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La enciclopedia de los yorkshire terrier
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Libro electrónico499 páginas3 horas

La enciclopedia de los yorkshire terrier

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Información de este libro electrónico

Se trata de un perro ágil, enérgico, gracioso y elegante. El yorkshire terrier es un perro de compañía muy afectuoso, aunque con el carácter y la osadía propias de todos los terrier.
En estas páginas hallará la información que necesita para la educación de base y los ejercicios que todos los perros deberían dominar para poder convivir correctamente con el hombre.
Una guía ilustrada que se plantea todas las preguntas y le ofrece las respuestas correctas que se formula quien posee un yorkshire terrier o desea tenerlo.
Aprenderá a distinguir qué problemas de salud pueden solucionarse en casa y en qué casos convendrá que visite al veterinario. Conocerá cuál es la alimentación adecuada para que su yorkshire esté siempre en perfecta forma, y también todo lo relativo a su carácter y comportamiento, así como sobre el aseo del manto, la preparación para iniciarse en el mundo de las exposiciones y muchas cosas más.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 oct 2018
ISBN9781644615836
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    Vista previa del libro

    La enciclopedia de los yorkshire terrier - A. Tomaselli

    Bibliografía

    INTRODUCCIÓN

    En este volumen he querido presentar el yorkshire terrier y todo su mundo y espero que pueda ser de interés y de ayuda tanto a quien se acerca por primera vez a esta raza como a quien ya posee un yorkie pero quiere saber más. También puede ser útil para el que quiera lanzarse a la aventura de criar o participar en exposiciones, y para aquellos que, aunque hace tiempo que crían, desean analizar algunos aspectos concretos.

    Presento una reconstrucción histórica que intenta ser exhaustiva y que muestra la evolución de la raza desde los primeros criadores; conocer el recorrido completo desde los orígenes hasta la actualidad no es sólo una curiosidad: sirve también para acercarnos a esa pequeña obra maestra llamada yorkshire y nos ayuda a comprenderla mejor.

    En este camino, además, destaca la capacidad y la tenacidad de aquellos criadores que, con su inagotable entusiasmo, han protegido, divulgado y dado prestigio a la raza: un buen número de personas que merecen nuestro respeto y agradecimiento.

    También he intentado realizar un resumen sobre la difusión actual de esta raza en todo el mundo: nos permite conocer el grado de interés, de amor y de pasión por este perro que impera también en otros países, así como mostrar el nivel de selección que se ha conseguido. Finalmente, presento también el estándar, el carácter, la alimentación, los enseres y todo aquello que pueda ser útil para una buena convivencia.

    Aquel que tiene un yorkshire terrier podrá encontrar, en las páginas de este libro, consejos, indicaciones y explicaciones. Y aquel que todavía no lo tiene encontrará una guía para realizar una buena elección, para que se dirija hacia el auténtico yorkshire terrier.

    Espero que la lectura de este libro encienda la mecha de nuevas pasiones hacia este «pilluelo» tan especial y afectuoso que, bajo su capa de seda, esconde un gran corazón. ¡Buen yorkshire a todos!

    Multi Ch. y Ch. Mund. Ever Trouble of Millmoor. Criador y prop.: Ronny y Maria Engelen

    Ch. Int. Hellada Hill’s Kazanova (Ch. Sladesmark Supershine x Wenwytes Wild Pepper). Criador: E. Adamovskaya, prop.: E. Danilovtceva (fotografía de A. Kalashnikov)

    LA HISTORIA DE LA RAZA: DE LOS ORÍGENES A NUESTROS DÍAS

    ANTES DEL YORKSHIRE TERRIER

    El ecléctico y bellísimo yorkshire terrier tiene su origen en el cruce de diversos tipos de terrier que vivían en las Islas Británicas. Eran terriers generalmente dotados de gran temperamento y provistos de fuertes mandíbulas y óptima dentadura, cuyos antepasados se pierden en la noche de los tiempos. Arriano, en su comentario sobre la conquista romana de Britannia (55-54 a. de C.), expone las características de los perros locales, llamados agassin y adiestrados para una peculiar caza subterránea. Agasses eran llamados los mismos perros descritos por Opiano en el siglo II d. de C. (De Venatione).

    El perro «malo» —así se describía en los antiguos textos de caza a los animales huidizos o asustados que solían esconderse en las madrigueras— encontró en los pueblos teutones un gran uso.

    Tanto en el continente como en las islas del norte estos perros servían para varios fines: en las viviendas, granjas y cuadras capturaban ratones y ratas; cerca de los gallineros mantenían alejados a zorros y garduñas; los cazadores los utilizaban para desencovar y reducir el número de zorros y tejones, para proteger la caza clásica.

    En la Edad Media empezaron a llamarles terrars, es decir, perros «de bajo tierra». Es muy válida la descripción que realizó el doctor John Caius (pseudónimo de John Keys) en su De Canibus Britannicis (1570), capítulo que forma parte de la Historia Animalium del naturalista alemán Konrad Gessner: «[...] Otra especie canina se utilizaba en la caza del zorro y el tejón; estos son perros «terrars» porque cazan como los hurones, metiéndose en la madriguera y enfrentándose a la presa sin temor; u obligan a la presa a salir de la guarida, para después perseguirla sobre el terreno. En el contacto, el zorro normalmente muere».

    Otros autores se refieren a los terrars con los nombres de tanners (G. Phoebus, siglo XIV), terourers (J. Barnes, 1486) o terryers (De Foiloux, 1561). En las descripciones de los terrars se indica la existencia de diversas variedades, con «colores, tipos de pelaje y complexiones diferentes y más o menos altos según los cánones» (de I Terrier, de G. Audisio Di Somma y A. Marengoni).

    De estas cepas proceden las actuales razas terrier. Naturalmente, no ha sido un surgimiento al unísono, entre otras cosas porque cada región tenía un tipo concreto de terrier que se diferenciaba de los demás, por ejemplo, en virtud de las condiciones climáticas y geográficas en las que vivía. Así, donde el clima era más frío y el terreno era rocoso vivía un terrier con el pelo duro y espeso que le proveía de un buen aislamiento ante las bajas temperaturas; en cambio, en climas más húmedos se encontraban ejemplares con el pelo ondulado o rizado (más hidrorrepelente que el pelo liso). Con el tiempo, los diferentes cruces formaron ejemplares con determinadas características que, estabilizadas, diferenciaron y clasificaron las diversas razas.

    En lo que respecta a nuestro yorkshire terrier, a pesar de ser una raza más bien reciente, no existe una documentación completa y precisa que indique el camino que se siguió para obtenerla. Entre sus lejanos progenitores se supone que se cuenta el clydesdale terrier (conocido también como paisley terrier o glasgow terrier), raza que ahora ya no existe. Este clydesdale terrier se cruzó con casi toda probabilidad con el broken haired terrier, muy extendido desde hacía tiempo en la región de Yorkshire.

    Otras hipótesis sobre el origen de la raza incluyen entre los antepasados de los yorkies al skye, el maltés, el dandie dinmont, el cairn... No hay mucha documentación sobre estas razas, pero resumiremos los datos más importantes.

    Del maltés ya ofreció una descripción Aristóteles (383-322 a. de C.), cuando habla de los perros que vivían en la isla de Melita (Malta). Como referencias en siglos más recientes, tenemos testimonios de que este pequeño perro de pelo fino, suave y sedoso era un favorito en la corte de Enrique VIII: encontramos noticias suyas en el ya citado De Canibus Britannicis de John Keys. Keys habla de estos perros de pelo largo y sedoso dividido por una raya en el medio de la espalda y que cae a ambos lados del cuerpo hasta el suelo. Los marineros que viajaban por el Mediterráneo a menudo llevaban malteses a Inglaterra.

    Clydesdale terrier, de Les races de chiens de H. De Bylandt, 1904

    Paisley terrier, de Les races de chiens de H. De Bylandt, 1904

    El Rey Jacobo I Estuardo, en 1605, hace una buena descripción de los earth dogges, los terrier de su tierra, Escocia: se refería, quizás, al cairn, un tipo de terrier que puede haber contribuido a la creación del yorkshire.

    En 1773, el doctor Johnson, invitado a la isla de Skye para la caza de la nutria, bosqueja en su diario de viaje varios aspectos del carácter de los pequeños y peludos terrier usados para esa finalidad: son tan amables con el hombre como feroces con nutrias y comadrejas. Los skye se hicieron muy populares cuando, en 1840, le regalaron a la reina Victoria un ejemplar con las orejas colgantes, de nombre Islay; y poco después un pionero de la raza, Pratt, le ofreció otro ejemplar. Desde entonces, la reina se rodeó de skye: entre los muchos que tuvo recordamos a Diana of Aldrollach y Rona II (esta última, la más amada, aparece en el retrato de la soberana realizado por William Nicholson). La reina Victoria los crió durante más de treinta años.

    En 1815 Walter Scott publica Guy Mannering, en la que habla de un personaje más bien especial, llamado Dandie Dinmont, que vive en una granja de Border. Scott elige este nombre porque, mientras estaba escribiendo el libro, tuvo ocasión de ver en la región de Cheviot Hills un rebaño de ovejas acompañadas por varios terrier locales, entre los cuales se distinguía por su elegancia un ejemplar llamado Dandie Dinmont. En el libro, Dandie Dinmont posee una jauría de estos perros, expertos en la caza de nutrias y tejones. En el mismo periodo vivió un tal James Davidson, cuyos amigos empezaron a llamarle Dandie Dinmont por su considerable parecido con el personaje de Scott. Davidson poseía una veintena de terrier y es evidente que en aquella región estos terriers acabaron convertidos en los dandie dinmont terrier.

    Y todavía se les llama así. A principios del siglo XIX, en la región de Escocia por donde transcurre el río Clyde, vivían muchas comunidades de artesanos y operarios. Algunos trabajaban en las hilaturas y tejedurías Paisley. Uno de sus deportes preferidos era la caza con perros, y el perro que más utilizaban era el clydesdale, o paisley terrier, presentado en algunas exposiciones en Inglaterra en 1902.

    Las descripciones que tenemos del clydesdale, o paisley, lo representan como un skye terrier de pelo suave, de un bonito azul acero brillante, con patas, pies y cabeza de color dorado, sin pelos grises, oscuros o color tizón, y con el pelaje que cae completamente a sus lados (¿acaso no se ven ya algunas características de nuestro yorkshire?). En otra descripción contenida en el volumen Les races de chiens del conde Henri De Bylandt, publicado en septiembre de 1904, se precisa que el pelo es muy largo, perfectamente recto y sin ondulaciones ni rizos, muy brillante y de textura sedosa, sin borra; el peso oscila entre 5,5 y 7 kg.

    Más adelante, durante la revolución industrial, muchos trabajadores dejan Escocia para trasladarse a Yorkshire, donde generalmente era fácil encontrar trabajo en las industrias laneras y, naturalmente, llevaban consigo a sus perros. En esta región existía ya un tipo especial de perro: una raza bien fijada de broken haired terrier. ¿Por qué, se debieron preguntar los criadores, no cruzarlos?

    Además, el clydesdale o paisley terrier habría podido dar al nuevo «producto» aquel toque estéticamente más agradable que le haría también más comercializable. En esa época, el perro ideal tenía que ser hermoso y al mismo tiempo poseer cualidades indispensables para la caza. Dado que la caza furtiva estaba muy castigada, tenía que ser un perro pequeño, fácil de esconder... en caso de necesidad. A menudo, cuando era necesaria una rápida retirada estratégica, el cazador furtivo introducía una mano en la madriguera para intentar recuperar a su animal, pero no siempre lo conseguía y el perro quedaba allí abandonado: por lo tanto, era necesario seleccionar un pelo más largo, que facilitaría las operaciones de... extracción de las madrigueras.

    NACE EL YORKSHIRE TERRIER

    En resumen: un toque de aquí y un toque de allá, un pellizco de esto y un pellizco de lo otro, a lo que se añade alguna selección impuesta por la situación geográfica, histórica y económica, y todo aderezado con pasión y fantasía: de este cóctel nacerá, guiado por la mano del hombre, el yorkshire terrier.

    La gente de Yorkshire comprendió en seguida el valor de este nuevo y espléndido terrier. Mejor todavía: a todo el mundo le gustaba, por lo que era muy solicitado y su valor comercial subió como la espuma. Por consiguiente, se empezó a fijar lo mejor posible sus características de tipo y se empezó a exponer a los primeros ejemplares. Todavía podemos ver, retrocediendo en el tiempo, a los mineros y a los trabajadores reunidos el sábado por la tarde, en los pub locales, comparando a sus ejemplares para acordar las características objeto de selección y programar los cruces.

    En la exposición canina de Birmingham de 1860 se previeron clases específicas para estos perros que, sin embargo, todavía se clasificaban simplemente como terrier escocés o broken haired terrier. Estamos en 1886, el año en el que el Kennel Club inglés, que se acababa de fundar, reconoce a la raza y la llama yorkshire terrier. Angus Sutherland sugirió el nombre: en efecto, los perros de ese tipo a menudo eran llamados así y muchos de los mejores ejemplares procedían de la región de Yorkshire. En 1898 se redactó el estándar oficial de la raza.

    LOS PROGENITORES DE LA RAZA: HUDDERSFIELD BEN

    El progenitor por excelencia de todos los yorkies es Huddersfield Ben, uno de los primeros yorkshire que se registraron oficialmente y un excelente productor, que influyó de manera determinante en la raza. Huddersfield Ben era un macho dominante genéticamente y sus hijos eran del tipo y el color apropiados. Había nacido en 1865, pertenecía a Mary y Jonas Foster de Bradford y su criador era W. Eastwood de Huddersfield. Eastwood sostenía, junto con John Richardson de Halifax, que el yorkshire terrier era el resultado final del cruce entre un waterside terrier (popular durante el reinado de Guillermo IV) y un clydesdale o skye terrier.

    Los pedigrís de todos los yorkshire, desde Old Crab a Kershaws Old Kitty, han sido reconstruidos por James Watson en su Dog Book. Crab era un black and tan terrier con pelo largo, mientras Kitty era un skye con las orejas cortadas, robada en Manchester y que después fue propiedad de Kershaw. Esta reconstrucción llega hasta 1850, pero tiene varias lagunas: de un total de ochenta, cincuenta pedigrís de broken haired scotch y yorkshire terrier no están registrados. Sin embargo, es de estos de quienes descienden Crab y Kitty y, por consiguiente, Huddersfield Ben.

    El pedigrí de Huddersfield Ben ayuda a entender hasta qué punto la consanguinidad permitió fijar las características de la raza.

    Albert, uno de los tatarabuelos de Huddersfield Ben, fue criado por Peter Eden en Manchester: se registró como broken haired scotch y yorkshire terrier; tenía el pelo largo y sedoso, de color azul, con manchas doradas. Old Sandy, uno de los bisabuelos, se registró en el Kennel Club como yorkshire terrier: tenía un tan muy rico, una cabeza dorada y un pelaje recto, fuerte y brillante, de un bonito color azul.

    Pero volvamos a Huddersfield Ben. Antes de que los Foster lo adquirieran, este espléndido yorkie fue campeón de ratting (véase el cuadro). Después, cuando ya formaba parte de su nueva familia, cambió de vida y desde entonces destacó en las exposiciones.

    Los principales reconocimientos que obtuvo fueron: el segundo premio en 1869 y el tercero en 1870 en la exposición de Manchester, y el primer premio en 1870 y el segundo en 1871 en Crystal Palace. En total, se llevó a casa setenta y cuatro premios.

    Murió trágicamente en 1871, con sólo seis años, atropellado por una carroza. Su cuerpo se embalsamó y se conservó bajo una campana de cristal durante muchos años.

    Los Foster dieron un considerable impulso a la cría de la raza yorkshire terrier e, incluso tras la muerte de Ben, siguieron criando y exponiendo en toda Inglaterra. Mary Foster fue la primera mujer que ejerció de juez de exposiciones caninas en Inglaterra: fue en la exposición de Leeds, en 1889.

    EL RATTING

    En Inglaterra, en el siglo XIX, estaba muy de moda el ratting, es decir, la caza de ratas: se trataba de un pasatiempo permitido por las autoridades inglesas que veían útil la cría y el adiestramiento de perros con ese objetivo (en 1912, la Royal Society for the Prevention of Cruelty to Animals [Real Sociedad para la Prevención de la Crueldad contra los Animales] logró que se prohibiera esta práctica). En los primeros años del siglo XIX, para el ratting se utilizaban los bull y los terrier de talla pequeña; más tarde, sin embargo, los protagonistas fueron sólo los terrier puros.

    Dos terrier negros píos pasaron a la historia: Billy, con cien ratas matadas en seis minutos y trece segundos, en 1823, y Jacko, con mil ratas en una hora y cuarenta minutos.

    El ratting se regía por normas precisas, pero no universales, ya que cada condado tenía sus propias especifidades. En la práctica, había tres tipos de ratting, como explica Audisio di Somma en su I Terrier: una primera modalidad consistía en soltar varias ratas (de veinte a cien, según la importancia del encuentro) junto con un terrier, y se calculaba el tiempo que utilizaba el perro para matar a todos los roedores; otras veces, se amontonaban en el centro varios obstáculos y se soltaba un pequeño número de ratas (de una a diez) y un terrier. La tercera modalidad, muy popular en el condado de Yorkshire, se desarrollaba al aire libre: se arrojaban las ratas a un río, y un airedale terrier se sumergía para capturarlas. Ganaba el perro que, en el transcurso de la jornada, empleaba menos tiempo en matar a un número de ratas previamente establecido.

    LOS HIJOS DE HUDDERSFIELD BEN

    Entre los hijos más famosos de Huddersfield Ben destaca la pequeña Little Kate y Benson, Emperor, Mozart, Cobden y Dandy (todos campeones). Observando las ilustraciones de la época que reproducen a estos ejemplares es notorio que no eran compactos como establecía el estándar; las notas de los jueces que evaluaron a Mozart en las exposiciones indican, por ejemplo, que tenía la espalda demasiado larga. Por otra parte, en un retrato de Huddersfield Ben junto con la pequeña Kate se hace evidente, además de la longitud de la espalda, una considerable diferencia de talla.

    Otra ilustración retrata al famoso Ch. Ted, también propiedad de Mary Foster: este ejemplar, en cambio, sí presenta un aspecto compacto. Ch. Ted, descendiente de Huddersfield Ben, nació el 20 de julio de 1885, hijo de Annie y de Young Royal.

    Pesaba unos 1.800 g y medía 22,86 cm de altura y 43,18 cm de longitud. El pelo, muy largo, superaba la altura en la cruz. Ch. Ted consiguió 265 premios, además de varios premios especiales.

    Mary Foster lo adquirió, a un precio elevado, cuando tenía unos veinte meses: el pequeño tenía ya un espléndido pelaje, con colores muy marcados, sobre todo en las manchas. En aquel tiempo era considerado el más bello de todos los pequeños terrier y se le consideraba todo un «personaje» en el mundo cinófilo: le dedicaron artículos y portadas en publicaciones especializadas. Bellísimo y famoso, también era inteligente, afectuoso y protector hacia su ama, que lo adoraba.

    Contribuyó de modo destacado a la mejora de la raza: uno de sus hijos más famosos fue Halifax Marvell, conocido más tarde como Teddy d’Aspinall, con un magnífico pelaje por su longitud y color.

    Halifax Marvell es el padre de Halifax Ben (nacido el 6 de julio de 1897), que también tenía un pelaje de colores muy intensos, y el abuelo de Marvel Wonder (nacido el 19 de octubre de 1901), que presentaba los mismos colores excelentes de sus ascendentes. Este pequeño yorkie, del criador y propietario J. Shufflebotham, lucía uno de los pelajes más largos conseguidos hasta entonces.

    De las notas de los jueces de la época podemos deducir que, en aquellos tiempos, en las exposiciones, la talla iba de los 1.350 a los 3.150 g Sucedía, sin embargo, que en una misma camada podía haber tanto ejemplares muy pequeños (una curiosidad: fue la misma Mary Foster la que crió el yorkie más pequeño de la época: Bradford Queen of Toys, de sólo 681 g) como ejemplares que superaban los 5.400 g. Era muy apreciado el color azul de la espalda y el pío-dorado de cabeza y patas. Se daba mucha importancia a la longitud y a la textura sedosa del pelo, a la cabeza, a las orejas pequeñas y a la espalda recta. A veces se presentaban en exposición ejemplares con las orejas cortadas.

    Ch. Ted, de Les races de chiens de H. De Bylandt, 1904

    LAS PRIMERAS DESCRIPCIONES

    En el libro Les races de chiens

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