Cuadros de la naturaleza: La pintura de paisaje y su literatura artística durante el siglo XX
Por Catalina Valdés
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Cuadros de la naturaleza - Catalina Valdés
CUADROS DE LA NATURALEZA EN CHILE
LA PINTURA DE PAISAJE Y SU LITERATURA ARTÍSTICA DURANTE EL SIGLO XIX
Estudio introductorio, presentaciones y notas
Catalina Valdés Echenique
Ediciones Universidad Alberto Hurtado
Alameda 1869 – Santiago de Chile
mgarciam@uahurtado.cl – 56-228897726
www.uahurtado.cl
ISBN libro impreso: 978-956-9320-98-9
ISBN libro digital: 978-956-9320-99-6
Registro de propiedad intelectual Nº 242757
Directora de la colección
Sandra Accatino
Comité científico
Sandra Accatino
Josefina de la Maza
Ana María Risco
Dirección editorial
Alejandra Stevenson Valdés
Editora ejecutiva
Beatriz García-Huidobro
Transcripción de los documentos
Ximena Gallardo
Diseño de la colección y portada
Gabriel Valdés
Diseño y diagramación interior
Francisca Toral
Imagen de portada: Pedro Lira. Paisaje de invierno (s.f.), óleo sobre tela, 101 x 121 cm. Pinacoteca Universidad de Concepción.
CRITERIOS PARA LA TRANSCRIPCIÓN
En la transcripción de los documentos se respetaron todas sus formas lingüísticas, gramaticales y ortográficas. Se intervino sobre los textos originales solo en los casos de erratas mecanográficas u omisiones que pudieran confundir al lector, introduciendo la interpretación del transcriptor entre corchetes [ ] y respetando la ortografía del manuscrito. Los nombres propios que aparecían erróneamente en el original se conservaron, aclarando su forma correcta entre corchetes.
Agradecemos a la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos (Dibam), particularmente a la Biblioteca Nacional de Chile, la Biblioteca del Museo Nacional de Bellas Artes y el sitio web Memoria Chilena, así como al Archivo Central Andrés Bello de la Universidad de Chile por el acceso brindado a parte de los documentos que aquí reeditamos. Agradecemos a la Pinacoteca de la Universidad de Concepción y a su curadora, Sandra Santander, así como al Museo Histórico Nacional por el acceso a imágenes vinculadas a esta publicación.
Con las debidas licencias. Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en las leyes, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamos públicos. http://www.documentosartechile.cl/
ÍNDICE
Introducción. Cuadros de la naturaleza en Chile.
La pintura de paisaje y su literatura artística durante el siglo XIX
Catalina Valdés Echenique
La expedición naval y astronómica del hemisferio sur durante los años 1849-50-51-52. Chile: su geografía, clima, terremotos, gobierno, condición social, recursos minerales y agrícolas, comercio, etc. etc. (fragmento), 1855
James Melville Gilliss
Ciencias, Literatura i Bellas-Artes. Relacion que entre ellas existe (fragmento), 1866
Ignacio Domeiko
La Esposicion de Pinturas de 1867 (fragmento), 1867
Pedro Lira
Memoria de la Exposición Nacional de Artes e Industrias (fragmento), 1872
Eugenio María Hostos
En la exposición (fragmento), 1872
Eugenio María Hostos
Esposicion de artes e industrias La Galería de Pintores Nacionales, 1872
Augusto Orrego Luco
Antonio Smith, 1872
Vicente Vergara Grez
Ilusiones de Artistas, 1884
José Antonio Pérez
Antonio Smith, pintor de paisajes y caricaturista chileno (fragmento), 1954
Arturo Blanco
Impresiones de un artista, 1889
Enrique Swimburn
INTRODUCCIÓN
CUADROS DE LA NATURALEZA EN CHILE.
LA PINTURA DE PAISAJE Y LA CRÍTICA DE ARTE HACIA LA
SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XIX
Catalina Valdés Echenique
I. El lugar del paisaje en la pintura
"Nuestra intimidad con la pintura de paisaje
nos esconde justamente los problemas particulares que ella plantea".
HEINRICH LÜTZELER¹
Al momento en que Alessandro Ciccarelli (1808-1879) pronunciaba el discurso de inauguración de la Academia de Pintura de Chile el mes de enero de 1849², el libro Cuadros de la naturaleza de Alexander von Humboldt (1769-1859)³ llevaba unos cuarenta años en circulación. En esta obra, el naturalista prusiano comenzaba a plantear lo que más adelante, en Cosmos, constituiría toda una propuesta estética: la influencia de la pintura de paisaje sobre el estudio de la naturaleza y, viceversa, el influjo del naturalismo en este género pictórico. El inmenso entusiasmo y la intensa circulación de las ideas humboldtianas provocaron una renovación tanto en el campo de las ciencias naturales como en el del arte, estrechando los vínculos entre uno y otro hasta el punto de provocar, sumándose a otras fuerzas del romanticismo, una revolución en los cánones artísticos: hacia mediados del siglo XIX, la pintura de paisaje disputaba ya el primer sitial en la jerarquía de los géneros a la pintura de historia⁴.
En el discurso inaugural pronunciado por el director napolitano en la antigua sede de la Universidad de San Felipe de Santiago, el paisaje quedaba relegado a no ser más que el telón de fondo para las pinturas de asunto histórico. A consecuencia de esta determinación, la formación naturalista y la práctica de pintura al aire libre quedaban totalmente fuera del plan de estudios oficial de los primeros artistas profesionales formados en el país. La sorpresa que esta ausencia de cátedra dedicada a la representación de la naturaleza provocó en el oficial de marina norteamericano James Melville Gilliss (1811-1865), de viaje en Chile a comienzos de la década de 1850, consta en el informe que presentó a su gobierno en 1854, del cual reproducimos aquí el fragmento en el que se refiere a su visita a la Academia de Pintura de Santiago.
No obstante, la pintura de paisaje y, más allá de esta, la representación artística de la naturaleza en general, fue durante el siglo XIX –y cabe preguntarse hasta qué punto no ha dejado de serlo aún hoy– una dimensión explorada con mucha frecuencia por el arte chileno. Tanto es así, que quedó fijada como una de las cuatro constantes
definidas por el crítico e historiador del arte Antonio Romera⁵. Desde entonces, el género es asumido como un eje organizador del relato histórico del arte chileno en manuales, estudios monográficos y exposiciones⁶. Esto no es, por supuesto, exclusivo del proceso de definición de lo chileno. Es, más bien, el resultado de operaciones políticas, estéticas e historiográficas características de la modernidad decimonónica, por medio de las cuales se aspiraba a definir una determinada identidad asimilando nociones complejas como territorio, naturaleza y paisaje⁷. Así, la pintura de paisaje quedó marcada con la rúbrica de género nacional, integrándose con ello al lugar común⁸ que entiende la nación como una entidad de valores permanentes, que trasciende a su realidad histórica y material.
La serie de fuentes que hemos reunido en este volumen de la colección Documentos para la comprensión de la historia del arte en Chile busca, precisamente, deconstruir este lugar común para entender de qué modo se ha producido la identificación estrecha entre la imagen artística de Chile y el género de paisaje. Como veremos, esto no es algo que ocurrió desde siempre
, sino que, por el contrario, tiene una historia reciente y escasamente contada. Hemos buscado recomponer la historia del paisaje en el siglo XIX chileno teniendo en cuenta el contexto de producción artística latinoamericana. La aproximación comparativa nos permite cuestionar la idea de excepcionalidad que identifica al género del paisaje con un sello de una identidad nacional en la que parece fundada buena parte de la historiografía del arte local.
La selección de fuentes que presentamos aquí busca, entonces, devolver la condición histórica a esta suerte de mito paisajístico
con que se concibe la producción artística chilena. Se trata de una antología que reúne textos de diversas procedencias y tipos, atendiendo a la condición transdisciplinaria del asunto que tienen en común: la representación de la naturaleza por medio del arte. El marco temporal contemplado se inicia a mediados del siglo XIX, con textos de naturalistas que convocan a las artes a volcarse a la naturaleza. Luego, proponemos una detención en un momento en que se cristalizan las condiciones y características del género de paisaje en Chile: la Exposición Nacional de 1872. Para concluir, introducimos las reflexiones sobre la práctica pictórica del paisaje desde el punto de vista de un pintor de fin de siglo. De este periodo podríamos haber incluido una gran cantidad de fuentes (artículos en prensa, textos de catálogo, etc.), sin embargo, hemos preferido privilegiar los antecedentes menos conocidos de esta historia y, al mismo tiempo, reflexionar en torno a la práctica del paisaje sin entrar en las particularidades de textos monográficos de artistas⁹.
II. La independencia cultural cifrada en la naturaleza
Existen en América del Sur ciudades populosas que se levantan a casi 13 000 pies sobre el nivel del mar. De semejantes alturas la vista percibe todas las variedades vegetales que se deben a la diversidad de climas. ¡Qué no podremos esperar de los esfuerzos del arte aplicados a la naturaleza, el día en que las discordias terminadas, y después del establecimiento de instituciones libres, se despierte al fin el sentimiento del arte en esas regiones!
.
ALEXANDER VON HUMBOLDT¹⁰
La convocatoria que Humboldt lanzó a los artistas para que salieran a recorrer el mundo, llenaran su espíritu de naturaleza, su vista de especies exóticas y sus cuadernos de bocetos de paisajes se expandió por Europa y Estados Unidos, estimulando a pintores como Edwin Church (1826-1900) a emprender su propio viaje al Corazón de los Andes¹¹. Alcanzó también a los pintores de paisaje mexicanos que se formaban desde 1855 en la Academia de San Carlos bajo la tutela del piamontés Eugenio Landesio (1810-1879)¹² y a los brasileños que lo hacían al alero de Félix Emile Taunay (1795-1881), en la Academia Imperial de Brasil¹³. La formación académica de una escuela de paisaje según los principios naturalistas no tuvo lugar, en cambio, ni en Argentina ni en Chile, ya que en el primer país no se fundó una institución de este tipo sino hasta finales del siglo, y en Chile esta dejó, como ya indicamos, el paisaje explícitamente fuera de su programa. Es más bien en la estela de pintores extranjeros como Charles Wood (1792-1856), Johann Moritz Rugendas (1802-1858) o Ernest Charton (1818-1877), y en la difusión que hicieron de las ideas de Humboldt connotados intelectuales desde diversas áreas del saber, donde encontramos los indicios de la significativa circulación de esta convocatoria también en el extremo sur del continente.
Es por esto que el segundo de los documentos que incluimos en esta antología es el discurso que pronunció a comienzos del año 1866 el científico polaco nacionalizado chileno Ignacio Domeyko (1802-1889), con motivo de su ingreso a la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile. Significativamente titulado Ciencias, Literatura y Bellas Artes
, incluyó extensas glosas de la obra de Humboldt, apropiándose de su convocatoria y extendiéndola a los cultores de las artes y las letras locales.
La necesidad de estimular una aproximación a la naturaleza por medio de las artes y las ciencias no respondía simplemente a un interés por renovar los lenguajes plásticos y literarios, sino que aspiraba a nutrir la identidad de las nuevas naciones americanas con iconografías y referentes autóctonos. La independencia administrativa obtenida por medio de las revoluciones del segundo decenio del siglo, debía ahora complementarse con la autonomía cultural y simbólica que llevaría a cada una de estas naciones a integrarse a Occidente por sus propios medios e imágenes.
Acorde con este ímpetu descolonizador, algunos años antes que Domeyko, el intelectual, ingeniero, matemático e historiador argentino Juan María Gutiérrez (1809-1878), se preguntaba por qué los historiadores, artistas y literatos españoles de la época colonial no abordaron nunca el paisaje en sus obras ni en sus escritos. La culpa, afirmó, la tiene la escolástica, que había impedido que el pensamiento ilustrado alcanzara durante el siglo XVIII las costas de la América española. Según Gutiérrez, el lenguaje descriptivo propio de quienes observan la naturaleza y los comportamientos humanos no formaba parte del léxico español. Por esto, a vistas del argentino, la representación artística de la naturaleza presentaba una oportunidad de independencia ante el modelo colonial:
Este desvalimiento de modelos caseros, ha cedido, tal vez, en ventaja de los americanos; en vez de imitadores se han hecho originales […] han conseguido sorprender los misterios de lo bello y lo sublime en las obras de la naturaleza.
Y continúa: Quizás provenga aquel defecto, dice, de la misma causa que ha impedido hasta ahora que España tenga grandes pintores de paisajes
¹⁴.
No obstante esta claridad por parte de naturalistas e intelectuales, no hubo ni en Chile ni en Argentina un solo pintor que respondiera a este llamado. La pintura de paisaje local se desarrolló, en términos comparativos a los casos de México y Brasil, de modo tardío y ajeno a la institución académica. Veremos, además, que al menos en lo que respecta al caso chileno, las primeras manifestaciones del paisaje en pintura se inscriben en una tradición del género diferente a aquella que podríamos designar como naturalista, fundada en las propuestas de Humboldt y, localmente, de Domeyko.
III. Primeras exposiciones:
lugar del paisaje en el campo artístico de mediados de siglo en Santiago
Quién sabe si en respuesta al comentario crítico del oficial de la Armada norteamericana Gilliss o como consecuencia de la polémica pública con el pintor francés Charton¹⁵ o, quizá poseído por una súbita inspiración moderna, el director Ciccarelli pintó en 1856 el único paisaje que le conocemos de la naturaleza de la zona de Santiago. Se trata de Vista de Santiago desde Peñalolén que, junto a otras de sus obras, fue presentada en la Exposición de Pinturas de la Sociedad de la Instrucción Primaria de 1867¹⁶.
Esta exposición representa la inauguración del género de paisaje en Chile, pues en ella se reunió por primera vez una notable cantidad de obras de este tipo, instalando así un precedente para las muestras que siguieron, en las que la pintura de paisaje ocupó un lugar cada vez más central. Hemos incluido en esta edición el catálogo de la muestra, escrito por el joven aspirante a pintor, Pedro Lira (1845-1912), quien figura como uno de los promotores del evento. Junto a los cuadros de Ciccarelli se expusieron varios del italiano Giovatto Molinelli (en Chile entre 1858 y 1861), también paisajes del prusiano Georg E. Saal (1817-1870) y del italiano Giuseppe Canella (1788-1847) y del francés Claude Joseph Vernet (1714-1789), pintor de marinas tan famoso en su época como olvidado después. Se expusieron también algunos paisajes de Carlo Markó (1822- 1891), maestro florentino que ejerció notoria influencia en el medio chileno.
Si bien las diferencias entre estos artistas europeos son ineludibles, al verlos agrupados en esta exposición se reconoce un común denominador: el cultivo del género de paisaje a la manera italiana. Este estilo encuentra su genealogía en la escuela clásica iniciada por Lorrain y Poussin, cuya obra todavía marcaba la producción y el gusto por las vistas de ciudades, ruinas y escenas pintorescas. En estas pinturas la idealización de la naturaleza y la composición de paisajes según una gramática de planos, no indica necesariamente un lugar determinado e identificable; en ellas no figuran parajes tomados directamente del natural. Esta escuela paisajística se caracteriza por potenciar la dimensión narrativa y escenográfica de la naturaleza y por integrar en su producción los valores predefinidos de lo sublime, lo bello y lo pintoresco, tres categorías estéticas fundamentales para la comprensión del género¹⁷.
Un factor a no perder de vista al momento de estudiar la producción artística del siglo XIX es el del éxito comercial que comienza a adquirir la pintura y, en particular, el género de paisaje como un tipo de arte acorde