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Yo Soy Jesucristo 2000
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Libro electrónico149 páginas2 horas

Yo Soy Jesucristo 2000

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YO SOY
JESUCRISTO 2000



En este mundo nuestro, de tiempo y espacio, lo que t llamas destino ha puesto en tus manos este escrito, y, a partir del presente momento, no podrs negar jams que te est sucediendo lo que nunca te atreviste a pensar que te pasara, ni siquiera en sueos. Jesucristo cumple su Palabra de estar vigente en tu vida y quiere dialogar contigo, hoy y aqu, de temas de nuestra problemtica diaria, que discutimos en la calle personas comunes y al mismo tiempo completamente diferentes como eres t y yo soy.
IdiomaEspañol
EditorialPalibrio
Fecha de lanzamiento5 nov 2012
ISBN9781463342142
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    Yo Soy Jesucristo 2000 - Jorge López España

    Copyright © 2012 por Jorge López España.

    Número de Control de la Biblioteca del Congreso de EE. UU.:   2012920291

    ISBN:              Tapa Blanda                  978-1-4633-4213-5

                            Libro Electrónico         978-1-4633-4214-2

    Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida de cualquier forma o por cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito del propietario del copyright.

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    Fax: 01.812.355.1576

    ventas@palibrio.com

    431709

    Índice

    LA CITA

    EL ENCUENTRO

    LA DOCTRINA

    EL REINO DE DIOS

    EL HOMBRE

    EL CRISTO

    EL ELEGIDO

    LA FE

    LOS BIENES MATERIALES

    LA ESENCIA

    LA MISIÓN

    EL COMPORTAMIENTO

    LA ACTITUD

    LA SEÑAL DE AMOR

    LA LABOR

    LA DESPEDIDA

    EL REENCUENTRO

    LA CITA

    Eran las nueve de la mañana en México. D.F.; habitualmente, a esa hora el tráfico en la ciudad se encuentra congestionado por todo tipo de vehículos que transportan a sus habitantes a muy diversos sitios para iniciar sus actividades. Trabajadores, estudiantes, amas de casa y, en general, la mayoría de los citadinos se dirigen a realizar sus labores, normalmente, a un lugar muy distante de su hogar. Cada uno se adentra en sus propios problemas y son pocos los que se dan tiempo para ver brillar el sol del nuevo día.

    En esa fecha, sin embargo, la situación fue distinta; era el 25 de diciembre y a pesar de la hora la quietud invadía a esa metrópoli.

    Mi madre conducía su auto en el que también viajaba yo. En pocos minutos recorrimos parte de una de las principales avenidas del sur de la ciudad y llegamos a la principal arteria vial rumbo a nuestro destino.

    Yo iba a atender una cita que había hecho, para celebrar una entrevista referente a un trabajo que me ofrecían. Acudía a ella únicamente por compromiso, pues no tenía ningún interés en que se llevara a cabo. En esos momentos no sospechaba que dicha entrevista me daría la pauta para solucionar todos los problemas que, como humano, se me pudieran presentar.

    - Vas a llegar muy temprano, me dijo mi madre.

    - Si, le contesté, la cita la tengo a las 9.30, pero no sabíamos si iba a haber mucho tráfico y es preferible que llegue antes de la hora y no retrasado.

    ¡Ojalá y que la persona que me citó también esté a tiempo!

    - ¿Con quién te vas a entrevistar?, me preguntó mi madre.

    - Realmente no lo sé; el único contacto que he tenido con él ha sido la llamada telefónica que me hizo hace tres días a mi casa. Insistió en que la oferta de trabajo que me haría me iba a llamar la atención y que necesitaba hablar conmigo urgentemente.

    Le dije que iba a estar en la Ciudad el 25 de diciembre y le propuse que celebráramos nuestra plática ese día; pero sinceramente no creí que aceptaría pues ésta es una fecha en la que la mayoría de la gente procura olvidarse del trabajo.

    Probablemente se trate de alguna persona de la compañía que me ofreció un trabajo hace días y que yo rechacé, le dije.

    - ¿No te ofrecieron suficiente dinero?, continuó mi madre.

    - Por lo que se refiere a dinero la oferta era realmente atractiva, pues me daban el 50% más de lo que estoy ganando, tanto en sueldo como en prestaciones; la compañía es una de las principales empresas del país y el puesto que me ofrecieron era mejor al que tengo a la fecha, lo que me hubiera permitido ocupar una posición muy importante dentro de mi campo laboral, agregué.

    - Entonces. Si tenía tantas ventajas el trabajo ¿por qué no lo aceptaste?, añadió mi madre.

    - Originalmente pensé en aceptarlo; pero después modifiqué mi decisión, porque ese tipo de trabajo ya lo he desempeñado y lo que quiero ahora es hacer algo diferente, algo que realmente me realice, algo que me transforme y me dé una proyección auténtica. Ya no quiero seguir trabajando únicamente en función de dinero.

    Si bien es cierto que en el pasado he trabajado muy a gusto, en algunas empresas, y que siempre me acuerdo con mucho cariño de esas compañías, creo que debo superar esa etapa y que ahora tengo que complementar mi vida de trabajo con algo más trascendente, que aun no sé que es; pero que espero encontrar.

    - ¡Ojalá y lo que te ofrezcan hoy si te satisfaga!

    Estas últimas palabras me indujeron a pensar un poco en mi vida y en lo que me podía satisfacer a mis casi 40 años de edad. Durante ellos, he tenido alegrías y penas como la totalidad de la gente; siendo realmente sincero, he sido más feliz de lo que he creído. He tenido, lo que llamamos suerte en mi ambiente familiar, de estudios, social y de trabajo; las personas y circunstancias que me han rodeado han sido favorables, en términos generales.

    Sin embargo, nunca me he sentido completamente satisfecho y no me estoy refiriendo al deseo de alcanzar esa satisfacción negativa que conduce al conformismo, sino que he tenido esa insatisfacción que se adueña de la mayoría de las personas, pobres o ricos, hombres o mujeres, jóvenes o viejos, felices o infelices, triunfadores o derrotados; esa insatisfacción que produce en la humanidad una búsqueda constante de algo que en la mayoría de los casos ni siquiera alcanzamos a visualizar.

    Tal vez el deseo de mí madre de que me ofrecieran algo que me convenciera, fue lo que materializó las vivencias de las siguientes 10 horas, mismas que cambiarían el curso de mi vida y que hubieran cambiado el curso de la vida de cualquier persona.

    Llegamos a Chapultepec que es el principal lugar público de esparcimiento de la ciudad y el sitio me hizo recordar la exposición canina que se celebró allí, en la que mi perra Hera ganó el campeonato mundial.

    Cruzamos una de las avenidas más importantes de la ciudad y la de mayor tradición; después llegamos al área que sin lugar a dudas es una zona digna representante del país moderno y pujante, en el que nos encontrábamos; en ella se localizan grandes almacenes comerciales, importantes instituciones de crédito, boutiques, restaurantes, salas de arte y residencias, pero sobre todo grandes edificios; prácticamente sumergido entre ellos se encuentra una antigua construcción.

    Actualmente este inmueble alberga a uno de los restaurantes más exclusivos de la ciudad. En él nos habíamos citado para desarrollar la entrevista.

    Durante los minutos que nos llevó el recorrido de la zona en la que iniciamos nuestro traslado a la zona en la que nos encontrábamos presenciamos como, a pesar del invierno, los rayos del sol iban penetrando poco a poco en la ciudad.

    Esta imagen daba la idea de que había una temperatura agradable afuera del carro, lo que no podíamos constatar debido a que estaba prendida la calefacción del coche, la que mantenía un ambiente interior tan caluroso que me había visto obligado a quitarme el saco.

    - Por favor, no te metas en el estacionamiento del restaurante, le dije a mi madre, déjame en la entrada; así podré hacer un poco de tiempo; todavía faltan casi 20 minutos para la cita.

    - Esta bien, me contestó, van a pasar aquí por ti aproximadamente a las 12. Después nos vemos en mi casa para comer.

    Mi madre detuvo la marcha del carro y me despedí cariñosamente de ella; después me baje con el saco en la mano y sentí un golpe de aire frío en la espalda, por lo que me cubrí inmediatamente, arrepintiéndome de no haberme tapado antes de descender del coche.

    Caminé hacia el restaurante y crucé la reja que da acceso al patio frontal de la señorial construcción, que ha sido acondicionado para estacionamiento. Supuse que no había llegado mi entrevistador, ya que hasta ese momento no estaba estacionado ningún automóvil.

    Decidí entonces no entrar al salón principal, prefiriendo hacer tiempo recorriendo los jardines y pasillos de la antigua casona, que tanto me gusta.

    Cuando me encontraba en el centro del estacionamiento, me detuve un momento para admirar la preciosa fachada de aquel lugar.

    Posteriormente crucé un pequeño patio rodeado de hermosas paredes que armonizan con puertas, rejas y plantas y que ante la ausencia de personas parecían retornar al ambiente de tranquilidad en el que habían nacido hace muchos años. La temperatura que generaban las sombras de esas paredes me hizo sentir un escalofrió y un nuevo dolor en la espalda.

    Más adelante estaba el jardín del restaurante y cuando entré a éste empezó a descender sobre él una capa de neblina que, en su lucha por subsistir contra los rayos del sol matinal, provocaba un ambiente celestial que iluminaba extrañamente las plantas, bancas y faroles que se encontraban en el lugar.

    Esta visión cambió mi intención de regresar inmediatamente al salón principal, para evitar el frío. En lugar de ello me dirigí a disfrutar del área en donde se encontraba un grupo de aves que, cubiertas también por la neblina, lucían su hermosura.

    Después intenté entrar al área del comedor central por una puerta lateral que da a uno de los salones que para fiestas particulares tiene el restaurante, pero estaba cerrada. Así, pues. me tuve que conformar con asomarme a través de una ventana y ver su interior ricamente vestido con muebles de finas maderas cuidadosamente talladas, cuadros antiguos artísticamente pintados, marcos cubiertos de hoja de oro, elegantes cortinas y verdes tapices de terciopelo; todo esto tenuemente iluminado por las luces de los candiles estratégicamente colocados.

    Regresé al patio frontal y llamó mi atención la presencia de un lujoso automóvil blanco cuyo modelo anticipaba el año que empezaría en unos días.

    Confirmé la hora en mi reloj y comprobé que aun estaba a tiempo para no llegar atrasado a mi cita.

    EL ENCUENTRO

    Entré al restaurante y en él, como un eco constante, se repetía la soledad impresionante del exterior.

    Apresuradamente recorrí tanto el patio interior como los pasillos, en donde se encuentra ubicado un bar, y abrí una de las puertas de madera que

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