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Filosofía y Catástrofe: Nietzche y la Devastación de la Política
Filosofía y Catástrofe: Nietzche y la Devastación de la Política
Filosofía y Catástrofe: Nietzche y la Devastación de la Política
Libro electrónico274 páginas3 horas

Filosofía y Catástrofe: Nietzche y la Devastación de la Política

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«La dedicación a los fragmentos, puesta en obra aquí en referencia al legado ldel Nachlaß, atraviesa en buena medida el interés de Portales. La insistencia en la fragmentaria, de índole y factura diversas, compromete una labor de edición, de traducción y de interpretación cuya huella filosófica y filológica se manifiesta en una tentativa conjunta p
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2021
ISBN9789569412738
Filosofía y Catástrofe: Nietzche y la Devastación de la Política
Autor

Gonzalo Portales

GONZALO PORTALES Profesor titular del Instituto de Filosofía de la Universidad Austral de Chile. Ha publicado trabajos sobre Fichte, Hegel, Lessing, Friedrich Schlegel y en general sobre el Romanticismo.

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    Filosofía y Catástrofe - Gonzalo Portales

    Gonzalo Portales

    Filosofía y

    Catástrofe

    Nietzsche y la Devastación de la Política

    Prefacio,

    René Baeza Baeza

    Esta segunda edición en 500 ejemplares de

    Filosofía y catástrofe

    Nietzsche y la Devastación de la Política

    de Gonzalo Portales

    se terminó de imprimir en septiembre de 2016

    en los talleres de Andros Impresores.

     (2) 25 556 282, www.androsimpresores.cl

    para Ediciones Universidad Austral de Chile.

     (56-63) 2 444338

    www.edicionesuach.cl

    Valdivia, Chile.

    Dirección editorial

    Yanko González Cangas.

    Coordinación de colección

    Pablo Szmulewicz Espinosa.

    Prefacio

    René Baeza Baeza.

    Cuidado de la edición

    César Altermatt Venegas.

    Maquetación

    Silvia Valdés Fuentes.

    Todos los derechos reservados.

    Se autoriza su reproducción parcial para fines periodísticos,

    debiendo mencionarse la fuente editorial.

    © Universidad Austral de Chile, 2016.

    © Gonzalo Portales.

    © Del prefacio: René Baeza Baeza.

    RPI:

    127245

    ISBN: 978-956-9412-56-1

    PRIMERA EDICIÓN:

    EDITORIAL ARCIS, 2002.

    PROYECTO FINANCIADO POR

    FONDO NACIONAL DE FOMENTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,

    CONVOCATORIA 2016,

    DEL CONSEJO NACIONAL DE LA CULTURA Y LAS ARTES.

    A Doris Nieß

    Este trabajo proviene de una investigación

    FONDECYT

    (nº 1940161) sobre los manuscritos nietzscheanos de la así llamada voluntad de poder en su edición crítica, realizada por G. Colli y M. Montinari. Luego se convirtió en un proyecto más ambicioso acerca de la filosofía del nihilismo europeo, extendiéndose a otros pensadores del siglo

    XIX

    , además de Nietzsche. Sin embargo, dicho intento fracasó, no alcanzando nunca un desenlace satisfactorio. A partir de un nuevo trabajo basado en parte de los vastos «materiales» generados por esta investigación, ha surgido el presente ensayo sobre Filosofía y catástrofe. Nietzsche y la devastación de la política. Debido a dicho origen, el texto aquí presentado se despliega necesariamente mediante una amplia confrontación bibliográfica y fundamenta su proceder en muchísimas referencias históricas y filológicas. Para no dificultar su lectura, he decidido dar cuenta de esa discusión principalmente bajo la forma de notas al pie de página. De allí la gran cantidad y en ocasiones la inusitada extensión de las mismas. Su consideración queda al arbitrio del lector.

    Mis más sinceros agradecimientos se dirigen, otra vez, a la Fundación Friedrich-Ebert (Bonn) y a la Facultad de Filosofía y Humanidades de mi Universidad Austral de Chile, quienes me han permitido realizar valiosas estadías de trabajo en el Nietzsche-Archiv, depositado en el Goethe-Schiller Archiv de la ya restaurada ciudad de Weimar.

    Isla Teja, Valdivia, 2002.

    Agradezco a la Editorial de la Universidad Austral de Chile la invitación para publicar una segunda edición de este libro después de más de una década de su primera impresión, la que ya hace tiempo se encuentra agotada. Mis agradecimientos se dirigen, especialmente, a René Baeza, por su excelente trabajo de presentación del libro, y al equipo editor, por su profesionalismo y su paciencia.

    He decidido incorporar aquí solo algunas correcciones menores, manteniendo el texto de la primera edición. Aun cuando hoy no expresaría ciertos pasajes de la misma manera, no me he visto en la necesidad de emprender una reformulación estructural del escrito.

    Isla Teja, Valdivia, 2016.

    Contenido

    Prefacio: Silencios de la Catástrofe

    Introducción

    I.

    Arqueología y telos del desastre

    II.

    Paradigma heroico y decisión política

    III.

    Fragmentaria del nihilismo europeo y gran política

    Prefacio

    Silencios de la Catástrofe

    René Baeza Baeza¹

    Quizás la verdad es mujer y tiene sus razones para no dejar ver sus razones. ¿Acaso su nombre, hablando en griego, será Baubo? ¡Oh aquellos griegos! ¡cómo sabían vivir!

    Nietzsche

    Haría falta otra retórica para aproximarse siquiera de lejos a este libro de Gonzalo Portales datado en primera edición el año 2002. ² Siguiendo una regla de juego que se reitera, se le podría reaplicar varias de las proposiciones referidas al Nachlaß sobre la puesta en escena de la catástrofe nietzscheana: sobre la tragedia, el drama y la comedia. Acerca de la estética, la política y el teatro de la devastación. La virtud de esta obra ha sido sortear la frágil economía entre la atención a la minucia en instancia de fractura y el gran esquema compositivo en el que la misma percepción atenta se inscribe. Más allá o acá del fracaso del programa de mayor aliento, del «proyecto más ambicioso acerca de la filosofía del nihilismo europeo» –el autor deja señas de esta posible «ironía literaria» en un cierto fuera de obra–, el logro es haber mantenido legible el intersticio entre este enorme margen de cobertura y los restos de escritura inédita, diferencialmente integrados a la constelación de textos nietzscheanos publicados en la década de 1880.

    Se debe tener presente, en este sentido, que la preocupación por el estilo fragmentario es previa y posterior a la fecha que data la primera edición de Filosofía y Catástrofe... La dedicación a los fragmentos, puesta en obra aquí en referencia al legado del Nachlaß, atraviesa en buena medida el interés de Portales. La insistencia en la fragmentaria, de índole y factura diversa, compromete una labor de edición, de traducción y de interpretación cuya huella filosófica y filológica se manifiesta en una tentativa conjunta por descifrar los escritos del romanticismo temprano. Pese a que el «género» del fragmento tiene una emergencia anterior al siglo XIX, se encontrarán razones aquí para comprender la importancia que el autor le asigna a esta producción escritutaria decimonónica. En un ensayo posterior se volverá, a propósito de este tipo de estilística, y de un cierto pesimismo del período de la Frühromantik (1796-1801), a establecer la relación entre la escritura de Nietzsche y la de los hermanos Schlegel.³ Cuando se trata del nihilismo hay que tener en cuenta la asociación concebida entre la fragmentaria «virtuosa» y la fragmentaria «en ruina».

    La variación inicial («Arqueología y telos del desastre»), ya parece sugerir esta indicación: la apropiación nacionalsocialista y la recusación marxista de la obra de Nietzsche están ligadas, en esta primera incursión, a la relación vincular del discurso nietzscheano con la naciente retórica del Romanticismo.⁴ Remontándola en el segundo giro («Paradigma heroico y decisión política»), esta vez dedicado a tres selectos intérpretes de Nietzsche y de Heidegger (Habermas, Pöggeler y Derrida), los dos primeros segmentos del ensayo se relevan desde las inscripciones donde prima la conveniencia ideológica, hasta los encuadres «hermenéuticos» contemporáneos de la interpretación filosófica, argumentada en las fronteras de proposiciones racionales en las que se incorpora no solo el período romántico, sino asimismo, la filosofía del idealismo alemán. Luego de abordar estos dos esquemas de distinto orden, uno crítico y el otro acrítico, el tercer eje («Fragmentaria del nihilismo europeo y gran política») deja camino propicio a la ocupación pormenorizada con la edición crítica de los inéditos.

    En el primero de los ensayos, Portales denuncia el misreading que permitió el uso ideológico del corpus de Nietzsche. Ya sea para emplearlo –luego de compilada la primera versión de los inéditos y reeditados los fragmentos después todavía de manera acrítica– como arma en torno al proyecto de segregación racial por parte de los teóricos del nazismo (Baeumler y Rosenberg); ya fuese para cribar los textos publicados en el programa de la lucha «política» por parte de un filósofo marxista (Lukács), en ambos motivos parece predominar la intención de someter el discurso nietzscheano a una determinada teleología del Estado.⁵ Tanto si se trata del telos del racismo «biológico», como si el supuesto «irracionalismo» de Nietzsche se reduce al fin de la historia de clase, los dos bandos compartirían una invocación de fondo a la teoría del «Estado total».⁶ Pretexto este último de reunificación de lo público y lo privado, excusa de la violencia y del terror de los totalitarismos del siglo XX. Siendo esta mutua esfera teleológica la que importa al debatir la postura de Nietzsche frente el «socialismo», el libro demostrará por qué es equívoco, desde este doble punto de vista que repite la ideología, tanto el rechazo como la alabanza del opus. El perspectivismo del texto de Nietzsche resiste una y otra a través del expediente de una praxis de escritura comprendida como «filosofía experimental».

    La figura del acople en el reparto, no es nueva. Pero aquí resulta, en cuanto correspondencia de los opuestos, más que instructiva.⁷ ¿Sorprenderá, luego de la deconstrucción de la estructura ideológica trabajada complejamente en este libro como supuesto de base, que el texto de Nietzsche se haya prestado, con astucia o sin ella, con o sin ingenuidad, a este doble malentendido? De hecho, quizás una de las preguntas incisivas de esta parte, sea interrogar el «tipo de implicancias arquitectónicas [que] podría tener el juicio [de Nietzsche] sobre el socialismo en el diseño de una filosofía del nihilismo europeo». Si bien la comprensión del nihil (del «valor de nada» según la expresión de G. Deleuze),⁸ desborda lo nacional hacia a una dimensión paneuropea, propiciando la mezcla de razas, el desarme de los postulados de clase, a través de la figura de Europa, no podría aducir la ampliación genérica abstraída de un orbe internacional.

    Se verá que la complicación radica aquí, lo mismo que sucede con el problema sobre el lugar del Nachlaß que no puede relevarse a la altura de un pensamiento único pero tampoco quedar solo reducido a su fragmentación dispersa –una de las preguntas fundamentales está dedicada a inquirir el modo de integración del contenido del Zaratustra y la doctrina del retorno– en el estatuto que adopta este nombre de mujer.⁹ La figura trasciende el topónimo continental estrictamente geográfico y, así, insinúa un mínimo relieve «espiritual», no excluido del libro. Como pasa no solo en el caso de Heidegger, sino del mismo Schmitt que igualmente se vio orientado a esta expansiva territorial luego del fracaso, el continente no podría calzar con el internacionalismo del derecho que sigue a la debacle del Ius Publicum Europaeum.¹⁰

    El complejo de los límites continentales, sugerido así sobre un ensayo dedicado a interrogar los «marcos determinantes del nihilismo europeo», vale lo mismo para los márgenes de las lenguas y los enclaves territoriales en los que se insertan las estacas del estado-nación. En este contexto puede inscribirse –creemos– la lectura dedicada a Lukács. De modo análogo a la interpretación del joven Hegel, el sesgo de la lectura lukacsiana no estaría menos aquí, ahora que se trata de Nietzsche, en la apelación a la «teoría del deutscher Sonderweg».¹¹ Atenida a esta versión heredada sobre el «retraso» económico-social que define a la «vía alemana propia», Nietzsche compartiría el supuesto rezago de las «influencias étnico-provincianas o völkisch» y la continuidad de su discurso filosófico con «los acontecimientos que van de Bismarck hasta Hitler». En tanto que este ir en retardo implica, por contrapartida, una pretendida avanzada «idealista», vale decir, «teológica», no es extraño que el análisis portaliano parezca inducir la revisión de la crítica de la ideología de Marx. Esto se puede apreciar –en una nota del tercer capítulo se demuestra, de otra aparte, la asociación del pensamiento materialista de Marx con el naturalismo darwiniano–, acerca del importante escrito de tránsito: Zur Judenfrage.¹²

    De aquí otra adaraja del libro que debe destacarse de la trama no solo del primero de los ensayos: el retorno a la Cuestión judía y a la eufemística frase del terror Endlösung der Judenfrage, tan presente en el escrito desde su inicio no solo con tono reivindicatorio, quizás se inscriba en determinado interés teológico-político general. Se lo advertirá en la lectura del tercer capítulo, a propósito de «una nueva política de la virtud», sobre las relaciones del programa fragmentario de la escritura nietzscheana, con el Tractatus de Spinoza. Pero podría emparentárselo asimismo con todos los análisis que Portales presenta sobre la crítica de Nietzsche a la moral cristiana. Lo teológico político, título aparentemente paleonímico y deíctico, no deja de indicar cierta sobrevivencia, lo mismo que la «aporética determinada por el fin de la religión», en el cuadro de la catástrofe entre filosofía y política.

    En lo que atañe al «socialismo», comprendido por Nietzsche como una secuela de la misma proyección cristiana, la crítica de la ideología no debería perder de vista, sobre todo cuando denuncia la abstracción de los teologemas y la inversión de lo real, que la religión es el primer eidolon arquitectónico, la «primera analogía»¹³ que enmarca, en el proceso material de laicización, la prédica humana de equidad. Si el primer capítulo está dedicado entonces a indicar los motivos que impiden concluir que en Nietzsche se encuentran antecedentes ciertos de la teoría racial¹⁴ –la concepción sobre el racismo nietzscheano se desmiente si se atiende a la masiva apelación a la mezcla rácica entre los hombres europeos–, pero además que no hay en él presupuestos antisocialistas –los hay solo si en cuanto por socialismo se entiende un cristianismo devenido secular o algún tipo de eudemonismo moderno–, del segundo no se extraerá el resultado que en último término permita afirmar que Nietzsche alimenta propiamente la destrucción de la ontología heideggeriana del nihil en la etapa de la década del treinta.

    En este segundo caso, la lectura sugiere todavía mayores complejidades. De estas, como de las anteriores, solo aislamos un breve esquema. El problema de la Razón emancipante, ya insinuado en el comentario dedicado a Lukács en referencia a la «ruptura y disgregación con la tradición libertaria», se desplaza así a los bordes teóricos y práctico-políticos de la crítica dialéctica en el contexto de la Aufklärung europea. Notamos de paso que un retorno a Zur Judenfrage y, en un sentido diferente, a la relación establecida entre la Crítica de la razón pura y la Genealogía de la moral –este último vínculo es señal de una fractura en la misma escuela de Frankfurt–¹⁵ cobra relieve además para la crítica sostenida sobre la interpretación habermasiana. Tiene interés al discutir por qué Nietzsche no cabe, lo mismo que el «Romanticismo», en el compartimento estanco de la anti-ilustración. El predicamento de la estructura teológico-religiosa, laicizado en pos de la sociedad equitativa bajo el supuesto del despliegue del concepto de libertad moderno, estaría entonces asumido por Habermas en la crítica de la subjetividad. Siendo este tipo de crinein un motivo individualista que se lleva a cabo sin embargo en la dimensión social –la dialéctica de la ilustración parece seguir aquí la diferencia entre lo público y lo privado–, la resistencia del «individualismo» de Nietzsche a ambos órdenes quizás no cobre todo su rendimiento hasta que el último capítulo exponga la concepción genius. En este tercer horizonte se tratará no solo la distancia con el pesimismo schopenhaueriano sino con el wagneriano de la puesta en escena del arte total. De una manera que se debería continuar indagando, es probable que en este bello tránsito didascálico en el que Portales traduce lo estético y lo político, ya se encuentre la posibilidad de la discusión posterior con la interpretación benjaminiana de la «determinación de la infinitud» en el temprano romanticismo.¹⁶

    No solo sobre la inscripción ilustrada de Habermas sino acerca de la hermenéutica de Pöggeler y la deconstrucción de Derrida, el ensayo gira en la segunda sección, concesso non dato de que la Kehre heideggeriana se confronta en primer lugar con la fragmentaria en unas lecciones tituladas «directamente Nietzsche», en torno a la reconducción de la época de Ser y tiempo. De esta variación se ha hecho notar el giro «estético-político» en el que está en juego, también, la complicada inclinación al «mito».¹⁷ Y una vuelta a la comprensión de la prosa lírica romántica que en Nietzsche repite el período trágico griego (das tragische Zeitalter). Es importante señalar que, si en efecto Nietzsche habría abandonado la vía «escéptica» de la racionalidad moderna, este abandono se explicaría, más allá de lo que Habermas cree advertir con la medida de la crítica ilustrada, «por otras razones». Dichos motivos racionales se encontrarían en la forma de interpretar el nihil de la Razón. Y en revisar la recepción de los vínculos que Nietzsche contrata, poética, literaria y conceptualmente, con el romanticismo temprano: «Habermas –dice Portales refiriéndose al Discurso filosófico de la modernidad– pretende poder verificar una ligadura temática fundamental entre los contenidos del Estudio de la poesía griega de Friedrich Schlegel y la tendencia 'acrítica' de la filosofía de Nietzsche».

    Ya que Nietzsche «no opone dialéctica a tragedia», el ensayo indicará de qué manera, sin ser improcedente la afinidad entre el pensamiento nietzscheano y el romanticismo naciente (se ha dicho que comparten el estilo del fragmento, al que además hay que agregar, según Portales, un cierto contenido temático dionisíaco) la postura está lejos de agotarse, incluso cuando se apele al mito, en esta supuesta pendiente de acriticidad que Habermas le atribuye a ambos. Aquí, como en ensayos posteriores la tarea crítica y filológica es proporcionar indicios que permitan, en base a un «sui generis concepto de eternidad» (Ewigkeit), releer el acto poiético romántico sin que esta interpretación de la poiesis, no «exenta de riesgos hermenéuticos», quede meramente capturada como si fuese la «ingenua búsqueda de refugio mítico», una «ilusoria reacción contra los efectos desmedidos de la modernidad industrial y de la ciencia positiva».¹⁸

    Este énfasis en la interpretación del poema, y de su herencia respectiva, es importante en el ensayo por varias razones. Aquí solo ponemos de relieve que en el libro es crucial para comprender la interpretación que Heidegger, de acuerdo a la hipótesis de Gadamer que Portales recuerda, por la misma época del Nietzsche I, ya había elaborado acerca de Hölderlin. El análisis de esta sección permite entender que la diferencia entre Heidegger y Nietzsche se abre entre dos interpretaciones de lo griego: la del primero sería más alemana y la del segundo más latina: «En esa época (la del Crepúsculo de los ídolos), Nietzsche sabía claramente que la metafísica de la voluntad de poder solo se conjuga con lo romano (Römertum) y con El Príncipe de Maquiavelo». En lo que toca a la preferencia de la decisión «heroica», esta haría pivote en torno a Hölderlin, desplazando a Nietzsche al borde romano ya decadente. En la lectura crítica orientada a la interpretación de Pöggeler, inscrita en el marco de Nihilismus und Weltrevolution,¹⁹ uno de los propósitos centrales es preparar, ya dejando muchos indicios aquí, una interpretación que desplace esta supuesta caída (Verfall) de Nietzsche en Roma. Ya que en todo el segundo capítulo Portales aborda el engagement de Heidegger con el nacionalsocialismo sin que por esto la misma decisión agote sus posibilidades en este compromiso, recomendamos seguir aquí, en relación a los comentarios dedicados no solo a Pöggeler sino a Habermas y Derrida, la importante noción de práctica política esbozada en el ensayo. Se apreciará que esta misma comprensión de praxis está en juego en las relaciones no solo esta vez con la Etica de Spinoza («aun cuando Nietzsche no comparta sus consecuencias» cuando se trata de la «identidad entre virtud y poder»), sino además –en este retorno volverá más tarde la cuestión sobre la pretendida romanización del discurso nietzscheano– con el propio Maquiavelo.

    De destacar la pregunta sobre la dependencia del giro, se podrá entender, en efecto, que la resolución atañe a la opción que se difracta entre Hölderlin y Nietzsche. Siendo la diferencia bosquejada por el propio Heidegger, habría que decir aquí también que Portales la suscribiría, en parte, por otras razones.²⁰ Si la retirada de la política fuera heredera de Hölderlin, en el sutil sentido práctico que sugerimos sobre la comprensión del drama²¹ elaborada a partir de los textos nietzscheanos, el vuelco en torno al origen griego, en el que Nietzsche tomaría un papel sin ser no obstante actor principal (toda la interpretación heideggeriana lo pondría en escena en un rol secundario), quizás haya que volver, aquí como antes, a la interpretación que se propone del lirismo romántico.

    Es muy posible así –en tanto que el autor premedita la asociación entre Hölderlin y Nietzsche bajo una discriminación discreta y diferenciada del período decimonónico en su conjunto, lo mismo sucede con el idealismo alemán como veremos de inmediato– que este análisis, pese a que discute con claridad la lectura heideggeriana sobre Nietzsche –la discusión versa aquí sobre el carácter de la verdad, de acuerdo al cual la metafísica de la voluntad de poder es todavía nihilista sin remedio–,²² descorra la misma del tópico común que la sitúa bajo un paradigma romántico tardío. Heidegger no sería «romántico», al menos en este punto, pero por causas y efectos distintos de los habituales. De ahí además la necesaria interrogación sobre la herencia del «espíritu» en la destrucción de la ontología, circunscrita en la tercera parte de este segundo capítulo, en los comentarios sobre J. Derrida. En estos Portales percibe que, hablando sobre el Geist de la lengua alemana, Derrida no deja de remitir al esprit de la retórica francesa.²³

    No podemos dedicar en este espacio el tiempo suficiente a esta doble implicancia de lo alemán y lo francés, otra de las diferencias sobre lo nacional contextualizada en los márgenes del nihilismo europeo por los que transita el libro.²⁴ Indicaremos solo dos puntos

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