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El evangelio según Breaking Bad
El evangelio según Breaking Bad
El evangelio según Breaking Bad
Libro electrónico224 páginas3 horas

El evangelio según Breaking Bad

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El responsable de Breaking Bad, Vince Gilligan quiere creer que existe el cielo, pero "no puede no creer" que exista un infierno. A través de esta fascinante serie que muestra la impactante y trágica vida y momentos de Walter White, Gilligan ofrece su singular visión en un universo moralmente amoral, un lugar que no se diferencia mucho del mundo en que vivimos. Esta serie de televisión aclamada por la crítica busca responder a la pregunta: "En un mundo aparentemente en caos, ¿Puede prevalecer finalmente la justicia?"

El evangelio según Breaking Bad ofrece una completa perspectiva cristiana del éxito de público y crítica de la AMC. Cubriendo temas teológicos profundos como la identidad, la muerte, la justicia, el poder, el destino, el libre albedrío y el mismo Evangelio, los lectores se verán obligados a pensar con más profundidad en las preguntas universales que Breaking Bad plantea. En las secciones que cubren los colores y metáforas de Breaking Bad, los fans también llegarán a una mayor apreciación de la serie de televisión mejor realizada de la historia reciente.

Más que simplemente ofrecer un entretenido viaje en furgoneta a través del desierto de Albuquerque, Breaking Bad presenta dos personajes únicos: Walter White y Jesse Pinkman. Cada uno de ellos tiene trayectorias notablemente distintas en sus vidas. ¿Será redimido alguno de ellos al final de la serie? ¿Qué nos dicen de nosotros mismos nuestras reacciones a sus historias?

A través de estas historias y más, El evangelio según Breaking Bad busca contarnos la más antigua de las historias a través de una de la historias más viscerales y atrayentes del presente. Como la autora Madeline L'Engle escribió: "Quizás has de conocer la oscuridad antes de poder apreciar la luz".

IdiomaEspañol
EditorialAtWords Press
Fecha de lanzamiento14 nov 2019
ISBN9781507168202
El evangelio según Breaking Bad

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    El evangelio según Breaking Bad - Blake Atwood

    El evangelio según

    Breaking Bad

    BLAKE ATWOOD

    Todos los derechos reservados

    Ninguna parte de este libro puede ser reproducida o transmitida en forma o medio alguno, ya sea electrónico o mecánico, incluyendo fotocopias, grabaciones, o por ningún medio de almacenamiento o recuperación de la información, sin permiso escrito del autor.

    ––––––––

    Renuncia de responsabilidad

    Este libro no fue autorizado, preparado, aprobado, cedido ni apoyado por la AMC ni ninguna otra persona o entidad relacionada con la serie de televisión Breaking Bad. Breaking Bad es una serie producida por  Bridge Entertainment, Gran Via Productions, y Sony Pictures Television.

    ––––––––

    Publicado por AtWords Press

    1. Mi nombre es Walter Hartwell White.

    Una introducción como ninguna

    ––––––––

    2. ¡Dí mi nombre!

    Eres  Heisenberg

    3.  Azul, amarillo, rosa, lo que sea, hombre.

    Coloréame al mal

    ––––––––

    4. Cáncer de pulmón. No es operable. 

    Una bomba mortal de tiempo

    ––––––––

    5. ¡Mejor llamar a Saúl!

    Justificando lo injusto

    ––––––––

    6. ¡Yo soy el que llama a la puerta!

    La arrogancia infernal de Heisenberg

    ––––––––

    7. He tomado una serie de muy malas decisiones. 

    Destino frente a libre albedrío

    ––––––––

    8. Era un perro problemático. 

    Descubriendo un centro moral

    ––––––––

    9. Eres un narcotraficante. 

    La droga que no se detiene ante nada

    ––––––––

    10. ¿Qué haría un hombre, Walter? 

    Crecimiento, caída, transformación

    ––––––––

    11. Estoy en el negocio de los imperios. 

    El fin está cerca

    ––––––––

    12. Lo que quieres es que te echen de menos. 

    Simpatía por el diablo

    Nota del autor a la primera edición

    La primera edición de El evangelio según Breaking Bad  fue escrita y publicada como libro electrónico antes de que se emitieran los ocho episodios finales de la serie. Como consecuencia de esto, en las páginas que siguen leerás acerca de cuestiones que ya han sido contestadas y de hipótesis que ya han demostrado ser ciertas, o, más probablemente, falsas.

    Gran parte del atractivo popular de la serie, especialmente cuando derivaba a su épica conclusión, era la salvaje especulación sobre cómo iba a terminar. Internet explosionó con multitud de escenarios acerca de cómo terminaría el partido para Walter White, y algunos de estos demostraron ser ridículos, aunque unos pocos probaron ser bastante acertados.

    Varias de estas especulaciones, incluyendo las mías, han sido registradas en este libro.

    Tras finalizar la serie, tenía la intención de reescribir gran parte del texto que cuestionaba el final de misma. Sin embargo, he dejado muchas de mis preguntas y elucubraciones intactas. Al escribir el último capítulo de la primera edición, que era una actualización que fue publicada tras el final de la serie, descubrí que mis expectativas sobre la misma terminaron cambiando mi interpretación de Breaking Bad como conjunto.

    Tal y como con frecuencia hacen las grandes obras de arte, la serie colocó frente a mí un espejo que reveló más acerca de mí mismo de lo que nunca quise descubrir.

    Mi nombre es Walter Hartwell White.

    UNA INTRODUCCIÓN COMO NINGUNA

    AUNQUE NO cuestiono que seas un acérrimo fan de la serie, permíteme recordar la escena inicial de Breaking Bad, una introducción acelerada in media res como ninguna otra antes en la historia de la televisión. El impacto instantáneamente memorable de la introducción al fascinante universo de Breaking Bad atrapó desde el primer momento a los televidentes. De hecho, fue la primera página del guión la que hizo que Bryan Cranston firmase para convertirse en Walter White.[1]

    Breaking Bad comienza enfocando unos cactus al suroeste de Estados Unidos, la cámara atraviesa una formación rocosa, y luego sigue el vuelo a tierra de un par de pantalones anónimos, que son aplastados contra el suelo por una Winnebago derrapando a la fuga.

    Vestido solo con una máscara de gas y unos calzoncillos ajustados, nuestro supuesto héroe conduce el vehículo en frenética desesperación. A través de rápidos cortes, podemos ver el porqué: alguien en el asiento del pasajero, que también lleva una máscara de gas, aunque mucho más vestido, yace inerte. Dos cuerpos también inmóviles resbalan en algún líquido oscuro que cubre el suelo de la parte trasera del vehículo, que también está sembrada de equipamiento químico.

    Mientras la máscara de gas del conductor se nubla, la caravana derrapa por el carril de arena y el laboratorio químico ambulante se hunde en una zanja. Tambaleándose fuera del Winnebago, el conductor se quita la máscara de gas y sufre de un aparente ataque de ansiedad, pero toma el calculado aunque aparentemente innecesario paso de retroceder para vestirse una camisa verde de botones. Inhalando una bocanada de aire, corre de vuelta a la caravana, agarra una pistola de uno de los cuerpos aparentemente muertos, y recupera su cartera y videocámara de la guantera.

    De vuelta afuera, graba lo que cree que será su última voluntad y testamento, con un fondo de sirenas que se aproximan:

    Mi nombre es Walter Hartwell White. Vivo en el 308 de  Negra Arroyo Lane, en Albuquerque, Nuevo Mexico, 87104. Para todas las entidades que hacen cumplir la ley, esto no es una admisión de culpabilidad. Estoy hablando a mi familia. [Él tapa la cámara con la mano, evitando que los futuros espectadores vean las lágrimas en sus ojos. Se repone antes de continuar]. Skyler, eres el amor de mi vida. Espero que lo sepas. Walter Junior, eres mi grandullón. Van a pasar, van a pasar algunas. . . cosas. . . cosas que sabrás sobre mí en los próximos días. Solo quiero que sepas que, sin importar lo que me hagan parecer, te llevo en mi corazón. [Mira detrás de sí]. Adiós.

    Mientras las sirenas se intensifican, Walter coloca su cartera y la videocámara en el suelo. Su gesto cambia instantáneamente de parecer alguien con el corazón destrozado, a alguien con una determinación de acero. La cámara sigue a Walter mientras saca la pistola que había guardado en la parte de atrás de su ropa interior. Camina hacia la mitad de la carretera como Billy el Niño en sólo ante el peligro. Sin pantalones, pero sin importarle, apunta la pistola hacia quienes lo están siguiendo.

    Fundido al negro.

    Títulos de crédito.

    Cerramos la boca, abierta de par en par.

    ––––––––

    EL PRIMER IMPACTO

    Existen momentos en la vida en los que sabes que estás contemplando algo mejor de lo habitual. Una vocecita interior te dice que esto podría ser verdaderamente bueno. Que deberías darle una oportunidad. Puede que sea un libro, un programa de televisión, o incluso una relación, pero tiene un punto de grandeza que tu alma casi puede paladear. Son esos momentos en la vida que desearías poder revivir para experimentarlos como la primera vez. Lo podríamos comparar con buscar la ventana, pero ya llegaremos a eso en su momento.

    Quisiera recordar mis pensamientos cuando vi por primera vez el episodio inicial de Breaking Bad en la AMC el 20 de enero de 2008. ¿Quedé fascinado por la serie desde su inicio? ¿Pensaba que era la mejor serie de televisión del momento? ¿Disfruté más de la trama o de la cinematografía del primer episodio? ¿Temí que (incluso para la televisión por cable) la serie fuese demasiado oscura, destinada sin esperanza a una sola temporada, agradecida por la sobredosis de aplauso de la crítica pero asesinada por el rechazo popular? ¿Pude intuir que montones de horas de mi vida estaban a punto de ser secuestradas por un profesor de química traficante de meta y su marginado y adicto aprendiz? ¿Sabía que acababa de tomar mi primera dosis de una sustancia altamente adictiva y me había gustado?

    Desafortunadamente, no registré mis pensamientos por aquel entonces. Lo que sé es que cada vez la serie se volvía más impresionante en su actuación, guión, trama e intensidad. Conseguía elevar las apuestas a un nivel absurdo pero creíble cada episodio, y hacía que mi boca se abriese de la impresión. Al aumentar mi fascinación por la serie me preguntaba:

    •  ¿Por qué estoy tan atrapado de una serie de televisión que se aleja tanto de mi vida normal?

    •  ¿Por qué me importa tanto que estos individuos se corrompan más, ahogándose en las cenagosas aguas de sus propias decisiones morales?

    •  ¿Por qué me impacta tanto cuando aun los monstruos bienintencionados se comportan como monstruos?

    •  ¿Por qué me alegro cuando le pasan cosas malas a los malos?

    •  ¿Por qué estoy esperando la redención de Walter?

    A lo largo de cinco temporadas llenas de suspense, me he sentado al borde del asiento mientras concluía un episodio, esperando contra esperanza que esta fuese la vez en que Walt lo hiciese todo bien, solo para verlo retroceder hacia una vida de crimen que idolatraba a Scarface,  y hacia una ansia desquiciada de poder que era demasiado real para su familia, compañeros de trabajo, y compañeros de cocina.

    ¿Qué era lo que me atrapaba tanto de este inocente hombre de a pie que se convertía en un fabricante y distribuidor de meta? ¿Qué tenía este antiguo estudiante y aprendiz, Jesse, que me hacía desear que fuese él quien se redimiese al final? ¿Por qué esas tramas intrincadas, tan increíblemente filmadas y puestas en marcha con tanta meticulosidad y paciencia,  me hacían preguntarme lo que haría yo en situaciones similares? ¿Cómo se habían introducido temas tan grandes y antiguos como la justicia, la venganza, el orgullo y la muerte en un drama del siglo XXI ambientado en Albuquerque, Nuevo México?

    ¿Cómo era que algo tan luminoso como el Evangelio brillaba en una serie tan oscura?

    Mientras me acompañas a buscar las respuestas a estas preguntas, te ruego que, ya sea que te hayas vuelto malo ya o no, consideres este libro de la misma forma que yo hice con el episodio de apertura: Esto puede ser muy bueno, debería darle una oportunidad.

    También tengo una advertencia para cualquier lector que no haya visto la totalidad de Breaking Bad: para de leer. Este libro tiene más spoilers que una convención de automóviles clásicos. Si quieres disfrutar de la serie sin conocer los puntos principales de la trama, no continúes. Acábate de ver la serie, y luego vuelve y profundiza en ella utilizando este libro.  Puedo esperar.

    LA PEOR IDEA

    Breaking Bad nunca debería haberse realizado. Un protagonista de mediana edad y clase social media recibe su sentencia de muerte en el episodio inicial. Este improbable antihéroe se sumerge entonces en una dura vida criminal, cocinando meta. Después de escuchar la idea de la serie, Michael Lynton de Sony le dijo a Vince Gilligan que es la peor idea para una serie de televisión que he escuchado en mi vida.[2] Weeds, una serie que también se basa en el tráfico de drogas para ayudar a la familia, estaba a punto de debutar en horario de máxima audiencia. El panorama de la televisión en 2008 no había visto u oído nada como Breaking Bad, y eso es algo que cualquiera que haya visto el primer episodio puede afirmar.

    ¿Qué cadena de televisión en su sano juicio iría en esa dirección? Una cadena ebria por el éxito inicial de su primera serie original.

    Justo un año antes del debut de Breaking Bad, AMC emitió Mad Men, una interesante serie de época ambientada en una agencia de publicidad de los sesenta. Mad Men sigue las adúlteras andanzas del apuesto Don Draper, y recrea los rápidos cambios culturales de los sesenta como si fuesen personajes en sí mismos. AMC se deleito tanto con el éxito popular como con el de la crítica que obtuvo Mad Men, una serie que ganó cuatro Emmys consecutivos como mejor serie dramática durante sus primeras cuatro temporadas.[3]

    De acuerdo al crítico de televisión y autor Alan Sepinwall, AMC recibió muchos guiones para dramas de época debido al éxito de Mad Men. Pero la AMC inteligentemente huyó tan lejos como pudo de su serie angular. ¿Qué mejor forma de demostrar la diversidad de su contenido que contrastar el aspecto moderno, suave y chic de los sesenta con el de un hombre en calzoncillos en el desierto? Así dieron luz verde a Breaking Bad, una serie completamente moderna (incluso post moderna), para gran sorpresa y deleite de su creador, Vince Gilligan.[4]

    El panorama televisivo de los tardíos años 2000 estaba a punto de sumergirse en las oscuras sombras de White y el azul cristal de su meta.

    EL UNIVERSO MORAL DE BREAKING BAD

    El creador de la serie, Vince Gilligan, resumió la moralidad de Breaking Bad en una entrevista al New York Times en 2011:

    Si hay una gran lección en Breaking Bad, es que las acciones tienen consecuencias. Si la religión fuese solamente una reacción del hombre, creo que representa el deseo humano de que los que hacen el mal sean castigados. Odio pensar que Idi Amín viviese en Arabia Saudí durante los últimos 25 años de su vida.  Me molesta en extremo. Siento algún tipo de necesidad de expiación bíblica, de justicia o algo así. Me gusta creer que hay algo que salda las cuentas, que el karma entra en funcionamiento en algún momento, incluso si tarda años o décadas en suceder. Mi novia dice una gran frase que se ha convertido también en mi filosofía: 'Quiero creer que existe un cielo. Pero no puedo creer que no exista un infierno’.[5]

    ––––––––

    Como antiguo acólito de una escuela católica, Gilligan entiende el juicio y la eterna batalla del bien y el mal. A través de las lentes de su serie, podemos ver algo de su sistema de creencias, pero yo diría que Breaking Bad revela más acerca de las creencias americanas en su conjunto que de las singulares y fascinantes visiones de 44 minutos de Gilligan.

    De hecho, en la entrevista citada arriba, el periodista David Segal relata como la serie tocó la fibra del hombre común. Al contrario que con Mad Men, el otro show popular de la AMC que debutó a las audiencias en 2008, las ciudades donde más se veía Breaking Bad eran Albuquerque/Santa Fe, Kansas City, y Memphis. Sin embargo lo normal es que las series de alta categoría tengan una gran cuota de mercado en la ciudad de Nueva York y Los Angeles, las mecas del entretenimiento en América.  Para Segal, esto parece convertir a Gilligan en el Primer autor verdaderamente para estados republicanos. Sus personajes tocan las vidas americanas promedio en un lugar promedio de América, y están llenos de problemas que tiene el americano promedio. Además hablan como los americanos promedio, y habitan en un reino de ambigüedades morales supervisados por un hombre que tiene un perverso sentido del humor y un sentido altamente refinado del bien y el mal.

    En 2011, el comentarista cultural Chuck Klosterman expuso por qué cree que Breaking Bad era la mejor serie de televisión, por encima de productos tan notables como The Wire, Los Soprano, y Mad Men. "Hay una profunda diferencia entre esta serie y las otras tres, y tiene que ver con su manejo de la moralidad: Breaking Bad es la única que se cimenta sobre la incómoda premisa de que hay una diferencia irrefutable entre lo que está bien y lo que está mal, y es la única en la que los personajes tienen verdadero control sobre cómo eligen vivir".[6]

    En su conjunto, Breaking Bad es una obra moralista postmoderna. En otras palabras, es una obra anti moralista. Esto no quiere decir que la serie sea amoral —ni mucho menos— sino que la conclusión predeterminada de una obra moralista, que es la redención del protagonista, no sucede al final de la serie. Por lo menos es lo que dijo Gilligan cuando relató su objetivo para la serie: ver a Mr. Chips convertido en Scarface. Irónicamente, un periódico evangélico británico fue el que publicó por primera vez la historia Adiós, Mr. Chips, una obra que recuenta las modestas metas de un virtuoso profesor de escuela. Al contrastar un personaje tan sereno con el Tony Montana de Scarface, un personaje de ficción que se ha convertido en el icono del poder, el prestigio y la violencia, Gilligan se impuso a sí mismo una enorme tarea. ¿Cuán lejos podía hacer llegar a Walter White? Para cumplir con esta drástica transformación nunca antes vista en televisión, tendría que atacar a Walter con dos de las tentaciones más grandes que ofrece este mundo: el dinero y el poder.

    En las obras moralistas medievales, los actores representaban ciertas virtudes y vicios que luchaban por el alma del héroe. Ya que se cree que este tipo de obras fueron creadas por los monjes del siglo XIII, su simple estructura en tres partes no debería sorprendernos:

    Un hombre inocente entra en escena.

    El hombre cae en la tentación en su lucha con el Diablo, el mundo y la carne.

    El hombre se arrepiente de sus malas obras y se vuelve a Dios para que lo ayude.

    En los primeros cuatro minutos del primer episodio, se nos muestra que este hombre no

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