Elena Quinteros y la libertad en América Latina
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Karla Hernández Scott constituye un libro fascinante y apasionante, que utilizando las herramientas académicas de la historia indaga en una anécdota oscura de nuestro pasado reciente, concentrándose no solamente en el hecho en sí sino en sus graves consecuencias históricas y diplomáticas.
Karla Hernández Scott
Licenciada en «Ciencias Políticas y Administrativas» por la Universidad Central de Venezuela (UCV), con postgrado en «Derecho y Politica Internacional» y Magister en «Historia de las Américas». Ha trabajado en la Asamblea Nacional (AN) desde 2002, en donde ha desempeñado cargos de altísima responsabilidad en áreas como la Dirección estratégica de Relaciones Internacionales y comisiones como la «Ordinaria para la Integración» y la «Comisión Permanente de Politica Interior, Justicia, Derechos Humanos y Garantías Constitucionales». Ha sido docente en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) y la Academia Militar de Venezuela. Este es su primer libro.
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Elena Quinteros y la libertad en América Latina - Karla Hernández Scott
Elena Quinteros y la libertad en
América Latina
Por Karla Hernández
Scott
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Copyright 2020- Karla Hernández
Scott
All rights reserved. No part of this book may be used or reproduced in any manner whatsoever without written permission, except in the case of brief quotations embodied in critical articles or reviews.
INDICE
PROLOGO
CAPITULO I
CAPITULO II
CAPITULO III
CAPITULO IV
CAPITULO V
FUENTES CONSULTADAS
A aquellos humanos que no son tan humanos...
Ante la eminente necesidad de humanos con condición humana....
A Tota....
una madre que pudo haber sido la de cualquiera....
A aquellos uruguayos y venezolanos que lucharon por la justicia...
Prólogo
A plena luz del día
LA MAÑANA DE 28 DE junio de 1976 en la sede de la embajada de Venezuela en Uruguay se seguí la rutina habitual: las plantas eran regadas, el polvo barrido y los funcionarios diplomáticos se preparaban para una jornada más, rutinaria aunque con un elemento singular: las colas de decenas de personas que solicitaban asilo, reflejo innegable del clima que se vivía en Uruguay en aquellos años. Todo transcurría con normalidad, pero a media mañana un sonido rompió el viento como un latigazo, las plantas de agitaban y el fondo se escuchaban los ruidos típicos de alguien que había traspasado el muro de seguridad y estaba entrando a la sede de la delegación. Al estupor, le siguieron unas palabras: «Soy Elena Quinteros Almeida, soy maestra, vine a pedir asilo...ayúdenme por favor ayúdenme no dejen que me lleven...este es cacho de la sección cinco...».
Aún en shock, los funcionarios del servicio exterior venezolano supieron que tenían un deber que cumplir. Las leyes son claras y cuando alguien penetra en la sede de una embajada pidiendo asilo, la obligación es proteger a la persona. Eduardo Bronzzini, funcionario del Departamento de Información e Inteligencia Policial (Departamento Nº 5), también conocía esta ley universal, y aún así, ingresó junto a los entonces mayores del Ejército Eduardo Ferro, Victorino Vázquez y el capitán Jorge Silveira a la embajada para capturar a Elena. Tomándola de los brazos y arrastrándola hacia afuera, los oficiales se encontraron no sólo con la predecible resistencia de Quinteros, sino con varios funcionarios venezolanos que intentaban hacer respetar la inmunidad del territorio diplomático invadido. El embajador, Dr. Julio Ramos, el consejero de la Embajada, Sr. Frank Becerra, y el secretario Baptista Olivares forcejearon con los oficiales, hasta que uno de ellos logró atestar un certero golpe sobre la humanidad de Becerra, haciéndolo perder el agarre y dejando ir por inercia el cuerpo de Elena Quinteros, quien fue introducida en un Volkswagen color verde con una placa que los
funcionarios venezolanos no pudieron precisar cuándo se asomaron tras ella viéndola partir, sino en sus últimos tres dígitos: 714.
Quienes entre quienes estaban en la embajada había funcionarios diplomáticos que no podían saber muchas cosas: como que Elena Quinteros había sido detenida dos días atrás y que había engañado a los funcionarios que la tenían bajo custodia, convenciéndolos de que la llevaran hasta la calle adyacente a la embajada de Venezuela con el objetivo de delatar y entregar a algunos de sus compañeros. Quienes sí sabían esto, en cambio, era quienes esperaban para pedir asilo: el ambiente general de sospecha y persecución era conocido por todos, y Elena Quinteros ya había sido objeto de atención pública varias veces antes por estar en la mira de los represores. Lo que sí supieron, poco después, es que la dictadura sería implacable con ella.
Este sería el incidente que desataría uno de los conflictos diplomáticos más singulares en los que se haya encontrado el Estado venezolano. Pero es también una historia icónica en cuanto a lo que nos dice de las formas de la represión política en nuestro continente, la manera en que los Estados, gobernados por regímenes de distinto signo, ejecutaron y siguen ejecutando desapariciones forzadas, crímenes políticos, terrorismo de Estado, represiones, censuras y violaciones a la libertad en general.
En este libro, siguiendo un estilo historiográfico y periodístico, se hace una recopilación del caso, sus consecuencias diplomáticas, el retrato de una época histórica de amplias resonancias geopolíticas (la Guerra Fría) y en general el retrato de unos mecanismos represivos que parecen no perder vigencia.
Capítulo I Historia de un conflicto
EN FECHA 5 DE JULIO de 1976, el Embajador de Venezuela en Uruguay, Julio Ramos, se comunica telefónicamente con el Presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, quien ordena la inminente suspensión de las relaciones diplomáticas y declara como inútil el viaje del canciller uruguayo, Juan Carlos Blanco a Venezuela.
El gobierno de Venezuela, de acuerdo con los principios que conforman el Derecho de Asilo, decidió suspender sus relaciones diplomáticas con el gobierno de Uruguay. Este comunicado fue hecho por el gobierno venezolano, el 5 de julio de 1976.
En Nota del Embajador de Venezuela en el Uruguay, Julio Ramos para Juan Carlos Blanco, Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay informa de la decisión del Gobierno venezolano de suspender relaciones diplomáticas con Uruguay de fecha 5 de julio de 1976, el cual es del tenor siguiente:
«Embajada de Venezuela. Montevideo, 5 de julio de 1976. Al Excelentísimo Señor Doctor Juan Carlos Blanco. Ministro de Relaciones Exteriores. Presente. Excelentísimo señor: He recibido instrucciones expresa de mi Gobierno de comunicar a Vuestra Excelencia lo siguiente: 1) Como es del conocimiento de Vuestra Excelencia, el pasado lunes 28 de junio, se perpetró en la sede de la Embajada de Venezuela en esta ciudad, una inaceptable violación del derecho de asilo consagrado en convenciones internacionales de las cuales son parte de nuestros dos países, sino de la propia sede de esta Embajada, por un funcionario policial uruguayo que llegó hasta agredir físicamente al Consejero de esta Representación Diplomática, señor Frank Becerra, para impedir el asilo que trataba de obtener en esta Embajada una dama, la cual fue sacada desde el jardín
de la Misión hasta la calle por la fuerza e introducida y llevada en un vehículo que esperaba a la puerta. 2) Sobre este infortunado e incalificable incidente, nuestros dos gobiernos han mantenido conversaciones y cruzado mensajes a distintos niveles, sin que hasta el presente se haya obtenido resultado alguno satisfactorio para mi Gobierno, ya que ni la dama ha sido entregada a esta Embajada como reiteradamente lo ha demandado Venezuela, ni se ha producido una explicación valedera de los hechos, puesto que no puede considerarse como tal, lo que el señor Presidente de mi País calificó acertadamente como satisfacciones formales en los usos diplomáticos
, en el mensaje que dirigió al Excelentísimo Señor Alberto Demichelli en su comunicación del día tres de los corrientes, en respuesta a la enviada por éste el día primero. 3) Considero innecesario citar en esta nota los nombres de los diversos Tratados y Convenciones internacionales y de los respectivos artículos, por los cuales se consagra la inviolabilidad de la sede de las Representaciones Diplomáticas y se precisan las normas que rigen el derecho de asilo, disposiciones todas que, en el presente caso, fueron objeto de flagrante violación por funcionarios oficiales uruguayos¹. 4) En vista de cuanto antecede, mi Gobierno me ha ordenado participar al Uruguay, por el alto conducto de Vuestra Excelencia, su decisión de suspender las relaciones diplomáticas entre ambos Gobiernos, a partir de la presente fecha². 5) Ampliamente conocidos como son los sinceros y constantes esfuerzos realizados por mi Gobierno para fortalecer y desarrollar la integración latinoamericana y la solidaridad y cooperación entre nuestros países en todos los aspectos de su vida económica, social, cultural y todo orden, resulta evidente el profundo pesar que le causa el tener que adoptar esta medida, por ser la única compatible con nuestro concepto de la dignidad nacional y del respeto que todos debemos a los compromisos internacionales formalmente contraídos. 6) Desde luego, a juicio del Gobierno de Venezuela, esta decisión no ha de empañar en lo más mínimo las fraternas y especialmente
1 Subrayado nuestro. Es interesante destacar que este documento obvió algo tan importante como fue la mención de los artículos violados y transgredidos consagrados en los diversos instrumentos jurídicos internacionales, que contemplan todo lo relativo a las relaciones diplomáticas y consulares. En el presente caso, la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomática del
18/4/1961, específicamente el artículo 22.
2 Subrayado nuestro. Manifestación propiamente de la suspensión de las relaciones diplomáticas
1entre Venezuela y Uruguay, objeto de estudio.
cordiales relaciones que tradicionalmente han unidos a los pueblos venezolano y uruguayo. 7) El Gobierno de la hermana República de Colombia ha aceptado hacerse cargo de los intereses venezolanos en el Uruguay y de los cinco asilados que actualmente se encuentran en esta Embajada de Venezuela. 8) Una copia de la presente nota ha sido entregada al señor Representante de Uruguay en Venezuela. Reitero a Vuestra Excelencia las seguridades de mi más alta y distinguida consideración. (Fdo. Julio Ramos. Embajador de Venezuela»³.
ESTA SUSPENSIÓN SE lleva a cabo como protesta por el asalto a la embajada venezolana en Montevideo, la cual fue allanada por agentes de seguridad uruguayos, donde se agrede a un funcionario diplomático y se da la detención ilegítima de una ciudadana uruguaya, Elena Quinteros, quien solicitaba asilo en la Embajada de Venezuela ante el gobierno uruguayo.
Se precisa que se trató de una suspensión y no de una ruptura, ya que en ningún momento de la misma se estableció un acuerdo político para la reanudación de las relaciones, asunto que sí sucede en la ruptura.