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Pecado Y Penitencia De Un Sacerdote
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Libro electrónico384 páginas6 horas

Pecado Y Penitencia De Un Sacerdote

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Pecado y penitencia de un sacerdote es una ficcin inspirada en los escndalos provocados por el clero catlico. Presenta la imagen de un sacerdote puro y casto que sublima su sexualidad enfocndola en una ambicin egosta donde el poder es lo importante. Gisela, es una mujer materialista, tentadora, con miedos e incertidumbres que prefiere sacrificar el verdadero amor cambio de un status social que fortalezca su propio ego.

Ambos intereses se mezclan en una historia que traspasa las fronteras de la realidad para ubicarse en una eternidad donde hay una ltima oportunidad de romper las cadenas morales de una sociedad llena de prejuicios y restricciones.

Se trata de una novela pasional que mantiene los sentimientos y emociones del lector a flor de piel en un juego que llega a ser una penitencia por cometer el pecado de enamorarse.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento13 sept 2012
ISBN9781463336202
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    Pecado Y Penitencia De Un Sacerdote - P. M. Martínez

    PECADO Y PENITENCIA DE UN SACERDOTE

    P. M. Martínez

    Copyright © 2012 por P. M. Martínez.

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

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    421638

    Índice

    Presentación

    Introducción

    Capitulo I -    Un moreno de ojos verdes

    Capitulo II -    Mi confidente

    Capitulo III -    La personalidad de gisela

    Capitulo IV -    Un nuevo amigo

    Capitulo V -    Iniciando una buena amistad

    Capitulo VI -    De amigos a confidentes

    Capitulo VII -    Los sentimientos de gisela

    Capitulo VIII -    El primer enfrentamiento

    Capitulo IX -    La gota que derramo el vaso

    Capitulo X -    La renuncia

    Capitulo XI -    Autoconvencimiento

    Capitulo XII -    El paso del tiempo

    Capitulo XIII -    El diario del padre

    Capitulo XIV -    La historia vuelve a comenzar

    Capitulo XV -    Las casa de teología

    Capitulo XVI -    Roma

    Capitulo XVII -    El juego del amor

    Capitulo XVIII -    La Despedida

    Capitulo XIX -    Una nueva vida

    Capitulo XX -    El último cambio

    Capitulo XXI -    El encuentro espiritual

    Presentación

    En la actualidad se ha deformado mucho el concepto del religioso católico debido a los escándalos y polémicas que sus miembros han armado bajo diferentes matices y argumentos mismos que han estado minando las bases de la verdadera Fe y el amor a Dios.

    En función a esto, la presente obra, busca hacer reflexionar a los religiosos actuales sobre el ya citado punto que se presume, son los cimientos de la basílica de San Pedro mientras que la construcción completa debiera de estar detallada por el ejemplo que Jesucristo dejo impreso en el mundo durante su permanencia en él no obstante, el medio, la personalidad, el carisma, los traumas y las frustraciones de cada miembro de la comunidad, han ido desgastando esos principios hasta llegar a una deformidad irreconocible y muy criticable por la sociedad en general.

    Por ende, en este libro se hace referencia a la lucha que constantemente enfrentan aquellos sacerdotes que de verdad dan muestras de tener una Fe inquebrantable, que conocen perfectamente la diferencia entre el pecado y el pudor, entre la moralidad y la inmoralidad, entre la tentación y el castigo que, a la vez que es provocado a una persona, en parte, es vivido como una especie de sacrificio gracias al apego que un sacerdote tiene a sus principios y creencias morales y religiosas que dicho sea de paso, ya nadie atiende y que ahora han pasado a ser utilizados y mencionados desde un altar o púlpito para contar con el apoyo de la gente al mismo tiempo que se refleja perfectamente una imagen errónea de lo que en verdad debiera de ser el respeto a Dios y a la Fe que, acorde con las Sagradas Escrituras, nunca debiera de cambiar porque la palabra de Dios no tiene un tiempo específico ni esta dirigida a un solo tipo de cultura, por el contrario, esta dirigido a todo ser humano que tenga la disposición de escuchar y reflexionar sobre ella. Esta obra es una crítica encaminada al modo simple y sencillamente costoso de vivir que suelen llevar algunos miembros de la iglesia que carecen de la Fe suficiente para poder evangelizar y que solo buscan la comodidad y los lujos que en la vida de cualquier persona, difícilmente podrían llevar.

    Por otro lado, las razones por las cuales se han dado los escándalos anteriormente citados, se deben principalmente a la represión a que suelen ser sometidos los sacerdotes ya que, como bien es sabido, no se les tiene permitido tener ningún tipo de relación con mujer alguna y, en el caso de las religiosas, sucede lo mismo. Lo cierto es que no podemos dejar de lado el hecho de que, independientemente de la religión que se practique, quienes se encuentran a cargo de pastorear el rebaño de Dios, ya sean hombres o mujeres, no dejan de ser humanos, y por ende, en ningún momento pueden dejar de sentir lo que por naturaleza se les ha concedido, no debemos de olvidar que siguen siendo, ante todo, seres humanos de carne y hueso por tanto, las críticas que la iglesia ha recibido en cuanto a que se suelen dar relaciones de tipo sexual, son parte esencial de su ser como personas y más aún, es una parte que psicológicamente tiene una gran importancia para poder mantener un cierto grado de estabilidad emocional, de madurez y por tanto, de concentración en las actividades que cotidianamente realizan como parte de las funciones que deben de cumplir en su papel de sacerdotes o mejor dicho, como servidores públicos en el ámbito religioso.

    Todo esto esta relacionado de manera estrecha con la neurosis que en ocasiones desarrollan los seres humanos que tienen una gran necesidad afectiva y, en el caso de los religiosos, no siempre es posible poder mantener una estabilidad afectiva con una persona del sexo opuesto o bien, acorde con sus preferencias particulares, porque constantemente los están cambiando de lugar geográficamente hablando. Lo que la autora del presente pretende decir con todo esto no es que esté de acuerdo con las actividades sexuales que suelen llevar algunos sacerdotes en forma clandestina ni tampoco significa que comulgue con las preferencias sexuales de algunos religiosos, por el contrario, la autora esta en contra de aquellas personas que desvían sus preferencias sexuales hacia objetos diferentes a los meramente heterosexuales y en ningún momento puede aceptar la preferencia por la practica sexual con infantes, definitivamente esa es una practica que de ser posible, condenaría con la pena máxima que pueda darse moralmente ya que una condena física en nada previene o borra el daño hecho. El caso es que tampoco se puede dar pie a que cada padrecito tenga relaciones sexuales con la mayor libertad del mundo, el objetivo principal de ésta obra es mover a la reflexión y no solo a la feligresía sino principalmente a todas aquellas personas que tienen a su cargo y cuidado la vida de quienes deciden asumir dicha vocación.

    En este punto cabe aclarar que la autora de esta novela no busca enjuiciar a nadie y mucho menos matar simbólicamente con la expresión escrita a nadie, tampoco se trata de poner en evidencia o enjuiciar a persona alguna, simplemente es un relato en el que se presenta a la persona del sacerdote que medianamente se encuentra entregado a su vocación y, en el camino de su vida, se encuentra con una tentación que frecuentemente se suele presentar a los sacerdotes en la actualidad. Del mismo modo, se muestra con cierta claridad, la manera en que muchas veces, la mujer asume a la persona del sacerdote como un reto más en la vida, la forma en que muchas veces suele jugar con los sentimientos de los demás provocando afectos y emociones especiales en los religiosos que poco a poco los van llevando de la mano a fantasear e imaginar una serie de cosas, tanto en lo sentimental como en lo actitudinal, que con el paso del tiempo llegan a enamorarse de la persona menos sospechada y no menos real es el hecho de que, muchas mujeres decidan adquirir ciertos compromisos dentro de la religión católica, ya sea como organizadoras de eventos o que cumplan cualquier función dentro de la iglesia, para así tener la oportunidad de conocer tanto a seminaristas como a los sacerdotes mismos, con la única finalidad de tener algún tipo de aventura o relación con ellos.

    Esta novela no es una más de las tantas que tratan de desprestigiar aún más a la iglesia católica como tantas otras que existen en el mercado actual, por el contrario, es una historia de ficción con rasgos reales y un matiz de sensualidad, sutileza y clandestinidad en donde los personajes principales se esfuerzan por mantener algunos rasgos morales importantes, y que además son básicos para mantener un cierto orden en la estructura de la personalidad de todo ser humano, dichos rasgos morales que por cierto, en la actualidad, se han dejado de pensar y más aún de practicar.

    La intención de esta obra, es tratar de reivindicar la imagen del sacerdote tratando de mostrar la trascendencia de las actitudes femeninas en el arte de la seducción de modo que no se plasma la idea de que el sacerdote sea inocentemente cazado por la mujer, sino por el contrario, se pretende mostrar tanto el peso que tiene la decisión de quien provoca tales sentimientos, como la responsabilidad que tiene la persona que, carente de afectividad, busca encontrar un amor sincero que le ayude a sobre llevar la carga que ha asumido desde le momento de su ordenación, la cual recibe el nombre de: celibato.

    Es necesario mencionar que los nombres de los personajes femeninos son ficticios mientras que en el caso de los sacerdotes no aparecen como tales sino que aparecen como una especie de sobrenombres o seudónimos agradables para poder identificarlos.

    Ya para concluir, la autora desea manifestar su deseo de hacer reflexionar al lector sobre la falsa moral y la hipocresía social que ha asumido la sociedad a favor de sus deseos e instintos dejando de lado, todo aquello que, racionalmente diferencia al ser humano de los animales, todo lo anterior, ha sido pensado en función de la situación real que constantemente se está viviendo y que, si bien esta novela esta enfocada a un drama pasional de tipo religioso, social, cultural e incluso en las más altas esferas políticas de cualquier sociedad en todo el mundo y quizás este sea el momento de detenerse unos instantes para pensar un poco en qué estamos haciendo bien y qué estamos haciendo mal como personas, como adultos e incluso, qué están haciendo las mujeres en su papel de madres de familia quienes, por dar importancia a otras cosas físicas o materiales, están descuidando la formación de sus hijos (as) al extremo de estar dejando perder los valores morales más trascendentales en la vida, valores como el respeto y la dignidad que como seres humanos todos tenemos.

    Introducción

    La presente obra, en parte realidad y en parte fantasía, se encuentra ubicada a finales del siglo XX y principios del siglo XXI donde las normas morales estaban tan exaltadas que difícilmente podrían ser pasadas por alto. Razón por lo cual, la discreción, la confianza y el temor a Dios resultaban ser las variantes más importantes en el desarrollo tanto de la sociedad de esos tiempos, como la trama de esta novela puesto que, sin caer en la vulgaridad de describir escenas eróticas y sin caer en el clásico romanticismo empalagoso, tedioso y aburrido, se lleva de la mano al lector a un mundo, en el que se le permite fantasear a sí mismo con los anhelos afectivos más elevados del ser humano y principalmente con los que corresponden a su propia personalidad.

    Gisela, es uno de los personajes principales de la novela, es una anciana de 93 años de edad, quien sintiendo la muerte cerca, decide confesar el pecado de su juventud, un pecado que la llevaría a cumplir con una penitencia impuesta por la misma moralidad de esa época. Para ello, ella vivía sola en compañía de una sobrina llamada Elisa, quien cuidaba de Gisela desde hacia años atrás. Dentro de su relato, empieza a describir la llegada de un sacerdote, con el cual su vida había dado un giro inesperado ya que él había venido a cambiar drásticamente la imagen que hasta ese momento se había esforzado por aparentar.

    Sin más preámbulo, empieza su confesión por relatar los juegos afectivos que ella solía propiciar en los sacerdotes de la comunidad donde pasaría su vida completa. Haciendo mención de la facilidad con la que solía tener un contacto emocional con cada uno de ellos y más aún, la experiencia con un sacerdote muy especial que consiguió llegar hasta lo más profundo de su corazón conquistando lo que nadie había conseguido con anterioridad debido a las enormes trabas que ella solía anteponer para poderse enamorar seriamente de alguien.

    Gisela, describe los hechos básicos que dieron lugar a un amor que, desde el inicio, estaba condenado a la frustración del mismo, mezclando un tanto la astucia del personaje principal, a la vez que motiva la percepción de los sentimientos del sacerdote, durante su relato, Gisela hace referencia a una serie de detalles afectivos que llevan al lector a dar un viaje completo por el interior de éste personaje a la vez que abre la puerta a un mundo que pareciera irreal, no obstante es parte de lo que una persona enamorada suele percibir en sí misma, ya sea de forma conciente o inconciente.

    De ésta forma, la historia se desarrolla desde el inicio de la construcción de un castillo sacado de un cuento de hadas, hasta el desenlace final de la misma, siendo éste último, un final feliz, a pesar de que para ello, hayan tenido que sortear un sin fin de intrigas, dudas y suposiciones que llevaron a ambos personajes a aceptar la penitencia impuesta por la sociedad, la religiosidad y, principalmente la moralidad de una sociedad que, en su momento impedía la realización de los sueños que, tanto antes como en la actualidad, suelen presentarse dentro de la fantasía interna de cada ser humano sin que por ello tengamos que descartar a las religiosas y, en el caso de esta novela, no podemos olvidar el papel que juega el sacerdote en la representación de este drama en el cual, sus sentimientos, la provocación y su propia necesidad de afecto, lo conducen a una encrucijada en la que debe decidir entre el amor de una mujer y el amor de un Dios manifestado a través de la Fe y la oración.

    La historia es narrada por la misma Gisela, quien al momento de relatar los hechos, sigue sintiendo la misma emoción y afectividad que durante su juventud experimentó a causa de sus propias provocaciones sentimentales. Todo lo empieza como una especie de juego sin siquiera pensar en que ello la llevaría a una realidad que jamás se imaginó llegaría a vivir y, finalmente concluye en que, hasta el momento en que confesaba su pecado, ella seguía estando enamorada de él de igual manera o más que antes y, por otro lado, relata los sentimientos que el personaje principal de la obra es decir, el sacerdote en cuestión, describe en un documento parecido a un diario que le es enviado a Gisela con el único objeto de hacerle saber la interpretación que él hizo de los hechos sucedidos en su juventud así como de los sentimientos que siempre albergó dentro de su mente y de su corazón.

    Pecado y penitencia de un sacerdote, es un drama pasional en la que los sentidos alcanzan su máxima expresión al manifestar, lo que difícilmente pudiera ser en la realidad, sin antes haber caído en el lodo de la vulgaridad y la bajeza total de la esencia humana pues no debemos olvidar que la expresión corporal puede provocar y detener sus impulsos en una primera instancia pero, difícilmente el cuerpo consigue detener sus deseos y por ende, opta por abandonar los juicios racionales, que de existir, marcarían un alto a tales insinuaciones. Y más aún a tales actos.

    Capitulo I

    Un moreno de ojos verdes

    Era una estupenda jornada de otoño, el viento corría con fuerza arrastrando las hojas secas que caían de los árboles silbando a través de la ventana, yo estaba sentada en mi silla de ruedas contemplando la escena desde el interior de la sala de mi casa. Las calles estaban desiertas y solo una que otra persona pasaba caminando por la acera.

    Mientras mis ojos se fijaban en el exterior de la casa, mi mirada profundizaba en los recuerdos de mi ya perdida juventud, que ahora solo me hacían recordar con nostalgia los sentimientos, que un día experimentará a través de juegos sensuales, que en todo momento debían de ser discretos y por tanto callados para conservar una buena reputación acorde con la costumbre de la ciudad en esos tiempos. Así pasaron los minutos hasta que mi memoria me hizo una mala jugada y me llevó a revivir nuevamente, la pasión, el dolor, la amargura y el deseo ardiente de mi corazón ante la negación y la afirmación de un amor que jamás en la vida olvidaría y que mi gran amor tampoco podría dejar de sentir mientras siguiera vivo, de eso estaba completamente segura bueno, eso si es que aún seguía vivo y para estas alturas de nuestras vidas, ya debía de ser todo un viejecito.

    Fue entonces cuando un enorme impulso que salía desde lo más profundo de mi alma llevo a mi corazón a colapsar mis sentidos a tal grado que tomé la decisión de confesarlo todo, al fin y al cabo no es mucha la vida que le puede quedar a una anciana de 93 años y no quería morir sin haber obtenido antes la absolución a lo que en esos tiempos era considerado un gran pecado de pensamiento, y la moral con la que había sido educada, no me permitía conseguir la tranquilidad y el descanso de mi alma, así que opte por llamar a mi sobrina:

    -   Elisa, Elisa ven aquí un momento por favor

    Ella con calma y paso firme, dejo de hacer lo que estaba haciendo en la parte superior de la casa me contesto diciendo que no tardaría en bajar. Pasaron solo un par de minutos antes de que sintiera su presencia dentro de la sala.

    -   ¿Qué pasa tía?, ¿te sientes mal?, ¿necesitas algo? – preguntó con cierta inquietud Elisa.

    -   Sí Elisa, ve a la iglesia y trae a un sacerdote por favor, necesito confesar los pecados más ocultos de mi corazón.

    Ella replicó:

    -   Pero tía, si te acabas de confesar hace dos días

    -   Sí Elisa, pero nunca me había atrevido a confesar mis más íntimos secretos y ahora, a mi edad y con la hipertensión encima, creo que ya no tiene caso guardar este secreto por más tiempo. Anda, ve rápido.

    Mientras ella se ponía una sudadera y salía deprisa en busca de mi encargo, yo continuaba contemplando el correr forzado de las hojas secas a causa del viento fuerte y cruel que las empujaba a pesar de la poca o gran resistencia que presentaban debido a las irregularidades del pavimento. Todo este clima, este ambiente, me hacía recordar con claridad los más bellos detalles y las grandes oportunidades que deje ir de ser feliz al lado del hombre que un día amé con todas mis fuerzas y que por causa de los prejuicios sociales, la falta de astucia pero más importante aún, la falta de valor y decisión de parte de los dos, deje perder mi alma para que él pudiera guardar, celosamente, las reglas de su congregación y su integridad como persona y como hombre. Como quiera que sea, ahora solo me quedaban los recuerdos de un amor imposible, que nunca vería realizados sus más grandes anhelos pero que, a su manera, había sido una linda experiencia para ambos, una experiencia que nos dejaría marcados para siempre, una experiencia que sería la unión de dos almas en la más pura y perfecta definición del amor que nadie jamás en la vida podría llegar a experimentar tal y como nosotros, en su momento, lo vivimos.

    Pasaron unos veinte o treinta minutos antes de que la puerta se volviera a abrir nuevamente para dar paso a mi sobrina que venía acompañada de un sacerdote joven que seguramente no contaría con más de tres años de ordenación. Era alto, delgado, de tez blanca y con cabello corto de color negro, ojos grandes, redondos y color café obscuro, tenía buen tipo, daba la impresión de ser de origen extranjero, como europeo y lo más importante, se veía que era muy comprensivo y agradable.

    Cuando lo vi, supe que podría sentir más confianza para hablar francamente con él, porque un sacerdote de mayor edad seguramente condenaría mi alma antes de terminar de escuchar mi historia sin un juicio justo, sin siquiera tratar de comprender lo que el amor puede hacer en el alma y el corazón de los seres humanos, además yo necesitaba que me escuchará y absolviera mis pecados y no precisamente que me regañaran por causa de mi pasado, después de todo, quizás no tenía la culpa de nada porque ¿acaso puede uno dar órdenes a su corazón?, es que ¿el ser humano es capaz de dominar sus sentimientos para decidir de quien puede uno enamorarse y de quien no?, en fin, ya nada tenía remedio por tanto, un padrecito joven ofrecía más garantías de cumplir con mis expectativas que uno de mayor edad.

    En cuanto el padre llegó a la sala, donde me encontraba plácidamente sentada esperando su llegada, se sentó y, despidiendo a mi sobrina, empezó la confesión:

    -   Ave María Purísima – dijo el padre

    -   Sin pecado concebida – contesté yo

    -   Dígame sus pecados – replicó él

    -   Vanidad, soberbia y lujuria, digamos que es lo más importante padre, lo demás ya esta confesado en su momento y francamente carece de valor alguno.

    El padre se quedo sorprendido porque la imagen, el concepto y la apariencia que la sociedad tenía de mí era intachable, por esa razón el padre se vio obligado a llamar a mi sobrina para preguntarle:

    -   ¿Está en sus cinco sentidos aún?

    Mi sobrina contesto que sí, iba a dar una respuesta más amplia pero yo la interrumpí para contestar diciendo:

    -   Estoy plenamente conciente de lo que he dicho. Aún recuerdo perfectamente lo que paso, es como si estuviera viendo una película de mi vida y el que mi apariencia y discreción no hayan dado pie para creer o imaginar lo que en su momento fue, no es cosa mía después de todo, soy humano y también he tenido emociones y muy intensos sentimientos.

    -   Entonces explíquese más claramente – replicó el padre.

    -   Es una larga historia que necesito contarle, bueno, si es que acaso tuviera algún tiempo para escucharla ya que en ésta historia esta el pecado – contesté yo

    Atónito el padre contestó:

    -   Podría empezar por decirme ¿cómo empezó? Porque hasta el momento no consigo entender lo que trata de decirme o la razón por la que me mando llamar.

    -   ¿Qué cómo empezó? – conteste- a ciencia cierta, no lo sé. Mi madre siempre sostuvo la teoría de mi abuelo materno respecto a que tenía una mirada de engaña a veinte pero, ¿qué significaba esa frase? Tampoco lo sabía. Eso era un misterio que con la edad y el tiempo llegué a comprender.

    Ahora, en la plenitud de mis días, siento la fuerza necesaria para poder expresar el secreto más grande de mi corazón un secreto que para ellos representó un infierno callado envuelto en hábitos morales y amarrado con cordones trenzados de deseo, sentimiento y pasión. Para mí simplemente significó la oportunidad de probar el cielo en medio del infierno y el pecado, no obstante, la vida, en su momento, se encargaría de hacerme pagar con intereses todas esas travesuras o maldades, como usted guste verlo.

    Aún lo recuerdo y parece mentira que no pueda siquiera disimular el nerviosismo y la emoción que sigo experimentando al recordar los hechos que me llevaron a vivir el amor callado de un hombre prohibido, en una ciudad rodeada de muros de moralidad y religiosidad fingidas.

    Supongo que todo inicio cuando tenía quince años, yo era una jovencita poco guapa y sin gracia o atractivo alguno; provenía de una familia sumamente religiosa, imagino que algo bueno debía de tener pues en la mayoría de las veces conseguía llamar la atención de las demás personas, especialmente de los sacerdotes de la ciudad, no sé porque pero era como si trajera un imán que los atraía con cierta facilidad y de manera inconciente porque cuando yo me enteraba, era porque las cosas ya estaban hechas y ya solo quedaban dos caminos, uno, seguirles el juego y dos, dejarles de hablar, pero claro, esta segunda opción significaba detener lo que en esos tiempos resultaba ser mi diversión. En ese entonces, se trataba de un sacerdote de piel morena obscura, ojos verdes, complexión media, de 1.65 m., de estatura aproximadamente y quizás contaría con unos 45 años de edad. Debo reconocer que no era del todo feo pero tampoco puedo decir que era mi tipo ideal de hombre, simplemente era guapo y nada más.

    Nos conocimos en una misa. Yo solía asistir a un mismo horario de misa y a un mismo templo cada domingo en compañía de una amiga y curiosamente éste sacerdote era quien celebraba. Su actuar para conmigo era diferente, siempre me sonreía y buscaba la oportunidad de encontrarme de frente para poder saludarme con su clásica sonrisa coqueta y su mirar apasionado; al principio reparaba en las personas que venían a mi lado pero después, ya no importaba si iba sola o acompañada de alguna amiga o algún familiar, su objetivo parecía ser solo saludarme tratando de provocar en mí, algún tipo de sentimiento o reacción que le dieran pie para iniciar una relación más estrecha, más personal y porque no pensar en una relación más íntima, ya que su mirada parecía decir eso y muchas cosas más. En ese tiempo, yo no alcanzaba a comprender la magnitud de sus actitudes y mucho menos de las mías, que por cierto se dirigían hacia otras personas y actividades diferentes a las que posiblemente él tendría en mente.

    Como yo no reaccionará, él decidió mover sus influencias solicitando su cambio a otro lugar para alejarse de mí, bueno, eso fue lo que supe después de transcurridos algunos años, por boca de otro padrecito amigo mí, quien por cierto no sabía que esa mujer de la que me estaba hablando era yo ¿qué ironía no? Fue entonces cuando me tome un tiempo para pensar en: ¿qué habría hecho para llevarse a cabo tal reacción en el sacerdote?, ¿de verdad era culpable?, o al menos ¿tenía algo que ver?, no lo sabía con exactitud pero seguramente algún día lo sabría.

    Diez años más tarde, regresó para continuar con su actitud meramente contemplativa, mientras yo me divertía provocando su deseo cada vez que me era posible, evitando que nuestros encuentros fueran planeados y limitando mi actuación de modo tal que, siguiera siendo como su amor platónico pero sobre todo callado, en silencio, permitiendo que fueran nuestros ojos los que hablaran y hablaran mientras nuestras bocas callaban lo que nuestros corazones querían gritar, sin que por ello él encontrará respuesta alguna en mi mirada. Los riesgos en este tipo de relación eran mínimos para mí puesto que había que guardar las apariencias y el sacerdote no se iba a arriesgar a perder lo que tenía, por vivir una simple aventura que en ese momento no le ofrecía garantía alguna de felicidad o placer y yo solo estaba jugando con sus sentimientos así que no había algo que yo pudiera perder.

    Toda esta situación me resultaba por demás gratificante puesto que mi ego alcanzaba alturas inimaginables, el solo hecho de llevar su deseo hasta el punto tal, de desviar su atención del mundo para enfocarla en la fantasía erótica que él mismo producía, en donde yo era la protagonista principal mientras que él era autor y espectador; era un momento en el que la gente notaba su distracción pero solo Dios sabía a ciencia cierta lo que pasaba por su mente y francamente eso era lo que menos me importaba yo solo quería saberme hermosa, guapa, atractiva, principalmente deseada, no como persona, sino como la mujer en la que me había convertido. Quizás suene muy drástico o malvado pero supongo que sería difícil creer que fue de otro modo, después de todo, era demasiado joven y ambiciosa como para pensar en forma diferente además, mi madre me había dicho que era necesario asegurar mi futuro al lado de un hombre que pudiera darme un estilo de vida desahogada y un sacerdote, difícilmente lo podría garantizar puesto que la congregación a la que pertenecía, le tenían prohibido hacerse de bienes económicos o materiales, razón por la que no podía negarme la oportunidad de probar las delicias y los placeres que seguramente la vida me deparaba en brazos de otro hombre que si pudiera estar en posición para ofrecerme algo más de lujos y comodidades.

    Supongo que debe de ser muy difícil sentir algo por alguien y no poder decir lo que sientes por no encontrar el momento oportuno para hacerlo a la persona que quieres o bien por no estar en la posición adecuada para hacerlo, tal era el caso. Imagino que a partir de esto es que el amor se platoniza en una figura por demás idealizada, una persona que cuenta con los rasgos característicos que más valoramos, liberando de defectos al ser amado para elevarlo al altar de la perfección más grande y sublime del mundo donde difícilmente puede ser alcanzado por los demás e incluso por quien ha convertido en una realidad ficticia a ese ser amado. Ahora solo me resta sentir un poco de lástima por la situación que seguramente estaba viviendo el padrecito, pero en el fondo sigo pensando que eso fue culpa suya puesto que fue él quien dio inicio con una relación imaginaria que nunca se realizaría porque yo no estaba dispuesta a vivir un amor clandestino en ese momento, por lo menos no con él.

    Yo quería vivir emociones nuevas y jugar con los sentimientos de los demás, tal y como solía hacerlo con otros hombres que se encontraban fuera del alcance de la religión, hombres que contaban con el elemento más importante y que el sacerdote no tenía: la libertad de poder hacer muchas cosas, de jugar con la sensualidad y el placer que ese tipo de juegos llega a traer consigo como parte del proceso de convertirse en adulto y más aún en la búsqueda de la pareja adecuada bueno, por lo menos, así lo creía yo pero un poco más tarde, la vida me enseñaría lo que en realidad esa búsqueda significaba. Espero de todo corazón que no haya sufrido demasiado, pero en caso de que así haya sucedido, tengo la firme convicción de que no fue mi culpa el haber llevado sus sentimientos hasta tal grado, yo solo me encargue de continuar con lo que él empezó, de seguirle la corriente porque yo no iba en serio y tampoco me interesaba hacerlo.

    Por tanto, no me sentía culpable por esta situación, yo nunca había pensado en formar un castillo en el aire con materiales ficticios que en realidad no existían ni existirían nunca porque yo tenía muy clara una idea: nunca debería de poner los ojos en un sacerdote, no importaba la congregación a la que perteneciera, solo me debería de bastar con saber que se trataba de un padrecito para empezar a poner tierra de por medio y así alejarme de su alcance evitando de este modo, desprestigiar la imagen, tanto del sacerdote como la mía en calidad de feligrés. Mis abuelos, maternos y paternos, tenían esa convicción y muchas veces le había advertido a mis padres que debían de tener cuidado conmigo en relación con éstas cosas y por ende, yo tenía muy claro que podía jugar pero nunca me debía enamorar de nadie que tuviera éste rasgo y lo mismo era para el caso de los hombres casados. Por consiguiente, esta pseudo relación estaba dada por terminada.

    Capitulo II

    Mi confidente

    Para cuando él había regresado nuevamente a la ciudad para volver a construir su propio castillo donde sus más intensas fantasías sexuales se verían realizadas en su imaginación, yo ya había concluido una carrera en humanidades en uno de los estados vecinos a la ciudad donde residía mi familia y en la cual, por azares del destino, yo pasaría el resto de mi vida aún en contra de mi voluntad.

    En ese entonces, empecé a frecuentar otra capilla donde los horarios de misa se adecuaban de mejor manera a mis nuevas necesidades, por lo que no tuve que pensarlo mucho para tomar la decisión al respecto. En ese templo, conocí a un sacerdote que jamás había visto con anterioridad. Era bajito de estatura, tal vez llegaría a medir 1.60m, de tez muy blanca, sus ojos eran chiquitos y muy negros al igual que su abundante cabello, cejas muy marcadas y estéticamente delineadas color negro, sus pestañas eran abundantes y muy rizadas; sus labios eran delgados y ligeramente rojos no mucho, o al menos no como a mi me hubiese gustado pero el caso es que no era feo y parecía tener mejor porte y personalidad que el otro; debemos de agregarle que, el cambio de capilla hacia que viera menos al sacerdote de los ojos verdes en contraste con este nuevo ser que hallaba mayor gracia ante mis miradas y más

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