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Noches y jóvenes: Manual para intervenir el ocio juvenil
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Libro electrónico333 páginas4 horas

Noches y jóvenes: Manual para intervenir el ocio juvenil

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Desde 1999, Luis Ruiz Aja dirige el programa de ocio nocturno alternativo "La noche es Joven", por ello se planteó la conveniencia de redactar un manual de buenas prácticas en materia de ocio juvenil. Un documento que recoja la experiencia y aprendizaje de todos estos años –incluyendo aciertos y errores– con el fin de que sirva como herramienta para todos aquellos profesionales u organizaciones que quieran trabajar en este campo tan complejo y cambiante.

El documento, además de dicha aportación práctica, tiene una importante base teórica, al reflexionar sobre el ocio juvenil, sus riesgos, su evolución y últimas tendencias... Sobre todo pretende hacer un balance y análisis de los Programas de Ocio Alternativo (poa): ¿cómo y por qué surgieron?, ¿para qué sirven?; ¿en qué medida están siendo eficaces?; ¿por qué algunos funcionan y otros no?; ¿hasta qué punto pueden considerarse preventivos?
IdiomaEspañol
EditorialNed Ediciones
Fecha de lanzamiento23 oct 2017
ISBN9788416737284
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    Noches y jóvenes - Luis Ruiz Aja

    cursos)

    DEDICATORIA

    Obviamente, este libro tiene una deuda, en forma de agradecimiento infinito, a todos aquéllos sin los cuales hubiera sido imposible plasmar las ideas y técnicas de gestión que el manual desarrolla.

    Sirva pues esta dedicatoria como reconocimiento a todos aquéllos que han participado en la organización de «La Noche es Joven», desde el magnífico equipo de trabajadores de las entidades gestoras que han ido pasando por el programa, sin olvidar a mis demás compañeros del Espacio Joven, monitores, artistas, árbitros, seguridad, limpieza, conserjes, etcétera. En todos ellos se halla la principal clave de nuestro éxito.

    También a las numerosas entidades, públicas, asociativas y privadas, que han contribuido a apoyar el proyecto de una u otra forma (mediante cesión de espacios, gestión de eventos, financiación, gestión de la publicidad, etcétera), empezando por el propio Ayuntamiento de Santander —como responsable principal— y siguiendo por el principal financiador del programa: el Plan Nacional sobre Drogas del Ministerio de Sanidad.

    Permitidme que evite dar nombres y datos, por imposibilidad de espacio y riesgo cierto de omisión por descuido, al ser tantos y tantos los agradecimientos de los que me siento deudor.

    Por último, a la juventud —nunca mejor dicho lo de «divino tesoro»— que lleva 16 años participando y creyendo en esta iniciativa. Sin ellos no se hubiera hecho realidad en Santander lo que, en mi adolescencia, parecía un sueño.

    PREFACIO

    A mitad de los años ochenta, cuando salí de noche por primera vez, di por sentado que salir de marcha era algo normal. Mi hermano mayor y sus amigos lo hacían. Y los hermanos de algunos amigos también. No fue hasta un poco más tarde que me di cuenta que entre mis compañeros de instituto debíamos ser una minoría los que salíamos de manera más o menos regular. No era un ritual tan instaurado como había creído. Al menos a esa edad, los 15 ó 16. Y además requería dinero, que, aunque fuera muy poco, no todo el mundo tenía. Más tarde, también descubriría que de la generación anterior a la mía, la que fue joven en la década de los sesenta y también los setenta, los que salían eran todavía menos.

    Y es que la cultura de la fiesta del fin de semana es algo muy reciente; de apenas unas décadas. Es una transformación cultural de gran magnitud, con un impacto formativo importante en las generaciones jóvenes. Lo que antes era una práctica minoritaria o esporádica, llegó a crecer tanto desde finales de los años setenta y sobre todo durante los ochenta y noventa, que se produjo lo que podemos llamar una auténtica masificación de la bohemia. A mediados de los noventa, en mis primeras investigaciones sobre juventud, constaté que la práctica de salir entre los jóvenes de 16 años de todos los estratos sociales estaba ya tan extendida como me había parecido erróneamente diez años antes. La mayor permisividad familiar y el creciente bienestar económico hizo que los adolescentes y jóvenes se apropiasen de la noche, en tanto que espacio alejado de los adultos y sus normas, para experimentar y relacionarse lejos de su mirada inquisidora. Los espacios físicos que albergaron esta autonomía en el ocio fueron los bares y las discotecas, los conciertos y los «botellones». En ellos, lejos del mundo adulto diurno, se generaban rituales que daban y dan sentido. Y donde se ganaba y se gana dinero.

    Pero esta experiencia de libertad, de liberación, tiene también su lado oscuro. Hablamos de los daños biográficos y de salud que pueden derivarse de una fuerte implicación en la noche, pero también en el hecho que ese espacio, que muchos viven como de «libertad» y «autonomía», no deja ser la imposición de una nueva «norma social», la que obliga a pasar por unos rituales y unas prácticas pre-establecidas y bastante homogéneas. Es lo que llamo provocación normativa: la norma de provocar las normas. Así, en este espacio intersticial, el alcohol y a menudo las drogas, que implican transgresión a los ojos de los adultos, se convierten en «norma». Esta paradoja la encarna a la perfección la subcultura Straight Edge, nacida en los años ochenta en el ámbito anglosajón, que fundamenta su transgresión en el hecho de no fumar, no beber alcohol y no drogarse. Y a veces abstenerse del sexo promiscuo. Es decir, transgrede la norma de la transgresión.

    Algunas de las derivaciones de esta cultura de la fiesta del fin de semana, como la «ruta del bakalao» de finales de los ochenta y principios de los noventa o el «botellón» de finales de los noventa, han generado pánicos morales significativos, pero en general la masificación de la bohemia no ha sido excesivamente problematizada, sino más bien recibida como una realidad inevitable y muy opaca. Como algo que sucede a puerta cerrada cuando se apagan las luces. Tampoco se ha discutido su economía política, los intereses económicos, legales e ilegales, que la sustentan y que proporcionan lo que es posible. Las políticas públicas se orientaron, sobre todo, a minimizar las molestias que ocasionaba a los vecinos, por ejemplo aglutinando bares y discotecas en polígonos, puertos u otros espacios alejados de los núcleos urbanos. No hubo por lo general, en cambio, una política activa para diversificar la oferta privada. Al revés, a menudo las políticas contribuyeron a reducir la diversidad de oferta, sea por políticas de reubicación urbana lejos de zonas residenciales, sea por políticas restrictivas sobre las salas de conciertos que dificultaron y dificultan, en vez de impulsar, la existencia de un sustrato cultural consistente.

    Es en este contexto cuando aparecieron en España, a finales de los años noventa, los proyectos para ofrecer desde las políticas públicas una oferta de ocio nocturno alternativo a los jóvenes. Fue una propuesta, en su momento, contracultural, porque cuando salir de noche se equiparaba a libertad, un ocio ofrecido o promocionado desde la administración era fácilmente percibido como ñoño, paternalista y, sobre todo, arquetipo del anti-cool. Como un oxímoron incluso. Y todavía más si se organizaba con la consigna de evitar que los jóvenes bebieran y se drogasen.

    Dos décadas después, Noches y Jóvenes. Manual para intervenir en el ocio juvenil recopila toda la experiencia acumulada de los programas de ocio nocturno alternativo para hacer balance y ayudarnos a entender y poner en su justo lugar su importancia, sus límites y sus posibilidades. Su autor, Luis Ruiz, sin moralismos ni dogmatismos desgrana, a partir de su profundo conocimiento de ellos, las claves que nos ayudan ya no sólo a identificar sus límites sino también a reconocerle los méritos y deshacer las miradas estereotipadas y condescendientes. Como explica en las páginas que siguen, durante los últimos años están bajando por primera vez las cifras de jóvenes que salen de noche, así como la frecuencia con la que lo hacen, y en ese escenario su balance de los 20 años de Programas de Ocio Alternativo es particularmente pertinente. Así como hace unas décadas emergió esta cultura de la fiesta del fin de semana, podemos estar ahora ante una diversificación de las formas de ocio de fin de semana y de los posicionamientos de los jóvenes en relación a la noche, a la transgresión y a las formas de relacionarse. ¿Puede ser que la bohemia masificada esté perdiendo su hegemonía o, como dice Ruiz, que haya un cierto «cansancio» con el salir de noche?

    Luis Ruiz habla desde el conocimiento de quien ha sido capaz de poner en marcha y mantener el Programa de Ocio Alternativo «La Noche es Joven» en Santander, que con atrevimiento y una gran honestidad ha conseguido aglutinar muchas sensibilidades diferentes para generar y explorar nuevos espacios y dinámicas que enriquecen y diversifican la oferta de ocio nocturno en su ciudad. Ruiz es de esos profesionales de las políticas de juventud que no sólo está convencido que con su práctica profesional puede contribuir a mejorar la experiencia y las oportunidades de los jóvenes, sino que está siempre combinando su vocación práctica con la reflexión. Y por esto el libro tiene la gran virtud de destrozar la falsa oposición entre «salir de noche» y Programas de Ocio Alternativo. Hace añicos, por ejemplo, la asociación entre «marcha» y libertad, por un lado, y Programas de Ocio Alternativo como control, por el otro; o entre «marcha» como espacio de lo cool y ocio alternativo como reserva de los pringados; o a la inversa, la que asocia ir de bares a «el demonio» y los Programas de Ocio Alternativo a la «salvación».

    Para ello muestra que tanto el ocio mercantilizado como el impulsado por la administración son ofertas «controladas», en el sentido que ofrecen un espacio con unas características concretas que condicionan a los que se relacionan en él. Su análisis obliga al lector a tomar conciencia que ofrecer espacios diferentes a los que son la norma en un momento dado, como hicieron y hacen los Programas de Ocio Alternativo, son en este sentido una acción contracultural. Incluso cuando tiene como uno de sus objetivos la prevención de riesgos, ofrecer espacios de ocio nocturno donde no está permitido beber o drogarse no implica renunciar ni a interesar a un abanico enorme de jóvenes ni a generar espacios para pasarlo bien con una gran riqueza de experiencias y relaciones personales, que va mucho más allá de los estereotipos. Al contrario, esta oferta alternativa puede incluso dinamizar el sustrato cultural, también el underground, así como el asociacionismo juvenil, e incluso la misma oferta comercial de la ciudad.

    Esta reflexión sobre los Programas de Ocio Alternativo es el mejor homenaje a todos aquéllos que abrieron este camino incierto hace ya dos décadas, desde los jóvenes de «Abierto Hasta el Amanecer» en Gijón hasta los técnicos y políticos del programa «Barcelona Bona Nit» o el trabajo de Comas Arnau en el proyecto del INJUVE «Redes para el Tiempo Libre». Ruiz niega con razón la existencia de fórmulas mágicas, pero en este libro hay muchas pistas sobre las claves y sobre todo el espíritu que puede ayudar a encontrarlas.

    Roger Martínez Sanmartí

    INTRODUCCIÓN

    Desde su inicio en 1999, dirijo el Programa de Ocio nocturno Alternativo «La Noche es Joven», por ello me planteé la conveniencia de redactar un manual de buenas prácticas en materia de ocio juvenil. Un documento que recoja la experiencia y aprendizaje de todos estos años —incluyendo aciertos y errores— con el fin de que sirva como herramienta para todos aquellos profesionales u organizaciones que quieran trabajar en este campo tan complejo y cambiante. El documento, además de dicha aportación práctica, tiene una importante base teórica, al reflexionar sobre el ocio juvenil, sus riesgos, su evolución y últimas tendencias… Y sobre todo pretende hacer un balance y análisis de los Programas de Ocio Alternativo (en adelante POA): ¿cómo y por qué surgieron?, cuál ha sido su evolución, puntos fuertes y débiles, ¿para qué sirven?; ¿en qué medida están siendo eficaces?; ¿por qué algunos funcionan y otros no?; ¿hasta qué punto pueden considerarse preventivos?

    Mi intención, en definitiva, ha sido la de redactar y publicar el documento del que me hubiera gustado disponer cuando me inicié laboralmente en el campo de las políticas juveniles. Por entonces yo era un joven más. Y todo ocurrió como suceden las cosas que te cambian la vida, mediante una serie de coincidencias sincrónicas.

    Hay quien dice que existen personas que aparecen en nuestras vidas —a veces fugazmente— para marcar en ellas un antes y un después. Yo les llamo «Maestros», con mayúscula. A veces se trata de conocidos (familiares, profesores, entrenadores, parejas) y otras, de perfectos desconocidos. Éste sería el caso que nos ocupa, porque el presente libro no se hubiera escrito sin la irrupción en escena de Federico Rey. Este señor, este «Maestro», era un activista, un ciudadano crítico y posmaterialista que ya había liderado varias iniciativas ciudadanas al margen de los partidos políticos, antes de interesarse por las políticas juveniles. Era, por tanto, un avanzado para su época y un rara avis, en la —escasamente vertebrada y asociativa— sociedad santanderina de las décadas de 1980 y 1990.

    Por entonces yo acababa de licenciarme en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de Barcelona —ciudad abanderada y precursora de las políticas juveniles españolas— y estaba cursando un máster de Política Social en Bilbao, realizando las prácticas en un centro juvenil. No podía imaginar, sin embargo, que en aquellos momentos se estaban gestando una serie de hechos que iban a marcar mi destino: en la década de los noventa, y liderados por Federico Rey, se juntaron en Santander varios padres cuyos hijos habían sido objeto de violencia por parte de otros jóvenes, para formar una asociación, al objeto de incidir en los poderes públicos. Se denominaron «Asociación de Padres de Jóvenes de Cantabria», y como tenían una visión abierta y social, sus reivindicaciones no se limitaron a solicitar mayores medidas de seguridad, sino que fueron mucho más allá, hasta el punto de demandar políticas integrales de juventud.¹ En ese sentido, Federico Rey, el presidente de la asociación, solía comentar que los casos de violencia representan «la fiebre», que hay que controlar y tratar de que no se produzca, pero se deben tomar otras medidas para ir a la raíz de la enfermedad.

    De hecho, Federico se había informado sobre las políticas juveniles que se venían desarrollando desde los inicios de la democracia en otras Comunidades Autónomas y la comparación con la pobre situación de Cantabria le había llevado a movilizarse y empezar a exigir, a través de la asociación, la puesta en marcha de Planes Integrales de Juventud, tanto a la administración local como a la autonómica.

    Su intensa labor de presión fue recogida por los partidos de la oposición y tanto el gobierno cántabro como el ayuntamiento de Santander empezaron a incluir en sus agendas políticas la cuestión juvenil. Por entonces ni tan siquiera existía una Red Cántabra de Información Juvenil a nivel autonómico (pese a que las competencias en materia de juventud pertenecen a la administración autonómica) y el ayuntamiento carecía de un área efectiva de Juventud, al no disponer de personal ni instalaciones, ni proyectos o servicios juveniles… Por tanto, al asumir la necesidad de elaborar un Plan Integral de Juventud por presión de los actores sociales, el ayuntamiento tuvo que sacar a concurso la asistencia técnica para redactar dicho Plan Integral, además de crear una serie de plazas profesionales para dotar de personal al área de Juventud.

    Mi periplo en el ámbito de las políticas juveniles empezó cuando fui contratado para la elaboración del Plan. Corría el año 1997 y durante un año trabajé intensamente (mañana, tarde y noche, sin cobrar un duro hasta finalizar el proyecto) para realizar la fase previa de diagnóstico social y la posterior de consulta a las distintas concejalías, con el fin de redactar un documento que resultase realista y útil. Además, contacté con muchos ayuntamientos y viajé a muchas ciudades para conocer de primera mano sus políticas juveniles y Planes Integrales. Coincidió, además, que —en aquellos años en que en Cantabria surgía el germen de los primeros Planes Integrales de Juventud— otros ayuntamientos, con Barcelona a la cabeza, estaban en fase de re-definición de los mismos. Y entre las propuestas novedosas emergentes se hallaban los Programas de Ocio Alternativo, que se estaban poniendo en marcha en Gijón y Barcelona, y con cuyos responsables tuve la suerte de poder reunirme para conocer su experiencia. Al finalizar todo este proceso, el plan resultante que redacté recibió las alabanzas del equipo de gobierno y de la oposición y fue publicado por el ayuntamiento. Pero sobre todo supuso una gran experiencia de aprendizaje —un verdadero «máster» práctico— tras el cual me enfrenté a un proceso selectivo, haciéndome con la plaza de técnico municipal de Juventud y teniendo que poner en marcha, desde cero, un Centro de Información Juvenil, al que doté de toda una gama de nuevos servicios y programas, entre los que destacó «La Noche es Joven».²

    En definitiva, lo cierto es que, gracias a la figura y al esfuerzo desinteresado de Federico Rey y de la asociación que presidía, los ayuntamientos de Cantabria empezaron a preocuparse por sus jóvenes y fuimos muchos los que encontramos nuestro camino profesional a raíz de la puesta en marcha de políticas juveniles. Lamentablemente y aunque colaboró en su fase de diagnóstico, Federico no pudo ver aprobado el Plan Integral de Santander, ni la puesta en marcha del área de Juventud, ni de «La Noche es Joven»… porque le falló la salud y falleció repentinamente poco antes de que «florecieran» todos los programas y servicios que él había contribuido a sembrar. Por ello, he considerado justo comenzar este libro mencionando y agradeciendo su labor, de mi parte y de las distintas generaciones juveniles, posteriores a su muerte.

    Dicho esto, y volviendo a la publicación que el lector tiene entre manos, los objetivos que me marqué para redactarla fueron los siguientes:

    •  Reflexionar sobre la importancia creciente que adquiere el ocio juvenil (especialmente el nocturno) en la realidad de la juventud española.

    •  Analizarel surgimiento de los Programas de Ocio nocturno Alternativo dentro del contexto de los cambios de tendencia en materia de ocio juvenil.

    •  Realizar un análisis y balance de dichos Programas de Ocio nocturno Alternativo.

    •  Proporcionar una serie de herramientasy una metodología de gestión queresulten útiles para cualquier responsable de intervenir en el ámbito del ocio juvenil.

    •  Analizar las características y planteamientos necesarios para intervenir adecuadamente en materia de ocio juvenily compartir tanto los elementos distintivosque han proporcionado 18 años de éxito al programa «La Noche es Joven», como los principales errores cometidos.

    Respecto a las técnicas de investigación y fuentes de información empleadas, la principal sería la «observación participante», fruto de estos casi 18 años de experiencia gestionando proyectos de ocio juvenil y de varias «visitas» a otros ayuntamientos para conocer sus proyectos. Asimismo el libro «bebe» de multitud de intercambios de experiencias y conversaciones con otros técnicos y expertos en la materia que nos ocupa, así como de la asistencia a numerosos foros, congresos, cursos y jornadas sobre el tema. Todo ello complementado con la consulta a una amplia bibliografía sobre ocio y programas de ocio juvenil; además de otras fuentes secundarias como: evaluaciones, proyectos y memorias tanto del programa de ocio juvenil que dirijo, como de los principales de España.

    El resultado considero que es un manual muy completo, que alivia un poco la carencia de bibliografía sobre juventud que sufrimos en Cantabria, y cuyo amplio contenido puede resultar de interés para una amplia tipología de lectores: por supuesto será muy útil para cualquier entidad o profesional que quiera trabajar con jóvenes, pero también va dirigido a los propios jóvenes y a lo que ellos consideran «mundo adulto»: padres, maestros, políticos, instituciones, etcétera.

    Notas:

    1. Formada en un inicio por unas 10 parejas de padres, la asociación llegó a tener cerca de 100 socios, gracias a la febril actividad que imprimieron: aparición en los medios locales, visita a las instituciones y los diversos partidos políticos, sensibilización y colaboración con todos los actores sociales implicados en el problema de la violencia juvenil…Si bien, en un principio, su labor de presión fue encaminada a reclamar una mayor presencia policial en las zonas de alterne, muy pronto llegaron a la conclusión de que los hechos de violencia juvenil son el síntoma de un problema más profundo, como es la falta de oportunidades y las dificultades de la juventud actual para desarrollar su itinerario vital. Empezaron a informarse —y formarse— sobre políticas juveniles y constataron las tremendas carencias que sufría nuestra Comunidad Autónoma, en comparación con el resto, pasando a combinar demandas de mayor seguridad con las referidas a la implantación de políticas integrales de juventud.

    2. La creación de «La Noche es Joven» (con ese mismo nombre) ya figuraba como una actuación del Plan Integral que redacté. Al mismo tiempo, el Consejo de la Juventud de Cantabria venía instando a los municipios a promover este tipo de nuevos proyectos de ocio, llegando a co-gestionar, entre otros, el proyecto del Ayuntamiento de Camargo («Noche Viva»), que fue pionero en Cantabria. Por ello, cuando me incorporé como técnico municipal de Juventud organizamos la primera edición de «La Noche es Joven» en colaboración con el consejo, otro actor que resultó clave en la puesta en marcha del proyecto.

    Parte teórica:

    JUVENTUD

    Y OCIO NOCTURNO

    1

    EL OCIO COMO REFERENTE

    DE LA CONDICIÓN JUVENIL³

    Condición juvenil y contexto social

    Para empezar a hablar de jóvenes y ocio nocturno, deberemos contextualizar ambos conceptos, con el fin de conocer su trayectoria, evolución y tendencias actuales.

    Así, desde finales de los años noventa se empieza a hablar de cuestiones relacionadas entre sí como: el surgimiento de una «nueva condición juvenil»,⁴ la «transformación del concepto juventud» (fruto de importantes cambios axiológicos, convivenciales y comportamentales en la población juvenil) o la «redefinición de la identidad juvenil».⁵ Desde estas voces, se decía que la juventud estaba dejando de ser un período de tránsito y preparación a la edad adulta, para convertirse en un etapa plena de la vida, con una identidad propia y con valor en sí misma (en palabras de Martín Serrano, la juventud estaba dejando de ser un «pasar» para convertirse en un «estar»).⁶ Estas afirmaciones partían de la constatación de la prolongación de esa etapa de la vida durante la cual las personas viven como jóvenes, y de como ello estaba llevando a que los estilos de vida juveniles estuviesen experimentando cambios muy drásticos, «que afectan a sus ocupaciones, sus relaciones, sus recursos y sus necesidades».⁷

    En efecto, debido a una serie de transformaciones de las últimas décadas, el término «juventud» se viene difuminando y perdiendo sus contornos. Como veremos, se difumina la antigua distinción entre el período formativo (propio del joven) y el laboral (propio del adulto). También se desdibuja la clásica distinción entre etapa de dependencia familiar y etapa de independencia y autonomía total. Asimismo hallamos una indefinición en torno a las edades que abarca el período joven: la juventud se prolonga cada vez más por arriba, pero también por debajo, en cuanto que los adolescentes adoptan estilos de vida juveniles a edades cada vez más tempranas, más aún desde que la ESO adelantó el inicio de la Educación Secundaria a los 12-13 años.

    En tercer lugar, aparte de dichas transformaciones e indefiniciones, habría que hacer mención a la gran heterogeneidad que caracteriza a la juventud, lo cual hace incorrecto hablar de ella como un todo homogéneo, si bien hallaríamos —en cada etapa histórica— una serie de rasgos mayoritarios y definitorios. Siguiendo la terminología de Ruiz de Olabuénaga: existen muchos y distintos «estilos de vida» juveniles, pero también se pueden destacar una serie de rasgos característicos de la juventud como totalidad, que formarían su «género de vida».

    Por tanto, ante tanta

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