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Mujeres fuertes y los hombres que las aman: Cómo construir la felicidad en el matrimonio cuando los opuestos se atraen
Mujeres fuertes y los hombres que las aman: Cómo construir la felicidad en el matrimonio cuando los opuestos se atraen
Mujeres fuertes y los hombres que las aman: Cómo construir la felicidad en el matrimonio cuando los opuestos se atraen
Libro electrónico229 páginas3 horas

Mujeres fuertes y los hombres que las aman: Cómo construir la felicidad en el matrimonio cuando los opuestos se atraen

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La mayor realización en el matrimonio es cuando dos corazones se convierten en uno.

Todo buen matrimonio enfrenta desafíos a lo largo del camino  La forma en que ustedes, con sus personalidades únicas, navegan las circunstancias que encuentran, determina la salud y el éxito de su relación.  Durante más de cuatro décadas, Tom y Jan Lane han trabajado juntos para construir un matrimonio feliz y gratificante, y ahora comparten lo que han aprendido.
  Mujeres fuertes y los hombres que las aman, ofrece soluciones prácticas y herramientas enriquecedoras para las parejas que tienen una relación combinada entre un esposo llevadero y una esposa extrovertida.  Usando principios y perspectivas según las Escrituras, las parejas aprenderán a apreciar la manifestación de los dones de cada uno para el beneficio de la relación.    Vivir felices para siempre es el deseo de todo pareja, y este poderoso recurso para la relación matrimonial les ayudará a comprender las cualidades únicas de las mujeres fuertes y maravillosas, y de los extraordinarios hombres que las aman.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento2 feb 2016
ISBN9781629988375
Mujeres fuertes y los hombres que las aman: Cómo construir la felicidad en el matrimonio cuando los opuestos se atraen

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    Mujeres fuertes y los hombres que las aman - Tom and Jan Lane

    deseos.

    Capítulo 1

    DESCUBRIR AL HOMBRE PASIVO

    TOM

    ERA MI NOVENO AÑO ESCOLAR Y APENAS empezaba mi adolescencia. Me asignaron un asiento durante la hora de estudio, a la par de una hermosa niña llamada Jan Frazier. Ella estaba llena de vida y era muy divertida. Muchas veces, esa combinación de su personalidad extrovertida y la manera en que se expresaba la metieron en problemas con nuestro maestro de la hora de estudio. Su constante socialización y su actitud valiente hacia su supervisor era más de lo que él podía manejar algunos días. Yo creo que Jan pasó más tiempo sentada contra la pared de lo que pasó a la par mía en un estudio productivo. En casi todas sus reacciones ante la vida, ella era diferente a mí. Para mí, ella era un enigma; tan divertida, vibrante y atractiva; pero también, casi irreverente por su actitud y opiniones. Mi perspectiva de la situación de Jan era que ella necesitaba una mejor manera para relacionarse con la autoridad.

    Con el tiempo, nuestra amistad durante la hora de estudio se desarrolló en una relación de noviazgo y después en un compromiso matrimonial. Conforme nuestro matrimonio progresaba, yo tomé la decisión interna de hacer de las peculiaridades de Jan mi proyecto de mejora personal. Yo quería canalizar la vida y energía que ella demostrada en una expresión más productiva hacia nuestros amigos, las personas de autoridad en su vida y sus expresiones hacia mí. Sentí que podía ayudarla a moderar la fuerza de sus respuestas y convertirlas en expresiones que fueran más encantadoras y más fáciles de recibir.

    La fricción que sentí entre nosotros era la fuerza de la personalidad extrovertida de Jan versus mi diplomacia y tacto. El escenario estaba listo para un encuentro de lucha de perspectivas, con la armonía matrimonial y el propósito como el premio mayor. Pero no tenía idea de que todo eso estaría involucrado en este encuentro de personalidad, perspectiva y poder. Yo pensé que este sería un arreglo rápido y fácil en nuestro camino hacia la felicidad matrimonial; sin embargo, en mi trayecto para arreglar a Jan, descubrí algunas cosas acerca de mí mismo. A veces, era difícil decir si yo estaba luchando con Jean o con las cosas personales en mi propia vida que impactaban nuestra relación. Es más, se sentía como si yo estuviera perdiendo en este encuentro de lucha. Era difícil de creer que la razón por la que estaba perdiendo, y la razón por la que una victoria rápida me había eludido, ¡podría estar más relacionada a mí y a mis problemas que a los de ella!

    Me llevó mucho más tiempo de lo que debería, reconocer y admitir que mi estilo amable y diplomático de relacionarme tenía un lado oscuro y poco saludable. Aunque tenía el efecto de hacer sentir bien a la gente y con frecuencia ayudada a apaciguar o a evitar el conflicto, producía engaño y finalmente permitía que se levantaran barreras de desconexión en mi relación con Jan. Allí es donde empieza mi lado de nuestra historia. No fue un proceso fácil para mí descubrir y aceptar el punto débil pasivo-agresivo de mi estilo de relacionarme diplomático y complaciente; pero tal descubrimiento y autoevaluación era necesario por la salud de nuestro matrimonio.

    EN REALIDAD, ¿QUÉ ES PASIVIDAD?

    El término pasivo-agresivo, ¿le ofende? A mí, sí. Me resistía a identificarme a mí mismo como pasivo-agresivo, y lo negaba, discutía y me enfrentaba casi al punto de pelear con cualquier intento de los demás para etiquetarme de esa manera. Asociaba la pasividad con términos negativos como: debilucho, perdedor, nenita y bebé de mami, y yo no quería tener nada qué ver con esas descripciones. Como yo lo veía, ser pasivo significaba: no ser agresivo sino débil y no tener derecho en la vida. Pensaba que las personas pasivas eran aquellas a quienes había que decirles qué hacer y cómo pensar. Tal como Scott Wetzler dice en su libro Living With the Passive-Agressive Man [Vivir con el hombre pasivo-agresivo]:

    El término pasivo-agresivo fue acuñado por primera vez durante la Segunda Guerra Mundial por el psiquiatra del ejército, coronel William Menninger, quien había sido entrenado para tratar las fuertes reacciones negativas de la vida militar. Menninger reconocía que el ejército está estructurado por uniformidad y cumplimiento, donde la elección individual, la opinión o experiencia no cambia las reglas, donde uno está obligado a suspender la determinación del destino propio. Él vio que mientras [algunos] hombres progresaron bajo esta estructura institucional rigurosa, otros perecían y protestaban . . . Para lidiar el cambio impuesto y soportar la falta de oportunidad para la elección personal, estos soldados se resistían, ignoraban órdenes, desertaban o simplemente querían huir. Menninger llamó a esta resistencia pasivo-agresivo y la describió como "una reacción de la

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