Calificados por el FBI como máquinas de matar por el alcance y la frialdad con la que actúan, los spree killers, o asesinos frenéticos, son capaces de matar por dinero, sexo o simplemente por enfado en ataques rápidos y de gran violencia. Pueden actuar durante escasos minutos, horas o días, viajando por zonas que conocen bien y asumiendo que serán abatidos por la policía en un enfrentamiento final.
«Yo lo único que he hecho, al igual que los míos hicieron, ha sido hacerte todo el bien que he podido, pues me parecías buena persona, y siempre me pareció que todos habían sido injustos contigo y solo quería hacerte sentir bien». Con estas líneas, parte de una carta más extensa, Juan Carlos Alfaro, mecánico en paro de 39 años intentaba atraer nuevamente a su lado a Almudena, una niña de 13 años con la que había tenido una relación sentimental de ocho meses en la pedanía albaceteña de El Salobral.
La relación nunca estuvo bien vista por la familia de la chica y Alfaro, sabedor de los problemas legales que podía acarrearle, obligó a la niña a firmar este texto: «Yo, Almudena Márquez, de 13 años, consiento de manera voluntaria en mantener relaciones sexuales con Juan Carlos Alfaro». Unos meses antes había pedido, sin éxito, la mano de la chica a su abuela y cuidadora.
Finalmente, la niña dejó a Alfaro y este comenzó a acosarla, hasta el punto de amenazar con matarla delante de varios vecinos. Y así fue. Tras una pelea con la abuela compró una pistola en Albacete y, el 20 de octubre de 2012, salió al paso de Almudena, que se encontraba paseando