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Arboricultura urbana: Gestión y manejo del arbolado público
Arboricultura urbana: Gestión y manejo del arbolado público
Arboricultura urbana: Gestión y manejo del arbolado público
Libro electrónico892 páginas21 horas

Arboricultura urbana: Gestión y manejo del arbolado público

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Información de este libro electrónico

Al árbol le cuesta sobrevivir en nuestras ciudades, pero ellas no serían “vivibles” sin los árboles. Enverdecer el espacio urbano se ha convertido en un instrumento básico para el mejoramiento de la calidad de vida. Presenta la planificación del mantenimiento del arbolado público y describe los diferentes niveles operativos, los recursos involucrados y la metodología de su programación, analizando numerosos parámetros que integran la gestión y el manejo de los árboles de la vía pública.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento16 ago 2017
ISBN9789873615375
Arboricultura urbana: Gestión y manejo del arbolado público
Autor

Alejandro Dowhal

Alejandro Dowhal es Ingeniero Agrónomo de profesión, Magister en Gestión Ambiental y Perito Judicial. Posee una vasta experiencia de más de 20 años en la temática de la forestación urbana. Ha ejercido la docencia universitaria, y participado en las 4ª y 10ª Convenciones Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, como así también en numerosas capacitaciones sobre el arbolado público. En la actualidad ejerce la actividad privada sobre el arbolado urbano, a la que suma su actividad gubernamental.

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    Arboricultura urbana - Alejandro Dowhal

    ARBORICULTURA URBANA

    Gestión y manejo del arbolado público

    Alejandro Dowhal

    ARBORICULTURA URBANA. Gestión y manejo del arbolado público

    Alejandro Dowhal

    1a edición, octubre de 2016

    © 2016 Editorial Maipue

    Zufriategui 1153 - Ituzaingó (1714) - Provincia de Buenos Aires

    Tel/Fax: + 54 (011) 4458-0259 / 4624-9370

    Contacto: promocion@maipue.com.ar / ventas@maipue.com.ar

    www.maipue.com.ar

    ISBN: 978-987-3615-37-5

    Imagen de tapa: Barrancas de Belgrano de Sandro Borghini

    Imagen de contratapa: Margarita García Simón

    Diseño de tapa: Disegnobrass

    Diagramación: Paihuen

    Corrección: Silvina Crosetti

    Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

    Libro de edición argentina.

    No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por otro cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el consentimiento previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446

    A mi esposa Marta,

    y a mi hijo Alexander.

    A mis padres.

    Índice

    Prefacio

    Prólogo

    1. Conceptos iniciales

    2. El árbol

    2.1. La raíz

    2.1.1. Estructura

    2.1.2. Función

    2.2. El tronco y las ramas

    2.2.1. Estructura

    2.2.2. Función

    2.3. Las hojas

    2.3.1. Estructura

    2.3.2. Función

    3. Los árboles en el ambiente urbano

    3.1. Beneficios ambientales del arbolado urbano

    3.1.1. Temperatura

    3.1.2. Precipitación y humedad

    3.1.3. Viento

    3.1.4. Polución atmosférica

    3.1.5. Luz

    3.1.6. Ruidos y sonidos

    3.1.7. Suelo

    3.2. Beneficios económicos del arbolado urbano

    3.2.1. Obtención de productos primarios

    3.2.2. Producción de alimentos

    3.2.3. Valuación inmobiliaria

    3.2.4. Creación de fuentes de trabajo

    3.2.5. Ahorro de energía

    3.2.6. Recuperación de tierras degradadas, soterramientos sanitarios y aguas residuales

    3.3. Beneficios sociales del arbolado urbano

    3.3.1. Paisaje y arquitectura

    3.3.2. Recreación y salud

    3.3.3. Educación

    3.3.4. Bienestar comunitario

    3.3.5. Biodiversidad

    3.3.6. Otros beneficios

    4. El arbolado urbano en Argentina y en el mundo

    4.1. Argentina

    4.1.1. CABA y Gran Buenos Aires

    4.1.2. Provincia de Buenos Aires

    4.1.3. Resto del país

    4.2. Resto del mundo

    4.2.1. América del Sur

    4.2.2. América del Norte

    4.2.3. Europa

    4.2.4. Otros países

    5. Gestión y manejo del arbolado público

    5.1. Relevamiento del arbolado

    5.1.1. Objetivos

    5.1.2. Metodología del relevamiento

    5.2. Organización del trabajo

    5.2.1. Fundamentos

    5.2.2. Áreas de trabajo

    5.3. Solicitud de intervención

    5.3.1. El reclamo

    5.3.2. Seguimiento de los reclamos

    5.3.3. Itinerario de la solicitud

    5.3.4. La comunicación municipalidad-vecinos

    5.4. Planificación y programación del mantenimiento del arbolado público

    5.4.1. Consideraciones preliminares

    5.4.2. Niveles operativos de la planificación

    5.4.3. Planificación del mantenimiento

    5.4.4. Programación del mantenimiento

    5.4.5. Evaluación de resultados

    5.5. Temas asociados

    5.5.1. Normas para la poda

    5.5.2. Normas para la tala y para la extracción de tocones

    5.5.3. Normas para la plantación de árboles

    5.5.4. Vivero

    5.5.5. La actualización del relevamiento

    5.5.6. El residuo de poda

    5.6. El arbolado en los espacios públicos abiertos

    5.6.1. El paisaje urbano

    5.6.2. Plazas

    5.6.3. Parques

    5.6.4. Otros espacios públicos abiertos

    5.7. Plan de gestión y manejo

    5.7.1. Información preliminar

    5.7.2. Estructura del área

    5.7.3. Ejemplo del plan de gestión y manejo

    6. Adversidades que afectan al arbolado urbano

    6.1. Adversidades bióticas

    6.1.1. Plagas

    6.1.2. Enfermedades

    6.1.3. Adversidades vegetales

    6.2. Adversidades abióticas

    6.2.1. Problemas nutricionales

    6.2.2. Adversidades climáticas

    6.2.3. Otras adversidades

    7. Aspectos económicos de la forestación urbana

    7.1. Costos del arbolado público

    7.1.1. Conceptos generales

    7.1.2. Control del presupuesto y flujo de recursos

    7.2. Valoración económica del arbolado

    7.2.1. Conceptos generales

    7.2.2. Métodos de valoración

    8. Los árboles en Internet

    8.1. Instituciones públicas y privadas

    8.1.1. Organismos públicos

    8.1.2. Organizaciones privadas

    8.1.3. Universidades

    8.2. Aspectos botánicos y técnicos

    8.2.1. Géneros y especies

    8.2.2. Poda, fertilización, plantación, peligros, etc.

    8.2.3. Plagas y enfermedades

    8.2.4. Dendrología, morfo-sistemática y fisiología vegetal

    8.2.5. Arboretos, jardines botánicos, herbarios y árboles singulares

    8.3. Recursos informativos varios

    8.3.1. Páginas nacionales y bases de datos temáticas

    8.3.2. Páginas regionales y locales

    8.3.4. Otros

    Anexo. Aspectos legales del arbolado público

    A.1. Aspectos constitucionales

    A.1.1. Constitución de la Nación Argentina

    A.1.2. Constitución de la Provincia de Buenos Aires

    A.2. Leyes nacionales

    A.2.1. Ley Nacional Nº 13.273

    A.2.2. Ley Nacional Nº 26.331

    A.3. Leyes de la Provincia de Buenos Aires

    A.3.1. Ley Provincial Nº 11.723

    A.3.2. Ley Provincial Nº 12.276

    A.4. Ordenanzas municipales

    A.4.1. Ordenanza Nº 2013

    A.4.2. Ordenanza Nº 12.972 (ex-Morón)

    A.4.3. Ordenanza Nº 14.163 (ex-Morón)

    A.5. Legislación complementaria

    A.5.1. Código Civil

    A.5.2. Código Penal

    A.5.3. Ley Provincial Nº 13.580

    A.5.4. Ley Nacional Nº 19.552

    A.5.5. Ordenanza Nº 11.159 (ex - Morón)

    A.5.6. Ordenanza Nº 544

    Bibliografía general

    Prefacio

    El árbol y la ciudad, la ciudad y el árbol. Al árbol le cuesta sobrevivir en nuestras ciudades, pero ellas no serían vivibles sin los árboles. Por eso, cada vez es más palpable la necesidad de contar con acciones planeadas que prevean los cambios requeridos para generar un proceso de transformación positiva y que a su vez conduzcan a crear conciencia con el fin de lograr ciudades más y mejor arboladas, más naturales. La correcta gestión de estas acciones, previamente planificadas, obrará cambios válidos y provechosos en las estructuras mentales y en las estructuras gubernamentales.

    Cuando se habla de planificación de ordinario se está haciendo referencia a la planificación del desarrollo. Pero, en verdad, la planificación de la gestión, como método y técnica de racionalización y organización de la acción, puede aplicarse a cualquier actividad mediante la cual un individuo, grupo de individuos, institución u organización quiere alcanzar determinados objetivos.

    Como la estructura lógico-formal de toda planificación y su gestión, es decir su estructura básica de procedimiento, es común a diferentes niveles y organizaciones (aunque con distintos grados de complejidad, y en cada caso concreto con características que le son propias), es posible formular una metodología general aplicable a todas las tareas que deben realizarse a nivel de las organizaciones de ámbito local (municipios, comunas, etc.). Es por ello, que no debe dejar de observarse la similitud espacial que existe entre el sistema de malla del arbolado de calle con los sistemas de red de los demás servicios públicos (agua, cloacas, gas, electricidad, etc.); salvando las diferencias entre ellos, y haciendo los ajustes necesarios en función de las características de cada uno, la misma metodología de planificación y programación puede llevarse a cabo en el sistema de arbolado.

    La literatura disponible sobre el tema (en idioma castellano) se refiere casi en su totalidad a la descripción de las características de cada especie aprovechable para forestación en la vía pública, no encontrándose trabajos que refieran a la gestión y manejo del arbolado. El presente texto sobre arboricultura urbana analiza numerosos parámetros que, directa o indirectamente, integran la gestión y el manejo de los árboles de la vía pública.

    La obra comienza presentando de manera sucinta (a los fines de describir nuestro objeto base de estudio) las distintas partes del árbol, empleando una gran cantidad de términos científicos, fundamentalmente aprendidos en el curso de nuestros estudios superiores, a fin de recordarle al lector una terminología a veces olvidada y otras veces poco utilizada, tratando de describir la estructura y función de las principales partes del árbol.

    En numerosas oportunidades, y con el fin de dar fundamento a nuestros argumentos pro-árbol, intentamos justificar los beneficios que los árboles brindan a nuestras comunidades urbanas. Aquí se presenta la descripción de una serie de beneficios ambientales, económicos y sociales que aporta el bosque urbano para una mejor calidad de vida sus habitantes. Algunos aportes corresponden a varias décadas atrás con el fin de indicarle al lector que el conocimiento de dichos beneficios es de antaño, y le brindan sustento bibliográfico a los nuevos aportes en la materia.

    Un capítulo especial merece el tratamiento que se le da al arbolado público en nuestro país y en el resto del mundo. En lo referente a Argentina se lo ha subdividido en: Gran Buenos Aires, provincia de Buenos Aires y las demás provincias del país, indicando la legislación que rige para cada una. Dado que en la ciudad de Buenos Aires y alrededores, al igual que en las principales ciudades de la nación, el arbolado público merece cierta consideración por parte de las autoridades es que se presenta un mayor desarrollo del tema para esta región; a su vez, también se ofrece un panorama general respecto a qué se está haciendo en América del Sur y América del Norte. Debido a la gran cantidad de países que integran Europa, se han tomado solo algunos de ellos para describir los aspectos más significativos de la arboricultura en ese continente. Por último, se mencionan las particularidades de la forestación urbana en otros países del mundo.

    La parte central del texto hace referencia a la gestión y el manejo del arbolado público urbano. Comienza con la metodología para su relevamiento y sus puntos más importantes a observar, la organización de los distintos sectores de trabajo, el tratamiento de los reclamos y las diferentes perspectivas existentes en la comunicación estado-contribuyente.

    La planificación del mantenimiento del arbolado público es presentada en detalle, describiendo los diferentes niveles operativos, los recursos involucrados y la metodología de su programación; además, se incluyen estándares de calidad, el control de gestión y la evaluación de resultados.

    Varios son los temas adjuntos tratados, entre ellos la poda de los árboles (mencionando y unificando conceptos), el vivero (su establecimiento, sistemas de producción y herramental), el qué y cómo hacer con los residuos de la poda y los métodos de actualización del relevamiento arbóreo. No busque aquí el lector los aspectos referentes al manejo estructural del árbol de manera individual, ni su evaluación visual o instrumental, dado que la complejidad de estos temas requiere un tratamiento por separado que excede las pretensiones de este texto, siendo que, además, se han publicado innumerables y excelentes obras al respecto.

    Considerando que los árboles urbanos también se encuentran en otros espacios públicos, es que se mencionan las principales características de los parques, plazas y demás espacios públicos abiertos y su evolución histórica. Además, en este capítulo, se describen las características que debe tener toda planificación del arbolado público, la organización y operatividad del área responsable; por último, se describe –a modo de ejemplo– un plan de gestión y manejo completo (incluyendo su calendario de trabajo y un cronograma de gastos e inversiones).

    No podía dejar de tratarse, capítulo aparte, un tema tan propio de los árboles, como es la sanidad. A título informativo, se mencionan las plagas, enfermedades y adversidades vegetales que afectan a los árboles, haciendo hincapié en los aspectos fitosanitarios observables en Argentina, en general, y en los alrededores de Buenos Aires, en particular. Asimismo, se tratan los problemas nutricionales (macro y microelementos) y las adversidades abióticas que afectan al arbolado urbano.

    El aspecto económico de la forestación urbana es muy poco mencionado dentro de la literatura específica; en general, a veces, solo se encuentran descripciones de algunos métodos de valuación de árboles. He querido hacer una mención, y breve descripción, de los principales métodos valorativos empleados en el mundo, de manera que el lector tuviese conocimiento de los mismos para el caso de querer profundizar en alguno de ellos. El tema de los costos se trata muy sucintamente, mostrando sus aspectos básicos, debido que cada repartición toma esta cuestión de manera diferente en función de las particularidades económicas de cada lugar.

    Un tema definitivamente no tratado en la bibliografía internacional es lo relativo a la información virtual del arbolado. A la fecha la Internet se ha constituido en una inmensa biblioteca universal, donde pululan desde libros completos del tópico forestal hasta publicaciones científicas de temática específica y muy respetables. Creí que sería de gran ayuda tener compendiadas las principales direcciones web (¡más de trescientas!) sobre árboles que pueden encontrarse en la nube, con el consiguiente ahorro de tiempo y esfuerzo para todo aficionado/profesional de la arboricultura.

    Como anexo se incluyen los aspectos legales del arbolado público en la Argentina. Se tratan –y comentan– las menciones constitucionales, las leyes nacionales y las de la provincia de Buenos Aires en particular, debido a que cada provincia tiene su propia legislación al respecto; idéntico tratamiento recibe el tema de las ordenanzas municipales. También se incluye el comentario sobre legislación vinculante.

    Si bien en otros manuales se presenta la tendencia a colocar un listado de especies empleables como arbolado de alineación, no he querido aquí sugerir tal o cual especie (si bien solapadamente algo se menciona) pues cada región y ciudad presenta características propias, a las que deben sumarse los efectos del cambio climático, porque lo que se busca es hacer hincapié en la gestión y el manejo de los árboles; además, el listado puede ser de utilidad para una provincia pero no para otra, u otro país.

    En lo sustancial, he intentado mostrar cómo puede llevarse a la práctica la planificación del arbolado público, proporcionando algunos elementos y nociones básicas sobre planificación y adaptando las técnicas de programación a las tareas específicas de la forestación urbana. Espero sea de utilidad para todo profesional del tema, para otros planificadores urbanos, para administradores gubernamentales y para estudiantes universitarios vinculados a la arboricultura urbana.

    No puedo dejar de agradecer al Ingeniero Agrónomo Carlos R. Anaya por haber aceptado prologar este libro, como así también la desinteresada contribución de muchos colegas, profesionales y trabajadores que –directa o indirectamente– me han enseñado todo lo que sé sobre la arboricultura urbana. Anhelo que otros profesionales latinoamericanos se animen a escribir sobre el hermoso tema de los árboles de nuestras ciudades.

    Quedo a disposición del lector para todo comentario o sugerencias que desee hacerme llegar a: dowhal@yahoo.com.

    El autor

    Prólogo

    La arboricultura urbana es una disciplina poco profesionalizada en la Argentina como así también en el resto de Sudamérica. Fundamentalmente, esto obedece a la falta de educación formal. Lamentablemente no existe en el país ninguna facultad de ninguna universidad, ni ningún instituto terciario, en el que se pueda adquirir el conocimiento de la especialidad con el objetivo de formar técnicos en la materia.

    Quienes nos dedicamos al cuidado de los árboles urbanos comenzamos a abrazarnos a la actividad con los conocimientos que nos proporcionaron carreras como las ingenierías agronómica y forestal, fundamentalmente. Las mencionadas profesiones nos aportaron claros y fundamentales conocimientos de botánica, morfológica y sistemática, fisiología y ecología vegetal, suelos, climatología, zoología y fitopatología forestal entre otras disciplinas, pero nos faltó acercarnos a los grandes protagonistas: el árbol y el bosque urbano, la relación con el medio y la forma de manejo.

    La experiencia de campo a través de los años, y la observación, nos ayudaron a integrar todos los elementos y a adquirir un mayor entendimiento de este apasionante y complejo mundo de la arboricultura y silvicultura urbana.

    Uno de los grandes problemas que enfrenta el árbol en la ciudad es la incorporación de muchos mitos referidos a su cuidado, que el ciudadano tiene culturalmente incorporados como así también su desconocimiento sobre las múltiples funciones y beneficios que el mismo aporta al medio en el que habita. Esto constituye un gran desafío para el arborista. Respecto a los mitos todavía escuchamos, y muchas veces de boca de funcionarios ligados a áreas ambientales o bien de los comunicadores sociales, que, por ejemplo: los árboles se podan en invierno, durante los meses que no tienen erre, que hay que pincelar las heridas de poda para que cicatricen bien, que la poda es necesaria porque hace que el árbol crezca luego con más fuerza, que el sistema de raíces es un espejo invertido de la copa, que las cavidades deben obturarse previa limpieza de la madera degradada, que los trasplantes requieren una poda previa para equilibrar el sistema aéreo con el radicular….

    Lamentablemente hoy se ven con frecuencia prácticas relacionadas con lo antedicho debido al desconocimiento de los principios básicos de la Arboricultura Moderna (basada en la comprensión de la biología del árbol) e inclusive, otras veces, debido a una falta de ética profesional.

    La bibliografía en idioma español respecto al cuidado del árbol urbano no abunda y la mayoría del material se encuentra en inglés, y bastante menos en francés. La aparición de este libro constituye un gran aporte a la arboricultura argentina ya que se trata del primer trabajo que se edita sobre la materia. Recorre la mayoría de los capítulos de la arboricultura con un contenido ampliamente referenciado y documentado.

    Será una gran herramienta de ayuda fundamentalmente para quienes tengan la responsabilidad de gestionar el arbolado de barrios, pueblos y ciudades debido a la experiencia aportada por el autor.

    Carlos R. Anaya

    Ingeniero Agrónomo

    Arborista Certificado

    International Society of Arboriculture

    1. Conceptos iniciales

    Los árboles son parte importante del sistema de vida de la naturaleza, de la cual el ser humano participa, y desempeñan un papel fundamental en la sostenibilidad de los núcleos urbanos; en ellos, el equilibrio entre el medio natural y el construido constituye una estrategia básica para la consecución de la sustentabilidad urbana. Pero la acelerada urbanización –sea local o global– y sus consecuencias medioambientales están alterando este equilibrio, mereciendo más que nunca atención en los debates nacionales e internacionales sobre desarrollo sustentable.

    A nivel global, en el planeta habitan unos 7.000 millones de personas; casi el 75% de la población se concentra en núcleos urbanos, de los cuales más de 70 ciudades superan los 4 millones de habitantes y más de 400 ciudades superan el millón de almas, y en todas ellas la temática del arbolado urbano poco a poco comienza a tener mayor importancia. A nivel local, en Argentina, sucede algo equivalente: más del 80% de los habitantes viven en localidades de variable magnitud (grandes metrópolis, ciudades, pueblos). En ambos casos, la tendencia a una mayor urbanización es creciente; al igual que sus consecuencias.

    Sin importar dónde estén ubicadas, las ciudades son centros de arte, cultura, negocios y gobierno; en estas manchas urbanas de impetuosa expansión, el ritmo y escala de crecimiento han sobrepasado la capacidad de mantener normas aceptables de salud pública, seguridad ambiental y crecimiento económico sostenible.

    Si bien las ciudades crecen con rapidez, solo aquellas deficientemente administradas contribuyen –en medida creciente– a agravar varios problemas ambientales, siendo sus efectos inmediatos en la comunidad, que se traducen en una reducción de la calidad de vida de sus habitantes. Por este motivo, la preocupación con respecto al deterioro de las condiciones ambientales urbanas y sus implicancias de largo alcance se han convertido en un componente crítico de las iniciativas gubernamentales. Al mismo tiempo, gracias a las tendencias urbanísticas actuales, la ciudad ofrece la oportunidad de recomponer el vínculo entre el hombre y la naturaleza, pudiendo evitar que en su crecimiento devore las superficies verdes limítrofes, que tienden a perderse por la mezquindad de quienes no desean planificar correctamente el uso del espacio.

    A pesar de ello, ya no es tan importante dilucidar por qué ha sucedido esto; el problema está entre nosotros y debemos resolverlo. Ahora, el tema en cuestión es cómo solucionarlo.

    Al mismo tiempo que los especialistas buscan respuestas, la gente se percata cada vez más de que los árboles y bosques urbanos mejoran la calidad de vida en las ciudades y que lo hacen de muchas maneras, tangibles e intangibles. En este contexto, el arbolado de sus calles y la formación de zonas verdes urbanas son reconocidos por todos como un instrumento que contribuye a un desarrollo más armónico.

    En el marco de esta estrategia, enverdecer el espacio urbano se ha convertido en un instrumento básico para el mejoramiento de la calidad de vida (es decir: lo que hace que una vida sea mejor), condición que no puede ser ignorada ni postergada; así, el homo urbis intenta mitigar los actuales efectos negativos de sus actividades sobre el medio ambiente urbano buscando un desarrollo más sustentable, que va mucho más allá de diseñar un bello paisaje o contar con una simple alternativa para el esparcimiento.

    Es en la ciudad donde el jardín, el parque y las áreas arboladas comienzan a concebirse como espacios funcionales, agradables, que le brindan al habitante la más importante característica que se le exige a una ciudad: que sea vivible. Por ello, si bien es sabido que el proceso de urbanización lleva a vivir dentro de un ambiente cada vez más artificial, se ha llegado a un punto tal que se comienza a revalorizar el contacto con la naturaleza en relación a la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos que habitan en la ciudad, siendo los árboles nuestro nexo más inmediato con una beneficiosa naturaleza cada vez más lejana.

    Podría decirse que la identificación de los beneficios que brinda la presencia de árboles en la ciudad, y en especial el arbolado de alineación en calles y avenidas, se corresponde con los inicios de la arboricultura urbana, de tradición centenaria en la Argentina.

    Muy claramente lo explicó Carlos Lemée en su libro Arboricultura urbana de 1911, al decir que nuestros antepasados edificaban sin reglamento adoptado y sin delineación previa, de modo que las calles de las ciudades venían a salir angostas, las más de las veces, y sinuosas siempre. Semejantes calles no admitían la plantación de árboles por su angostura, ni tampoco la necesitaban, pues su misma angostura, las vueltas y rodeos de su trazado, hacían que sus paredes proyectaran siempre sombra en alguna parte, como se ve todavía en las antiguas ciudades de Europa y de Oriente. Pero los progresos de la civilización hicieron comprender que la higiene exigía calles más anchas, para que penetrasen el sol y el aire; y el desarrollo del tráfico exigió que para su trazado se adoptase la línea recta –el camino más corto de un punto a otro–. Adoptadas esas iniciativas, resultó que en el verano, durante muchas horas del día, el sol incomodaba a los transeúntes en esas nuevas calles anchas y siguiendo constantemente el mismo rumbo, y para remediar ese inconveniente nació la arboricultura urbana. Asombrosamente, la arboricultura argentina nació en los primeros años del siglo XX.

    1. Participantes del primer CIAM (castillo de La Sarraz, Suiza).

    Ya en las conclusiones del I Congreso Internacional de Arquitectura Moderna (CIAM), realizado en 1928 (en La Sarraz, Suiza) y publicadas cinco años después a través de la Carta de Atenas (IV CIAM, en 1933), se determinó que los espacios verdes eran una necesidad básica, de igual importancia que una fábrica, un hospital, un colegio o una universidad. Desde entonces, y muy especialmente en Europa y en Estados Unidos, existe la conciencia de que proveer espacios públicos arbolados para beneficio de la población, más que una simple concesión graciable de las autoridades, es uno de los deberes de su mandato.

    Hasta mediados del siglo pasado, en la mayoría de los países, los únicos que se encargaban de la plantación de árboles y la ordenación de los espacios verdes de las ciudades eran los departamentos municipales de Parques y Paseos, los urbanistas y los arquitectos paisajistas. Los técnicos agrónomos o forestales participaban en la ordenación de los bosques situados en los alrededores de las ciudades, pero no se ocupaban del bosque urbano propiamente dicho. De hecho, las revistas de arquitectura paisajista contenían una literatura mucho más rica que las de ingeniería forestal o agronómica en materia de árboles de las ciudades.

    Los técnicos forestales de los países centrales comenzaron a ocuparse de la arborización urbana (es decir, de los elementos vegetales de porte arbóreo dentro de una ciudad) a partir del decenio de 1960, y aún el tema no está totalmente instalado en la opinión pública.

    Es desde la década de 1970 que el arbolado urbano ha comenzado ha ser visto más atentamente en todo el mundo. Gran cantidad de información proveniente de estudios e investigaciones, especialmente en Estados Unidos y Europa, han permitido comprender más profundamente la relación entre los árboles y el ambiente urbano, contribuyendo a la toma de decisiones más racionales por parte de los profesionales responsables de su planificación y manejo.

    En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, realizada en la ciudad de Río de Janeiro (Brasil) en 1992, todos los países participantes adoptaron la Agenda 21 (el Capítulo 11 trata sobre temas forestales), que consiste en un plan de acción sobre cómo puede actuar el mundo globalizado en favor del desarrollo sostenible, una obligación que –a su vez– también corresponde a los responsables de las áreas verdes y del arbolado público urbano; y aquí cabe precisar que si bien en una urbe muchos lugares pueden encontrarse forestados, algunos de ellos pueden no ser de acceso público (por ejemplo: los parques de acceso restringido, el arbolado de grandes residencias, etc.).

    En nuestros días el arbolado público urbano (y más específicamente, el arbolado de alineación), es un campo de enormes cambios alentados por investigaciones y trabajos muy recientes; pero los árboles de las nuevas plantaciones cuentan con un futuro más duro que el que tuvieron sus predecesores. Ellos se enfrentan a un entorno más hostil, con agresiones y alteraciones constantes, que el que se presentaba hace solo cuarenta o cincuenta años atrás: edificaciones de distinta altura que afectan el desarrollo normal de su copa, compactaciones del suelo más exigentes y modificación de sus principales propiedades fisicoquímicas, una menor base de sustentación por limitación del área de exploración radical, contaminación del aire por los gases de escape de los automotores y gases tóxicos industriales, recolección de las aguas pluviales y disminución de la cantidad de agua que infiltra al suelo debido a grandes superficies pavimentadas, presencia de aguas servidas con sustancias químicas, la competencia aérea y subterránea que generan los servicios públicos, manejos caprichosos y podas inadecuadas, etc.; muchos de los árboles existentes han sufrido este impacto.

    Como respuesta a este entorno más hostil la arboricultura urbana comprende una actividad científica y competente, capaz de proporcionar diversos beneficios a toda la comunidad, que ofrece un planteamiento moderno para el cuidado de los árboles en las ciudades, pero requiere planificación a largo plazo, coordinación profesional y participación local; al mismo tiempo es un instrumento idóneo para catalizar la participación comunitaria, en su rol de forjadora de nuevos y dinámicos nexos entre los miembros de esa sociedad.

    Actualmente, es en algunos los países desarrollados –mediante un fuerte énfasis en la existencia de áreas verdes dentro de la trama urbana– donde más se busca establecer la óptima relación sociedad-naturaleza; en estos contextos la arboricultura es una ciencia relativamente madura que se ha centrado en los beneficios ambientales y en el aspecto recreativo del arbolado urbano, concentrando asimismo las actividades de investigación y desarrollo sobre la materia.

    En América del Norte (fundamentalmente en los Estados Unidos), gracias a actividades concertadas y a la asignación de recursos considerables, la arboricultura urbana ha hecho rápidos avances.

    En Europa, pese a una larga tradición forestal, la investigación es todavía muy fragmentaria; a pesar de ello, comienzan a surgir proyectos de cooperación de actividades forestales urbanas, lo que presenta un panorama alentador.

    Para los países en desarrollo, la arboricultura urbana todavía es una ciencia en gestación, y en algunos casos está en su infancia; en ambas situaciones, se orienta hacia el estilo de las naciones más avanzadas. En estos países la acelerada urbanización genera fronteras difusas entre sectores urbanos, periurbanos y rurales, por lo que es común observar grandes ejemplares de áreas rurales incómodamente desarrollados en ciudades con escasa planificación.

    En los países más pobres (subdesarrollados), el primer cometido de la arboricultura urbana debe ser ayudar a cubrir las necesidades primarias (alimento, leña, madera); y, para ello, lo más indicado es la ordenación de recursos forestales con fines múltiples.

    A pesar de todos los beneficios con que la arboricultura puede contribuir al armónico desarrollo de las ciudades, su problemática está actualmente determinada por el hecho de que pocos municipios, departamentos o cualquier otra denominación político-administrativa dada a las provincias de un país, no dan al arbolado público su real importancia. Suele suceder que algunas administraciones no dediquen suficiente atención y no aporten un apoyo proporcional a las posibilidades de aliviar los problemas urbanos; es más, en ciertas ciudades los responsables de la toma de decisiones políticas y administrativas han mostrado la tendencia a considerar a la arboricultura urbana como una actividad poco prioritaria, que no deja rédito social ni político dentro de esa gestión de gobierno a la que pertenecen, sino que el rédito es recibido por los funcionarios de las administraciones siguientes, y que –por lo tanto– podría postergarse más fácilmente que otros planes.

    Además, a consecuencia de la incorrecta planificación –en algunos casos– o su falta –en otros–, se genera un arbolado anárquico que, muchas veces, enfrenta al árbol con el vecino sin permitirle al vecino valorar los beneficios que el árbol le aporta a la ciudad; y a esto debemos sumarle la existencia de normas que no se cumplen, o que son poco técnicas y muy generalistas, u otras falencias sobre el particular.

    Estos temas confluyeron para que hoy por hoy los árboles de la vía pública se hayan convertido en un elemento social discutido y apasionado, dejando de constituir una simple plantación en hilera de árboles en las aceras o cercanos al cordón de la calle.

    No es sencillo ser objetivo con el arbolado de alineación, el cual es fácil objeto de opinión, discusión y manipulación. Ningún otro elemento urbano despierta tantas pasiones, ni siquiera las áreas verdes (parques, plazas, paseos, etc.). Ningún otro elemento de la ciudad se encuentra sujeto a tantas presiones e intromisiones (vecinales, políticas, etc.) en su gestión. Presiones que llegan, a veces, a imponerse por encima del correcto criterio técnico.

    Pero es la asombrosa vitalidad de los propios árboles, su terca resistencia a agresiones, limitaciones y adversidades de todo tipo, la que está evitando su rápida desaparición, salvando los papeles de un arbolado urbano gestionado –generalmente– bajo unos parámetros que rozan la irracionalidad; pero esa pertinaz resistencia tiene un alto costo: la presencia –a veces generalizada– de árboles raquíticos, mutilados, antiestéticos y disfuncionales, que los convierte en elementos de riesgo en el entorno urbano.

    Así las cosas, no es extraño que todavía hoy se tienda a considerar a la arboricultura como una cuestión de carácter estético, relacionada con actividades de recreo y con el aspecto visual de una ciudad, o bien como una actividad de lujo que no merece un apoyo particular. Esto se debe, en parte, al nivel insuficiente de educación e información de los beneficios ambientales, económicos y biológicos que los árboles ofrecen al medio urbano, verdadero patrimonio natural de la ciudad. Pero esta situación está empezando a cambiar; poco a poco, se afirma una tendencia al cambio.

    No obstante, es menester que comprendamos que no se trata solo de plantar árboles en nuestras ciudades, sino más bien de proceder a la ordenación del bosque urbano mediante un manejo profesional. Es tiempo ya de considerar al arbolado de la ciudad como un servicio público más y un componente básico de la infraestructura urbana, esencial para mantener un medio ambiente idóneo para la vida sostenible y confortable.

    Sin embargo, si bien es cierto que es un patrimonio natural de la ciudad y es responsabilidad del Estado promover a su conservación mediante un plan de gestión y manejo (que incluye su planificación, la ejecución de lo planificado y el mantenimiento de lo realizado), no es menos cierto que al frentista también le cabe cierta responsabilidad: la puesta en práctica de trabajos culturales elementales (riegos, control de hormigas y otras tareas básicas, como el desmalezado y corte del césped próximo a los árboles).

    La necesidad de generar un plan maestro del arbolado público (y especialmente el arbolado público de alineación) surge a partir de la realidad que el mismo representa: el valioso patrimonio que significa para los habitantes de cualquier ciudad, que se ve deteriorado día a día por la acción del tiempo, el desconocimiento y los malos tratos. Por todo esto se hace necesario un plan de correcta gestión y manejo para protegerlo e incrementarlo para nuestro beneficio y el de las generaciones futuras.

    El conseguir, dentro del marco de la conciencia ambiental, el desarrollo de las áreas verdes en general y del arbolado público en particular, será uno de los principales desafíos del futuro; y para ello, en este milenio urbano, los arboricultores profesionales tendrán que saber colaborar con especialistas en ordenación del territorio, constructores de viviendas, autoridades municipales, comités de desarrollo y, también, considerar a los habitantes de las ciudades.

    Por último, es necesario aclarar la terminología empleada en este tratado. En la lengua castellana (español), al arbolado de la ciudad se lo denomina de varias maneras, según quién lo trate: arbolado público, arbolado urbano, bosque urbano, forestación urbana, arboricultura urbana, dasonomía urbana, e incluso como silvicultura urbana. Muchos especialistas forestales urbanos de los países industrializados utilizan indiferentemente las expresiones cultivo de zonas verdes urbanas, ingeniería forestal urbana y silvicultura o dasonomía urbana para referirse a toda zona forestal influida por la población urbana. En otras palabras, el tema confluye sobre los árboles y zonas arboladas en las ciudades: árboles de jardines y huertos, árboles de calles y parques, bosquecillos remanentes, y los que crecen en tierras baldías y abandonadas.

    En lengua inglesa esta cuestión está más definida, denominándosele como urban forestry o arboriculture en la mayoría de los casos (últimamente ha surgido la expresión urban and community forestry para referirse al tema de manera global). En los países industrializados, la dasonomía urbana (definición anglosajona) se ha centrado en el aspecto recreativo y los beneficios ambientales; en los países más pobres, el primer cometido de la silvicultura urbana (según la definición de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura, FAO) debe ser ayudar a cubrir las necesidades básicas, y para ello lo más indicado es la ordenación del recurso forestal con fines múltiples.

    Pero si bien, conceptualmente, no existe gran diferencia entre las definiciones más científicas y aclaratorias (dasonomía urbana¹ , silvicultura urbana² ) es menester, por una cuestión de practicidad y orden, adoptar una única e inequívoca denominación. Por lo tanto, en este tratado se considerarán comprendidos dentro de la arboricultura urbana a todos los aspectos de diseño, planificación, gestión y manejo relacionados con el arbolado urbano; se entiende que, en general, el manejo es individual mientras que los demás aspectos son de consideración grupal.

    Corresponde aclarar que la importancia de los tópicos y los objetivos tratados en esta obra pueden cambiar a la luz de la situación de cada lugar, según los recursos existentes, las políticas aplicadas y los fondos disponibles.

    ¹ Dasonomía urbana: es la ciencia agronómica que trata de la ordenación de los bosques y árboles dentro y alrededor de los centros de población. Parte de estudiar los beneficios derivados de los árboles urbanos, los impactos que sobre ellos causan las múltiples actividades domésticas, de construcción, vehiculares e industriales; las medidas de prevención, mitigación y corrección de tales problemas y los métodos para lograr un adecuado manejo y administración de estos recursos (Rivas Torres, 2001).

    ² Silvicultura urbana: es el enfoque planificado, integrado y sistemático del ordenamiento de árboles en zonas urbanas y periurbanas para que puedan hacer un aporte efectivo al bienestar fisiológico, sociológico y económico de la sociedad urbana. Es multifacético: trata de zonas boscosas, grupos de árboles y árboles solos en lugares donde viven densos conglomerados de personas, abarca una gran cantidad de hábitats (calles, parques, rincones abandonados, etc.) y se preocupa de una gran variedad de beneficios así como de problemas (Carter, 1996).

    2. El árbol

    El árbol, exquisita expresión de la naturaleza, es una formidable fábrica de producción de materia viva, con sus órganos especializados, sus mecanismos reguladores, sus sistemas de protección y de regeneración. Pero para poder manejarlos correctamente primero hay que conocerlos, saber desde cómo están formados hasta sus mecanismos biológicos de funcionamiento.

    En este capítulo no se tratará en profundidad ni la morfología ni la fisiología de los árboles por considerar que excede a la problemática que plantea la obra; no obstante, se mencionarán sus aspectos básicos más relevantes.

    El árbol está compuesto de tres partes bien diferenciadas, con morfología y funciones diferentes:

    • La raíz: que es una red ramificada subterránea cuya función fundamental es de absorción y anclaje, así como de acopio de reservas.

    • El tronco y las ramas: que actúan como soporte y permiten la conducción de sustancias, y también juegan un papel importante en el acopio de reservas.

    • Las hojas: que son los captadores solares para la planta, transformadores de energía, así como superficies de intercambio gaseoso.

    2.a. El árbol: sus partes y funciones.

    Durante su vida se producen dos acontecimientos simultáneos: el crecimiento y el desarrollo. Se denomina crecimiento al aumento cuantitativo de los órganos vegetativos (en altura del árbol, en volumen del tronco, raíz y copa). El desarrollo comprende la totalidad de los cambios cualitativos, de la forma y función (desde la germinación hasta la muerte).

    El crecimiento del árbol (y otras plantas) es el resultado de la división de las células vivas del tejido de formación. Todos los tejidos que componen el cuerpo del árbol se originan en diversos meristemas (todo tejido vegetal, ubicado en regiones más o menos definidas, donde ocurren continuas divisiones celulares que dan origen a células que crecen y se multiplican).

    Los tejidos meristemáticos se pueden catalogar de varias maneras (Valla, 1985; Esau, 1985), y entre otras se clasifican por su posición en el cuerpo de la planta, en:

    • Meristemas apicales: se hallan en los extremos de las raíces y tallos, y son los responsables del crecimiento de los mismos –incluida la extremidad caulinar de las yemas axilares–; a partir de ellos se produce el cuerpo primario de la planta. La mayoría de las dicotiledóneas pequeñas (no forestales y no arbustivas) y casi la totalidad de las monocotiledóneas forman todo su cuerpo a partir de meristemas apicales primarios.

    • Meristemas laterales: llamados cámbium y felógeno, aparecen como tales en ciertos tejidos ya algo diferenciados. El felógeno, que originará la peridermis, puede formarse en la corteza así como en el floema no funcional; y el cámbium, anillo de células parenquimáticas, puede originarse de remanentes de los meristemas apicales. Ambos meristemas laterales son responsables del crecimiento en grosor del cuerpo vegetal.

    • Meristemas intercalares: se hallan entre tejidos ya adultos, especialmente en monocotiledóneas, y están formados por porciones de los meristemas apicales que se separaron del ápice durante la ontogenia del vástago. Como las regiones más maduras corresponden a los nudos, los meristemas intercalares se hallan en el entrenudo y próximos a la región nodal. La función de estos meristemas es el alargamiento de los entrenudos, y también pueden servir para reconstruir la lámina foliar cuando esta fue parcialmente destruida.

    También se reconocen los meristemoides, que son agrupaciones de unas pocas células en división que se ubican entre las células ya diferenciadas de ciertos tejidos adultos. Ejemplos de estos se tienen en las células que originarán los estomas y las que forman tricomas (apéndices epidérmicos de forma, estructura y funciones diversas: pelos glandulares, protectores, absorbentes en las raíces, etc.).

    Todos los meristemas pueden presentar períodos de gran actividad seguidos de otros en que esta es prácticamente nula, principalmente en la época invernal, o de grandes sequías, etc.

    En los alrededores de la ciudad de Buenos Aires (Argentina) el crecimiento radical generalmente comienza ya en agosto, es decir antes del crecimiento de los brotes; este incremento de la raíz aminora (pero no se detiene) entre fines de septiembre y principios de octubre, mientras que el crecimiento de los brotes no llega a ser visible sino hasta principios o mediados de octubre. Luego, a medida que avanza la época estival, el calor del verano actúa de inhibidor, primero sobre las raíces (desacelerando su velocidad de crecimiento) y luego sobre los brotes (cesando o inhibiendo su desarrollo); no obstante, el crecimiento radical dura más tiempo que el de los brotes, llegando hasta mediados o fines de abril y finalizando a principios de junio (según la especie, aunque el calentamiento global –cambio climático– también puede modificar las fechas de inicio y fin de estas actividades).

    La brotación comienza en las zonas superiores de la copa, desde mediados de agosto hasta fines de octubre (en los árboles jóvenes la actividad fisiológica comienza antes y finaliza más tarde que en los árboles maduros). Desde fines de septiembre hasta fines de mayo el árbol crece en grosor; las coníferas comienzan más tarde que las frondosas a crecer en grosor.

    El desarrollo del árbol (ontogénesis o morfogénesis) se puede describir en tres fases importantes:

    • Joven (desde geminación hasta floración): en esta etapa los árboles crecen muy rápido y soportan más la sombra, pero son más sensibles a la sequía que los árboles viejos, y la regeneración de tejidos es muy activa (enraizamiento, curación de las heridas). Al final de esta fase, primero se va deteniendo el desarrollo en altura y luego en grosor. Las especies heliófilas culminan antes que las especies de sombra o umbrófilas.

    • Adulto (madurez inicial): la intensidad del crecimiento y su capacidad de adaptación comienzan a disminuir lentamente. Es el estado de la reproducción generativa, es decir de la formación de flores y fructificación. La capacidad de regeneración baja, especialmente en la zona radical.

    • Viejo (madurez final): es el último y más largo estado de madurez, cuando el crecimiento se detiene poco a poco, al igual que la fructificación y muchos otros procesos. Los árboles son cada vez más sensibles a enfermedades, y la regeneración de la zona radical finaliza. Al final de esta etapa las zonas superiores de la copa comienzan a morir lentamente a consecuencia de la baja alimentación; y, previo a la muerte del ejemplar, se observa la aparición de brotes en el tronco y en la parte baja de las ramas principales.

    Los procesos de envejecimiento se deben a causas internas (endógenas) y tienen un carácter irreversible, a diferencia del aparente envejecimiento que se produce a causa de situaciones externas (exógenas) y que pueden ser reversibles.

    Entre estos tres estados no existen límites temporales concretos, los cuales pueden verse afectados por las condiciones medioambientales.

    Dentro de la sistemática botánica, a las distintas especies arbóreas se las puede considerar comprendidas en dos grandes subdivisiones dentro del reino vegetal: gimnospermas y angiospermas; a las primeras pertenecen cuatro órdenes botánicos (Coniferales, Ginkgoales, Cicadales y Gnetales) y a las segundas dos clases (Monocotiledóneas y Dicotiledóneas). La tipología particular de cada una de ellas puede observarse en el cuadro 2.b.

    2.1. La raíz

    2.1.1. Estructura

    La raíz es la parte subterránea del árbol, que al igual que la parte aérea se encuentra ramificada; juega un papel de anclaje, absorción, conducción y de acopio de reservas.

    Su crecimiento en volumen es función de la especie, desarrollo propio del ejemplar y de las condiciones edáficas y ambientales; además, su buen desarrollo condiciona la sanidad del árbol, y por lo tanto gran parte de los futuros gastos de mantenimiento. Por este motivo, los trabajos de preparación del suelo para la plantación son esenciales, de la misma forma que las dimensiones de los sitios de plantación y la calidad de la tierra aportada. Se debe considerar que los árboles que se comercializan con tierra (en maceta o en terrón) vienen con un volumen de tierra de unos 20 litros, debiéndoseles asegurar un volumen de exploración –y calidad de tierra– varias veces superior, de modo de garantizar el desarrollo radical y la supervivencia del ejemplar durante los primeros años de vida en su sitio definitivo.

    Es costumbre decir que la superficie explorada por las raíces es equivalente a la de la proyección de la copa sobre el suelo pero, en general, el sistema radical sobrepasa la proyección de la copa –normalmente de 1 a 2 metros, y en casos extremos más de 20 metros (por ejemplo, Prosopis sp., en zonas semiáridas)–, permitiéndole al árbol explorar intensamente el suelo para cubrir las necesidades de agua y minerales, y asegurar su fijación. En la figura 2.1.1. puede observarse cómo es la distribución de las raíces según sea el suelo en que se desarrolla y la disponibilidad hídrica: en un valle con pastizales naturales y clima templado, o en sabanas de ambientes semiáridos y suelos arenosos.

    2.b. Características principales de gimnospermas y angiospermas arbóreas.

    2.1.1. Comparación del desarrollo de las raíces del algarrobo negro o dulce (Prosopis flexuosa) según el suelo en que prospere (ejemplo para la zona semidesértica de Argentina).

    Según Kusche y Siewniak (1990), esta parte subterránea equivale a alrededor de un 25% de la totalidad de la masa arbórea (por ejemplo: en pino entre 10-20% de la masa total del árbol corresponde a la raíz; en roble 14-20%; en haya 5-15%; en abeto rojo 15-25%, y en abeto blanco 14-22%), siendo de 2 a 3 veces superior la proporción radical en suelos no óptimos, pero estos datos son para Europa (con otros suelos y diferentes condiciones ambientales).

    La estructura de las raíces es similar a la del tronco y a la de las ramas, sin embargo falta la capa de la corteza y en ella no existen nudos ni entrenudos, siendo la rizodermis el tejido externo de la raíz. En su madera hay más parénquima, las células son mayores y las paredes son menos lignificadas que en la madera del tronco, lo cual la transforma en más ligera que esta última.

    La raíz se inicia en el cuello de la planta (base del tronco) y se ramifica a nivel del suelo en las raíces primarias (de mayor grosor), de las cuales se originan las raíces secundarias (de menor grosor), y así sucesivamente hasta llegar a las raíces más finas (raicillas o radicelas), en las cuales se encuentran los pelos radicales; a diferencia de la parte aérea no presenta nudos ni entrenudos. La sumatoria de todas ellas, más el ambiente donde se encuentran, conforman el sistema radical.

    A continuación se describirán los sistemas radicales en función de su desarrollo natural, en un espacio libre y sin limitaciones de ninguna clase, muy distinto a lo que ocurre cuando se extraen árboles de un vivero para luego colocarlos en macetas.

    En la naturaleza los sistemas radicales de los árboles poseen características particulares según la especie, pero pueden ser modificados considerablemente por las condiciones ambientales y espaciales en las cuales deben desarrollarse. A grandes rasgos, según su origen, las raíces se pueden dividir en: pivotantes y adventicias; las demás clasificaciones que pueden hacerse (por su forma, por el medio en que se desarrollan, etc.), no serán consideradas a los fines del arbolado urbano.

    Las típicas raíces pivotantes (originadas en la radícula del embrión, y que terminará formando la raíz primaria) son características de las gimnospermas (Pinus, Cedrus, Arauraria, Cupressus), y también se presentan en Ulmus y Quercus. En ellos el tronco se prolonga subterráneamente, en forma axial, como raíz principal y muy ramificada (pero sin perder la condición de pivotante); y la profundidad que alcanza el eje central, y las ramificaciones que origina, permiten no solo la fijación sino la absorción de agua a grandes profundidades.

    Las raíces adventicias no se originan en la radícula sino a partir de otros órganos del árbol, como la raíz primaria (en la mayoría de los casos, aunque hay casos extremos –Ficus religiosa– en donde algunas raíces adventicias pueden originarse en el tronco y en las ramas). Estas raíces adventicias se dan mayormente en las especies frondosas, en las cuales las raíces principales –junto con las restantes– forman un sistema radical compacto; la aparición de estas raíces es fundamental cuando se espera tener éxito en el trasplante de árboles y arbustos a raíz desnuda. Entre las especies frondosas, las que se caracterizan por poseer raíces superficiales se distinguen por su formación de raíces principales horizontales con raíces secundarias que tienden a la verticalidad.

    Un caso particular es el de las raíces que pueden emitir yemas adventicias (raíces gemíferas), como las que presenta el álamo blanco o plateado (Populus alba), las que pueden emplearse para la multiplicación y obtención de nuevos árboles.

    Los ejemplares de producción (viveros) puestos a la venta presentan características diferentes en lo que se refiere a su desarrollo natural, en especial en su sistema radical. Cuando se extrae un árbol de una línea de producción forestal del vivero, primero se mutila su sistema radical (al amputarle gran parte de sus raíces) y luego se lo confina en recipientes o macetas de 20 ó 30 litros de capacidad (limitando su desarrollo). En estos casos se observa que las nuevas raíces crecen retorcidas (dobladas sobre sí mismas, girando sobre la horizontal), lo que se traducirá en plantas con sistemas radicales no óptimos. Si bien en las frondosas este inconveniente puede minimizarse (cuando la planta comience a desarrollar nuevas raíces en el lugar de plantación definitivo), en las coníferas esto no es así ya que cuando las plantas son extraídas del vivero se les corta la raíz principal, obligando al ejemplar a desarrollar una nueva configuración de raíces que no es propia de la especie, atentando contra la futura estabilidad del mismo.

    2.1.1. Tipos principales de raíces en árboles.

    2.1.1. La falta de espacio determina un desarrollo no armónico de la raíz. Gentileza: Groasis

    Desde el punto de vista de la estabilidad del ejemplar, y más allá de aumentar considerablemente el volumen de suelo explorado, la densidad radical tiene gran importancia. En general, los árboles frondosos enraízan más densamente que las coníferas; sin embargo, entre estas, los alerces (Larix y Fitzroya) y los abetos (Abies) lo hacen bastante intensamente, mientras que dentro de las frondosas los robles (Quercus) y los olmos (Ulmus) son los que tienen menor densidad radical. Los sistemas radicales muy densos son típicos de los árboles de raíz acorazonada (por ejemplo, fresno –Fraxinus–, aliso –Alnus–, tilo –Tilia–).

    En un ambiente ideal (con óptima calidad edáfica y buen aporte hídrico) se pueden encontrar raíces hasta una profundidad de suelo de 10 metros. Como contrapartida, en las ciudades la extensión en profundidad de los sistemas radicales no puede generalizarse tanto, ya que bajo condiciones urbanas (relleno de suelos, compactados, pavimentados) la mayoría de las raíces se encuentran –debido a su mejor suministro de oxígeno– en los 100 centímetros superiores, pudiendo estar entrelazadas las raíces de varios ejemplares debido a las irregularidades fisicoquímicas del suelo o a su proximidad.

    El hecho de que la mayor parte de la cabellera radical se encuentre cerca de la superficie del suelo explica por qué hay que tomar precauciones cuando trabajamos próximos al árbol: la compactación del suelo induce su impermeabilización y modifica sus condiciones, pudiendo provocar la muerte de las raicillas por deterioro mecánico, por falta de agua (la compactación reduce o impide la llegada de agua) o por asfixia (ya que las raíces también respiran y efectúan intercambio gaseoso). De la misma forma, un desmonte de la capa superficial de tierra próxima al árbol (decapitación), o el trasplante de un ejemplar ya desarrollado, puede eliminar una gran parte del sistema radical. En ambos casos asistimos a un decaimiento del árbol, que nos obliga a efectuar una poda para disminuir proporcionalmente el volumen de la copa con el fin de equilibrar las necesidades de la parte aérea con la capacidad de absorción de las raíces. Este equilibrio es una de las claves en la conducción de los árboles. Cualquier intervención importante sobre una parte, tiene repercusiones sobre la otra; el deterioro del sistema radical puede acarrear el debilitamiento de la copa y, por lo tanto, puede obligar a realizar una poda severa. A la inversa, una poda importante conlleva la muerte de una parte de las raíces.

    2.1.2. Función

    Aquí, a modo ilustrativo,

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