Biografía autorizada de una gata casera
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Del mismo modo que hacen todos los felinos, al venir a vivir a nuestra casa, adoptó a uno de sus habitantes como su mamá. Luego, cuando ésta se fue
para siempre, la gatilla tuvo una nueva mamá, la tercera, y ella eligió para este trascendental menester a una servidora.
La propia Pelusa narra en primera persona sus aventuras
en la obra. Sus escritos tienen dos características que parecen contradictorias e incongruentes; a saber: por un lado, su vocabulario es muy amplio, tanto que puede llegar a ser una gata engreída y presuntuosa. Como ella dice: "soy una gata muy leída". Por otro lado, Pelusa tiene la simplicidad
y la frescura de quien descubre la vida por primera vez.
En esto radica precisamente su encanto, y también el de este libro: en esa mezcla casi imposible y hábil que posee nuestra heroína de sabelotodo y de ingenuidad, lo cual la convierte en un animal adorable.
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Biografía autorizada de una gata casera - Encarnación Peinado Rueda
BIOGRAFÍA AUTORIZADA
DE UNA GATA CASERA
Encarnación Peinado Rueda
© Encarnación Peinado Rueda
© Biografía autorizada de una gata casera
ISBN epub: 978-84-685-2590-7
Impreso en España
Editado por Bubok Publishing S.L.
Reservados todos los derechos. Salvo excepción prevista por la ley, no se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos conlleva sanciones legales y puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.
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IN MEMORIAM
De
Pelusa
Mis padres
Y
Mi querida hermana
Este libro está dedicado
A todos los amantes de los animales,
Especialmente a los gatunos.
Y a mi querida amiga
Trini Rosales Galán
Sin la cual no hubiera sido posible
Que esta obra viera la luz.
ÍNDICE
Prólogo
0 Una aclaración, ¿necesaria?
1 … Los inconvenientes de no poder escribir
2 ¡Pelusa habla!
3 Establecemos las reglas
4 La tercera mamá Gatos en casa
5 Mi mamá
6 Mi papá
7 Mis padres
8 Nace nuestra heroína
9 La tercera mamá Añoranza
10 Mi familia felina
11 La tercera mamá Eligiendo un gato ideal
12 Un secuestro
13 La tercera mamá Una hermosa adquisición
14 El rescate
15 La tercera mamá Buscando un nombre
16 En mi nuevo hogar
17 El ratoncillo
18 De veraneo
19 Mi primer viaje
20 Limpieza a fondo
21 En la Sierra
22 Pelusa y la urraca
23 El ramo de flores
24 Y yo quieta en mi sitio
25 Los cordeles y yo
26 La tercera mamá Primer veraneo de Pelusa
27 ¿Abandonada?
28 La ardilla
29 Otro viaje
30 Ya en Madrid. Un mal rato
31 La tercera mamá Una mala racha
32 La intrusa
33 Váter gatuno y agua para los peces
34 ¡Ahora está, ahora no está!
35 La terraza
36 La tercera mamá El misterio de la terraza
37 Mi mamá se va
38 La tercera mamá Tristes momentos
39 Mi nueva mamá
40 Jalogüin
41 La tercera mamá Una jornada gatuna
42 Pasa la vida
43 Especie protegida
44 Mi día a día
45 Tercera mamá y Pelusa Pierdo una vida
46 La tercera mamá Voces
47 El regalo
48 La tercera mamá Un regalo inesperado en la noche
49 Un asunto de bigotes
50 La tercera mamá La bolsa
51 Me hago mayor
GLOSARIO GATUNO
Despedida de Pelusa
Prólogo
La protagonista de esta historia, mezcla de fantasía y realidad, es una minina casera, dócil, inteligente y muy guapa de nombre Pelusa, hija de una gata de pura raza persa y de un apuesto gato europeo. Del mismo modo que hacen todos los felinos, al venir a vivir a nuestra casa, adoptó a uno de sus habitantes como su mamá. Luego, cuando ésta se fue para siempre, la gatilla tuvo una nueva mamá, la tercera, y ella eligió para este trascendental menester a una servidora.
La propia Pelusa narra en primera persona sus aventuras en la obra, aunque de vez en cuando se intercalan capítulos que llevan el epígrafe de tercera mamá
redactados por mí misma. En estos se relatan acontecimientos semejantes a los dictados por nuestra protagonista; pero el desarrollo de ambos es diferente: unos ofrecen el punto de vista gatuno, otros el humano.
Los escritos de Pelusa tienen dos características que parecen contradictorias e incongruentes; a saber: por un lado su vocabulario es muy amplio, tanto que puede llegar a ser una gata engreída y presuntuosa. Como ella dice: soy una gata muy leída
. Por otro lado Pelusa tiene la simplicidad y la frescura de quien descubre la vida por primera vez. En esto radica precisamente su encanto, en esa mezcla casi imposible y hábil que posee nuestra heroína de sabelotodo y de ingenuidad, lo cual la convierte en un animal adorable.
Pelusa nos dejo hace un tiempo y ahora hay en casa otras gatas. ¡Yo no puedo vivir sin felinos!
Primero llegó Montana. En su carnet internacional figura como Hannah Montana. ¡Los criadores les ponen a sus animales unos nombres! Hija de Jack Hunter, campeón de belleza nacional, y Bella Swan. Montana es una preciosa gata de los bosques de Noruega de color blanco, lista, traviesa y con un pedigrí selectísimo, que ha decidido redecorar la casa, para lo cual ha eliminado bastantes elementos ornamentales que previamente ha hecho añicos. ¡Menos cosas para limpiar! Siempre conviene ver el lado positivo de todo.
Pronto acogimos a dos hermanitas adoptadas en la asociación Alba. Sus nombres oficiales son Stella y Marta Riba, pero al aposentarse en su actual domicilio recibieron los apelativos familiares de Princesa, alias Colorines, y Duquesa, alias Patilarga. Entre sus antepasados habría algún persa, pues Princesa posee pelitos como los de esa raza.
Princesa es nerviosa, comilona y muy afectuosa; acostumbra a dormir metida entre la ropa de la cama. Duquesa es atigrada y blanca, y contempla todo con extrema curiosidad desde sus preciosos ojos verdes. Las tres gatas se llevan muy bien entre sí, hacen todo al unísono; me acompañan por la casa, me ayudan a hacer las tareas diarias y juegan todo lo que quieren. Son guapísimas, cariñosas e inteligentes.
El trío felino ha colaborado en la corrección del presente texto y me ha echado también una mano resacándose en el ordenador, intentando comerse los cables del mismo, paseándose por el teclado…, de hecho éste se halla siempre repleto de pelos gatunos. Montana incluso ha llegado a mecanografiar algo en él; y yo, como es natural, lo he respetado a pesar de que no entiendo esas palabras que ella ha escrito en gatés; éste es el motivo por el que no las he podido traducir y las he dejado tal cual ella las ha dispuesto.
Mis mininas os dan un besito de gato a cada uno de vosotros, miau, miau, miau
…, y esperan que disfrutéis con las andanzas y aventuras de su predecesora la deslumbrante, encantadora e inigualable Pelusa, miu, miau, marramiamiau
.
0
Una aclaración, ¿necesaria?
–Pelusa, ven aquí, –oí decir a mamá.
–Miau –respondí, aunque pensé, no sé si merece la pena ir con lo a gusto que estoy aquí.
–¡Pelusa! –insistía en llamarme.
No contesté siquiera, ¿para qué?
–¡Peluuuuusaaaaaa! Te he dicho que vengas, que te quiero echar una cosa muy rica.
–Marramiaumiua –se estaba poniendo pesada.
Es que a los gatos nos pasa una cosa; a saber: yo sé perfectamente lo que me dicen, pero las personas no me entienden a mí. ¡Y tenemos cada conflicto! Además no respetan mi intimidad. Vamos a ver, por ejemplo: yo estoy entretenida mirando por la ventana, ¿Por qué he de acudir a la cocina? O estoy investigando en el interior de un armario ¿Por qué he de salir de allí para ir a probar el pollo de la comida, si no tengo hambre? Lo aclaro: me usan como comprobadora de la salubridad alimentaria. ¡Y no me pagan!
Bueno ahora iré y dije:
–Miau, miuuuu; –o lo que es lo mismo: ya voy
. Llegué y me dieron un trocito de pollo, que me zampé al instante.
–¿Ves como no se había estropeado el pollo? –Escuché.
–Miauuuu: échame más
.
Y me comí varios trocitos de filete de pollo fresco y riquísimo.
–Bruuulmp, bruuulmp, bruuuulmp.
–Mira como se relame; acaríciala un poco que se ha portado muy bien.
Y me cogieron en brazos, me trasladaron al sofá y comenzó la sesión de masajes.
Ronronronronrornorrr, ngue, ronronronrro, bruuuuulp, rorrrrrrrronon, murrruuuuuu, miiiiiiu.
Estos son más o menos los sonidos que hacemos los gatos felices. ¡Es tan difícil escribir el gatés en versión original! Y pensé: a estos humanos míos, o al menos a mi mamá, les tengo que enseñar el gatés, así estaré más tranquila. No creo que sea un idioma tan difícil. Aunque he oído en la tele que a los españoles se les dan muy mal los idiomas. Que casi no existe ninguno que sepa hablar correctamente el inglés; y me pregunto yo: ¿para qué les hará falta saber inglés? Pero yo lo tengo fácil, ya que mi tercera mamá sabe latín y griego, porque dice que es profesora de eso y si ella lo dice, es verdad. Pues siendo profesora y de esas dos lenguas tan chungas y viejorras que enseña a sus infelices alumnos, aprenderá el gatés con prontitud; porque hablar gatés es más sencillo que beber agua.
Yo, como se descubrirá en la presente obra, soy una gata muy leída; oyente y espectadora de los medios de comunicación caseros y por consiguiente acumulo en mi saber numerosos conocimientos; por todo lo expuesto quiero escribir lo que me ha ocurrido a lo largo de mi vida. Al no poder realizarlo yo personalmente por causas que explicaré más adelante, y ya que preciso ayuda, esto no será una autobiografía, sino que será una biografía, a pesar de no entrar precisamente dentro de esta categoría el subsiguiente texto. Pero es el vocablo que más se le aproxima. Soy un poco pedante, como mi mamá; todo se pega, pero que le vamos a hacer y esto se notará. Soy una gata que tiene planes, grandes planes planificados hasta el más nimio detalle; y procuraré cumplirlos. Porque también soy cabezota al igual que mamá. Y si cualquiera de las dos se empeña en algo lo consigue. ¡Vaya si lo consigue! Que nadie lo ponga en duda.
Ahora a dormir, zzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzzz.
COMENCEMOS…
Érase una vez una gata casera que pensó en…
1
… Los inconvenientes
de no poder escribir
El hecho de que yo sea una gata y que me proponga narrar aquí las cosas más interesantes que me han ocurrido a lo largo de mi vida no ha de extrañar a nadie. Sé que los gatos estamos imposibilitados por las sabias leyes de la Evolución para escribir y para cualquier labor que exija cierta o… –para que nos vamos a poner tiquismiquis– la más mínima habilidad manual. Pero eso no nos impide llevar a cabo ciertos quehaceres que requieren una innegable precisión, tal como lamernos al completo el cuerpo desde la punta de las orejas a la cola. Para todo lo demás…, no nos podemos quejar en absoluto porque tenemos a nuestra disposición gente capaz de realizar este arduo trabajo que nos resulta imposible efectuar personalmente a nosotros. Jamás dudaremos, esto lo afirmo con orgullo, en pedir esta necesaria ayuda. Y puedo asegurar que acostumbramos a alcanzar los propósitos ambicionados.
¿Os sorprende? Pues no tiene que ser así. Desde los tiempos más remotos, vamos desde ese período en que los humanos acababan de ponerse a dos patas y ya no caminaban sobre cuatro extremidades, nosotros, los gatos, hemos conseguido que esos seres superiores
–yo diría que más grandes únicamente–, es decir que las personas con las que convivimos, nos proporcionen aquello que es imprescindible para el bienestar felino…Los humanos nos dan el calor, la comida, el juego, los rascotones…, en definitiva lo que hace la vida agradable.
Entonces… ¿Por qué no iban a servirnos los hombres de amanuenses para escribir un libro? Sobre todo si tenemos en cuenta que se lo damos todo mascado: yo resuelvo todas las dudas a mi secretaria humana, mi tercera mamá; si no sabe si una palabra va con be alta o baja, se lo digo; le distribuyo las haches, las ges y las jotas donde corresponden; ¡hasta le dicto las comas y los puntos! ¿Se podrá quejar? Creo que no. Ella solo decide la hora para trabajar: entre siesta y siesta, que naturalmente echamos juntas. Aunque he de confesar sin pudor alguno que las mías son más largas y frecuentes.
Voy a explicar una cosa importante: el motivo por el que yo personalmente no puedo coger el lápiz o teclear en el ordenador. Es algo que sabe cualquier individuo culto; pero por si acaso…, a fuer de ser algo pretenciosa lo cuento: de todo el mundo es conocido, espero al menos que estén al tanto quienes conviven con nosotros, que los gatos somos animales digitígrados, palabra procedente del griego –me lo ha enseñado mi tercera mamá–, que viene de grado
que significa ‘paso o marcha’, y de dígito
que quiere decir ‘dedo’; esto alude a que la palabreja en cuestión denota paso o marcha con los dedos
; de lo antedicho se infiere que los gatos nos movemos apoyándonos en los dedos, los cuales están unidos entre sí. Para ser más precisa andamos sobre nuestras garras; en esto los felinos somos también, al igual que en otros aspectos, únicos en el mundo animal.
Tenemos cinco dedos delante, uno de ellos un poco más arriba que los demás a modo de espolón, y en las patas traseras poseemos cuatro. Y es por esta simple casualidad, fruto del Destino y de la Evolución: por mantener los dedos juntos, una simple tontería si nos fijamos bien, útil para ciertas cosas importantísimas e inútil para otras; pues por eso, por conservarlos pegados, carecemos de la facultad de escribir.
Realmente yo misma, he de confesarlo sin pudor, he intentado garrapatear las letras a veces ¡pero sin éxito! He pretendido agarrar una pluma o lapicero y lo único que he conseguido es que los dos se cayeran al suelo. Alguna regañina, injusta como de costumbre, me ha acarreado eso. Es… ¡desconsolador!
De igual modo me he paseado por el teclado del ordenador en aras de mi vano deseo. Parece… ¡utópico!
Yo sé que únicamente hay que presionar un poquito y las letras aparecen como por arte de magia en la pantalla. Pensé… ¡tirado!
Me dispuse a profundizar para resolver mi aspiración, cavilé y alcancé un procedimiento idóneo para mi propósito: era cuestión de aprender que tecla hay que oprimir en cada momento. Reflexioné… ¡chupado!
Lo estudié todo a fondo, lo reconsideré y lo asimilé enseguida…, una vez logrado el objetivo, venía el siguiente paso: practicar. Se manifestaba… ¡quimérico!
Os lo describo tal y como ocurre: he descifrado ya la posición exacta de cada carácter y los he pretendido pulsar…, mas, ¡ay!, fracaso siempre en mis fútiles tentativas; pues… ¡mis garras son excesivamente grandes! ¡Jamás lo lograré! ¡La estricta realidad anatómica felina se impone! Todo se muestra… ¡irrealizable!
Yo puedo borrar un archivo; cambiar el fondo de pantalla del ordenador y aún otras cosas más complicadas…; pero atinar con la correcta precisión el resorte adecuado del tipo concreto de la máquina de escribir…; el poder golpear esas diminutas teclillas ¡imposible! ¡Mis manitas son enormes!
En cuanto acabe este librito voy a escribir a Microsoft y a Apple para que piensen en el mercado que están perdiendo por no tener adaptado el teclado a las condiciones gatunas; eso por no mencionar las perrunas, que también existirán perros escritores, no todos van a ser tontos digo yo, que alguno habrá listo.
¡Cuántas veces lo he pretendido! ¡La de plumas, bolígrafos y lapiceros que han rodado por el suelo en mis infructuosas intentonas! ¡Qué montón de papeles arrugados! ¡La de tonterías ininteligibles que han aparecido en la pantalla del portátil!
Ya me he dado por vencida hace tiempo. Sin embargo, aunque parezca que esta imposibilidad física de mi cuerpo es lo peor de todo; eso no es cierto. Existe algo más dificultoso aún. ¿No lo creéis? Pues sí, hay algo muchísimo más peliagudo. ¿Vosotros habláis con vuestro animal de compañía
o mascota
? No me refiero a que le digáis cosas como: ven aquí
, suelta
, sienta
…,