La migración adoptiva. Criando latinos en España
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La autora, desde su enfoque etnográfico, sustenta que la adopción internacional es una forma de migración. Este argumento tiene implicancias en la manera como entendemos la adopción y la migración. Dichos ámbitos están regulados por leyes distintas, son supervisados por instancias administrativas diversas y se rigen por variados regímenes. Sin embargo, las fuerzas que provocan que los migrantes laborales dejen ciertos países —considerados menos desarrollados, devastados por guerras o propensos a desastres— por nuevas tierras de oportunidades, son las mismas fuerzas que producen niños adoptables. El análisis de Jessaca Leinaweaver se enfoca en los niños peruanos adoptados en Madrid, recoge sus experiencias habituales y recuerdos conmovedores, da cuenta de las exclusiones e inclusiones, del sentido de pertenencia o de no-pertenencia que impregnan sus vidas cotidianas en una sociedad donde son una minoría visible y a veces maltratada.
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La migración adoptiva. Criando latinos en España - Jessaca B. Leinaweaver
Jessaca B. Leinaweaver
La migración
adoptiva
Criando latinos en España
Traducción: Adriana Soldi
67939.pngSerie: Infancia y Sociedad, 12
La versión en inglés de este libro, Adoptive migration: raising Latinos in Spain
, fue publicada por Duke University Press, el año 2013 en Londres.
© Jessaca Leinaweaver
© IEP Instituto de Estudios Peruanos
Horacio Urteaga 694, Lima 11
Telf.: (51-1) 332-6194
www.iep.org.pe
ISBN (edición impresa): 978-9972-51-523-1
ISSN: 1024-6363
Primera edición impresa: junio de 2015
Primera edición digital: agosto de 2015
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2015-07781
Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional: 11501131500654
Corrección: Sara Mateos
Diagramación: Silvana Lizarbe
Carátula: Gino Becerra
Apoyo editorial: María Claudia Huerta
Cuidado de edición: Odín del Pozo
Prohibida la reproducción total o parcial de las características gráficas de este libro por cualquier medio sin permiso de los editores.
Leinaweaver, Jessaca B.
La migración adoptiva. Criando latinos en España. Lima, IEP, 2015. (Infancia y Sociedad, 12)
1. ADOPCIÓN; 2. ADOPCIÓN INTERNACIONAL; 3. MIGRACIÓN INTERNACIONAL; 4. MOVILIDAD SOCIAL; 5. PARENTESCO; 6. ESPAÑA; 7. PERÚ
W/01.03.02/U/12
A la memoria de Jorge A. Hernández Seminario
Índice
AGRADECIMIENTOS
INTRODUCCIÓN: Comparando adopción y migración
1. Esperando un bebé. Adoptando al inmigrante ideal
2. El interés superior del hijo de un migrante. ¿Separando familias o desplazando niños?
3. Matrimonios mixtos. Migrantes y adopción
4. Adopción cuasi nacional. La adopción de los hijos de inmigrantes
5. Solidaridad. Propuestas postadoptivas
6. Llegar a ser o dejar de ser peruano. Cultura, etnicidad y raza
CONCLUSIONES: Lo que podría significar la migración adoptiva
BIBLIOGRAFÍA
Agradecimientos
Durante los seis años que tomó la planificación, el trabajo y la conclusión de este proyecto se fueron acumulando un sinnúmero de deudas. Estoy profundamente agradecida con quienes me apoyaron intelectual, financiera y emocionalmente, así como con quienes participaron en esta investigación. Cualquier fortaleza que encuentren en este libro se debe a quienes aquí nombro, mientras que sus errores y debilidades los asumo totalmente.
La investigación y redacción de un trabajo demandan tiempo y dinero, que en estos tiempos no son siempre fácil es de encontrar. Me siento afortunada de haber podido contar con el generoso apoyo de la National Science Foundation (NSF) (beca n.° 1026143); la Wenner-Gren Foundation para la Investigación Antropológica; el Programa IIE de Fulbright; la Standard Research Grant del Social Sciences and Humanities Research Council de Canadá (SSHRC); y la Fundación Howard. Estoy especialmente agradecida con Deb Winslow en la NSF, Mary Beth Moss en la Wenner-Gren y Aitor Rubio y Patricia Zahniser en la Fulbright de España por su invalorable apoyo. Mi anterior investigación en el Perú, 2001-2003, fue financiada por la Dissertation Improvement Grant de la NSF, la Fundación Wenner-Gren para la Investigación Antropológica, el Programa de Estudiantes Estadounidenses de la Fulbright, una beca Jacob K. Javits y la Universidad de Michigan.
La Universidad de Brown ha sido sumamente generosa brindándome su apoyo en esta investigación a través de la Richard B. Salomon Faculty Research Award; el Faculty Research Fund for the Arts, Humanities and Social Sciences; y la Karen T. Romer Undergraduate Teaching and Research Award for International Summer Research Collaboration. El Population Studies and Training Center (PSTC) de la Universidad de Brown brindó apoyo financiero a través de la Mellon Anthropological Demography Funding. Igualmente recibí apoyo del Centro de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (CLACS) de Brown. La descarga de un curso que me fue concedida por el Centro Pembroke de Brown durante el año en que fui Edwin and Shirley Seave Faculty Fellow en el seminario Markets and Bodies in Transnational Perpective
fue de gran ayuda. Los intercambios con colegas en este seminario, dirigido por Kay Warren, fueron enormemente productivos. La ADVANCE Career Development Award de la NSF que recibí a través de Brown en el año 2010 también fue crucial.
No puedo imaginar un mejor ambiente para desarrollar y redactar esta investigación que la Universidad de Brown. Estoy especialmente agradecida con el grupo de amigas de redacción que leyeron y comentaron estos capítulos mejorándolos sustantivamente: Paja Faudree, Rebecca Carter, Bianca Dahl, Becky Schulthies y Marcy Brink-Danan. Mis colegas del Departamento de Antropología merecen toda mi gratitud por su amistad, apoyo y compañerismo: Adia Benton, Lina Fruzzetti, Matt Gutmann, Sherine Hamdy, Marida Hollos, Steve Houston, David Kertzer, Cathy Lutz, Pat Rubertone, Andrew Scherer, Bill Simmons, Dan Smith y Kay Warren, junto con Keith Brown, Keisha-Khan Perry, Nick Townsend, Phil Leis, Dwight Heath y Doug Anderson. En el PSTC estoy profundamente agradecida a Mike White, Andy Foster y Leah VanWey. En el CLACS Rich Snyder y Jim Green fueron un gran apoyo. Kiri Miller, Vanessa Ryan, Nancy Jacobs y Carolyn Dean participaron de tantas conversaciones, que aun sin tener relación con el libro, de alguna manera y sin saberlo lo mejoraron significativamente: muchas gracias. El personal de Antropología, del PSTC y del CLACS, hizo que este proyecto sea menos oneroso de diversas maneras: Kathy Grimaldi, Margie Sugrue, Matilde Andrade, Priscilla Terry, Tom Alarie, Kelley Smith, Shauna Mecartea, Sue Silveira, Susan Hirsch y José Torrealba, gracias a todos. Nuestros bibliotecarios lograron hacer tanto con un presupuesto tan reducido que quiero reconocer en particular el apoyo de Patricia Figueroa, Carina Cournoyer, Ron Fark, Ned Quist y del personal de Préstamo Interbibliotecario. Finalmente, cada día aprendo cosas nuevas de mis estudiantes de pregrado y posgrado. En especial, quiero destacar a los asistentes de investigación de posgrado Kristin Skrabut y Josh McLeod, y de pregrado, Alfredo Aguirre y Maia Chao, por sus contribuciones que fueron realmente importantes para este proyecto.
Estoy particularmente agradecida con quienes leyeron detenidamente todo el libro y cuyo apoyo ha sido absolutamente invalorable: Nicole Berry y Joshua Tucker. Nicole lo leyó todo, palabra por palabra, de principio a fin, y no fue la primera vez que me motivó a escribir y me ayudó a darme cuenta de lo que realmente estaba diciendo. Joshua leyó todo el manuscrito, con un ojo avizor sobre cómo realmente funcionan las cosas en el Perú y España, y con un gran don para mejorar la redacción de cada frase. Dos revisores anónimos mejoraron el texto significativamente y les agradezco por el tiempo y el cuidado que pusieron en ello. En la editorial de la Universidad de Duke también quiero agradecer a Valerie Millholland porque desde un inicio tuvo interés y creyó en este proyecto, y a Susan Albury, Rebecca Fowler y Katie Courtland por el cuidado que pusieron en la elaboración de este libro. Ha sido un verdadero placer trabajar con Gisela Fosado, ¡mil gracias chaque! Fue una gran suerte tenerte en la editorial. En el IEP agradezco a Leonor Lamas y Rosa Vera, así como al equipo de Publicaciones: Silvana Lizarbe, Gino Becerra, Odín del Pozo y a Sara Mateos por la corrección del texto. Agradezco también a Adriana Soldi por su excelente traducción.
Agradezco a los miembros del público y a los comentaristas que me brindaron muchas sugerentes ideas cuando presenté mi trabajo, en particular los del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Universidad Nacional de Educación a Distancia y la Universidad Pontificia Comillas en Madrid. Hablé de este proyecto en sus diferentes etapas con colegas que estaban trabajando sobre adopción o estudios latinoamericanos y me gustaría especialmente reconocer la erudita generosidad de Erdmute Alber, Florence Babb, Caroline Bledsoe, Caroline Brettell, Laura Briggs, Anne Cadoret, Andrew Canessa, Jennifer Cole, Megan Crowley-Matoka, Heike Drotbohm, Gillian Feeley-Harnik, Claudia Fonseca, Susan Frekko, Britt Halvorson, Tobias Hecht, Marcia Inhorn, Eleana Kim, Esben Liefsen, Bruce Mannheim, Susan McKinnon, Ruben Oliven, Karsten Paerregaard, Jennifer Reynolds, Liz Roberts, Linda Seligmann, Sonja van Wichelen, Ceres Victora, Sylvia Yanagisako, Kristin Yarris y Barbara Yngvesson.
Los colegas en España fueron siempre acogedores y cordiales y varios se tomaron el tiempo para reunirse conmigo y darme consejos y nuevos contactos. Estoy particularmente agradecida con Ana Berástegui, Joaquín Eguren, Ángeles Escrivá, Blanca Gómez, Isabel Madruga, Diana Marre, Margarita del Olmo, Diego Ramiro y Beatriz San Román por comentar este trabajo conmigo en múltiples ocasiones. Gracias también a Sileny Cabala, Julio Díaz, Juan Diez Nicolás, Adela Franzé, Gonzalo Garland, Carlos Giménez, Félix Jiménez, Livia Jiménez, Maribel Jociles, Asunción Merino, Azucena Palacios, María Sánchez y Liliana Suárez.
Los profesionales que trabajan en temas de adopción en España fueron muy amables y abiertos, y quiero agradecer particularmente a Lila Parrondo de Adoptantis, Felipe Marín Navarro del Centro Reik de Psicología Dinámica, David Azcona y Laura Heckel de La Voz de los Adoptados, al doctor Jesús García Pérez del Hospital del Niño Jesús, a Antonio Ferrandis del Instituto Madrileño del Menor y la Familia, y a Belén Cabello de Familias para la Acogida. También quiero agradecer a algunas asociaciones que regularmente organizan talleres abiertos sobre adopciones: Adoptantis, Hijos que Esperan, el grupo de investigación Adopciones, Familias e Infancia (AFIN) de Barcelona, así como La Voz de los Adoptados.
Varios profesionales migrantes peruanos involucrados en diferentes aspectos de la vida de esta comunidad migrante fueron muy generosos con su tiempo también, y quiero agradecerle a Ana Camargo, Sonia Castillo, Fernando Isasi Cayo, Mariella Köhn, Manuel Pinto y Yolanda Vaccaro. Las asociaciones Ari-Perú y la Federación de Asociaciones de Peruanos en España (FEDAP) también me brindaron su amable apoyo. Finalmente, quiero agradecer a Blanca Hernando, Jorge Fernández y David Planell por su tiempo y su contribución en las conversaciones que tuve con ellos, aun cuando no estuvieran directamente asociados con ninguno de los mundos.
Por sobre todo estoy muy agradecida con las familias adoptivas y migrantes que compartieron sus historias conmigo y me presentaron a sus amigos. Aprecio mucho su valiosa generosidad. Agradezco en especial a mis queridos amigos a quienes seguí desde el Perú hasta España, y a los amigos españoles que los llevaron allá, por tolerarme durante tanto tiempo. Mis padres y hermanos me han apoyado constantemente y les estaré eternamente agradecida. Y, como siempre, todo mi amor para Joshua y Leo.
Introducción
Comparando adopción
y migración
Mami, ¿los carros tienen alma? Y ¿qué pasa si no me pongo el cinturón de seguridad en el avión? Y si me caigo, ¿me voy hasta abajo y toco el suelo?
Se acercaba el final del año 2002 y yo estaba sentada en el pequeño aeropuerto de Huamanga, Ayacucho, esperando la llegada de la avioneta que nos llevaría a Lima. Quien hacía estas y muchas otras preguntas era Rebeca, una niña de segundo grado de primaria a quien había conocido hacía unas semanas en la oficina de adopciones de Ayacucho. Rebeca le dirigía sus preguntas a Fernanda, una mujer del norte de España, que era su nueva mamá. Entre las preguntas, las pacientes respuestas de Fernanda y las fotos para las que Rebeca nos hacía posar, Fernanda me contó que las dos iban a pasar unos días en Lima para completar los trámites de adopción y obtener los pasaportes peruano y español para Rebeca. La adopción de Rebeca por Fernanda era la segunda adopción para España que había presenciado ese año. Yo estaba viviendo en Ayacucho mientras hacía una investigación etnográfica sobre acogida de niños y adopciones formales (Leinaweaver 2009b). La sucursal de la Secretaría Nacional de Adopciones del gobierno peruano en Ayacucho había supervisado solo una docena de adopciones ese año, y menos de la mitad habían sido internacionales. De este reducido número, dos niños habían sido adoptados para ir a España, lo que llamó mucho mi atención y me hizo pensar en que ese era un destino clave.
Tres meses antes, Zaida, una mujer de 26 años que era una de mis mejores amigas en Ayacucho, había dejado a sus hermanos, a su esposo y su país natal para emigrar a España. Había conseguido un contrato de trabajo, visa y pasaje de avión con el apoyo de una española que se había hecho amiga de su familia a lo largo de varios años de viajes a Ayacucho para hacer trabajo voluntario. Yuxtaposiciones como la partida de Rebeca y Zaida a España, casi al mismo tiempo, fueron el primer indicio de que la adopción y la migración eran parte de un sistema integrado de movilidad global. Al hacer un seguimiento de la yuxtaposición de la adopción y la migración desde el Perú, por primera vez me di cuenta del significado de su vinculación con España, donde jóvenes peruanos como Rebeca y Zaida forjan sus nuevas vidas.
Comparación entre adopción y migración
La adopción internacional es una forma de migración. Este argumento tiene implicancias en la manera como entendemos la adopción y la migración, aunque aquí trato mayormente de sus consecuencias para el fenómeno de la adopción. Rara vez se analiza de manera conjunta la adopción y la migración laboral. De muchas formas se consideran completamente diferentes. Están reguladas por leyes diferentes, son supervisadas por instancias administrativas diferentes y se rigen por diferentes regímenes. Los asistentes sociales y los psicólogos trabajan para llevar adelante las adopciones, mientras que los funcionarios consulares y los agentes fronterizos le dan forma a las migraciones laborales. Además, en cada país receptor los migrantes por trabajo no solo son numéricamente superiores a los adoptados, sino que también proceden de muchos más países (Giménez Romero 2008: 109). Por lo general, los adoptados ingresan a una clase social más alta que los migrantes laborales y son más jóvenes a su llegada (aunque existen excepciones). Quizás lo más importante es que los hijos de los migrantes laborales son más compadecidos o discriminados por una sociedad dominante para la que ellos nunca podrán asimilarse lo suficiente. Mientras tanto, los jóvenes adoptados tienen más probabilidades de fascinar a quienes los rodean debido a sus diferencias. Por lo común, e irónicamente, los niños adoptados son bienvenidos en los países receptores —se facilita su inmigración—, mientras que los migrantes laborales del mismo país son vistos bajo sospecha o algo incluso peor.[1]
Sin embargo, los procesos son similares y están vinculados entre sí de diferente manera. Por ejemplo, tanto Rebeca como Zaida necesitan obtener su pasaporte y visa antes de poder ingresar a España. Los trámites tras sus movimientos migratorios nos recuerdan que la migración y la adopción son fenómenos transnacionales en los que la gente joven cruza las fronteras, y a través de intensos procesos burocráticos, llega a poseer un nuevo estatus civil así como una nueva identidad. Más significativamente, las fuerzas que provocan que los migrantes laborales dejen ciertos países —considerados menos desarrollados, devastados por guerras o propensos a desastres— por nuevas tierras de oportunidades, son las mismas fuerzas que producen niños adoptables. Adoptable
es un eufemismo que se refiere a niños cuyos padres, o miembros de su familia extensa, son percibidos como incapaces de asumir su cuidado, muchas veces debido a la misma pobreza, guerras o desastres que motivaron la migración de sus semejantes. Como resultado, la migración laboral y la adopción pueden ocurrir simultáneamente, a menudo compartiendo los mismos orígenes y destinos. Por esta razón, a veces me refiero a la adopción internacional como migración adoptiva
. La migración adoptiva destaca las similitudes entre la adopción internacional y otras formas de cruzar fronteras, ofreciendo un punto de partida desde donde se puede hablar de las semejanzas —y diferencias— entre inmigrantes y adoptados.
Como etnógrafa, me interesan estas preguntas estructurales más amplias sobre las fuerzas que afectan y reubican a poblaciones de seres humanos, pero también el ámbito más íntimo de las experiencias cotidianas. Aquí igualmente hay diferencias importantes y semejanzas sugestivas entre las experiencias de los migrantes laborales y sus hijos y las de los migrantes adoptivos. Las similitudes son evidentes, pese a mis mejores intentos de seguir la convención académica, desmenuzar ambos fenómenos y ubicar cada uno ordenadamente en su propio capítulo para empezar mi análisis. Por ejemplo, en el capítulo uno describo la adopción desde el Perú a España, destacando la importancia de la espera en la experiencia de los padres adoptivos, como Fernanda, y la manera como padres y profesionales articulan y cuestionan una preferencia por los bebés. En el capítulo dos retomo la migración desde el Perú a España, enfocándome en los factores que se consideran cuando se toma una decisión acerca de si una persona joven debe migrar a España, y cómo se les da un sentido a los jóvenes cuando llegan. Sin embargo, ambos capítulos muestran a padres de familia esperando ansiosamente y con una paciencia decreciente la llegada de sus hijos a España. Los dos indican que los padres de familia están preocupados con lo que podría ser un migrante ideal —los padres adoptivos buscan bebés que puedan adaptarse más fácilmente, mientras que algunos padres migrantes deciden que solo los adultos pueden soportar las dificultades que implica una migración, y toman la dolorosa decisión de dejar a sus hijos en el Perú. Rastreo estas y otras coincidencias inesperadas, identificando ciertos temas que salieron a la luz tanto en las historias de los inmigrantes como en las de los adoptados.
Uno de estos temas es la controvertida idea del renacimiento. Hace años, antes de que Zaida migrara a España, me dijo que pensaba que el irse a España sería como un renacimiento, porque todo lo que ella ya había vivido se quedaría atrás en el Perú. La adopción también se describe como un renacimiento en el sentido legal. Los lazos de parentesco anteriores y la pertenencia a una comunidad se borran formalmente y se sustituyen con nuevos (Berástegui, Gómez y Adroher 2006: 20). Sin embargo, la poderosa imagen del renacimiento a veces puede hacer que la familia del niño y la comunidad silencien todos los rastros del pasado previo a la adopción, algo que los profesionales de la adopción ven como poco saludable y poco útil. Las familias adoptivas también cuestionan la idea del renacimiento. David Azcona, quien fue adoptado cuando era niño y ahora es activista de la adopción en España, me insistía en que el error de España respecto de la adopción es que la normaliza y te borra partes de tu vida […]. En cambio, cuando es migración, un ecuatoriano llega a España y no es que deja de hablar de Ecuador ni se vuelve completamente español. Esto no sería normal. Él tiene una vida anterior a su llegada a España
. Sin embargo, Carmela, una madre adoptiva con tres niños peruanos, me dijo en más de una ocasión que los inmigrantes problemáticos en España son los que quieren seguir viviendo como si estuvieran en su país. Describiendo a una vecina suya, una ecuatoriana que se había casado con un español, Carmela me dijo: para mi vecina era evidente que no podía seguir pensando en su país, que tenía que seguir las reglas y costumbres españolas. Uno tiene que querer volverse parte del país, no quedarse al margen
. Tanto los migrantes laborales como los adoptados deben transitar un camino prudente entre mantener su estilo de vida previo y volverse completamente españoles
. Esta vía se vuelve aún más complicada para quienes fueron adoptados siendo bebés o son hijos de migrantes laborales nacidos en España, en tanto en su caso no existe un estilo de vida previo que mantener, pero ambos grupos están bajo considerable presión de sus padres y de los profesionales para que desarrollen una afinidad con un país que quizás no conocen ni recuerdan.
Cada uno de los migrantes laborales y los migrantes adoptados representa un cuerpo extraño
en España, y como tal plantean una complicada serie de preguntas: ¿cuál es la mejor manera de integrar (o asimilar) un cuerpo extraño?; ¿importa mucho cómo fue que llegó ese cuerpo extraño a España?; ¿quiénes son sus padres? Para afinar un poco la idea: a una joven adoptada, ¿le importa que la mujer que limpia la oficina de su padre por las tardes provenga de su mismo país? Este libro examina cómo los migrantes —tanto adoptivos como no— y sus familias enfrentan lo que importa: las experiencias habituales y los recuerdos conmovedores, las exclusiones e inclusiones, el sentido de pertenencia o de no pertenencia que impregnan sus vidas cotidianas.
Pertenencia a una familia y a una nación
En el aeropuerto me dijo que cuidara a mi madre
, le dijo el hijo de un migrante laboral a un equipo de científicos sociales peruanos, quienes después utilizaron esta frase como título de su investigación (Ansión, Mujica y Villacorta 2009). El aeropuerto tiene un gran protagonismo en las narraciones de movilidad transnacional: en el Perú es el sitio donde los niños y otros miembros de la familia se esfuerzan por captar la última mirada de un migrante laboral que parte, mientras que en España es un punto de entrada nacional que representa otros tipos de entrada a un nuevo país, una nueva familia y una nueva forma de vivir. Cuando los migrantes laborales finalmente reúnen los recursos legales y económicos para poder traer a sus hijos e hijas a España, los niños muchas veces viajan solos y aterrizan en el aeropuerto de Barajas, en Madrid, con su mejor traje y con su pelo perfectamente en orden. Allí son recibidos efusivamente por sus familiares a quienes puede ser que los niños, confundidos, no reconozcan. Como me contaba Lila Parrondo, una psicóloga especialista en adopción, los niños que migran para reunirse con sus familias son tan ajenos como lo es el niño adoptado, y ellos también tienen que aprender a acomodarse
. Pero el aeropuerto contiene el mismo misterio para las familias adoptivas. Como Parrondo comentó en su conferencia a un público de padres adoptivos, era muy probable que sus hijos en la adolescencia empezarán a preguntar: ¿Quién soy? ¿A quién le pertenezco? ¿Quién es mi gente?
. Ella insistía en que ellos no siempre serán el niño que se bajó de un avión en Barajas
.
Las investigaciones sobre vidas transnacionales deben tener en cuenta las formas y los motivos por los que las personas se mudan y los complejos y a veces conmovedores métodos mediante los cuales ellas, junto con quienes se están uniendo y quienes han dejado atrás, conforman un hogar en un lugar nuevo y desconocido. Es importante que lleguemos a entender cómo se logra esto, cómo lo hacen particularmente los jóvenes. La antropóloga Deborah Boehm y sus colegas han argumentado que en gran medida se ha pasado por alto a los jóvenes como actores importantes en la globalización y en los procesos transnacionales (Boehm et ál. 2011: 5). Cuando empecé mi investigación en España, explorando cómo es la vida para la gente joven como Rebeca y Zaida después de su llegada al aeropuerto de Barajas, encontré que una de las maneras como los jóvenes adoptados y migrantes crean nuevos hogares es desarrollando ideologías de identidad nacional.
Estas ideologías son encarnadas como sustancia nacional
, una noción que desarrollo en los capítulos tres y cuatro. En esos capítulos me ocupo de yuxtaposiciones inesperadas —ubicaciones atípicas donde encuentro que la migración y la adopción se consideran conjuntamente, algo que en sí mismo es un descubrimiento inusual si uno acepta mi argumento de que ambos fenómenos se tratan comúnmente en forma separada, tanto en la literatura como en la vida real. El capítulo tres trata de los matrimonios mixtos —matrimonios entre una persona española y otra peruana, y las diferentes posibilidades para los hijos de estas uniones (incluidos hijastros, reproducción biológica y adopción) que están moduladas por la comprensión de la sustancia nacional. El capítulo cuatro examina un fenómeno inusual pero creciente: las adopciones nacionales de los hijos de inmigrantes dentro de España, algo que ha sido descrito como lo que mal llamamos adopción nacional
y que yo denomino adopción cuasi nacional
. Analizo dichas adopciones como situaciones donde tanto la pretendida mala conducta
del migrante (supuestamente las altas tasas de fecundidad o la paternidad irresponsable), como la forma innata de eludir la responsabilidad (la crítica de género sobre las tasas de aborto), han sido domesticadas
hasta la sumisión. Sostengo que estas nociones de identidad sustancialista llegan a infiltrar las vidas y políticas, incluso en un mundo totalmente transnacional supuestamente posnacional. Como tal, pensar la adopción en el contexto de la migración ofrece ideas novedosas y significativas sobre el persistente carácter central de lo que es nación.
Sin embargo, también es posible que haya encontrado que la sustancia nacional es significativa precisamente porque me hallaba estudiando la adopción y migración con el enfoque específico de los peruanos en España (en lugar de, por ejemplo, niños adoptados y migrantes de cualquier país), una crítica que he escuchado de algunos perspicaces colegas en España y que ha sido elocuentemente descrita como nacionalismo metodológico
(Wimmer y Glick Schiller 2002: 302).[2] Mi reto al problematizar el nacionalismo ha sido que el origen de los niños adoptados evidentemente importa mucho a sus familias. Importa en términos prácticos: cada país tiene diferentes restricciones y requisitos, y los padres adoptivos tienen que escoger solo uno en el cual adoptar antes de proceder con su solicitud. De hecho, existe un incentivo emocional en la elección del país. En una charla informativa el año 2012 en Madrid, la asistenta social Charo González les dijo a los futuros padres que la elección es algo muy personal e íntimo entre los esposos
.[3] En ese sentido, las diferencias nacionales son lo que los antropólogos llaman una distinción emic, una distinción hecha por los mismos participantes en la investigación, y sería una negligencia de mi parte ignorarlas.
La importancia de una nación puede incluso aumentar después de que ha concluido la adopción, tal como explico en los capítulos cinco y seis, porque los miembros de la familia española aprenden a conceptualizarse a sí mismos como vinculados al país de origen del niño de maneras decisivas. Tal como un padre adoptivo catalán se lo explicó a la antropóloga Diana Marre: cuando tú entras en un país [...] tú eres del país del que son tus hijos [...] tus hijos son de ese país [...] tú tienes vínculos con ese país, poco a poco conoces a esa gente, te vas acostumbrando
(2004).[4] Es significativo además en cuanto a las amistades que la familia desarrolla, ya que en España, como en otros lugares, las asociaciones de familias adoptivas son organizadas mayormente por los países de origen de los niños (comparar Howell 2002 para Noruega). El capítulo cinco considera estas ideas a través del marco teórico de la solidaridad como una ventana al comportamiento ético en el día a día posterior al hecho de la adopción, buscando momentos o lugares donde adoptados y migrantes se encuentren, desde el empleo hasta la filantropía e incluso la escuela secundaria. El capítulo seis parte de la observación de que tanto a los jóvenes migrantes como a los niños adoptados a diario se les dice —a través de una serie de acciones y comportamientos, comentarios y supuestos— que ellos están estrechamente asociados con el Perú. Doy seguimiento a esta presunción de vínculo hasta su conclusión lógica, investigando las formas como la peruanidad
se resalta en los adoptados y migrantes, así como las maneras como a veces se la rechaza y las razones por las cuales se lo hace.
El panorama general
La nación
es una metáfora genealógica: como la palabra naturaleza
, proviene del latín natio o nacimiento
(Herzfeld 1997: 41). La naturalización se da cuando un migrante