Cuentos de Paula y Carolina

Por José Miguel Ruiz

Este gnomo había visitado muchos países y lugares: el País-de-la-Reina-de-las-Flores, el país Donde-todo-lo-hermoso-es-posible, el país Donde-todos-son-felices-para-siempre y el jardín de la Momo; conocía, también, al risueño duendecillo Coloradito Molinón, a Pacita y a Belén y al Gato-sin-nombre-de-gato- que guiaba a la Fiesta de las Codornices.

• Idioma: Español
• Editorial: Editorial Forja
• Fecha de lanzamiento: 18 ago 2016
• ISBN: 9789563380064

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Cuentos de Paula y Carolina

José Miguel Ruiz

Editorial Forja

General Bari N°234, Providencia

Santiago-Chile.

Fonos: [phone], 24153208.

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Ilustrador: Diego Artigas San Carlos.

Edición electrónica: Sergio Cruz

Primera edición: marzo, 2016.

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Registro de Propiedad Intelectual: Nº 102.650

ISBN: 978-956-338-230-3

A mis hijos Diego, Gonzalo, Ignacio,

Paula y Carolina

CUENTOS CONTADOS POR UN GNOMO VIEJO Y BUENO

Había una vez unas niñas que se llamaban Paula y Carolina. Eran las regalonas de su padre, quien todas las noches tenía que contarles un cuento.

Estos cuentos que tanto gustaron a Paula y Carolina, decían más o menos así (su padre no los podía contar mejor, por supuesto, que el gnomo que se los narró debajo de un membrillo, en un atardecer de su infancia, en su pueblo natal, donde había muchos gnomos, hadas y brujas, y hasta dragones que salían a danzar en las noches a la luz de la luna o de las fogatas que hacían los hombres y los niños):

Cuento de Polillita y el Árbol de Membrillos

La niña, a la que sus padres llamaban cariñosamente Polillita, una tarde salió al huerto de su casa y decidió subirse al membrillo, que era un árbol muy juguetón. Este árbol siempre quiso ser amigo de Polillita y todos los días, desde la mañana a la noche, llamaba con sus ramas a la niña; pero ésta era muy coquetona y pasaba de largo, sin hacer caso de las invitaciones del árbol a jugar con él. Ocurrió que esa tarde la niña quiso visitar a este amigo. Ella lo consideraba su amigo, a pesar de no hacerle mucho caso, sobre todo en el último tiempo, preocupada como andaba de vestir y desvestir a sus muñecas, darles de comer a los pájaros, servirles té a los gnomos y comer galletas de chocolate que preparaba su abuelita. El árbol entonces se alegró muchísimo, se peinó con el viento y una peineta que le había regalado el sol, hecha de rayitos pequeños y muy dorados, tanto que parecía de oro.

Llegó, al fin, la amiga querida y el árbol la abrazó con sus ramas más tiernas, la acarició con sus hojitas más suaves, y aplaudió con sus frutos más gordos. Le sirvieron té de membrillos con miel de un panal cercano y tostadas con dulce de membrillo. Quienes traían las tacitas, para Polillita y su