Una nueva imagen de Dios y del ser humano
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Una nueva imagen de Dios y del ser humano - Teresa Forcades i Vila
UNA NUEVA IMAGEN
DE DIOS Y DEL SER HUMANO
Teresa Forcades
Angela Volpini
Conversación moderada por Laia de Ahumada
PRÓLOGO
Conocí a Angela Volpini hacia el año 2006, a raíz de una conferencia que vino a ofrecer a nuestro país, y me cautivó su mensaje. Con la intención de ahondar en él, cogí las maletas el verano siguiente y me fui al Centro Culturale Nova Cana, en Casanova Staffora (Italia), para asistir al curso que impartía en español con el título: «Dar esperanza al futuro. Sobre el desarrollo de la persona para el nuevo milenio». Como ella suele decir a quien la escucha: entendí solo un treinta por ciento de lo que explicaba, tanto por su complejidad como por su novedad, fruto de una larga y continuada elaboración personal arraigada en su experiencia, pero, a pesar de ello, acepté el reto no solo de aumentar mi cuota de comprensión, sino de abrir caminos de difusión de su pensamiento. A sabiendas que poner al alcance de la mano su mensaje no era tarea fácil, decidimos –con su gran amigo Marcel Capellades– buscar a una interlocutora que nos facilitase el trabajo: Teresa Forcades. Ni Forcades ni Volpini se conocían personalmente, pero sí de referencias, así que enseguida les ilusionó la idea de entablar un diálogo abierto al público.
Con su conformidad organizamos unas jornadas que llevaron por título: Una nova imatge de Déu i de l’ésser humà, des del femení [Una nueva imagen de Dios y del ser humano desde lo femenino], los días 25 y 26 de octubre de 2008, en el monasterio de Sant Pere de les Puel·les (Barcelona). La intención era dar a conocer el pensamiento de Angela Volpini –desconocido en nuestro país– y profundizar en el de Teresa Forcades. Pretendíamos abrir un espacio en el tiempo a fin de que ambas pensadoras, partiendo de sus investigaciones en los diferentes campos de las humanidades y las ciencias y de su propia experiencia vital, nos contaran lo que habían visto y oído, lo que habían elaborado y confrontado, lo que les había sido revelado.
Queríamos que el encuentro entre Forcades y Volpini tuviera un formato de tertulia, por ello no les pedimos que dictaran ponencias académicas, sino que mantuvieran un diálogo improvisado, motivado por la curiosidad mutua y sutilmente dirigido por una moderadora, que en este caso fui yo misma. Investida de mi función, y con las preguntas como única arma, estaba dispuesta a no dejar ningún rincón de su pensamiento sin explorar. El objetivo era atrevido, pero estaba a la altura de las dos ponentes que, delante de casi doscientas personas y sin guión previo, fueron sometidas a un cuestionario maratoniano. La tarde anterior a las jornadas buscamos un momento para que se conocieran personalmente. Les faltó tiempo para explicarse, preguntarse, saberse. Fui testigo de un reconocimiento mutuo, nacido de un convencimiento, al que no hacía falta poner palabras. Supe por adelantado que moderarlas sería todo un reto del que no saldría indemne.
Compartir mesa con Teresa Forcades y Angela Volpini fue un ágape. Volpini es cálida, cercana, luminosa, cotidiana, una rara conjunción entre experiencia y razón. De pequeña tuvo una experiencia mística y pocos años después la expulsaron de la escuela –y le prohibieron su escolarización– a causa de sus ideas. A pesar de ello siguió formándose de manera autodidacta y se convirtió en una acérrima defensora de la razón, con la que ha elaborado un pensamiento que sustenta su experiencia. A los dieciocho años participó en calidad de oyente invitada en el Concilio Vaticano II, donde tuvo la oportunidad de debatir con grandes teólogos. A lo largo de su vida ha buscado continuamente explicarse y explicar lo que ella había vivido. Ha confrontado sus ideas no solamente con teólogos, sino con todo tipo de personas que podían darle luz. Esta búsqueda le ha llevado a dialogar con gente tan diferente como Mons. Óscar Romero, los premios Nobel Ilya Prigogine, de Física, y Rita Levi-Montalcini, de Medicina; artistas como Pier Paolo Pasolini; intelectuales como Jean-Paul Sartre, y, en nuestro país, con pensadores como Raimon Panikkar. La necesidad de contar su experiencia le ha obligado a convertirse en creadora de pensamiento y de lenguaje, por lo que, al principio, puede ser que no entendamos fácilmente lo que quiere comunicarnos. Volpini habla poco, pero lo hace de manera contundente: «Digo lo que he visto y conozco lo que digo». A veces su mensaje es tan obvio que no captamos su enorme complejidad.
Frente a la concisión expositiva de Volpini, el minucioso discurso de Forcades supo abrir caminos personales a partir de las tesis defendidas por Angela. Teresa Forcades es una mujer de intuiciones profundas que le llevan infatigablemente a la búsqueda de nuevas formulaciones y nuevos lenguajes con una absoluta libertad. Es un pozo de sabiduría intelectual y humana, y lo demuestra el esfuerzo de síntesis que realizó al responder a preguntas que, por sí mismas, requerían cada una el tiempo expositivo de una lección magistral. A Forcades no le gustan las medias tintas, no se calla lo que piensa. Su pensamiento actualiza conceptos y creencias, y les da un giro de ciento ochenta grados sin moverse de lo que es esencial, porque ella misma busca siempre incansablemente respuestas a sus propias preguntas. De su mano fuimos abriendo puertas y ventanas, respondiendo a dudas, rompiendo esquemas y apuntando nuevas líneas. Le hubiera gustado concretar más, cerrar algunos temas que quedaron inconclusos, pero la magnitud de las preguntas y el tiempo de que disponíamos para responderlas no lo permitieron. Y no era tampoco esa nuestra intención. Tuvimos el privilegio de respirar una bocanada de aire fresco que