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Incursiones Ontológicas III
Incursiones Ontológicas III
Incursiones Ontológicas III
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Incursiones Ontológicas III

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Pensar ontológicamente no es pensar de cualquier manera, aunque en él participen múltiples formas de pensar. Hay principios, hay criterios, que conforman un pensar diferente. No accedemos a ellos de manera espontánea. Ello implica que es necesario aprender a pensar ontológicamente. Se trata de una forma de pensar que, por lo general, arranca de nuestras experiencias personales y muchas veces de nuestros dolores y desgarramientos. Nuestras heridas son, por lo general, puertas de entrada a las profundidades de nuestra alma. Ellas no sólo nos proveen sufrimientos, sino posibilidades para conocernos mejor y para orientar futuras transformaciones.

Este tercer volumen de la serie “Incursiones Ontológicas” fue escrito por participantes de nuestro Programa de Avanzado de Coaching Ontológico, en su versión del año 2012.

Los trabajos que presentamos, de alguna manera, llevan esta marca. Ellos expresan, muchas veces, un acto de gran generosidad al compartir con otros lo que resultó de ese recorrido. En ese sentido, son una invitación a suspender el miedo que nos tenemos frecuentemente a nosotros mismos y de participar de una experiencia reflexiva que puede proporcionarnos, al final del camino, grandes satisfacciones. El lector juzgará. Entre estos trabajos hay algunas más logrados, otros quizás algo menos. Pero los hemos seleccionado por cuanto creemos que todos ellos nos aportan algo de valor.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento12 dic 2015
ISBN9789569274176
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    Incursiones Ontológicas III - Rafael Echeverría

    INCURSIONES ONTOLÓGICAS III

    Editado por: RAFAEL ECHEVERRIA

    © Rafael Echeverría

    © NewField Consulting

    Abril, 2014

    ISBN 978-956-9274-17-6

    Diagramación digital: ebooks Patagonia

    www.ebookspatagonia.com

    info@ebookspatagonia.com

    Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos.

    ÍNDICE

    Prólogo

    HABITAR EL VACÍO. Mara Agostina Scarini

    CUANDO LA SOMBRA DE LA AMBICIÓN NO DEJA LUGAR AL SER. Susana Alicia Gobbo

    ACORAZADA EN CUERPO DE MUJER, DEFENDIENDO EMOCIONES DE NIÑA. Verónica Daniela Hereñú

    EL ABANDONO: UNA RESIGNACIÓN ONTOLÓGICA. DESDE EL ALA ROTA, ALZAMOS EL VUELO. Sandra Cárcamo Cabrera

    LA INVISIBILIDAD: REFUGIO Y CÁRCEL. Verónica Méndez C.

    EL ABUSO: NI VÍCTIMA NI TIRANA. Quien miró, recordó y eligió ver y vivir libremente

    SALIR DE LA RABIA SIN PERDER SU FUERZA TRANSFORMADORA. María Antonieta Restrepo Hurtado

    INSEGURIDAD: UNA DE LAS CONSECUENCIAS DEL MIEDO AL RECHAZO. Nicolás Hurtado

    DANZANDO CON DIONISIO. Luz Gabriela Sophie Antonella

    DE LA INSUFICIENCIA DE AMOR PROPIO AL APRENDIZAJE DEL AMOR. Claudia Inés Espinosa Johnson

    UN DOLOR QUE PERMANECE EN MÍ - OTRA MIRADA A LA RESILIENCIA. Olga Gaviria

    CONQUISTANDO LA LIBERTAD, ¿QUIZÁS DESDE LA INFERIORIDAD? ¿QUIZÁS DESDE LA GRANDEZA?. Piedad Arbaiza Vilallonga

    ¿Y SI ME ATREVIERA A SENTIR? DESDE EL REGALO DE LA MATERNIDAD. Susana Anduiza Rubio

    EL MIEDO A PERDER EL CONTROL DE LA VIDA. Luis Penagos

    EL MIEDO EN EL LIDERAZGO DE EQUIPOS EMPRESARIALES. Augusto Restrepo Gómez

    DE LA DESCONFIANZA A LA CONFIANZA. Maria Elena Vargas García

    CRECIENDO SIN PAPÁ PRESENTE. Héctor Noé Alatorre Fonseca

    LA SOMBRA DE UNA REBELDE. Juanita de Francisco

    APROPIÁNDO-SE DA VIDA. Juliana Serra Gomes da Silva

    RELIGIÓN Y CULPA. Guillermo Cuéllar

    CELOS DE UNA MUJER EN PAREJA: UNA CONSTRUCCIÓN HEREDADA. Olivia Amada

    ELIJO EXISTIR: DE LA INTERPRETACIÓN DE ESCLAVITUD A LA VOLUNTAD DE ELEGIR. Lilia Rosal Balduc

    VIVIENDO DESDE EL MIEDO. Heidi Becerra Gosserez

    ESTAR DESDE EL SILENCIO. UNA NUEVA MIRADA PARA TRANSITAR DE LA VIOLENCIA A LA EXISTENCIA. Cristina Camino

    INCURSIONES ONTOLÓGICAS III

    PRÓLOGO

    Pensar ontológicamente no es pensar de cualquier manera, aunque en él participen múltiples formas de pensar. Hay principios, hay criterios, que conforman un pensar diferente. No accedemos a ellos de manera espontánea. Ello implica que es necesario aprender a pensar ontológicamente. Se trata de una forma de pensar que, por lo general, arranca de nuestras experiencias personales y muchas veces de nuestros dolores y desgarramientos. Nuestras heridas son, por lo general, puertas de entrada a las profundidades de nuestra alma. Ellas no sólo nos proveen sufrimientos, sino posibilidades para conocernos mejor y para orientar futuras transformaciones.

    Los trabajos que presentamos, de alguna manera, llevan esta marca. Ellos expresan, muchas veces, un acto de gran generosidad al compartir con otros lo que resultó de ese recorrido. En ese sentido, son una invitación a suspender el miedo que nos tenemos frecuentemente a nosotros mismos y de participar de una experiencia reflexiva que puede proporcionarnos, al final del camino, grandes satisfacciones. El lector juzgará. Entre estos trabajos hay algunas más logrados, otros quizás algo menos. Pero los hemos seleccionado por cuanto creemos que todos ellos nos aportan algo de valor.

    Este tercer volumen de la serie Incursiones Ontológicas fue escrito por participantes de nuestro Programa de Avanzado de Coaching Ontológico, en su versión del año 2012.

    HABITAR EL VACÍO

    HABITAR EL VACÍO

    POR: MARA AGOSTINA SCARINI

    Investigación presentada a la Facultad de Psicología de la Universidad del Desarrollo para optar al Magíster Profesional en Coaching Ontológico Avanzado.

    Coach Supervisor de Proyecto: Nora Tassistro

    Mayo 2013

    BUENOS AIRES

    EL INICIO DEL VACÍO

    La relación con el vacío puede ser una relación desde muy temprana edad. Quizás desde los inicios de la vida. Como toda relación, está vinculada a otro, un otro que puede ser una persona, como por ejemplo la madre, o un otro significativo como puede ser la vida misma.

    Esta relación puede generarse en el propio esquema familiar o sistema, lugar de llegada a la vida, con las diversas características que tenga el sistema.

    Cuando hablo de vacío, me estoy refiriendo a una forma de estar o de habitar en el universo, que puede ser propia, compartida o transferida. Aunque a esta forma se puede atribuirle múltiples facetas y significados.

    Me gusta hablar de vacío, como una sensación que tiene en su interior un cúmulo de emociones por ser descubiertas, ocultas en él, y punzantes. Capaces de llevar a la persona a vivenciar diferentes estados.

    Entre sus manifestaciones, puede expresarse como una sensación de dolor profundo, que en ocasiones se vuelve insoportable.

    Para algunos es como un fuego que arde y quema; para otros, un frío que hiela; o el ahogo vivenciado en el cuerpo, o la asfixia interior.

    El vacío tiene relación con los 4 elementos, como forma de percibirse en el cuerpo, a través del sentir propio de quien lo habite. Y esta manera de ser reconocido, dependerá del registro personal en la memoria, acerca de aquella primera vez en que lo habitó.

    Podría decir que el vacío es una sensación, o conjunto de emociones que subyacen a dicha sensación, y que tiene una relación estrecha con la carencia afectiva, o pérdida de afecto repentino respecto de un otro o de sí mismo, que es expresado en la necesidad de ser llenado con alguna cosa: objeto, bien de consumo, sustancias, entre otros.

    Y esta necesidad de llenado es más bien una vía o canal que tiene la capacidad momentánea de adormecer el malestar, que se expande por el cuerpo hasta apoderarse de todo el ser, o la sensación de insatisfacción como un estado latente.

    La sensación de vacío es un dolor agudo, como un agujero negro. Que en general se agranda, ante la falta de afecto de un otro querido o amado.

    Es un hueco en un espacio que, por naturaleza propia a los seres humanos, podría estar cubierto o no. Y cuando digo esto, lo afirmo porque, si tomamos como concepto que el ser se constituye con las miradas de los otros, y primordialmente con la mirada materna, en esta construcción existe una posibilidad de que se produzca la sensación de vacío conferida.

    Si esta constitución no estuviera configurada por miradas amorosas, afectivas, en el marco del respeto, de la valoración del ser, sería entonces muy probable que quien deviniera en ser en un marco inadecuado, pudiese con el tiempo experimentar la sensación de habitar el vacío.

    Vacío que hasta ese entonces no le era propio, sino que le ha sido conferido en algún momento de su desarrollo.

    Entrar en la sensación de vacío desata una ansiedad por querer salir de él, que muchas veces puede reflejarse en una aceleración constante, impulsada por un intento de buscar la descarga de esa emoción, y liberarse de ella. El vacío es un espacio de tormento, un conjunto de sensaciones que contiene emociones de todo tipo.

    No me refiero al vacío como espacio en donde habita la nada, sino al vacío como una emoción que contiene un sinfín de otras, y que en su conjunto son vivenciadas por quienes las habitan como cosquilleo prolongando que se parece a la sensación de caer al vacío.

    Podría ser algo así como arrojarse al vacío desde un trampolín de 4 metros de altura, vivenciar el vértigo que puede ser vivido hasta llegar abajo y ser contenido por la masa de agua. Pero que en lugar de llegar a un estado final de contención, la caída se prolongue en el tiempo, haciendo perdurar el cosquilleo que comienza a tomar el centro de la cuestión.

    Habitar el vacío es como sentir un vértigo prolongado, que al no culminar, no proporciona la sensación de alivio en el cuerpo, que sí podría sentir quien es recibido por el agua en su profundidad.

    El vacío es como esa extraña sensación prolongada de no estar en ningún lado, pero habitar un agudo malestar.

    Me gusta este ejemplo de la caída en la superficie, y del cuerpo en la profundidad, porque muchas veces el estar en el vacío se le parece al habitar una vida escasa de profundidades. Sin encuentro en los vínculos, sin lazos afectivos estrechos, sin el reconocimiento de las emociones ni el contacto.

    Es un vacío que se nutre de las apariencias, de objetos, de lo frívolo, lo banal, y una forma de estar en el mundo viviendo los acontecimientos sin una conciencia de uno mismo, ni de un otro.

    Es una especie de presencia sin contenido. Pero el contenido es algo intangible. Es de un orden intrínseco que puede ser confundido con un plano espiritual, pero que a mí me gusta mucho más abordar como vital, terreno, y enraizado.

    Tal es así, que cuando se deja de habitar este vacío, nos funda como seres humanos, nos ancla, nos ordena, y nos yergue en el planeta tierra con una mayor certeza de ser uno más en la totalidad.

    Cuando hablo de vacío, como una afirmación de que algo está vacío en su interior, estoy haciendo referencia a un tipo vacío que las personas que lo habitan pueden ser capaces de vivenciar, en algunos aspectos de su universo personal, como por ejemplo: vacío en su mundo emocional, (personas que no reconocen sus emociones) o su universo social, o familiar (personas que no desarrollan vínculos afectivos)

    Al hablar del vacío como un espacio habitado, me refiero al vacío registrado en personas que algunas veces no suelen ser visibles, y si se hacen visibles, lo hacen a través de hechos que pueden evidenciarlas. A esos hechos, los llamaremos síntomas que evidencian el vacío.

    Por ejemplo, una niña que es capaz de sentir el vacío en su interior, puede ser una niña a la que su mamá no haya sabido cuidar responsablemente, o bien no haya podido nutrir, o quizás también haya sido abandonada, o tal vez no haya podido desarrollar y afianzar su propia estima. ¡Pero no es una niña vacía! Sino que es alguien que puede sentir en algún momento de su vida la carencia de algo en su interior, o puede vivir permanentemente con ella. Y que tal vez encuentre en la obesidad, (y digo obesidad a modo de ejemplo) la descarga para salir de su emoción tormentosa, es decir en el acto de comer de manera compulsiva. Serían entonces esos excesos, los síntomas que evidencien la sensación de vacío que en ella habita.

    El consumo puede ser expresado de distintas maneras: de comida, de drogas, de alcohol u otras sustancias, de bienes materiales, cualquier objeto, cosa o persona, que sea capaz de producir un efecto de calma momentánea. Aunque solo sea un placebo desde el punto de vista psicológico. A todos aquellos comportamientos que son visibles, los llamaremos síntomas.

    Lo que quiero dejar en claro con esto, es que el vacío, si bien no es una emoción, es un conjunto de ellas, o muchas emociones que se manifiestan en diferentes sensaciones y sentidos, y que producen un alto grado de malestar en las personas.

    Pero que también es muy posible que las personas aprendan a crear mecanismos para no sentir el vacío en forma intermitente. Por ejemplo, el acto compulsivo de comer.

    Estoy hablando del vacío como un juicio, como si algo estuviese lleno o vacío, porque es propio de cada persona y por ende es único y distinto de quien lo experimente. Y no todos encuentran la sensación de vacío al habitar las mismas emociones.

    Es como usted lo recuerda, no lo que verdaderamente ocurrió (Freud en Garvich 2007 p 23)

    También puede suceder que esa sensación de vacío sea causada por una serie de juicios destructivos que tiene una persona sobre sí misma. Pero esos juicios corresponden al observador que cada uno es de su propio mundo. Por ejemplo, un padre que se siente solo y se cree desdichado y cree que su hijo es el culpable de su desdicha, al pensarse de esa manera ante la vida, actúa haciendo responsable al pequeño de su pesar y por ende, las acciones que este padre realice estarán regidas por sus juicios al respecto. Por ejemplo: podría tratar desamoradamente al pequeño.

    Respecto al juicio acerca del vacío, es también muy posible que una persona que se siente vacía actúe como tal, y considere que no tiene algo bueno que dar a otro, y por esa razón, no genere vínculos afectivos.

    A su vez, esa sensación de tener nada para dar, puede haber sido transferida en algún juicio que su madre o su padre hayan elaborado en el algún momento sobre ella. Por ejemplo: tú no vales nada. Y estos juicios son válidos o no, según la autoridad y el valor que las personas son capaces de conferir a quienes los emiten.

    Juicios que pueden estar fundados en algún momento determinado, pero que quizás no sean contemporáneos. (Echeverría, 2008 p 198)

    Juicios que podrían haberse transmitido e incorporado como mandatos en el momento de la educación, y que luego son reproducidos como propios.

    Emitir un juicio es una acción, si examinamos nuestro actuar veremos que este suele remitir a juicios previamente emitidos o juicios que sin emitirse de manera explícita, están implícitos en las acciones que realizamos. (Echeverría, 2008 p196)

    Si te sientes dolorido por alguna causa extrema, no es eso lo que te perturba, sino tu propio juicio sobre ella. Está en tu poder cambiar ese juicio, AHORA. (Aurelio, en Garvich, 2007 pag 87)

    Algunos autores que hablan del vacío lo refieren al vacío existencial, al que denominan la pérdida del sentimiento de que la vida sea significativa, y asociada a esta definición una vida que carezca de afecto y de amor quizás también carezca de sentido.

    Este vacío existencial puede manifestarse de diversas maneras o estados, para algunos de tedio, para otros de ira, para otros de angustia, para otros de apatía. (Frankl, 2006)

    La sensación de vacío se parece a un coctel de emociones, que juntas se anulan las unas a las otras, en un estado que parece la nada misma, pero que en realidad no lo es.

    El vacío como espacio habitable es más bien un lugar del que uno puede entrar y salir, según determinadas acciones que realice. Por ejemplo, muchas veces es posible sentirse ajeno a esta sensación, y el hecho de vivenciar repentinamente una pérdida significativa, ya sea del amor de otro o la mirada, o también la pérdida de algún objeto importante al que se le ha conferido un determinado valor, dicha pérdida genera un efecto invasivo en el estado anímico de una persona, que durante el tiempo que dure el duelo, es posible que se esté habitando el vacío.

    Muchas veces este entrar al vacío no tiene un estrecha relación con el suceso ni con el objeto, y es más bien la recreación de un recuerdo anterior vivenciado, donde se ha experimentado la sensación de vacío por primera vez, o tal vez no, pero que tiene una representación del valor mayormente significativo, y que al reproducirse una situación con características similares, lo activa.

    Al elegir una persona como objeto amoroso, no solo lo estamos eligiendo a él, sino también todos los vínculos que consideramos que esa persona establece con nuestro pasado afectivo (Garvich, 2007 p 121)

    Otras veces puede ser un estado que surge de un estado propio que vive oculto en el interior de cada ser, sin poder reconocerlo conscientemente como una carencia.

    Habitar el vacío y prolongarlo en el tiempo, se convierte fácilmente en una enfermedad del cuerpo, de la mente y de la psiquis.

    El habitar el vacío como forma de estar en la vida, produce una vida pobre en calidad. Porque el mismo hábito del vacío, por sí mismo, no es espacio posible ni dispuesto a las construcciones; no por lo menos a las construcciones con alta calidad de vida.

    Lo que está claro es que cuando hablo de vacío, no hablo de un vacío que produce la nada, sino de un vacío que existe en un todo, y que se pone en juego con variados elementos.

    Aristóteles, por ejemplo, no concibe cómo alguien puede hacer del vacío un lugar. ¿Cómo puede una cosa estar en un vacío?

    No comprende cómo pueden separarse materia y espacio, conceptos intrínsecamente relacionados, pues toda materia se da en un espacio.

    No le parece admisible que se pueda aceptar un espacio que sea exclusivamente espacio, esto es, en el que haya nada. (Aristóteles en Ortego, 2006)

    Algo, por otra parte, muy similar a lo que nos dicen los físicos teóricos de nuestros días, cuando afirman que no tiene sentido preguntar qué hay fuera del Universo: simplemente no hay un fuera. El Universo, con su espacio y su materia, es lo que hay.

    Me gusta este ejemplo, porque algunas personas que habitan el vacío son capaces vivir la sensación de estar fuera de sí mismos, en una disociación, entre las emociones, la mente y el cuerpo, que aunque en materia estuviera unida, es percibida como desintegrada, y ausente.

    LOS SISTEMAS FAMILIARES QUE HABITAN EL VACÍO.

    La familia es la base sobre la que se hacen los cimientos sobre la personalidad, el escenario donde se despliega el proceso de sociabilización, el entorno que moldea el carácter de acuerdo a valores imperantes en cada cultura. Nuestra personalidad se ha estructurado en gran medida según el tipo de familia en la que hemos crecido. Nos transmiten las normas, los valores, las formas de vincularnos. (Garvich, 2007 p 23)

    Siguiendo este concepto los sistemas familiares que habitan el vacío, son sistemas que tienden a reproducirse a sí mismos.

    Me refiero a la familia como sistema, porque las acciones que las personas realizan tienen condicionantes visibles y no visibles. Aquellos condicionantes visibles son las predisposiciones biológicas, adquisición de competencias, cambios en las tecnologías, los factores emocionales, habitualidades. Los no visibles, corresponden a los condicionantes ocultos del comportamiento, que cumplen un papel muy importante en definir las acciones que las personas emprenden, que normalmente no son capaces de identificar. En primer lugar, hablamos del tipo de observador que una persona es, respecto de su historia y su estructura, y en segundo lugar el tipo de sistema al que pertenece. Cada ser humano tiene su propia manera de actuar y generar resultados, los cuales son distintos a los que podría generar otro individuo. La manera como observamos, la forma como actuamos y, en consecuencia, los resultados que obtenemos en la vida, remiten tanto a los sistemas en los que hemos participado como a las posiciones que hemos ocupado en cada uno de ellos. (Echeverría, 2008 p 107-112)

    En consecuencia, los sistemas que habitan el vacío tienen formas de comportarse, propias del mismo sistema, que operan como condicionantes.

    Dentro de sus características comunes suelen ser sistemas rígidos, tradicionales, coyunturales a una determinada sociedad, que entre sus características comparten la falta de mirada de valor sobre sí mismos, y no se cuestionan ni indagan en su interior. Sistemas pocos flexibles a los cambios y en ocasiones impenetrables.

    Cuando hablo de indagación, me refiero a la búsqueda de respuestas dentro del campo emocional, afectivo o existencial. En estos sistemas, generalmente no se indaga acerca de dichos aspectos, sino que se aceptan los acontecimientos de un modo tal como son interpretados por el líder del sistema o por quien encabeza la norma, o en su defecto, se resienten, pero sin modificar comportamientos estructurales.

    Esquemas familiares que llevan en su centro la marca del vacío. El vacío del encuentro, el vacío del afecto, el vacío del sentido.

    Pero es a su vez un vacío que los conecta y une y que, con el transcurso del tiempo, se vuelve común a los miembros, es decir que los identifica.

    Espacios familiares en donde las emociones no son vistas ni tenidas en cuenta, o son consideradas como amenazadoras del orden existente.

    Sistemas en los que, de algún modo sus miembros, cada uno de ellos, va desarrollando diferentes mecanismos internos para permanecer dentro del mismo, siguiendo con la norma.

    Un comportamiento de un individuo que, cuando está dentro del sistema, no permite emocionalidad o que la permite parcialmente, y que se vea invadido por alguna emoción repentina, ya sea de alegría o de dolor, haría cualquier cosa para evitar entrar en contacto con la emoción, como por ejemplo, encendería un cigarrillo, tomaría una copa de vino, no hablaría del tema, lo evadiría con algún comentario, chiste o lo que en ese momento se encontrara a mano para él, más ajeno a su sentir, evitándole la exposición.

    Autores como Víctor Frank, refieren al vacío existencial como un fenómeno muy extendido en el siglo XX, respecto de la doble pérdida que el hombre ha sufrido desde que se convirtió en ser humano, perdiendo sus instintos animales básicos, así como también sus tradiciones, que durante un tiempo le habían servido de contrafuerte. Tradiciones que las tribus realizaban a fin de sentirse unidos al grupo en un todo. (Frankl, 2006)

    Tomando un poco estos conceptos, y mirándolos, es posible ver cómo algunas conductas de domesticación son ejercidas en los sistemas familiares con la aplicación de ciertas normas de convivencia, para su conservación y funcionamiento, que pueden ser disparadoras o generadoras de sensaciones de vacío en el presente, mientras rige la norma, o en el futuro, como transferencia en el tiempo de la norma convertida en mandato.

    Por ejemplo, el control emocional como pauta establecida o compartida por cada uno de los miembros, produce de alguna manera la robotización de conductas, la represión del lenguaje, convirtiendo a las conversaciones en coloquios pobres, e inhibiendo diversas formas de expresión.

    Como decíamos anteriormente, lo que puede dar como resultado la disociación entre cuerpo, mente y emociones de los miembros en lo individual y de los miembros entre sí, produciendo una desconexión emocional funcional al sistema.

    Los miembros de sistemas que comparten el vacío pueden habitar inconscientemente esta forma por mucho tiempo, haciéndose ausentes en situaciones en las que se encuentran presentes en cuerpo y mente, pero muchas veces tomando el control de las emociones.

    Con el tiempo, esta práctica puede volverse un tanto riesgosa, al punto de producir que los miembros puedan perder la capacidad de sentir parcialmente.

    Por ejemplo, una hija puede estar en presencia de su madre, estando tiesa, controlando sus emociones, sus miedos, etc., con el fin de evitar que algo acontezca dentro del sistema o simplemente no queriendo molestar a la mamá. Pero luego, por las noches, se orina en la cama, evidenciando el síntoma, y mostrando sus miedos cuando a la conciencia pasa a otro plano.

    Pero a su vez, la madre que habita el vacío, generalmente no dará cuenta del hecho como algo sustancial, sino que más bien lo ocultará dentro del sistema, para no alarmar a los otros miembros, e ignorar los miedos que la pequeña está teniendo manifiestos en estos comportamientos, así como también los suyos propios respecto de tales acontecimientos.

    Es así como el vacío comienza a compartirse ya entre madre e hija, por un hecho.

    En el caso de la pequeña, el vacío está asociado a la falta de contención por parte de la madre, pero también al castigo que deviene luego frente a los hechos, porque generalmente en estos sistemas lo que le sucede a la niña es mal visto por las partes, que es ocultado como si fuese una vergüenza que a su vez avergonzara al resto de la familia. Por lo tanto, la madre que no es una madre contenedora, tampoco muestra su preocupación al respecto, y en algunos casos a este tipo de madres les irrita, o les enojan episodios de esta clase. Por lo tanto, la intolerancia al vacío se convierte en una especie de evasiva de sus propias emociones, y de las de la pequeña.

    Pero si en vez de que le pasara a la niña esto mismo, le sucediera a otro miembro del sistema, es muy probable que la niña que mencionamos se comportara como el resto de los miembros se comportan con ella. Es decir, que si le sucediera algo parecido a su hermano, probablemente la niña se enojaría con él, descalificándolo, o bien no se enteraría. Porque en estos sistemas cada miembro conserva oculto su propio sentir.

    Podemos decir entonces que, dentro de los sistemas que habitan el vacío, la robotización de las emociones es un fenómeno común, así como también lo es la negación de los hechos que hagan visibles emociones emergentes.

    Pero muchas veces es la misma sensación de vacío una alarma que interviene en el despertar de ese bloqueo, porque en algún punto comienza a enfermar de manera tal que las personas necesitan un alivio al dolor, ya sea a través del aislamiento, la indiferencia, la falta de contacto, y comienzan a tener comportamientos aleatorios, como bien dijimos antes, muchas veces orientados al consumo de sustancias; otras, al derroche, al juego, entre otros.

    Creo que de alguna manera lo que plantea Víctor Frank, respecto del hombre y la pérdida de sus instintos, en cuanto a su forma de estar en lo social, tiene un carácter similar a lo que sucede en el seno de estas familias.

    Si bien dichas familias son sistemas más pequeños, podrían estar también cohesionados por un sistema social más grande, subyacente al momento histórico social.

    Por ejemplo, un niño nacido en la Argentina en pleno proceso de dictadura militar, en una sociedad sin libertad de expresión, en donde miembros de su familia han sido perseguidos y reprimidos, ya sea por el hecho de estudiar carreras universitarias intervenidas.

    O un niño que nace en plena guerra de Malvinas, en Argentina, donde su padre o algún miembro de la familia haya sido enviado a la guerra, como soldado y ciudadano soberano, exigido por el régimen presente, sin consentimiento propio, y por el deber social que imponía esa época.

    O una madre que es hija de padres que han llegado a la Argentina, huyendo de la guerra en sus países de origen, en busca de un lugar donde estar a salvo.

    En los tres casos damos con un marco histórico-social en el cual la expresión y la emocionalidad podrían llegar a carecer de un espacio propicio para su manifestación y la posibilidad de ser compartido con el resto de los miembros, dentro del sistema familiar, y en la sociedad misma.

    Tomo estos datos, porque en estos contextos, es difícil que la vida tenga algún sentido más que el mantenerse y conservarse. Y yo creo que cuando esto se instaura en lo más profundo de las sociedades, es adoptado de manera inmediata por muchos sistemas que son permeables, y entonces también puede ser transmitido muy fácilmente de generación en generación.

    El concepto de lo vital o de la vida, en contextos como los anteriormente descriptos, se acercan más a la supervivencia que a una manera libre de vivir la vida a través de elecciones.

    Creo que esa es también una razón por la que estos sistemas no practican la libertad como modo, sino que la limitan y restringen para su autoconservación.

    Un ejemplo de la dificultad para hacer uso de la libertad con la que se encuentran las personas que pertenecen a los sistemas que habitan en el vacío, es que en algunas ocasiones pueden recurrir a las drogas o al uso del alcohol, como forma de liberar su mente de los mandatos heredados y adquiridos dentro del sistema. Quizás como forma ilusoria de salirse del esquema de la domesticación.

    La libertad no es una idea política ni un pensamiento filosófico. La libertad es el instante mágico que media en la decisión de elegir entre dos monosílabos: SI y NO (Paz, en Garvich 2007 65)

    LA SENSACIÓN DE VACÍO POR PRIMERA VEZ.

    Hablar de vacío como una emoción que es capaz de registrarse, aunque no siempre de identificarse, me lleva a buscar los inicios, las huellas, los registros que esta sensación deja en algún momento al ser percibida.

    Espacio o lugar en donde se siente por primera vez.

    Lo que es muy importante destacar en este capítulo es que existen ciertos dominios primarios de las personas, llamados dominios del observador, que son su biología; que los constituyes en la naturaleza humana propia de cada individuo: su corporalidad, la forma en la que el cuerpo se comporta o reacciona frente a los diferentes hechos; la emocionalidad, el universo de emociones y estados emocionales que poseen las personas con respecto a sus experiencias y vivencias; y el lenguaje, el uso adquirido y manifiesto de lo que dicen y escuchan, y de la forma en la que se expresan y comunican con otros. (Echeverría, 2008 p 162)

    Estos dominios se combinan entre sí, y de esa combinación, ya sea coherente o no, las personas realizan acciones distintas. El vacío es un espacio que fácilmente pueda habitarse en la incoherencia de estos dominios, en el accionar.

    Por ejemplo, un individuo que habita el vacío podría sentir amor por su padre y nunca manifestarlo. Y eso que queda sin manifestarse en el dominio del lenguaje, genera un vacío, no solo en la forma de poner en palabras su sentir, sino también en su emocionalidad que no vibra acorde a lo que expresa. Y si ahondáramos más a fondo, quizás su corporalidad podría ser de tensión.

    Desde una mirada distinta, pero sin dejar de hablar de emocionalidad y corporalidad, Fromm explica que en el infante, la yoidad se ha desarrollado apenas, él aún se siente uno con su madre, no experimenta el sentimiento de separatividad, mientras su madre esté presente. (Fromm, p 25) Él hace referencia al problema del hombre en sí, de cómo superar la separatividad, cómo lograr la unión y trascender en la propia vida individual y encontrar la compensación. De la necesidad de la raza humana de no sentirse solo, y dice que en la búsqueda del hombre por superar la separatividad, trata de escapar de allí, sumergiéndose en el alcohol o las drogas, pero cuando la experiencia concluye, se sienten más separados aún. (Fromm, 2011)

    El concepto de separatividad se aproxima, en algún punto, a la sensación de vacío que en esta investigación se analiza, refiriéndolo al hecho natural de separación entre la madre y su hijo, luego del nacimiento. Pero, fundamentalmente al momento, en el que el hijo es consciente de esta distinción.

    Esa primera sensación, es percibida en alguna parte del cuerpo donde se hace manifiesta. Muchas veces son sensaciones corporales, ardor en el pecho, en la garganta, dolor agudo de estómago, o esófago. Los síntomas subsiguientes pueden ser diarrea, o constipación, taquicardia, entre otros.

    Si nos preguntamos, de cara con el vacío, cuándo puede un miembro del sistema sentirlo por primera vez, las respuestas podrían ser múltiples.

    E incluso, generalmente es percibida de manera frecuente en el lugar del cuerpo en que se originó. Es como si el cuerpo tuviera cierta memoria; entonces, cada vez que una situación del afuera tuviera características similares a las vivenciadas en aquella primera vez, el cuerpo reacciona del mismo modo. Incluso cuando las personas intentan controlar y ocultar sus emociones.

    Por ejemplo, un niño que ante la reacción de desamor experimentó la indiferencia como patrón en respuesta al dolor que le generaba esa experiencia, al revivir una situación que se le asemeje, ya sea de cualquier ser querido que pudiera tener un gesto de desamor, sin siquiera planearlo, su cuerpo podría tomar la misma postura corporal que tomó aquella primera vez; por ejemplo, podría sentarse de brazos cruzados, con la mirada al horizonte, con piernas cruzadas, y de espalda a los hechos.

    Generalmente, esos síntomas son resultantes de la reacción instintiva al intento de controlar una emoción, ya sea alegría, amor, dolor, así como también ante la falta de palabras para comunicar un sentir. Un dato no menor es que en estos sistemas el lenguaje no es un medio de expresión de sentimientos profundos, sino que es más bien algo implícito, de pocas palabras, de frases que toman peso y se instauran con un sentido propio, y de formas de conversar escuetas y diplomáticas, o quizás no tanto, pero reconocidas por el sistema con cierto significado y sentido. Por decirlo de alguna manera, el lenguaje en este tipo de sistemas es de uso básico para lo funcional.

    Por ejemplo, un padre dentro de estos sistemas no podría decirle a su hijo cuánto lo ama. Pues para ello, anteriormente, tendría que habilitarse a reconocer dicha emoción, y que su manifestación no sea un hecho vergonzante, ni tampoco que sea rechazada por su hijo.

    En los sistemas en donde habita el vacío, no es tan sencillo decir palabras que comprometan las emociones de los miembros ni que activen otras adormecidas.

    Es probable que el hijo que reciba este mensaje de su padre, aunque el mensaje en sí sea de carácter amoroso, pueda incomodarlo. Quizás porque también evidencie el amor que este hijo sienta por su padre, o no. Y ambas formas de manifestación del amor no sean usuales dentro del sistema. La falta de ejercicio emocional que habita en estos sistemas no habilita este tipo de expresiones.

    LA MADRE QUE HABITA EL VACÍO

    "Como fuimos concebidos, la forma en que nos recibieron al nacer, como nos tomaron en brazos, lo que hemos significado para ellos, constituyen los pilares fundamentales de vida y por lo tanto de la construcción de nuestra personalidad.

    Un bebé que es esperado con alegría, que nace rodeado de afecto, que encuentra un hogar en armonía, con una madre dispuesta a darle mucho amor, que tiene respuesta rápida a sus reclamos, tendrá la oportunidad de crecer con confianza y seguridad." (Garvich, 2007 p 23)

    Algunas madres que habitan el vacío pueden comportarse de diversas maneras, facilitando espacios de vacío en sus hijos. Muchas veces, suelen ser madres muy jóvenes, o sin una estructura familiar contenedora. Pueden habitar contextos sociales complejos, de marginalidad, o en sociedades carentes de libertad de expresión, como los regímenes autoritarios o procesos de dictaduras militares, que pueden considerar muy fácilmente cualquier acto como subversivo.

    O en otros casos, sociedades más cerradas, con fuertes creencias de que las cosas solo son de un modo determinado, con observadores de un tipo de enfoque único, con dificultades para ver en los otros a personas distintas.

    Generalmente, suelen ser mujeres que no indagan en el autoconocimiento, que también habiten en sociedades que tampoco promuevan la indagación ni la exploración como camino de transformación, tanto en lo personal como en lo social. Por lo tanto, sus comportamientos serán acordes a estos sistemas.

    El miedo al que este tipo de madres suelen enfrentarse a la hora de indagar en ellas mismas, o el no registro de los acontecimientos trascendentes, suele estar ligado a los comportamientos validados por los sistemas a los que pertenecen.

    Por ejemplo, madres que son capaces de parir como si fuese un trámite, carentes de conexión con los hechos, y sin el respeto por la vida del otro. Suelen haber sido hijos nacidos de similares condiciones y criados sin demasiados registros sobre ello.

    Y con esto no estoy hablando de madres que no amen a sus hijos, sino que son incapaces de profundizar en los hechos que las unen con los otros, y con ellas mismas.

    Madres que pueden vivenciar los embarazos, sin registrar los cambios ni modificaciones desde lo corporal, hormonal, e incluso en cuanto a la rutina.

    Cuando hacía esta investigación y hablaba con alguna de estas madres, en mis indagaciones al respecto me encontraba con respuestas tales como: Todas esas cuestiones, no me las pregunto Lo cual no significaba que no le fueran de interés, sino que no estaban en el marco de concepción natural, por lo tanto, no formaban parte de otra posible forma de mirar una realidad distinta para ellas.

    Cuestiones que eran más bien narrativas a preguntas que hacían alusión a estados de ánimo en determinados momentos, o preguntas que hacían referencia a vivencias, como qué tipo de situaciones eran vivenciadas en el hogar en el momento x.

    Preguntas que me llevaban directo al vacío, por no haber respuestas, en cuanto a la profundización de los temas.

    Al vacío como factor oculto dentro de estos sistemas, pero oculto también para los observadores que componen los sistemas. Porque para las madres que habitan el vacío, no hay algo detrás del llanto de su hijo más que una molestia para sus oídos, o un capricho por sí mismo, en la mayoría de las ocasiones.

    Con esto no quiero decir que todas las madres que habitan el vacío realizan las mismas acciones, pero sí que pueden observar algunos fenómenos desde algunos puntos en común.

    Son madres que poseen una baja capacidad empática hacia los demás, pero también hacia ellas mismas, quizás también una baja en su propia estima.

    Otra de las características es la sensación que viven estas madres de no poder estar disponibles para los otros. Característica que es aliada de esta forma de no indagación de sí mismas. Porque así como pueden proponerse no autoconocerse, tampoco se interesarán en conocer a los otros, esos otros que serán sus hijos también. O mejor dicho, que lo conocerán solo a través de lo que los pequeños seas capaces de mostrar en lo evidente.

    Pueden ser madres que tengan ciertas dificultades a la hora de ocuparse de sus responsabilidades, ya sea de lo que es rutinario o del mantenimiento del hogar, así como también de poder escuchar, o colaborar en la resolución de conflictos de sus hijos.

    Algunas veces, pueden ser madres que suelen delegar la crianza a otros, o dar en adopción a sus hijos, o en algunos casos desentenderse de ellos aún en la misma tutela.

    Pueden ser madres que al separarse de sus maridos, pierdan el rumbo o el sentido de su propia vida y por ende tampoco puedan colaborar en el crecimiento de sus niños.

    O también pueden ser madres que aún se sientan afines en sus roles de hijas, y que deleguen su maternidad en sus madres, ya sea por inseguridad, miedos, o por falta de un sostén o madurez propia.

    A veces tienen cierta dificultad para cuidarse a sí mismas, o problemas con los excesos y los limites. Una característica que me llama la atención, es que muchas de estas madres, tienen problemas de anemia. La anemia es una enfermedad que se produce por la disminución de los glóbulos rojos en la sangre; los glóbulos rojos, son quienes distribuyen el oxígeno en el cuerpo. Con el oxígeno, las personas nos aseguramos la viabilidad del proceso de respiración que nos mantiene vivos. Desde el punto de vista de la psicología antroposófica, cuando una persona tiene sus glóbulos rojos por debajo del nivel esperado, se dice que su yo no ha sido aún enraizado. Lo que quiere decir que hay una división, entre el yo y la persona.

    Otra de las características más evidentes es que este tipo de madre también suele de aquellas depresivas, o adictas, ocultando detrás de estos comportamientos lo que acontece dentro del sistema, lo que engendra la sensación de vacío en éste y en sí mismas.

    Muchas veces también tienen la dificultad de expresar lo que sienten o lo que les sucede, pero también la dificultad para darse cuenta. Son actos poco conscientes, que muchas veces provocan mayor conflictividad al sistema.

    Por ejemplo, una madre que no sabe cómo reaccionar frente a un niño pequeño que llora, puede recurrir a una acción violenta, para que deje de llorar. Ese golpe es la manifestación de impotencia de la madre frente al hecho de que su hijo llore, así como también su incapacidad de contener o sostener el llanto, o bien tratar de evidenciar de donde viene, o de indagar en la razón por la que cual el chico llora.

    Estos comportamientos, en la mayoría de las ocasiones, terminan generando más dolor en el niño, y aumentado la sensación de vacío en el pequeño, pero también en la madre que, en vez de sentirse cerca de su hijo, aumenta su desconexión de ella misma y de él.

    Creo que cuando Fromm, introduce el concepto de separatividad, lo hace en relación al sentimiento de soledad vivenciado por el pequeño, una soledad que se parece a la desolación, a la sensación de estar solo frente a una inmensidad, y destaca la necesidad del hombre de sentirse unido.

    Si esa madre pudiera comprender que ese niño que llora no lo hace para molestarla, sino que lo hace desde su necesidad, ya sea de afecto, de hambre, o de alguna carencia propia del niño, y la madre tuviera en ella recursos para responder frente a dicha necesidad, entonces podría salirse del circuito generador de vacío.

    Es por ello que este tipo de madres desarrollan una forma de maternidad con gran intolerancia al dolor, y a toda emoción que requiera ser compartida, explorada o escuchada por otro. Madres que siendo madres se siguen mirando a sí mismas.

    Generalmente, para estas madres la alimentación que ingieren no es del todo saludable. Muchas veces padecen enfermedades de bulimia, anorexia, alcoholismo, o suelen ser compradoras compulsivas, y en ocasiones son extremadamente posesivas respectos de sus hijos. Algunas ejercen la sobreprotección y otras pueden llegar a abandonar a sus hijos.

    Pero en todas ellas se evidencia cierto abandono para con ellas mismas. Ya sea desde el no ingerir el alimento correspondiente, o ingerirlo en exceso, produciéndose luego los vómitos para vaciarse.

    También consumiendo drogas o tranquilizantes, recetándose medicamentos psiquiátricos a veces no regulados, y muchas veces carentes de una vida abundante, social. Asimismo, de relaciones poco funcionales, tanto con sus maridos, en los casos en que los hubiera, o muchas veces, con relaciones matrimoniales o de pareja muy disfuncionales: hombres que se suicidan, hombres que maltratan, hombres violentos, entre otros modelos.

    El vacío está muy estrechamente relacionado con todos estos modelos, ya sea por el contra modelo, o como forma de ocultar lo que realmente sucede en el seno de cada uno de los observadores.

    Particularmente, en los momentos que usualmente suelen ser de encuentro con los otros, como las cenas, los almuerzos, este tipo de madre se vea reflejada según el modo que toman color los acontecimientos.

    Por ejemplo, madres que, de acuerdo a sus estados de ánimo, pueden preparar o no la cena. O que en distintas oportunidades el espacio de lo nutricional es utilizado para el descontrol emocional o desborde, en el que de alguna manera se ponen en manifiesto las emociones no expresadas, y las palabras no dichas, las angustias, los placeres, las pasiones, las tristezas, los tormentos.

    Por ejemplo, si en la casa la madre está de buen humor, entonces habrá comida para compartir; si, en cambio, está angustiada, la mesa será la representación del vacío.

    Es una cuestión de símbolos que se comprenden dentro del esquema.

    No hay palabras que narrarán los hechos, sin embargo, uno los puede comprender de solo observar estos datos.

    Algunas madres que habitan el vacío pueden entrar en largas y profundas depresiones, en donde su ausencia se hace presente en lo cotidiano, dando cuenta de esa disociación de la que he hablado en un principio. Vacío que deja su marca en el hogar, y que a la vez da cuenta de un estilo de comportamiento.

    Esto genera en el sistema, y más específicamente en los niños, la sensación de saber que su madre está allí, en algún lugar oculto de la casa, pero que a la vez no está disponible para la conversación, el tacto, la vista, el compartir con otro, y muchos menos al encuentro.

    A su vez, en ocasiones los niños suelen hacer berrinches o decir a sus madres frases conmovedoras, como por ejemplo, Vos no estás presente, en representación del dolor de este niño, pero que a la vez debe lidiar con la madre que se ve incapaz de recibir esta frase como significativa, ya que también es ella quien viene de otro sistema en el que ha habitado el vacío, pero como niña. Y que esta serie de comportamientos son el legado que el adulto recibe de sus antecesores y entrega casi sin intención a sus hijos.

    En esta misma línea, Anne Ancelin Schutzenberger, habla de las lealtades invisibles en las familias, y afirma que lo que nos legan los ancestros a través de las relaciones, es la vida, su propia vida, y es también lo que nosotros transmitimos luego a la prosperidades. (Schutzenberger, 2008 p 42-44 )

    Es por ello que los niños que mantienen su frescura en la infancia, generalmente en la adolescencia comienzan a evidenciar y a repetir patrones de comportamientos aprendidos de sus padres.

    Los niños no requieren de mucho trabajo para incorporar los mismos patrones de sus madres, simplemente vivenciarlas es lo que los habilita a repetirlas luego.

    Por ejemplo, una madre que compre compulsivamente como forma de aliviar la sensación interior de vacío propia, es probable que eduque a un niño que al momento de pedir afecto a su madre, repita una acción aprendida de mirar a su madre, y entonces pida juguetes en cantidad, aunque luego no juegue con ninguno o lo haga por un tiempo corto.

    El universo es una inmensa perversidad hecha de ausencia. Uno no está casi en ningún lado. Sin embargo en medio de las infinitas desolaciones hay una buena noticia: El Amor. (Dolina, en Rolón, 2012 p 272)

    Muchas de estas madres, casualmente suelen tener un cierto enojo o resentimiento con sus propias madres como si aún reclamaran una presencia o dedicación que no recibieron.

    Ante esta falta de presencia o afectividad, los niños en sus etapas de desarrollo suelen tener comportamientos adictivos, o consumir sustancias, drogas, alcohol, convirtiéndose luego en adultos incapaces de poner en juego sus emociones, sin poder atreverse a llorar frente a otros, sin animarse a expresar afecto. Estos niños, en sus etapas de crecimiento, son capaces de hablar de temas trascendentales, como la vida o la muerte, con una aparente frialdad, en donde puede verse esa disociación de lo que dicen con lo que sienten. Por ejemplo, son niños que pueden hablar de acontecimientos como la muerte de un ser querido, narrando el hecho, sin emoción alguna aparente. Pero, generalmente, y como esa es solo una faceta que le permite al niño la sobre-adaptación de su emoción al medio, probablemente en la noche devenga el miedo y las emociones ocultas a la hora del sueño puedan manifestarse en pesadillas.

    Creo que en algún lugar de esta historia las madres que habitan el vacío en su interior, así como también los padres, quizás no sean conscientes de que ese habitar es simplemente una forma de estar en esta existencia, y que hay otras que también pueden ser consideradas, con el solo hecho de empezar a observar la incorporada.

    EL PADRE QUE HABITA EL VACÍO.

    Así como he hablado de las madres, quiero hablar también de los comportamientos que tienen los padres que habitan el vacío.

    Siguiendo con el mismo patrón de comportamiento frente a lo emocional, en el caso de los hombres y sus emociones, lo más visible en ellos es que hablar de emociones les resulta algo vergonzoso, e inusual.

    Son hombres que solo sienten el dolor frente a un golpe fuerte de la vida, o al menos es allí donde son capaces de reconocerlo.

    Hombres de pocas palabras, que generalmente suelen no tener una vocación elegida, sino más bien heredada o no profundizada.

    Hombres que entablan relaciones desde el silencio, las suposiciones, y desde sus propios lineamientos. Que no se cuestionan a sí mismos, y que se incomodan fácilmente si alguien los cuestiona.

    Generalmente les cuesta compartir momentos con sus hijos desde la comunión y el encuentro. Por lo general, los hombres son más propensos al consumo de alcohol, cigarrillos, drogas, o el juego.

    Son hombres que enseñan el amor a través del deber. O que encuentran en la pauta la forma de transmitir su afecto a sus hijos. Generalmente son hombres sensibles que han aprendido a anular u ocultar su sensibilidad.

    Pueden ser hombres que después de una jornada laboral se encuentren con sus hijos, y que en su forma de relacionarse solo encuentren preguntas cargadas de exigencia y descalificación, por ejemplo: ¿cuántas notas bajas trajiste hoy?

    Hombres que, por lo general, también son evasivos, en cuanto a que si hubiera notas bajas, tampoco colaboraría en ayudar a sus hijos, y que su forma de acompañarlo es más parecida a la exigencia del cumplimiento de los objetivos, pero sin una contención para el más pequeño.

    A veces son hombres violentos, que ni bien tienen contacto con alguna emoción que los vulnera, descargan su sentir a través de los golpes. Muchas veces también son hombres que han sido golpeados o abusados en su niñez. Hombres que no tienen mucho registro del otro, y que han desarrollado una fuerte inclinación a la hostilidad y a la violencia.

    Suelen moverse también en espacios cargados de estas mismas características, y son también padres a los que les cuesta asumirse como tales.

    Muchas veces pueden ser celosos de sus hijos, otras pueden abandonarlos fácilmente.

    Es menos frecuente ver en los hombres con trastornos alimentarios, pero sí son claros los desórdenes respecto del reconocimiento de cuerpo, la relación con el cuerpo, y la integración emocional.

    Son hombres que registran sus emociones en pocas oportunidades, y que han desarrollado una manera de estar socialmente, que no es coherente con su sentir. Se los puede ver sonreír y hacer chistes, aunque su estado emocional sea de una profunda angustia interior.

    Por ejemplo, hombres que estando afectados por un duelo, pueden encontrarse con un amigo en la calle, y saludarlo sin hacer mención a su dolor, e incluso hablar de su dolor muy impersonalmente.

    Si bien en la mayoría de las sociedades el hombre ha encarnado el rol del Macho, que implica un hombre fuerte, duro, impenetrable, sostenedor, capaz de asumir y hacerse cargo de lo que sea, en los hombres que habitan el vacío este tipo de roles son los más frecuentados.

    También son padres que no están abiertos al diálogo con sus hijos, y que van desarrollando dentro de sus familias una forma de comunicación en el vacío. Los hijos comienzan a dejar de contar con ellos si necesitan conversar de algo, y cada vez la comunicación se vuelve más pobre.

    Muchas veces son padres que habitan la marginalidad, en ocasiones autoimpuesta, en otras por acción de la misma sociedad. Padres que practican la paternidad en el aislamiento.

    Padres que se hacen presentes a través de la crítica y el maltrato, y que difícilmente tengan una palabra de aliento para con sus hijos. De la misma manera que lo que hablaba anteriormente de las madres, estos patrones de comportamiento no están relacionados directamente con cuanto amen realmente estos padres a sus hijos, sino con una forma particular que habita en estos observadores para relacionarse con el mundo, e incluso en muchas oportunidades, y yo diría que en la mayoría de ellos, no suelen ser conscientes de lo que hacen y de cómo lo hacen; causan daño en los niños y también en ellos mismos.

    Este tipo de padres lleva consigo muy incorporada la pauta del cómo se hace, y cuándo se hace, que tiene que ver con normas aprendidas anteriormente, que no se ponen en cuestionamiento y que se reproducen muy livianamente.

    También pueden ser padres que no reconocen el carácter de un niño como tal. Puede serles muy dificultoso mirar al niño como un ser frágil, vulnerable, o pequeño. Este tipo de padres suele verlos como pequeños adultos, y tratarlos desde allí.

    Yo creo que este tipo de relación que se entabla es la causal de las sensaciones de vacío encontradas, entre estos padres y estos hijos. Porque todo lo que no se dice, todo lo que no se valida, ni se consensúa, va a parar algún lugar equivocado, y en medio de estos vínculos, se desata la profunda sensación de vacío.

    Vacío de no poder ser reconocido como ser humano legítimo, íntegro, en su totalidad, con sus emociones. Vacío de no poder entrar en comunidad con su papá.

    Entonces, puede suceder que desde allí no se construyan vínculos, sino que se relacionen simplemente como dos personas que pasan tiempo determinado del día, por alguna razón necesaria.

    A ningún niño le gusta ser juzgado constantemente por sus actos, y esa es la manera que algunos padres que habitan el vacío tienen de relacionarse con ellos.

    Muchos de estos padres es posible que hayan sido en su niñez excelentes alumnos y que hayan recibido exigencias en lugar de afecto, sabiendo responder adecuadamente a esa forma de amor que sus padres pudieran haberles transmitido como legado.

    Hacer las cosas bien, te hace un niño amado.

    Y cuando digo esa frase, la digo haciendo referencia a los comportamientos esperados por este tipo de padres, respecto de sus hijos.

    Dicho así, quizás pareciera que esta forma de relacionarse con los hijos tenga un alcance mayor, y que no solo comprenda a los padres que habitan el vacío, sino a muchos más miembros de la sociedad.

    Pero tomando este concepto y las palabras de Fromm, en las que él dice que es la misma sociedad y su sistema los que marginan y llevan al hombre a convivir con este vacío, porque es del modo en que hemos planteado el juego, lo que hace al hombre tener que adaptarse a algo que por naturaleza no le es propio o no le pertenece. (Fromm, 2011 p 113-141)

    Por ejemplo, padres que esperan que sus hijos sean los mejores promedios, las mejores notas, que se destaquen, que hagan sus mejores actuaciones. Porque para la sociedad lo mejor es lo premiado. Son modelos, paradigmas sociales que vamos adquiriendo en nuestro desarrollo, pero que muchos de éstos enferman el alma de los niños.

    En estos esquemas, muchas veces los niños son quienes comienzan a perder su identidad, tratando de parecerse al mejor de su clase, e incluso son los mismos padres quienes pueden hacer esas comparaciones tales como: A Juanito le va muy bien en matemáticas, deberías ser como Juanito.

    Frases que son desintegradoras para los niños, que comienzan a abandonar sus instintos con el afán de ser otros. Lo cual los pone de cara al vacío nuevamente, porque es allí en donde se da la pérdida momentánea de su esencia, pérdida que voy a relacionar más con la mirada de Fromm respecto de la sociedad de consumo, y de un sistema que nos lleva muchas veces por caminos deshumanizados. El vacío de la pérdida de la propia esencia para incorporar otra que no le pertenece, pero que sabe que es más reconocida. Es también el abandono del talento propio, el don, el legado personal.

    Es por ello, que muchas veces estos padres, que alguna vez fueron niños, en su crecimiento no han podido desarrollarse en sus habilidades, en sus dones, y han elegido vocaciones o trabajos por el deber de cumplir con algún mandato o norma, y no por elecciones propias y genuinas.

    Estos niños, pueden pasar muchas horas en soledad, e incluso pueden comenzar a perderse de eventos o espacios de aprendizaje por los altos estándares que tienen incorporados, y que los atraviesan de pies a cabeza. Por ejemplo, niños que no juegan porque consideran que el juego es una pérdida de tiempo, o que no es para ellos, o simplemente porque crean que otros lo harían mejor que ellos.

    Respecto de la paternidad en estos hombres que habitan el vacío, suelen no distinguir ni diferenciar las emociones. Reconocen pocas categorías, y generalmente suelen ser emociones confusas. No suelen hablar de miedos, ni de amor. Pueden hablar de nervios, de estados de ánimo, como el estar tranquilo, el estar bien o mal. Y es por ello que frente al llanto de sus hijos, podrían responder con frases tales como Deja de llorar, que los hombres no lloran o Te comportas como una niña.

    En definitiva, esta forma crítica es la norma que se comienza a instaurar dentro del sistema, y que, ejercitada con el tiempo, hará definitivamente que un niño deje de llorar cuando lo sienta. Ocasionando el principio de la disociación en él.

    Es así como los niños aprenden a aislarse o desconectarse, y cuando hablo de desconexión, estoy diciendo a no dar curso habitual y normal a sus emociones y poder compartirlas con los otros fluidamente. Pero esta forma muchas veces genera también un resentimiento en ellos, lo cual los vuelve niños agresivos, que se relacionan desde los golpes, para conseguir lo que ellos quieren, o simplemente como forma de expresión.

    Son niños que habitan el vacío de los abrazos, del contacto, de las palabras dulces y cariñosas, sin palmadas en los hombros.

    Entrar en la sensación de vacío desata una ansiedad por salir de él, que muchas veces puede reflejarse en un acelere constante tanto de los niños como de los padres, por un intento de buscar la descarga de esa emoción, por miedo o por vergüenza, entran en una angustia, que muchas veces puede transformarse en agresión.

    El infierno no está en el remordimiento, está en el corazón vacío. (Gibran, 2012)

    EL VACÍO COMO REFUGIO.

    Si es tan doloroso, si es causal de baja calidad en la vida vincular, y social, porque entonces tantas personas lo habitan fácilmente y no quieren salir de allí. La respuesta que yo encuentro a este interrogante es que el vacío es también un lugar de refugio.

    El vacío tiene una relación con la soledad, pero no con una soledad orientada al disfrute de uno mismo y sentido de existencia, sino con la desolación, con el sentirse fuera de algo, y solo sin otros. Sin espacios de pertenencia, y encontrando en uno mismo el refugio.

    Un refugio que es también un espacio de vacío.

    A lo largo de los años las personas pueden desarrollar una amplia tolerancia a permanecer en espacios y sistemas que habitan el vacío, como un lugar común y único. Y también son capaces de reproducir la modalidad funcional de dichos sistemas, al sistema propio y personal. Individuos aislados, desconectados emocionalmente, con capacidad de disociarse, y de baja empatía, entre otras características.

    Donde hubo allí un registro de abandono, muchas veces ese surco causado en algún momento relevante de la vida, es lo que hace que en la memoria de las personas, no se esté disponible bajo ninguna circunstancia a volver a pasar por algún hecho similar. Pero ese registro o recuerdo, es también el limitante para poder construir una vida distinta, pudiendo trascender dolores antiguos o pudiendo generar recursos propios para enfrentarlos.

    Pero cuando eso no se da de modo natural, generalmente las personas encuentran en el vacío algo que es cómodo, porque allí se está a salvo de algo que no se sabe conscientemente bien que es, pero que es percibido como una amenaza.

    El problema es que esa amenaza percibida es también es lo que opera como barrera para el cambio y la transformación.

    El vacío no es solo del abandonado, sino también de quien abandona, porque en los casos de abandono, las personas que han sido abandonadas tienen cierta tendencia a cometer los mismos actos de abandonos que han sido aprendidos y vividos desde la experiencia.

    De repente pareciera habitar en ellos una profunda sensación de querer huir, porque algo de lo que acontece causa un dolor desesperante, y el impulso es la huida.

    Pero en esa huida también está la profunda sensación extrema de vacío.

    De patrones de comportamiento aprendidos como evasivos se desarrollan estas acciones que tienen que ver con cierta intolerancia al dolor, y a como poder vivenciarlo o habitarlo de una forma presente.

    Muchas veces esta forma de huir en la vida hace que las personas que habitan el vacío no puedan anclarse. Se les dificulta establecer vínculos duraderos, tanto desde lo personal como lo laboral. Es allí en donde se ve evidenciada la relación con la soledad que hable al principio.

    Es difícil construir en el vacío, porque la tendencia de esta forma de estar, es más bien

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