Los hijos de Midas
Por Jack London
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El conjunto de relatos de La invasión y otros terrorismos reúne una muestra relevante de la literatura que ha hecho de Jack London uno de los mejores narradores norteamericanos del siglo XX. Es difícil no asombrarse con el espléndido relato de política-ficción de 'La invasión' (publicado por primera vez en 1910), en el que London predice no solo la explosión demográfica de China sino la guerra bioquímica, hechos que la historia se ha encargado de hacer realidad. O no estremecerse con la que frialdad con que el ladrón de pieles Subienkow burla el brutal destino que Makamuk le tiene reservado en el relato 'Cara Caída'. Como imposible dejar a medias el relato 'Los hijos de Midas', que relata el terrible 'y elegante' chantaje con el que una implacable organización secreta lleva una peculiar y efectiva lucha de clases hasta las últimas consecuencias. Y así podríamos hablar de todos y cada uno de los seis relatos, y la interesante autobiografía,
que configuran este volumen.
El lector que aún tenga la suerte de no conocer a Jack London tiene la gran oportunidad de entregarse a su literatura en este libro. Que no se espante el lector que teme a los clásicos o considera obsoleta la obra de Jack London, pues sigue perfectamente viva, tanto, que no descartamos que el lector se estremezca de placer ante el ingenio y la capacidad de anticipación de estos relatos.
Jack London
Jack London (1876-1916) was an American novelist and journalist. Born in San Francisco to Florence Wellman, a spiritualist, and William Chaney, an astrologer, London was raised by his mother and her husband, John London, in Oakland. An intelligent boy, Jack went on to study at the University of California, Berkeley before leaving school to join the Klondike Gold Rush. His experiences in the Klondike—hard labor, life in a hostile environment, and bouts of scurvy—both shaped his sociopolitical outlook and served as powerful material for such works as “To Build a Fire” (1902), The Call of the Wild (1903), and White Fang (1906). When he returned to Oakland, London embarked on a career as a professional writer, finding success with novels and short fiction. In 1904, London worked as a war correspondent covering the Russo-Japanese War and was arrested several times by Japanese authorities. Upon returning to California, he joined the famous Bohemian Club, befriending such members as Ambrose Bierce and John Muir. London married Charmian Kittredge in 1905, the same year he purchased the thousand-acre Beauty Ranch in Sonoma County, California. London, who suffered from numerous illnesses throughout his life, died on his ranch at the age of 40. A lifelong advocate for socialism and animal rights, London is recognized as a pioneer of science fiction and an important figure in twentieth century American literature.
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Los hijos de Midas - Jack London
Los hijos de Midas
Wade Atsheller había muerto; muerto por su propia mano.
Decir que esta noticia cayó como una bomba en el reducido círculo de sus amigos sería ocultar la verdad, pues aunque la idea de que pudiera suicidarse no había entrado jamás en el ánimo de ninguno de nosotros, sus íntimos, todos nos encontrábamos predispuestos a recibir la nueva de un modo subconsciente e incomprensible. Antes de la catástrofe, su razón de ser, como digo, estaba enteramente fuera de nuestros cálculos, pero cuando tuvimos la certeza de que se había matado, nos pareció, sin saber por qué, que ya lo sabíamos o, por lo menos, que lo esperábamos; y, por medio de un análisis retrospectivo, acaso fundamentáramos el suceso con la cuenta de sus enormes disgustos; y digo estas palabras con el convencimiento pleno de su significado.
Atsheller era joven, listo, buen mozo, gozaba de una buena y segura posición como secretario y hombre de confianza del famoso millonario Eben Hale, «el rey de los tranvías», como se le llamaba, y no existía razón alguna aparente para que pudiera quejarse de su fortuna y, sin embargo, todos pudimos observar que su frente empezó a arrugarse y su mirada a perder brillo, como bajo la presión de una pena terrible, como si sufriera un fuerte dolor moral; habíamos visto su cabello negro y espeso blanquear y clarearse, como una