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Libro electrónico185 páginas2 horas

Todo Cambio

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"Sólo Imagina esto: Tú, el chico que ya no te gustaba, o el que era sólo tú mejor amigo, o el que te hace odiarlo al mismo tiempo... Imagina que todos ellos de repente quieren estar contigo. Pero tú no sabes a quién escoger. Porque, ¿cómo puede alguien decidir entre sólo una persona de varias que significan tanto para ti? ¿Cómo puede alguien elegir sentir algo después de haber sufrido tanto? Pero claro, esa clase de cosas jamás ocurren en la vida real. Esas cosas no son ciertas. Bueno, dile eso a Hanna, quizás tengan un par de cosas en común y verás que nada es tan sencillo cuando queremos que algo nuevo nos ocurra. Hasta que todo cambia."

IdiomaEspañol
EditorialGRP
Fecha de lanzamiento1 ene 2017
ISBN9786078466412
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    Todo Cambio - Jesus Salvador López Perez

    © Salvador Pérez

    © Grupo Rodrigo Porrúa, S.A. de C.V.

    Lago Mayor No. 67, Col. Anáhuac

    C.P. 11450, Del. Miguel Hidalgo

    México, Distrito Federal

    (55) 6638 6857

    5293 0170

    direccion@rodrigoporrua.com

    1a. Edición, enero 2017

    ISBN: 978-607-8466-41-2

    Impreso en México - Printed in Mexico

    Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio

    sin autorización escrita del titular de los derechos patrimoniales

    Características tipográficas y de edición

    Todos los derechos conforme a la ley

    Responsable de la edición: Rodrigo Porrúa del Villar

    Corrección ortotipográfica y de estilo: Graciela de la Luz Frisbie y Rodríguez /

    Rodolfo Perea Monroy

    Diseño de portada: Gonzalo Gabriel Muñoz Morales

    Diseño editorial: Grupo Rodrigo Porrúa

    Dedicatoria:

    Para cada una de las personas que siempre me apoyaron para escribir, las que me inspiraron a hacerlo y las que me recordaron que las mejores historias son las que ocurren a diario.

    Prólogo

    En mi vida he tenido cuatro tipos de enamoramientos. A cada uno de ellos mis amigas los denominarían tóxicos, es decir, los ven iguales.

    Yo estoy enamorada de un chico que, o en definitiva no le gusto o parece que sólo va a jugar conmigo. Eso dicen ellas, y quizás en parte tengan razón, pero para mí, cada uno de estos enamoramientos es especial y muy diferente.

    Primero está el chico que me gusta desde… Bueno, desde siempre. Para ser exacta, desde que lo conozco. Oh, además olvidé mencionar que es mi mejor amigo. Ya saben, hacemos todo juntos; ir al cine, tomar café en días fríos, jugar videojuegos, pelear por cosas tontas, contarnos todo, secretos, momentos emocionantes. No hay nada que no le haya contado y no hay nada que no le diría. Así es. Mi amistad con este chico rápidamente se convirtió en enamoramiento, pero ambos sabemos que nada puede pasar entre nosotros. Él todavía está enamorado de su ex, y nuestra amistad es demasiado asombrosa como para arruinarla. Así es como este romance comienza y acaba, sin siquiera tener un inicio.

    Después tenemos el otro lado de la moneda. El chico que haría lo que fuera por estar conmigo. Pero soy tan despistada y estoy tan perdida en mis enamoramientos como para en verdad querer lo mismo que él. Sin embargo, siento algo por él, es un hecho, sólo que no sé exactamente lo que es o qué tan fuerte puede ser. No me gusta jugar con los sentimientos de las personas, y por eso mismo, mantengo la distancia. Quién sabe, quizás si él sigue estando allí cuando lloro, abrazándome en las noches frías y escuchándome por teléfono a las doce de la noche, quizás podría funcionar.

    Crees que no puedes enamorarte de nuevo, y mucho menos que se sienta tan real o fuerte como el primer amor, pero entonces llega un chico y hace que te comas tus palabras. Este chico es… perfecto. Es todo lo que alguna vez esperaste. Pero entonces te das cuenta de que sí, que son todas y cada una de las cosas que has querido. Pero no de ese modo. El chico está tan metido en sus problemas, en el hecho de saber que es atractivo y que todas lo desean, en su enorme ego, en su constante desinterés y en su forma de desaparecer de tu mundo que decides dejarlo. Pero hay algo en él que es imposible dejar, es imposible olvidar. No hay forma de que una persona que iluminó tanto tu vida sea la persona que también te haga tanto daño.

    Y finalmente, el enamoramiento que jamás ves venir. Ya sea el chico que se sienta junto a ti en la aburrida clase de economía, o el que conoces un día en el parque después de que ambos sacaron a pasear a sus perros, o el que conoces en una fiesta y te dice que quisiera que esa noche nunca acabara. Ese tipo de chicos que de repente hacen que te olvides de todo lo demás, que hacen que te sientas segura y feliz. Pero es cuando tienes que admitir que en realidad tienes miedo, tienes demasiado miedo de volver a caer en un agujero oscuro y no saber si saldrás de allí o si esto tiene fin.

    Cuando los enamoramientos que parecen no tener esperanza de repente comienzan a florecer, puede significar quizás que todo puede cambiar. Todo puede ser por fin la historia de amor que tanto esperaste.... O puede ser la pesadilla que jamás imaginaste.

    1. El comienzo

    Antes de fallecer, mi abuela me dijo una vez que en esta vida no importaba nada más que el hecho de ser feliz. Ya sea por nuestra cuenta o con la ayuda de alguien más. Nunca supe si debía creerle, pues al ver su matrimonio con mi abuelo, debo decir que nunca fue bueno y aun así jamás se separaron. Sin embargo estoy segura de que ella fue feliz. Y eso mismo quiero. Bueno, creo que todos quieren ser felices. Pero yo, quizás estúpidamente, siempre creo que la felicidad se encuentra junto a alguien más. ¿Pero qué haces cuando alguien más te hace feliz? O peor aún, ¿qué haces cuando crees que sin ese alguien, no serás feliz?

    Nate Hilbrook es el chico que aunque es callado, serio y hasta cierto punto algo amargado, es el muchacho que puede tener a cualquier chica que quiera con sólo desearlo. El problema es que quizás él no quiera a alguien. No, más bien él no quiere a cualquiera. Sólo ha tenido una ex-novia oficial y aunque duraron más de tres años, sabes que él no se sentía del todo completo.

    Y sí, él es el primer chico del que he estado enamorada. Él fue la razón por la que comencé a escribir cosas de amor para poder liberarme. Él es el primero por el que he llorado una noche mientras escuchaba canciones tristes. Él es el primero por el que sentí la necesidad de querer besar a alguien con desesperación.

    Aunque nunca lo he besado, ¿cómo podría hacerlo? Quiero decir, ¿qué posibilidad tengo de besar al chico que todas las demás anhelan? Simplemente uno sabe que hay amores que no puede ser. Tan simple y complicado como eso. Y bueno, además ¿cómo podría hacerlo al ser yo, Hanna White, una de sus mejores amigas?

    Hablando de amistad, no me puedo quejar porque yo le hago lo mismo a uno de mis mejores amigos, Trevor Cranwell. Es un amigo que no he visto desde hace más de seis meses. Los dos estábamos en un parque, él había llamado en la noche, yo ya estaba a punto de ducharme para después dormir y su llamada me hizo ponerme el abrigo (era invierno) y salí hacia el parque que está a unas calles de mi casa.

    Él estaba allí, debajo de un árbol, llevaba el uniforme de su trabajo. Me alegró verlo porque llevaba semanas sin hacerlo y además, anhelaba charlar con él desde hace tiempo. Él sonrió al verme, mostrando sus hoyuelos que tanto me agradan. De hecho no es feo y además es muy atento, educado y lindo… La verdad no sé por qué no lo veo como algo más.

    Hablamos durante casi una hora, porque por desgracia comenzó a llover. Nos refugiamos debajo de un edificio abandonado. Él me abrazó pues estaba temblando. Yo, tenía que admitirlo, amaba sentir su calor junto a mí, pero me sentía incómoda. Intenté decirle algo, ser lo menos grosera posible, pero él entonces me besó sin señal alguna. No me retiré por unos segundos pues se sintió… bien. Pero a la vez se sentía mal, de una forma bastante extraña.

    Después de acompañarme a mi casa, de dejarme su chamarra (pues la traía puesta desde la lluvia), lo que hice definió la razón por la que se alejó de mí. —Trevor… ese beso no debió ocurrir —le dije. Y en parte lo decía en serio. Y claro que entiendo lo que quizás sintió él. Fui una horrible persona sin sentimientos.

    Y luego, casi como el karma, tenemos a Declan Sky. No era mi novio, pero tampoco fue sólo un amigo. Una vez lo besé, y no sé exactamente por qué lo hice. Bueno, quizás sí. Fue porque en serio me gustaba, porque lo tuve frente a mí por esos preciosos segundos, porque no podía soportar ver esos profundos ojos cafés sin sentir en todo mi cuerpo, no una descarga eléctrica, sino llamas abrazadoras y la única cura, la única forma de salvarme de ese incendio era besándolo.

    Me arrepentiría de eso por siempre.

    Declan enloqueció. Se molestó. A pesar de haberme respondido el beso (supongo que lo hizo pues puso sus manos en mi rostro, y fueron segundos eternos en ese beso) pero aun así, desde entonces no hemos hablado. En parte porque su orgullo y ego jamás lo dejará, y en parte porque yo también estoy molesta. Fue sólo un beso, no fue la gran cosa. El problema aquí es él, que no sabe lo que quiere. Pero luego una voz en mi cabeza me dijo: —¿Y tú sí?—. Y la verdad es que no.

    Declan por desgracia es la clase de chico que cree que tiene a todo el mundo a sus pies. Quizás es coqueto, lindo e interesante con todas las demás chicas. Quizás yo fui demasiado rápido. Quizás él se toma su tiempo, no lo sé. Lo único que sé sobre Declan ahora mismo es que si lo viera en estos momentos, no sabría si lo besaría o lo abofetearía.

    Luego ocurre el fatídico día.

    Es un sábado en la tarde, y como si el universo conspirara en mi contra, primero mi teléfono suena. En la pantalla dice —Nate—. Respondo. Él comienza a decir que necesita hablar conmigo urgentemente. Yo le digo que nos podemos ver en el centro comercial que se encuentra a unas calles de mi casa. Mientras me estoy arreglando me llega un correo. Me acerco a mi computadora y veo que es de Trevor, en letras grandes dice: —Estoy harto de que estemos así. Te quiero tanto, Hanna. Quiero verte. Pronto—. Paso saliva audiblemente y siento una combinación de emoción, confusión y alegría. Finalmente, cuando decido qué ponerme y cepillo mi cabello, bajo por la escalera, abro la puerta, y allí está él. Declan está frente a mi puerta, sus ojos cafés brillando más que nunca. Me le quedo mirando sin saber qué decir. —No sé, por qué estoy aquí. Salí conduciendo y llegué aquí —dice sonriendo, y añade—: ¿podemos hablar?

    Algunas veces uno puede desear que ocurra cosas así. Tener varias personas que amas cerca de ti incluso luchando por ti. Pero ahora lo digo, créanme, no se siente nada bien. Se siente como si quisieras desaparecer del planeta. Porque parece que nada tiene sentido. Esto es un sueño. Es mi pesadilla personal. Un caos de sentimientos.

    2. Nada se guarda para siempre

    El día siguiente, tenía dolor de cabeza. Era como resaca, pero sin haber bebido alcohol, claro. La noche anterior me había desvelado, esa podía ser la razón principal. O quizás el hecho de que algo así, como el que tres chicos que te gustan, decidan hablarte de una manera extraña el mismo día, casi al mismo tiempo.

    Primero estaba Declan, que había tocado a mi puerta. Intenté decirle que tenía algo importante que hacer, que ya iba de salida, (aunque no podía mencionar que me vería con Nate pues Declan jamás se llevó bien con él), pero Declan insistió. Así que lo invité a pasar. Él traía una camisa a cuadros un poco arrugada, unos jeans y sus típicas botas cafés. Le ofrecí un vaso de agua, y él aceptó, parecía en verdad sediento y acalorado.

    —Bien, hola —le dije, cuando él terminó su vaso de agua y no decía nada. Traté de mostrarme fría e indiferente al tenerlo allí, al estar hablado con él, porque en realidad aún no estaba lista para verlo. Y hasta donde yo sabía, él tampoco planeaba hablarme. Él no era así. Al menos no conmigo.

    —Hola —saludó, esbozando una sonrisa, lo cual me confundió. Él no andaba por allí regalando sonrisas. En el tiempo que lo conozco, sabía que hacerlo sonreír, o peor aún, hacerlo reír, era algo sumamente difícil, es por eso que quizás el hecho de verlo sonreír se sentía como un gran logro. Sólo que en ese momento no sabía qué había hecho para merecerlo—. Tenemos que hablar.

    —¿En serio?— pensé. Estuve a punto de preguntarle sobre qué cosa. Pero ambos sabíamos muy bien sobre qué. El beso. —Bien —me limité a decir, haciendo además un ademán para que prosiguiera hablando.

    Declan frunció el ceño. —¿Hoy es el día de decir bien para todo? —su tono de voz me hizo enojar. Quizás él se dio cuenta pues rápidamente añadió: —Lo siento. Tienes razones para estar molesta. Y yo también lo estaba. Y quizás por eso estoy aquí, para que ambos dejemos de estar molestos.

    Inmediatamente pensé: ¿Molesta?. Yo más bien estaba lastimada. Sí, quizás le robé un beso, ¿pero era suficiente como para que él se enfureciera y saliera de mi casa sin decir nada más y no me hablara por semanas? Pero una vez más, no dije lo que pensaba, y aunque estaba a punto de iniciar con la palabra bien, dije: —Me parece sensato. Hablemos entonces.

    —¿Te gusto? —dijo él rápidamente, así sin más—. Quiero decir, de gustar. En verdad.

    Para mis adentros: ¿Eres retrasado, imbécil, ambos, o qué?. Pero en la realidad dije: —Uh, creí que estaba claro —sin atreverme a mirarlo a los ojos.

    —Creí que sólo era un juego, o algo así.

    —¡¿Un juego?! —esta vez no logré contenerme. Él dio un ligero brinco a causa de mi reacción. Pero, en verdad, él debía estar bromeando—. ¿Un juego dices? Bueno, no sé tú, pero yo no suelo andar abrazando a otros chicos,

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