Nobel de Economía 2000
IdiomaEspañol
EditorialEdiciones UC
Fecha de lanzamiento2 ene 2016
ISBN9789561425569
La Escuela de Chicago: Ensayos en honor a Arnold C. Harberger

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    La Escuela de Chicago - Francisco Rosende

    éstos.

    II

    El Ambiente Intelectual

    CAPÍTULO 1

    La Génesis de la Escuela de Chicago: Fines de los cincuenta y de los sesenta

    DOMINIQUE HACHETTE

    "I read my Marshall completely through

    From beginning to end and backward too

    I read my Marshall so carefully

    That now I am a professor at U of C".

    Cantinela del Midway.

    1. INTRODUCCIÓN

    Estamos a fines de los años cincuenta en las escuelas de economía de las Universidades Católica y de Chile. Pertenecemos a generaciones que egresan de esas instituciones con un muy escaso equipaje de economía y bombardeados a diario con discursos estructuralistas sobre el origen y la cura de nuestra enfermedad criolla: la inflación. También se discute la ineficiencia de las empresas privadas, los grandes logros del gobierno, las injusticias de la distribución existente de las tierras, la conveniencia de una protección suficiente para que la producción de 21 ensambladoras (maquila) de automóviles pueda sobrevivir a la competencia externa en el puerto norteño de Arica, y las múltiples fallas de los mercados chilenos. La misión Klein-Saks (K-S), contratada en 1955 para aconsejar sobre el camino a seguir para restablecer los equilibrios macroeconómicos y vencer la inflación, se enfrenta a dificultades profesionales y políticas, a la luz de las diferencias de enfoques entre ella y los políticos de turno. Sin embargo, ella agita el mundo intelectual dominado por el estructuralismo, por sus ideas más bien ortodoxas y tendrá un éxito pasajero.

    Estamos convencidos de nuestra ignorancia profesional para analizar los problemas mencionados y para hacer sugerencias pertinentes de política económica, por lo cual aceptamos con gusto el ofrecimiento hecho por el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago (DEUCH) de ir por algún tiempo como becario a estudiar economía de manera seria¹. Es seguramente la mejor inversión que me han recomendado hacer en toda mi vida.

    Dividiré el capítulo en cinco secciones. La primera, presentará una diapositiva sucinta del entorno económico chileno entre 1955 y 1970; la segunda, intentará contestar a la pregunta si la Escuela de Chicago es una realidad a fines de los cincuenta y en los sesenta; la tercera, mostrará un cuadro de los principales profesores durante nuestra permanencia e ideas debatidas; la cuarta, dará a conocer diversos aspectos de nuestra vida allá, y en la última, se detallarán las conclusiones.

    2. EL ENTORNO ECONÓMICO CHILENO

    ¿Qué se discute? o más bien ¿qué se vive en Chile a fines de los cincuenta, y durante los sesenta?

    La compañía de la inflación no parece asustar a nadie, aunque hay conciencia creciente de que debe ser reducida. La Misión K-S es recibida en Chile en 1955 con una inflación de 65,8%. Será escuchada pero no del todo obedecida, a pesar de la justeza de algunos de sus consejos. Si bien la tasa anual tiende a bajar de manera sistemática hasta la cifra increíble –para esa época– de 5,4% (Cuadro1) en 1960, ese logro duró sólo un año. Ella rebrota y explota posteriormente².

    Por otro lado, la tasa de inversión es baja y su tasa de crecimiento inferior a la del producto, generando dudas respecto a la posibilidad de mantener un crecimiento potencial per cápita de al menos 2%.

    El Presidente Alessandri (1958-1964) consigue bajar la tasa de inflación a una cifra de un dígito en 1960, pero utilizando como instrumento principal la fijación del tipo de cambio, lo cual penará durante mucho tiempo en términos de costos de asignación y de inestabilidad macroeconómica. El remedio va a ser peor que la enfermedad, por no haber seguido las recomendaciones de acompañar la fijación cambiaria de políticas monetarias y fiscales coherentes con dicha regla.

    En el ámbito del comercio internacional, se usan discrecionalmente barreras aduaneras y no aduaneras, en conformidad con la división del poder político y económico de turno desde 1897. Una ilustración del grado de arbitrariedad y de confusión que prevalece se refiere a los decretos de excepción que rebajan aranceles por haber sido fijados demasiado altos y que son aplicables a la importación de empresas públicas, de zonas geográficas del país, de instituciones del Estado, de empresas privadas con regímenes especiales y, por qué no, decretos de duración de un día para darle el tiempo a la persona, empresa o institución beneficiaria de ese apoyo especial para desembarcar la mercadería del barco que esperaba a la Cuadra de Valparaíso la emisión del decreto para hacerlo. Este es un ejemplo claro y repetido de rent-seeking, concepto que A. O. Krueger hizo famoso en su artículo de (1974) The political economy of the rent-seeking society.

    Asimismo, el consumidor vive víctima de los elevados precios relativos de los bienes transables, como el de los automóviles. Estos se arman con gran ineficiencia en el puerto norteño de Arica –en pleno desierto– a más de 1.500 kms. del mercado consumidor principal. Armar el Completely-Knocked-Down (CKD) (o auto desarmado) que es transportado en un container desde el puerto de origen hasta Arica, agregando el transporte del producto terminado a Santiago cuesta, en recursos reales, más caro que importar el auto terminado directamente de la fábrica extranjera pertinente, asegurando en Arica un empleo de estabilidad dudosa y de altísimo costo social³.

    La faceta cambiaria no augura un régimen estable. Predomina el tipo de cambio fijo –con multiplicidad de tasas– el que debe reajustarse cada cierto tiempo por presión del alza significativa de los precios. A principios de los sesenta, el Presidente Alessandri da la impresión que va a estabilizar tanto precios como tipo de cambio; pero la combinación de dudas respecto a la idoneidad de las recomendaciones de K-S con el violento terremoto de Valdivia de 1962, lo llevan a perder el respeto por el equilibrio fiscal y se incrementa fuertemente el crecimiento del dinero en los meses siguientes. Como resultado, los esfuerzos de estabilización son abandonados y siguen sucediéndose crisis cambiarias y vuelve a desatarse la inflación.

    En 1958, año de nuestra emigración a Chicago, existen 6 tipos de cambio diferentes contra 17 en 1954; existe aún uno especial para el vino que es 13 veces superior al oficial, pero a pesar de eso, inferior en 30% al de mercado negro. A fines de la década de los sesenta, ha disminuido el número de tasas de cambio a 4, pero el tipo de cambio negro duplica el del Banco Central u oficial.

    No se puede negar que hay un esfuerzo de racionalización de los instrumentos utilizados en diferentes áreas de política económica. Por ejemplo, el Presidente Frei (1964-1970) recuerda que los exportadores salen doblemente castigados por la combinación de política comercial y cambiaria y establece el sistema de devolución de los impuestos pagados sobre la importación de los insumos (drawback). Esta medida, acompañada de otras sobre productos específicos, representa sin duda un alivio pero no una solución integral o suficiente para compensar en forma total a los exportadores por el sesgo antiexportador de la estrategia de sustitución de importaciones seguida fervientemente.

    Los tímidos intentos de liberalización comercial sugeridos por la Misión K-S atraen los enojos empresariales, laborales y hasta gubernamentales. Estos últimos temen la pérdida de ingresos fiscales y se presentan de inmediato en contra los fantasmas de los déficits fiscales y de desempleo, mientras tanto la inflación sigue planeando y acechando. No existe suficiente análisis de las ventajas y costos de la liberalización así como escasea el análisis empírico de la realidad económica chilena. Una notable excepción es el trabajo extenso, descriptivo y cifrado del Instituto de Economía de la Universidad de Chile y dirigido por Carlos Massad⁴. Este estudio intitulado La Economía de Chile en el Período 1950-1963 publicado en dos tomos en 1963⁵, reúne estudios sectoriales y específicos dispersos efectuados bajo el paraguas de esa institución desde el año 1955.

    En este entorno confuso aparecen algunas publicaciones de los adelantados de Chicago, recién retornados al terruño. Ellas recomiendan menor intervención estatal en el comercio exterior, mayor racionalización de los procedimientos para seleccionar proyectos públicos de inversión y de las barreras para reducir las enormes ineficiencias que producen y abogan por un tipo de cambio más libre. ¡Oh Señor, esto es escandaloso! grita el Estado, los empresarios políticos (ministros de Alessandri), la CEPAL y sus entornos. Las primeras escaramuzas de los Chicago Boys no convencen, pero la guerra no ha sido perdida aún, como se verá en otro capítulo. Mientras tanto, la inflación cercena inexorablemente el valor de la divisa y por lo tanto, la competitividad de la producción de los bienes transables y de la capacidad protectiva de toda la panoplia de barreras a las importaciones y exportaciones. Estas últimas llegan a un alltime low como contribución al Producto. Alessandri termina su período presidencial fijando varios centenares de precios.

    La reforma agraria es un tema que agita la política. Empieza a discutirse y a tomarse medidas de intervención bajo el apremio externo. Es también un período de confluencia de advenedizos –y otros no tantos– que proponen remedios milagrosos, como la mencionada reforma, para eliminar los problemas estructurales. El alto precio del cobre sirve al Presidente Frei para reducir, a finales de los sesenta, el constante déficit fiscal, pero la inflación de dos dígitos sigue latente. El Presidente nacionaliza –con compensación a las empresas extranjeras propietarias– la mitad de la minería del cobre. O sea, aprovecha la bonanza del cobre para recuperar parte de su propiedad.

    A nivel latino americano, se usan intensamente los modelos de dos brechas para organizar la discusión y diseño de política económica. Por un lado, la brecha interna: la escasez del ahorro para financiar el crecimiento y por el otro, la externa: la escasez de divisas requeridas, en particular, para financiar el funcionamiento de las industrias que funcionan –sin crecer– al amparo de la estrategia de sustitución de importaciones. Esas preocupaciones llevan a los países a esfuerzos para ampliar los mercados nacionales respectivos, creando primero la Asociación Latino Americana de Libre Comercio (ALALC) en 1960 y el Pacto Andino en 1969. La firma de este último es una prueba patética de la inoperancia de ALALC. Cada país está dispuesto a abrir sus mercados, siempre que pueda seguir protegiendo sus productos sensibles y su proceso de industrialización. Además, el mercantilismo ronda asiduamente en las negociaciones de preferencias.

    El ciclo macroeconómico prevaleciente, sin discurrir aquí lo que viene primero, si el huevo o la gallina, es del tipo siguiente: empieza con el nombramiento de un ministro de hacienda que fija un nuevo tipo de cambio, más acorde con los equilibrios macroeconómicos deseados. La inflación no cede debido a que se mantiene un significativo crecimiento del dinero como consecuencia –esencialmente– de los persistentes desequilibrios fiscales. Así, el nuevo tipo de cambio queda desfasado en forma rápida –cae persistentemente el tipo de cambio real– las autoridades responden con nuevos cambios en las barreras aduaneras y no aduaneras, se debe devaluar y debe irse el ministro de hacienda de turno, y, así de manera sucesiva. Moraleja: ¿Dónde está la base para establecer confianza que necesitan los planes estabilizadores para tener éxito?

    Lo que aprenderemos en Chicago, entre otras cosas, es que (1) el realismo de los ciclos sobrepasa el realismo de la explicación estructuralista, (2) que la inflación tiene algo que ver con el dinero y éste con el déficit fiscal, (3) que nadie nace con 20% de inflación como órgano corporal complementario obligatorio, (4) que el ahorro y la inversión son escasos por las regulaciones que los obstaculizan y la inflación que falsea el marco de los precios, (5) que no hay nada sagrado en el tipo de cambio fijo, si no se dan las otras condiciones de estabilidad macroeconómicas, (6) que las barreras aduaneras y no aduaneras pueden producir más costos sociales que beneficios sociales aunque puedan ser favorables a algunos agentes económicos en particular, (7) que la integración no es panacea y que no se soluciona automáticamente la falta de extensión y profundidad de los mercados firmando tratados comerciales bilaterales y plurilaterales, (8) que el almuerzo gratuito no existe, y (9) que la inflación es la única forma de impuesto que se puede imponer sin legislación.

    O sea todo lo contrario de la visión dominante en América Latina entre 1950 y 1970.

    3. ¿ES LA ESCUELA DE CHICAGO UNA REALIDAD A FINES DE LOS CINCUENTA?

    La respuesta a esa pregunta no fue nuestra preocupación cuando llegamos a esta universidad a fines de 1958. Estábamos más bien inquietos por nuestra capacidad de sobrevivir los primeros diez meses. Aún después de un año, me habría sido muy difícil contestar y de hecho aún sigo teniendo alguna duda. No obstante, me esforzaré de destacar lo que vi, viví y pensé en esta experiencia, para esbozar alguna respuesta. Responderé a la pregunta basándome en los elementos recogidos durante mi estadía entre 1958 y 1961, y mis vueltas y contactos posteriores, en base a las discusiones con algunos compañeros y profesores de la escuela de Chicago y con la perspectiva que me da el tiempo transcurrido entre entonces y ahora.

    A fines de los 50 el Departamento de Economía de la Universidad de Chicago (DEUCH) se alejaba de la visión "counter-institutionalist" de Frank H.Knight, y de los walrasianos ligados a la Cowles Comission, como Theodore O. Yntema, Jacob Marshak, Tjalling Koopmans. La Escuela de Chicago nuestra, hereda a Lloyd A. Metzler, Bert Hoselitz, H.Gregg. Lewis, Theodore Schultz, D. Gale Johnson del grupo que habían acompañado a Knight, al menos parte del camino. A ellos se añaden Milton Friedman, George Stigler, Arnold C. Harberger, Lester G. Telser, Zvi Griliches, Gary S. Becker, Sherwin Rosen, Robert Fogel, Martín Bailey y Earl Hamilton. Durante mi estadía, llegaron Harry G. Johnson y Robert Mundell, figuras insignes del área de economía internacional. Además, se añadieron algunos profesores invitados de corta permanencia como Carl Christ, Reuben Kessel, y Stanislav Wellicz.

    Este último dictó un curso de Economía del Bienestar, nos hizo transpirar con el "General Possibility Theorem" de Arrow, el que me parecía más bien lo contrario y que me borró parte de la felicidad de estar estudiando en Chicago.

    Me encontré con Wellicz muchos años más tarde, en un seminario sobre la importancia de la liberalización de la economía, organizado por el Ministerio de Economía Polaco y el Banco Mundial en Varsovia y casi se le cayó el poco pelo que le quedaba cuando se dio cuenta de la edad de su ex-alumno. Me gusta pensar que, como compensación y sin espíritu vindicativo, habré colaborado aunque sea marginalmente al comportamiento económico exitoso que tiene ahora Polonia y haberle insuflado un poco de la sabiduría que me inculcó su curso y nuestra exitosa experiencia chilena.

    La marca "Made in Chicago dice relación con la importancia que les daban los profesores al dinero como medio de cambio, portador de valor, etc, su relación más bien sobre los precios que sobre las cantidades, o sea lo que los extraños a la UCH llamaban monetarismo" de Chicago. Friedman estaba escribiendo con Anna Schwartz The Monetary History of the United States: 1870-1960, (1971) una magna historia monetaria de los EEUU que representa un compendio de su pensamiento sobre la influencia del dinero en la actividad económica en el período mencionado, como también su visión crítica sobre el manejo de la política durante la Gran Depresión y sobre el pensamiento keynesiano de moda, especialmente en la Costa Este.

    En 1956, se había publicado el libro editado por Friedman intitulado Studies in the Quantity Theory of Money, el cual, a mi parecer, ilustra muy bien el trabajo intelectual de la Escuela de Chicago en su faceta monetaria, que no es la única.

    Me parece importante señalar que este monetarismo de Friedman –a mi juicio–no tiene nada que ver con el Monetarismo del Fondo Monetario Internacional llamado Enfoque Monetario de la Balanza de Pagos, preconizado por los también profesores de la UCH, Harry G. Johnson, Robert Mundell, Larry Sjaastad, Michael Mussa y Jacob Frenkel. Simplemente porque Friedman era partidario del tipo de cambio flexible, mientras la otra versión del monetarismo implicaba tipo de cambio fijo. Pero esa le asignaba un rol fundamental al dinero en la generación de desequilibrios de las cuentas externas.

    Aunque todos los profesores son destacados e independientes, los pilares del Chicago que me tocó conocer son –sin duda– Milton Friedman y George Stigler.

    En el aire del Departamento de Economía flotan algunos rasgos comunes –con una baja desviación Standard– mientras el fantasma de Marshall ronda frecuentemente por los corredores del cuarto piso del edificio de Social Sciences, donde se encontraba el DEUCH.

    Los discípulos de Walras y de la "Cowles Comissión –férreos defensores del equilibrio general– ya se han ido a la Universidad de Yale. El fantasma de Walras es reemplazado por el de Marshall que establece en sus Principios⁶ la preferencia por el análisis de equilibrio parcial, la necesidad de comprobación empírica y –a diferencia de la Escuela Austríaca– por los precios formados no sólo por las condiciones de costos de oportunidad, sino que también por las condiciones de demanda⁷. Esto forma la columna vertebral de la Escuela de Chicago.

    Cuando no hay solución obvia para analizar y resolver un problema con ese enfoque, la recomendación, al menos implícita, es la de extender el paradigma neoclásico incorporando nuevos conceptos a éste. Ejemplos serían la teoría de la búsqueda de Stigler, el del capital humano de Schultz y Becker, de derechos de propiedad /Teoría del costo de transacción de Coase, el de Historia Económica de Fogel y Douglass North y los de adicción a drogas, de familia, de matrimonios, etc. de Becker y Mincer.

    A raíz de este abanico nacido de un tronco común, se acusa la UCH de imperialismo intelectual, pero esta escuela podrá mostrar la potencia y versatilidad del aparato metodológico asignable a la economía. Es un gran regalo que le hace a la Ciencia. Con razón son tan premiados por la Fundación Nobel los profesores de la UCH y otros seguidores de un pensamiento parecido. Este orgullo Chicago llevó al entonces Decano de la Escuela de Negocios⁸ a advertirle a los alumnos que se incorporaban a ésta, que el Premio Nobel de economía no era un premio local⁹.

    A medida que pasaba el tiempo, se configuraba la visión de una escuela científica, donde lo importante era buscar la mejor y más simple explicación de cómo funciona nuestra sociedad, y eso se obtiene con una combinación de análisis teórico y verificación empírica en forma profunda y repetida. Debe recordarse que Friedman llegó de la Universidad de Columbia –donde había obtenido su doctorado– a la UCH con una magnífica contribución que es su famosa Teoría del Consumo, un verdadero deleite intelectual y gran aporte a la ciencia.

    Todavía bajo la influencia del Decano de la Escuela de Economía de la Chile de la cual fui alumno –quien había rehusado establecer relaciones académicas con la UCH porque consideraba que el enfoque de la enseñanza iba a ser liberal manchesteriano por la influencia de Friedrich von Hayek y Milton Friedman– la verdad es que en ningún momento se dejó notar este sesgo. De hecho, Hayek estaba relegado a un piso inferior del Departamento de Economía en un Comité Interdisciplinario sobre Pensamiento Social, cuyo enfoque era más afín con el de la Escuela anterior –la de Frank Knight– con escasa relación intelectual con nuestro Departamento. De hecho, fueron muy escasas las ocasiones que tuve durante mi estancia en esa institución de toparme con él.

    En cuanto a Friedman, en esos momentos estaba publicando su famoso ensayo sobre economía positiva, aplicando rigurosamente dicha distinción en sus clases, al igual que varios otros profesores. ¡Vaya el error cometido por nuestro decano en Santiago!

    Además de ser marshalliano, y positivista, nuestro DEUCH es anti todo lo que no es marshalliano: anti-keynesiano y anti competencia monopolística à la Chamberlin y (Joan) Robinson por distintas y buenas razones. Por un lado, porque la economía positiva no se construye a base de supuestos realistas, sino que de la riqueza satisfactoria resultante de la teoría derivada de los supuestos escogidos¹⁰ y por su coherencia con los hechos observados. De allí la necesidad de que la comprobación empírica la fortaleciera o rechazara. No era el realismo de los supuestos lo importante, sino la calidad predictiva de una hipótesis. Este último aspecto ocupaba mucha tinta en el intercambio profesional y diferenciaba a Chicago en otra faceta de sus pares de las universidades del Este.

    El anti-keynesianismo sin duda atrajo sobre el DEUCH las iras de los "politically correct instalados cómodamente en las insituciones que componen el Ivy League. Esa discriminación natural ayudó a solidificar la fama de Chicago como escuela", aparte de la que se había ganado en épocas de Knight. El anti-keynesianismo no era irracional: se basaba en varios motivos. Dicho enfoque (el keynesiano): (i) no estaba en la línea tradicional marshalliana de Chicago, (ii) iba en contra del monetarismo friedmaniano y (iii) las teorías keynesianas eran discutibles metodológicamente así como contradichas por hechos y por otros profesores de la escuela como Earl Hamilton, que se había trenzado en discusiones con Keynes sobre el tema y el problema de las transferencias de la Primera Guerra Mundial entre Alemania y los Aliados. La teoría del consumo de Friedman es otro de los ejemplos de propuestas alternativas a lo que Keynes explicó inadecuadamente.

    A su vez, el sesgo anti-Chamberlin-Robinson se justificaba en la medida de que se podía analizar la competencia imperfecta, a partir del marco analítico similar al desarrollado para explicar la competencia perfecta y, por la falta de base empírica que la caracterizaba.

    Otro aspecto que solidificó la reputación del Departamento y su fuerza fue la labor combinada con la Escuela de Negocios de la misma Universidad. Esta última, era una Escuela hermana altamente complementaria que fortaleció el Departamento con profesores, seminarios e investigaciones. Este es el caso de Allen Wallis, su director en esa época y uno de los mejores amigos de Friedman y de Stigler, entre otros, sobre el cual retornaré más tarde por razones extra académicas.

    Quisiera volver sobre el aspecto de ciencia positiva y lógica a ultranza. Este es un aspecto que los chilenos tuvimos mayor dificultad de tragar, porque no estábamos acostumbrados a esa disposición lógica y positivista. Nuestra formación universitaria chilena había sido una mezcla de institucionalismo, historia, poca lógica y sí mucho de normativo y de imaginación. Esa lógica fría a ultranza era a veces difícil de seguir y digerir.

    Recuerdo una experiencia que en cierta forma confrontó a Mario Corbo¹¹, novato como yo, con Friedman. Habíamos sido invitados a escuchar a éste hablar sobre el "Chicago Proposal, o Hundred percent reserves requirement (no viene al caso detallarlo aquí). Friedman hacía comentarios sobre política anti-cíclica, con las cuales discrepaba y las presentaba de manera tal que daba la impresión de no importarle todas las consecuencias nefastas de la falta de intervención del gobierno para eliminar o reducir los problemas presentados por el ciclo económico. De repente, en medio del silencio sepulcral dominante, se oye la voz de mi amigo que sin pedir la venia, justifica brevemente la política anti-cíclica, diciendo the children may die". No recuerdo secuelas a este evento. Este ejemplo ilustra el entusiasmo de profesores por la coherencia lógica frente a alumnos que recién vienen empezando su educación cartesiana y positivista. Debo notar que en ese punto particular, admiraba a mis compañeros de curso israelitas que parecían estar en su salsa.

    La Escuela de Economía es famosa también en el mundo no académico porque Friedman es un gran comunicador. Su libro "Free to Choose", escrito con su señora Rose, expone su visión socio-política-ideológica brillante y pedagógicamente lo que pone su pensamiento al alcance de un gran número de lectores y hace comprensible la relación del positivismo y liberalismo con la democracia. Es probable que la influencia nacional e internacional de Friedman sea en buena parte resultado de la lectura de ese libro más bien que de sus opiniones profesionales.

    Las discusiones con compañeros, alumnos de otros centros de estudio, particularmente Harvard y MIT con quien compartimos vacaciones, visitas esporádicas o viajes, nos fueron útiles para entender la esencia de dicho enfoque. Y puedo decir a nuestros lectores que éramos mirados por ellos como bichos raros. Pero, un poco gracias a esas discusiones entendíamos mejor la lógica de nuestro Departamento.

    Es falso que hayamos ido a Chicago para recibir un lavado de cerebro de parte del gobierno norteamericano como lo da a entender una tesis de ciencias políticas de Yale, cuyo autor, desgraciadamente no captó bien el mensaje principal que estábamos recibiendo, ni el ambiente en el cual estábamos inmersos, que permitía obtener una buena formación científica, positivista y no una ideológica diseñada por el gran Satán¹². Además, el DEUCH ha formado economistas de todas tendencias ideológicas. Así por ejemplo, Oscar Lange, ministro polaco comunista, fue un digno profesor y científico de dicho Departamento. Lange pensaba igual a Friedman respecto a cómo debían construirse las teorías en economía, aunque podían discrepar sobre todos los aspectos normativos. André Gunther Franck, marxista con mucha influencia en el pensamiento dependentista latino americano, también egresó del DEUCH.

    Las reacciones del mundo externo al Departamento, la fama misma del College de la UCH en el mundo académico americano, las descalificaciones, el contacto con el mundo político ayudan a consolidar su imagen de escuela-fortaleza, relativamente aislada y algo extremista. Pareciera que hasta las condiciones climáticas ayudaban a desarrollar esa visión de escuela que resiste hasta los embates de los vientos norteños furiosos, las ondas de frío polar, las tempestades desatadas de nieve que nos dejan aislados¹³ y los calores húmedos intensos del verano que no nos dejan otra alternativa a alumnos y profesores, sino estudiar y trabajar duro. Las condiciones de la infraestructura pertinente son apropiadas aunque en el límite de condiciones franciscanas¹⁴. Sin embargo, nuestro grupo chileno de economistas tiene derecho a utilizar una oficina grande en el mismo cuarto piso del Departamento de Economía bajo el alero de la Facultad de Ciencias Sociales, donde están ubicados la dirección y varios de los profesores del departamento. ¡Qué privilegio y qué lujo!

    En una Escuela uno esperaría bastante más unidad de pensamiento que aquella que se produce de facto. Existe un núcleo básico enraizado en la mayoría en torno a la visión científica, positiva, y marshalliana. Todos comparten, en mayor o menor grado, que la investigación empírica es complementaria al desarrollo teórico y necesaria, especialmente para los que tienen contacto con países latino americanos y que vuelven después de sus estadías en el Cono Sur con ejemplos y argumentos que le dan un tono pintoresco a las discusiones académicas. Pero no todos cumplen las etapas de la investigación científica.

    Por ejemplo, en el área de comercio internacional, relativamente fuerte en esa época, Metzler, Johnson y Mundell aparecen como los teóricos¹⁵ así como varios de sus discípulos del seminario del área, Dornbusch, Frenkel y Mussa. Sjaastad y Laffer, como aplicados. Ni todos son anti-keynesianos. En la próxima sección me referiré a ellos. De hecho, algunos habían sido connotados keynesianos en su juventud como H.G. Johnson, pero conversos y redimidos con publicaciones de contenido correcto como Monetary Theory and Policy (1962, American Economic Review), The Keynesian Revolution and the Monetarist Counter Revolution (1971, AER) e incontables más.

    El mejor ejemplo del enfoque macroeconómico chicagón de la época, es el libro National Income and the Price Level de Martin Bailey publicado en 1962 y la dedicación fervorosa de los profesores de macroeconomía de usar y criticar el texto de Don Patinkin intitulado: Money, Interest and Prices: An Integration of Monetary and Value Theory (1956). Este último, enseñó varios años en Chicago con anterioridad a nuestra llegada. No tuve el placer de conocerlo pero Carl Christ se encargó de que leyéramos su libro. Patinkin había sido formado en Chicago bajo el tutelaje de Oskar Lange y se transformó en el puntal del Neo-Keynesianismo. El tema de moda en las conversaciones de pasillo durante al menos un semestre fue el error de Patinkin, que me ha dejado intrigado hasta el día de hoy. Parece que tiene que ver con la incapacidad de la Teoría Neo-Clásica marshalliana de integrar satisfactoriamente el dinero o bien la importancia de los saldos reales en la eliminación de la trampa de liquidez. Patinkin argumenta que no se puede integrar la teoría monetaria con la teoría del valor neo-clásica, como piensa Friedman, pero sí con la teoría walrasiana del valor.

    Martin Bailey presentaba un texto con el supuesto básico de movilidad de factores y mercados perfectos con el resultado de no darle importancia a la oferta agregada. Martin¹⁶, agradecemos tu celo marshalliano, hemos evolucionado, y ahora admitimos la posibilidad de movilidad imperfecta de los factores, pero seguimos siendo chicagones.

    Estábamos preocupados al llegar por la posible insuficiencia de nuestro nivel de matemáticas. En verdad, esto no parece haber representado un obstáculo mayor, gracias a un "refresher" enseñado por Gregg Lewis. No fuimos exigidos en los cursos de economía más allá del cálculo diferencial e integral y nuestro libro de texto fue Mathematical Analysis for Economists de R.G.D.Allen. Para seguir sin problema el curso de Comercio Internacional de Mundell se necesitaba estar familiarizado con vectores, matrices y álgebra matricial. Esta materia era nueva para mí y la estudié junto con Ricardo Ffrench-Davis. Como nuestros departamentos daban apenas para vivir, utilizamos un pequeño espacio del edificio dedicado a la plomería, evitando así las externalidades negativas sobre nuestras señoras respectivas. Me sirvió de instrumento para mi tesis de doctorado. Ecuaciones diferenciales lineales aparecían en forma poco frecuente en algunas lecturas.

    Hoy día, las materias mencionadas son mínimas. Se abordará en forma precisa este tema en otro capítulo.

    En la próxima sección, al presentar algunos profesores y sus ideas, entremezclaré aspectos académicos con otros más sociales y personales. Empezaré con una aseveración, no necesariamente compartida por todos los que estuvimos en ese Departamento: Friedman y Stigler fueron los pilares de esa Escuela. Yo sé que Friedman agregaría a Allen Wallis, Decano de la Escuela de Negocios en esos tiempos, pero por desgracia no tuve contacto directo con él, pero sí indirecto a través del excelente libro de estadística que escribió con Harry Roberts, profesor también de la Escuela de Negocios. Sin embargo, Arnold (Alito) Harberger fue el embajador especial destacado por el DEUCH para recibirnos, enseñarnos, ayudarnos, ilustrarnos con su creciente sabiduría relacionada con nuestro país y con varias otras economías subdesarrolladas.

    4. NUESTROS PROFESORES

    Dedicaré esta sección a algunos de nuestros profesores del Departamento. Mis comentarios serán sesgados forzosamente hacia los más conocidos y los que más influyeron sobre nuestra generación. Debo ser prudente allí dado que cada uno de nosotros fue, por cierto, influenciado en lo intelectual por un subconjunto de profesores comunes a todos (los de precios, macroeconomía, estadística) y por otros relacionados con los campos escogidos de especialización que cada uno había escogido. Por otro lado, había rotación entre profesores jóvenes, muchos de los cuales no conocí. Por ello, mi presentación será necesariamente incompleta y por ello, injusta. Pido perdón a aquellos que dejaré en la sombra sea por olvido, sea por desconocidos. Pero me siento orgulloso igual de que hayan estado en este gran Departamento consolidando sus puntos fuertes y peculiaridades.

    Arnold Harberger, fue uno de los creadores del Programa PUC-Universidad de Chicago y nuestro principal aliado, mentor intelectual, compartiendo con H.G. Lewis la dirección del programa, ambos fueron sobre todo nuestros buenos samaritanos (de los chilenos del programa); verdaderos boy-scouts, siempre listos para prestarnos ayuda, darnos informaciones y consejos.

    No se puede decir que Harberger (Alito como lo llamábamos entonces y ahora) fuera monetarista a la manera de Friedman. Fue el profesor más ecuánime intelectualmente que he conocido y a medida que profundizaba el asesoramiento en "policy making" a través del mundo, sus cursos se volvían más cercanos a nosotros y a nuestras realidades.

    Empezó haciendo aportes en la teoría del comercio internacional y en el campo fiscal y de bienestar. Famosos son sus triángulos teóricos acompañados de cuantificaciones precisas. Fue editor del libro "The Demand for Durables Goods", plenamente dentro del estilo positivista y marshalliano de Chicago, como lo definí más arriba. Sus frecuentes consultorías le permitieron ponerse en contacto con los poderes y realidades económicas, sociales y políticas latino americanas, asiáticas y de otros continentes. De esta manera se fue acercando más a la teoría y práctica del desarrollo económico. Lo admirable era y sigue siendo su flexibilidad en aplicar su capacidad analítica a cualquier tema que se le pusiera adelante y de ser considerado por poderes políticos de tendencias ideológicas diversas. O sea, alguien que debía escucharse.

    Un aporte monumental hecho por él, para el mejor manejo de los escasos recursos de los países más pobres, fue en el área de evaluación de proyectos y, me atrevo a agregar que su interés en esas áreas está muy relacionado con su experiencia en el programa PUC¹⁷ - UCH. El Instituto de Economía de la PUC creó en los setenta, un Programa de Evaluación Social de Proyectos (CIAPEP)¹⁸, con el apoyo financiero inicial del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) dedicado a formar especialistas públicos en evaluación de proyectos de toda Latino América.

    Alito fue nuestro amigo en Chicago y hemos mantenido esa amistad y contacto intelectual con él hasta el día de hoy, así como en el Instituto de Economía de la PUC, hemos seguido su consejo de formar economistas dentro de una visión de "policy making".

    Fue un marshalliano más, siempre buscando la mejor explicación con los instrumentos más obvios y simples, con intuición y con una mirada positivista de la economía.

    Milton Friedman. Alguien decía Adam Smith es reconocido como el padre de la economía moderna, y Milton Friedman, como su hijo espiritual de mayor distinción. La profundidad lógica de Friedman, sin disfraz cualitativo, le ha valido más de algún sinsabor, pero también profundidad en sus teorías. La Teoría del Consumo, basada en el Ingreso Permanente representaba para él, en la época, un ejemplo de cómo se debía construir ciencia. Y, en alguna forma, sirvió de brújula para la actividad académica del DEUCH. También aprendimos de él y demás profesores, que la tarea de construir hipótesis requiere un esfuerzo constante, dado que no existen hipótesis verdaderas y que no se debe ceder

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