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Comentario bíblico con aplicación NVI Mateo: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea
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Comentario bíblico con aplicación NVI Mateo: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea
Libro electrónico1714 páginas37 horas

Comentario bíblico con aplicación NVI Mateo: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea

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La mayoría de los comentarios bíblicos solo son un viaje de ida: nos llevan del siglo veintiuno al siglo primero. Pero nos dejan allí, dando por sentado que de algún modo sabremos regresar por nosotros mismos. Dicho de otro modo, se centran en el significado original del pasaje, sin embargo, no se adentran en su aplicación a la vida contemporánea. La información que ofrecen es muy valiosa, pero resulta tan solo una ayuda a medias.Los Comentarios Bíblicos con Aplicación NVI nos ayudan con las dos partes de la tarea interpretativa, es decir, también nos ayudan a aplicar un mensaje de otra época a nuestro contexto actual. Esta serie no solo nos explica lo que significó para los lectores originales, sino que nos demuestra que también hay un mensaje poderoso para la iglesia de hoy.Para lograrlo analiza cada pasaje en tres partes:1. Sentido original.2. Construyendo puentes entre los contextos del autor bíblico y el nuestro.3. Significado contemporáneo
IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento30 ago 2016
ISBN9780829759341
Comentario bíblico con aplicación NVI Mateo: Del texto bíblico a una aplicación contemporánea
Autor

Michael J. Wilkins

Michael J. Wilkins (PhD, Fuller Theological Seminary) is dean of the faculty and professor of New Testament language and literature at Talbot School of Theology, Biola University, and the author of several books.

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    Comentario bíblico con aplicación NVI Mateo - Michael J. Wilkins

    Introducción a la serie CBA NVI

    Los Comentarios bíblicos con aplicación: serie NVI son únicos. La mayoría de los comentarios bíblicos nos ayudan a recorrer el trecho que va desde el siglo XXI al siglo I. Nos permiten cruzar las barreras temporales, culturales, idiomáticas y geográficas que nos separan del mundo bíblico. Sin embargo, solo nos ofrecen un billete de ida al pasado y asumen que nosotros mismos podemos, de algún modo, hacer el viaje de regreso por nuestra cuenta. Una vez nos han explicado el sentido original de un libro o pasaje, estos comentarios nos brindan poca o ninguna ayuda para explorar su significado contemporáneo. La información que nos ofrecen es sin duda valiosa, pero la tarea ha quedado a medias.

    Recientemente, algunos comentarios han incluido un poco de aplicación contemporánea como una de sus metas. No obstante, las aplicaciones son a menudo imprecisas o moralizadoras, y algunos volúmenes parecen más sermones escritos que comentarios.

    La meta principal de los Comentarios bíblicos con aplicación: serie NVI es ayudarte con la tarea, difícil pero vital, de trasladar un mensaje antiguo a un contexto moderno. La serie no se centra en la aplicación solamente como un producto acabado, sino que te ayuda también a pensar detenidamente en el proceso por el que se pasa del sentido original de un pasaje a su significado contemporáneo. Son verdaderos comentarios, no exposiciones populares. Se trata de obras de referencia, no de literatura devocional.

    El formato de la serie ha sido concebido para conseguir la meta propuesta. El tratamiento de cada pasaje se lleva a cabo en tres secciones: Sentido Original, Construyendo Puentes, y Significado Contemporáneo.

    Sentido Original

    Esta sección te ayuda a entender el significado del texto bíblico en su contexto del siglo I. En este apartado se tratan de manera concisa todos los elementos de la exégesis tradicional, a saber, el contexto histórico, literario y cultural del pasaje. Los autores analizan cuestiones relacionadas con la gramática, la sintaxis y el significado de las palabras bíblicas. Se esfuerzan asimismo en explorar las principales ideas del pasaje y el modo en que el autor bíblico desarrolla tales ideas.¹

    Tras leer esta sección, el lector entenderá los problemas, preguntas y preocupaciones de los primeros receptores y el modo en que el autor bíblico trató tales cuestiones. Esta comprensión es fundamental para cualquier aplicación legítima del texto en nuestros días.

    Construyendo Puentes

    Como indica el título, en esta sección se construye un puente entre el mundo de la Biblia y el de nuestros días, entre el contexto original y el moderno, analizando tanto los aspectos circunstanciales del texto como los intemporales.

    La Palabra de Dios tiene un aspecto circunstancial. Los autores de la Escritura dirigieron sus palabras a situaciones, problemas y cuestiones específicas. Pablo advirtió a los gálatas sobre las consecuencias de circuncidarse y los peligros de intentar justificarse por la ley (Gá 5:2-5). El autor de Hebreos se esforzó en convencer a sus lectores de que Cristo es superior a Moisés, a los sacerdotes aarónicos y a los sacrificios veterotestamentarios. Juan instó a sus lectores a someter a prueba a los profetas que enseñaban una forma de gnosticismo incipiente (1Jn 4:1-6). En cada uno de estos casos, la naturaleza circunstancial de la Escritura nos capacita para escuchar la Palabra de Dios en situaciones que fueron concretas y no abstractas.

    No obstante, esta misma naturaleza circunstancial de la Escritura también crea problemas. Nuestras situaciones, dificultades y preguntas no siempre están relacionadas directamente con las que afrontaban los primeros receptores de la Biblia. Por tanto, la Palabra de Dios para ellos no siempre nos parece pertinente a nosotros. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que alguien te instó a circuncidarte, afirmando que era una parte necesaria de la justificación? ¿A cuántas personas de nuestros días les inquieta la cuestión de si Cristo es o no superior a los sacerdotes aarónicos? ¿Y hasta qué punto puede una prueba diseñada para detectar el gnosticismo incipiente ser de algún valor en una cultura moderna?

    Afortunadamente, las Escrituras no son únicamente documentos circunstanciales, sino también intemporales. Del mismo modo que Dios habló a los primeros receptores, sigue hablándonos a nosotros a través de las páginas de la Escritura. Puesto que compartimos la común condición de humanos con las gentes de la Biblia, descubrimos una dimensión universal en los problemas a los que tenían que hacer frente y en las soluciones que Dios les dio. La naturaleza intemporal de la Escritura hace posible que nos hable con poder en cualquier momento histórico y en cualquier cultura.

    Quienes dejan de reconocer que la Escritura tiene una dimensión circunstancial y otra intemporal se acarrean muchos problemas. Por ejemplo, los que se sienten apabullados por la naturaleza circunstancial de libros como Hebreos o Gálatas pueden soslayar su lectura por su aparente falta de sentido para nuestros días. Por otra parte, quienes están convencidos de la naturaleza intemporal de la Escritura, pero no consiguen percibir su aspecto circunstancial, pueden disertar elocuentemente sobre el sacerdocio de Melquisedec ante una congregación muerta de aburrimiento.

    El propósito de esta sección es, por tanto, ayudarte a discernir lo intemporal (y lo que no lo es) en las páginas del Nuevo Testamento dirigidas a situaciones temporales. Por ejemplo, si la principal preocupación de Pablo no es la circuncisión (como se nos dice en Gá 5:6), ¿cuál es entonces? Si las exposiciones sobre el sacerdocio aarónico o sobre Melquisedec nos parecen hoy irrelevantes, ¿cuáles son los elementos de valor permanente en estos pasajes? Si en nuestros días los creyentes intentan someter a prueba a los profetas con una prueba diseñada para una herejía específica del siglo I, ¿existe alguna otra comprobación bíblica más apropiada para que podamos cumplir hoy este propósito?

    No obstante, esta sección no solo descubre lo intemporal de un pasaje concreto, sino que también nos ayuda a ver cómo lo hace. El autor del comentario se esfuerza en tornar explícito lo que en el texto está implícito; toma un proceso normalmente intuitivo y lo explica de un modo lógico y ordenado. ¿Cómo sabemos que la circuncisión no es la principal preocupación de Pablo? ¿Qué claves del texto o del contexto nos ayudan a darnos cuenta de que la verdadera preocupación de Pablo se halla a un nivel más profundo?

    Lógicamente, aquellos pasajes en que la distancia histórica entre nosotros y los primeros lectores es mayor requieren un tratamiento más extenso. Por el contrario, aquellos textos en que la distancia histórica es más reducida o casi inexistente demandan menos atención.

    Una clarificación final. Puesto que esta sección prepara el camino para tratar el significado contemporáneo del pasaje, no siempre existe una distinción precisa o una clara división entre esta y la siguiente. No obstante, cuando ambos bloques se leen juntos, tendremos la fuerte sensación de haber pasado del mundo de la Biblia al de nuestros días.

    Significado Contemporáneo

    Esta sección permite que el mensaje bíblico nos hable hoy con el mismo poder que cuando fue escrito. ¿Cómo podemos aplicar lo que hemos aprendido sobre Jerusalén, Éfeso o Corinto a nuestras necesidades contemporáneas en Los Ángeles, Lima o Barcelona? ¿Cómo podemos tomar un mensaje, que se expresó inicialmente en griego y arameo, y comunicarlo con claridad en nuestro idioma? ¿Cómo podemos tomar las eternas verdades que en su origen se plasmaron en un tiempo y una cultura distintos, y aplicarlos a las parecidas pero diferentes necesidades de nuestra cultura?

    Para conseguir estas metas, la presente sección nos ayuda en varias cuestiones clave.

    En primer lugar, nos permite identificar situaciones, problemas o preguntas contemporáneas verdaderamente comparables a las que la audiencia original hubo de hacer frente. Puesto que las situaciones de hoy rara vez son idénticas a las que se dieron en el siglo primero, hemos de buscar escenarios semejantes para que nuestras aplicaciones sean relevantes.

    En segundo lugar, esta sección explora toda una serie de contextos en los que el pasaje en cuestión puede aplicarse en nuestro tiempo. Buscaremos aplicaciones personales, pero también nos veremos estimulados a pensar más allá de nuestra situación personal, considerando cuestiones que afectan a la sociedad y la cultura en general.

    En tercer lugar, en esta sección tomaremos conciencia de los problemas o dificultades que pueden surgir en nuestro deseo de aplicar el pasaje. En caso de que existan varias maneras legítimas de aplicar un pasaje (cuestiones en las que no exista acuerdo entre los cristianos), el autor llamará nuestra atención al respecto y nos ayudará a analizar a fondo las implicaciones.

    En la consecución de estas metas, los colaboradores de esta serie intentan evitar dos extremos. El primero, plantear aplicaciones tan específicas que el comentario se convierta rápidamente en un texto arcaico. El segundo, evitar un tratamiento tan general del sentido del pasaje que deje de conectar con la vida y cultura contemporáneas.

    Por encima de todo, los colaboradores de esta serie han realizado un diligente esfuerzo para que sus observaciones no suenen a perorata moralizadora. Los Comentarios bíblicos con aplicación: serie NVI no pretenden ofrecerte materiales listos para ser utilizados en sermones, sino herramientas, ideas y reflexiones que te ayuden a comunicar la Palabra de Dios con poder. Si conseguimos ayudarte en esta meta se habrá cumplido el propósito de esta serie.

    Los editores

    1. Obsérvese que, cuando los autores tratan el sentido de alguna palabra en las lenguas bíblicas originales, en esta serie se utiliza el método general de transliteración en lugar del más técnico (el que utiliza los alfabetos griego y hebreo).

    Prefacio del editor

    Puede decirse que la sección más leída del Evangelio de Mateo en nuestro tiempo es el Sermón del Monte (caps. 5-7). Es incluso posible que estos sean los capítulos más leídos de todo el Nuevo Testamento. La razón es fácil de imaginar. Vivimos en una era moralizante, legalista e individualista. El Sermón del Monte puede leerse como un manual de ética y seguirse independientemente de lo que se piense sobre Dios, la comunidad judía o la iglesia cristiana. De hecho, Albert Schweitzer, uno de los grandes pensadores de nuestro tiempo, lo leyó de este modo y afirmó que el Sermón del Monte sintetiza la esencia del cristianismo. Lamentablemente, esta es una forma errónea de leer el Sermón del Monte y el Evangelio de Mateo, porque este acercamiento presupone que la forma en que decidimos comportarnos determina quiénes somos y establece nuestra identidad. Y esto es completamente erróneo. Lo que nos enseña el Evangelio de Mateo en general y el Sermón del Monte en particular es que quienes somos (o más exactamente, aquel a quien pertenecemos, i.e., aquel a quien decidimos seguir o con quien elegimos identificarnos) determina el modo en que nos comportamos. Mateo nos dice que el Sermón del Monte describe cómo nos comportaremos si decidimos seguir a Jesús como Mesías.

    ¿Parece una distinción demasiado sutil? ¿Da la impresión de que le estamos buscando los tres pies al gato, o de que hacemos una montaña de un granito de arena? Puede que lo estemos exagerando un poco. Pero vale la pena subrayar esto porque, cuando entendemos así el Sermón del Monte, deja de ser un sermón y se convierte en un tratado de ética. Esta manera de abordarlo quita la esencia del cristianismo como un don de la gracia y la convierte en una filosofía moderna. Cuando leemos incorrectamente el Sermón del Monte suceden tres cosas importantes, a cual peor.

    (1) Sobrevaloramos nuestra bondad. Resulta tentador pensar en nuestro carácter como algo que construimos cuidadosamente, con unos ladrillos de honestidad por aquí, unas viguetas de generosidad por allá, sobre un fundamento de disciplina y energía. Según este panorama somos nosotros quienes decidimos tanto la meta como los métodos y materiales que necesitamos para conseguirla. Es cosa nuestra pasar o no la prueba. Mateo dice que no somos tan buenos.

    (2) Subestimamos nuestra capacidad para el mal. La razón por la que nuestra bondad innata, creada por Dios, no consigue dominar nuestras personalidades es que hemos sido infectados por una fuerza que nos ha discapacitado radicalmente y que impide que resplandezcan las luces de nuestra bondad. Todos sentimos los rigores de esta fuerza y quizá desearíamos que no existiera. Mateo nos pide que nos identifiquemos con el Mesías porque cuando se trata de esta cuestión no tenemos otra alternativa: Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos.

    (3) Dependemos de Dios menos de lo que deberíamos. En primer lugar, nos sentimos tentados a no identificarnos con el Mesías para que nuestro carácter emerja como consecuencia de esta decisión, y no al revés; optamos por reformarnos un poco para hacernos más aceptables a Dios antes de sometemos a él. No obstante, cuando hacemos esto nos es imposible depender de Dios como debiéramos. Reservamos un poco —bastante, normalmente—, de lo que consideramos energía creativa para hacernos aceptables ante Dios. Y con esta reserva cambiamos el mensaje del Evangelio.

    El Sermón del Monte es un ideal imposible si lo leemos como un tratado de ética que establece la norma a alcanzar. Es una maravillosa descripción de lo que podemos llegar a ser si nos identificamos con Cristo y permitimos que su amor se exprese en nosotros. Leído de este modo, el Evangelio de Mateo es una gloriosa promesa de lo que somos y llegaremos a ser: la esperanza de la vida cristiana que su autor vio con tanta claridad.

    Terry C. Muck

    Prefacio del autor

    El Evangelio de Mateo ha ocupado un lugar especial en mi vida durante más de veinticinco años. Los últimos cinco años en particular han sido los más gratificantes. Escribir un comentario de esta naturaleza, con sus tres secciones —Sentido Original, Construyendo Puentes y Significado Contemporáneo— ha sido como redactar tres comentarios a la vez. Pero esto es precisamente lo genial de esta serie de comentarios y la razón por la que escribirlo ha tenido un gran impacto sobre mí personalmente. Andar con Jesús en el escenario histórico del siglo I por medio de las meticulosas reflexiones de Mateo, ser instruido por las intenciones teológicas de este autor para su comunidad y abrirme permitiendo que sus reflexiones sobre la identidad y misión de Jesús penetren en mi corazón, alma, mente y fuerzas me ha cambiado.

    Redactar este comentario ha sido una de las experiencias espirituales que más hondamente han enriquecido mi vida. Escuchar la enseñanza de Jesús en sus discursos, especialmente el Sermón del Monte, ha modelado mi concepción del mundo, mi teología y mi vida, que intento vivir según los principios éticos del reino de los cielos. Observar el desarrollo del ministerio de Jesús entre sus seguidores más cercanos, los interesados que guardan la distancia y los intensamente antagónicos ha dado forma a mi manera de relacionarme con las personas. En particular, entrar en la experiencia de la pasión que Jesús vivió durante sus últimos días en la tierra y sus últimas horas en la cruz me ha impactado intensamente. Mateo me llevó al corazón de Jesús en la cruz, una experiencia que rompió mi propio corazón, restaurado después de manera singular por Jesús, que llevó a cabo su sacrificio expiatorio por el pecado de la humanidad.

    Doy también las gracias a muchas otras personas que han hecho esto posible: al editor ejecutivo de Zondervan, Jack Kuhatschek, por invitarme a que escribiera este comentario y por su paciencia a medida que se acercaba el plazo para que entregara el manuscrito. Jack, eres un líder generoso, amable y, al tiempo, muy motivador; gracias. Doy gracias a Terry Muck por su supervisión y a Scot McKnight por su cuidadosa lectura del manuscrito. A Verlyn Verbrugge, veterano editor que con tanta diligencia invierte su enorme conocimiento del Nuevo Testamento y su competencia técnica: gracias por tu apoyo, ánimo y deseo de ayudar a los escritores a llevar a buen término sus años de trabajo. Estoy muy agradecido por mi relación con Zondervan. Doy gracias especialmente a Stan Gundry por su diligente dirección como redactor jefe, a Joyce Ondersma por su amable atención de los escritores y a Jack Kragt por desarrollar el trabajo de nuestra vida. Juntos han hecho de Zondervan, en mi opinión, la editorial evangélica de referencia. Es un honor trabajar con ustedes.

    Doy también gracias a mis colegas —facultad, administración, staff y estudiantes— de la Talbot School of Theology, de la Universidad de Biola, por su generoso apoyo. Me han escuchado enseñar, predicar y reflexionar sobre Mateo durante muchos años. Gracias por creer en mí y apoyar mi trabajo. Si pretendiera nombrar a cada uno en particular seguro que me olvidaría de alguno, solo puedo, por tanto, darles las gracias colectivamente a todos ustedes. Hay una excepción: Dennis Dirks, mi decano asociado, quien ha hecho un enorme sacrificio personal por apoyarme para que pudiera llevar a cabo mi vocación. Eres el epítome del liderazgo servicial del que tan superficialmente se habla en nuestro tiempo. Gracias, querido amigo.

    A lo largo de los años, mis ayudantes de investigación han ido aportando un importante acervo de bibliografía y recursos, y me han ayudado a explorar algunos temas técnicos del Evangelio de Mateo. Quiero expresar un reconocimiento especial a Todd Wendorff, Gary Manning, Ray Bonesteele, Mark Aleta, Steve Earle, Marco Choi, Betty Talbert-Wetler y Aaron Devine. Esther Sunukjian confeccionó el índice de textos bíblicos. Pido a quienes haya podido pasar por alto que, por favor, me disculpen, pero quiero que sepan que han contribuido de forma significativa a la publicación de esta obra.

    Mi gratitud final y culminante es para mi familia. De todos los Evangelios, el de Mateo es el que otorga a la familia —tanto a la eclesial como a la biológica— un lugar más importante. Mientras escribía este comentario, tuve el honor de formar parte del equipo pastoral a media jornada en la Iglesia Presbiteriana de San Clemente, California. Ustedes me escucharon enseñar y predicar sobre el Evangelio de Mateo muchas, muchas veces. Siempre me apoyaron y me animaron a ser riguroso desde el punto de vista académico, y radical en la práctica. Gracias.

    Y durante todos estos años he tenido el privilegio de contar con una esposa, hijos, padres y mucha familia en el sentido más amplio que me han ayudado a entender y aplicar lo que enseña Mateo. Gracias a todos —especialmente a nuestras hijas Wendy y Michelle, a su marido, Dan, y su bebé, Melia Noël, nacida esta semana—, gracias por permitirme crecer como padre y ahora abuelo. Y a mi esposa, Lynne: hemos crecido juntos en Jesús intentando formar una familia para él y seguimos caminando juntos, aún más íntimamente, guiados por Jesús en esta siguiente fase maravillosa de nuestra vida juntos. Gracias, querida esposa y amiga, por el apoyo que siempre me das ayudándome a equilibrar la vida y por la increíble alegría que aportas cada día a mi vida.

    Michael J. Wilkins

    Talbot School of Theology, Biola University

    Abreviaturas

    Introducción

    Estamos a punto de emprender un viaje por uno de los escritos más apreciados de la fe cristiana. Según citas de los primeros autores cristianos, el Evangelio de Mateo fue el más ampliamente leído y utilizado durante los años de formación de la iglesia. Manlio Simonetti, un famoso experto en literatura patrística, afirma acerca del Evangelio de Mateo: No es ninguna exageración afirmar que los fieles que vivieron entre el final del primer siglo y el fin del segundo conocieron las palabras y obras de Cristo a través de este texto.¹ Ha conservado su atractivo a lo largo de los siglos y ejercido una gran influencia sobre la iglesia.² Muchos sostienen que este Evangelio ha sido el más importante durante una buena parte de la historia de la iglesia.³ Una de las principales razones por las que este Evangelio es tan importante es su verificación de que Jesús era el ansiado Mesías de Israel, quien había traído salvación no solo a los judíos sino a todas las naciones.

    Unos treinta años antes de la redacción de este Evangelio, Jesús el Mesías se había presentado discretamente a Israel. Mantenía contactos con Juan el Bautista, el apasionado profeta, pero aquella relación se convirtió en un vínculo peligroso, ya que Juan fue decapitado por Herodes Antipas, el títere de Roma en Galilea. Como Juan, Jesús adquirió una rápida popularidad entre el pueblo y atrajo a grandes multitudes que escuchaban su mensaje, experimentaban sus milagros de sanación y eran desafiados por su predicación acerca de la llegada del reino de los cielos. Pero también igual que Juan, Jesús se convirtió en objetivo de la oposición de los poderes políticos y religiosos de Israel. Esta oposición se intensificó dramáticamente hasta que, tristemente, en el tercer año de su ministerio, durante la Pascua, Jesús fue arrestado, juzgado por el sistema religioso judío y el gobierno de ocupación romano, y ejecutado por medio de la crucifixión.

    Al principio, esto pareció poner fin al movimiento mesiánico del entorno de Jesús. Pero pronto comenzaron a circular rumores de que Jesús el Mesías había resucitado, que se había aparecido a sus seguidores y que todo lo que había predicado sobre la llegada del reino de los cielos era verdad. Él era realmente el Mesías de Israel y el Salvador de la humanidad. Sus seguidores comenzaron a propagar su mensaje por todo el mundo mediterráneo. Pero, como sucedió durante su ministerio terrenal, el mensaje de Jesús creó divisiones entre quienes lo escuchaban. Grupos de judíos se hicieron seguidores de Jesús en Palestina, en la cada vez más importante comunidad judía de Antioquía de Siria y hasta en Roma, el odiado centro del imperialismo romano. En todos los lugares donde se había establecido el judaísmo de la diáspora, este recibió el impacto de las persistentes y penetrantes incursiones de cristianos judíos.

    El emperador Claudio se había preocupado por la rápida extensión del movimiento cristiano, que Suetonio parece consignar como una consecuencia de la disputa acerca de un tal Cresto en Roma, en la década 40-50 del siglo I,⁴ que bien podría haber sido una contienda entre judíos y cristianos por la predicación sobre Jesús el Mesías.⁵ Los cristianos afirmaban que Jesús había resucitado de entre los muertos y apuntaban a la tumba vacía. Los judíos respondían con la historia de un cadáver robado. Frustrado con ambas partes, Claudio expulsó a todos los judíos de Roma (el cristianismo se consideraba como una secta del judaísmo; Hch 18:2).

    Entonces César (¿Claudio?) hizo que uno de sus gobernadores locales promulgara el famoso decreto de Nazaret, que se proclamó, aproximadamente en el año 50 A.D. en esta ciudad galilea donde se había iniciado la agitación. Se trata de una losa de piedra con la inscripción de un decreto imperial que amenaza con la pena capital a quienes violan tumbas y pone de relieve la seriedad con que el mundo antiguo se tomaba la profanación de los sepulcros y el traslado de los cadáveres. Puede también ayudarnos a profundizar en los acontecimientos que narra Mateo, si su relato se produjo (como algunos proponen) en respuesta a la controversia entre judíos y cristianos acerca de la tumba vacía de Jesús.⁶ Esto estaría en consonancia con la afirmación de Mateo en el sentido de que los judíos hicieron circular una historia sobre el robo del cuerpo de Jesús por parte de sus discípulos (ver comentarios sobre 28:11-15).

    Esta clase de controversias fueron las que suscitaron la redacción del primer Evangelio. Ya en el primer versículo, el autor nos deja ver su propósito al escribir su obra, a saber, establecer la identidad de Jesús como Mesías, heredero de las promesas al trono de Israel por medio del rey David y de ser una bendición para todas las naciones a través del patriarca Abraham. Así, este primer Evangelio sirve de herramienta de evangelización para los judíos, argumentando que deben volverse a Jesús como el Mesías tan largamente esperado, pero también para los gentiles, subrayando que a través de Jesús el Mesías se les ofrece salvación. Asimismo, esta obra sirve de herramienta apologética para los cristianos de origen judío, animándoles a mostrarse firmes ante la oposición de sus compatriotas judíos y de los paganos gentiles, sabiendo que Jesús el Mesías ha cumplido la prometida llegada del reino de los cielos. Con el trasfondo de un mundo cada vez más hostil al cristianismo, el autor consolida la identidad de su iglesia como verdadero pueblo de Dios, que trasciende las barreras étnicas, económicas y religiosas para encontrar la unidad en su adhesión a Jesús el Mesías. Su Evangelio se convierte en un manual de discipulado, puesto que tanto judíos como gentiles se hacen discípulos de Jesús el Mesías y aprenden a obedecer cuanto les ordenó a sus primeros seguidores.

    El autor del primer Evangelio

    Parece evidente que la persona responsable de redactar este Evangelio tiene en mente cuestiones judías, lo cual nos lleva al asunto de su identidad. Cuando abrimos este libro en nuestras traducciones modernas, encontramos normalmente el título de Mateo o el Evangelio según Mateo. Pero a muchos veteranos lectores les sorprende descubrir que los cuatro Evangelios son, técnicamente, anónimos. Los títulos que se asignan ahora a cada uno de ellos no encabezaban probablemente los manuscritos originales y fueron añadidos después para distinguir entre sí los cuatro textos.

    Por otra parte, ninguno de los autores de los Evangelios consigna explícitamente su nombre dentro del texto como autor de la obra. Pero esto es, de hecho, lo que cabría esperar, puesto que no estaban escribiendo mensajes a lejanas congregaciones con nombres de destinatarios y remitentes, como los que encontramos en las cartas del Nuevo Testamento, sino más bien compilando relatos para iglesias de las que ellos eran miembros activos y dirigentes. Probablemente formaban parte de la congregación receptora y fueron los primeros en leer en ella su Evangelio. Era innecesario consignar sus nombres, porque sus oyentes conocían su identidad. Se habría considerado fuera de lugar que registraran su nombre en sus relatos, puesto que su propósito no era afirmar su autoridad, sino poner en manos de sus lectores la impecable historia de la vida y ministerio de Jesús.

    Antiguos registros de la autoría

    Hemos, pues, de mirar en los archivos de la historia de la iglesia para encontrar pruebas de la autoría de los Evangelios. La tradición más antigua de la iglesia atribuye unánimemente la autoría del primer Evangelio a Mateo, el recaudador de impuestos a quien Jesús llamó para que fuera uno de sus doce primeros discípulos. Escrita a finales del siglo I, la Didajé demuestra tener un conocimiento directo del primer Evangelio, citándolo más que cualquiera de los otros tres (citando, p. ej., el Padrenuestro: cf. Did. 8:2; Mt 6:9-11). Solo unos años más tarde, la carta de Pseudo Bernabé cita el primer Evangelio como Escritura divinamente inspirada (Bernabé 4.14 [Mt 22:14]). La primera mención explícita de este Evangelio data de la tercera década del siglo II, y la hace Papías, obispo de Hierápolis en Asia Menor (aprox. 135), y más adelante en el mismo siglo Ireneo, obispo de Lyon en la Galia (aprox. 175).

    Papías (c. 60-130) afirmaba haber escuchado al apóstol Juan, y fue más adelante compañero de Policarpo (Ireneo, Contra las Herejías 5.33.4). Eusebio, el historiador de la iglesia (aprox. 325) le citó y avaló diciendo: Mateo por su parte recopiló los oráculos en el dialecto hebreo [arameo] y cada cual lo interpretó como pudo (Eusebio, Hist. Ecl. 3.39.16).

    Ireneo nació en Asia Menor aproximadamente en el año 135, estudió bajo Policarpo, obispo de Esmirna, y según la tradición murió como mártir alrededor del año 200. En una de sus cinco obras monumentales contra las herejías gnósticas (c. 175), Ireneo declara: Mateo también editó un Evangelio escrito entre los hebreos en su propio dialecto, mientras Pedro y Pablo estaban predicando en Roma y poniendo los fundamentos de la iglesia (Contra las Herejías 3.1.1).

    Estos dirigentes de la iglesia o bien se habían relacionado directamente con la comunidad apostólica o habían sido instruidos por quienes habían conocido a los apóstoles y, por ello, conocían de primera mano el origen de los Evangelios. Aunque el pleno significado de sus declaraciones sigue abierto al debate, no contamos con ninguna tradición que asigne el primer Evangelio a ningún otro autor, si es que la hubo. Algunos autores posteriores (p. ej., Hipólito, Tertuliano, Cipriano, Novaciano) citan regularmente el Evangelio de Mateo como Escritura inspirada al mismo nivel que el Antiguo Testamento.

    El testimonio de los padres de la iglesia sobre la autoría apostólica de los Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) no puede tomarse a la ligera.⁸ Todas las evidencias apoyan de manera uniforme la creencia de que Mateo (el recaudador de impuestos convertido en discípulo), Marcos (el compañero de Pedro y Pablo) y Lucas (el médico amado de Pablo) eran los autores de los Evangelios que se les atribuyen. Es difícil concebir que cristianos de una etapa tan temprana (siglo II) atribuyeran estos Evangelios, por otra parte anónimos, a tres candidatos tan improbables si de hecho no los escribieron. Marcos y Lucas no estaban entre los doce apóstoles de Jesús. A Marcos se le conoce mejor por ser el que abandonó a Pablo en uno de sus viajes (Hch 13:13; cf. 15:37-40), y Lucas es particularmente oscuro, siendo mencionado por nombre solo en una ocasión en todo el Nuevo Testamento (Col 4:14). A Mateo, aunque es uno de los apóstoles, se le conoce también especialmente por una característica negativa, a saber, su pasado como inmoral recaudador de impuestos (Mt 9:9-13). A los recaudadores de impuestos se les consideraba traidores de su nación.

    En contraste, los Evangelios apócrifos escogían sistemáticamente como sus autores ficticios a personajes mejor conocidos y ejemplares (como Felipe, Pedro, Jacobo, Bartolomé o María).⁹ Hasta Tomás, a pesar de sus famosas dudas sobre la resurrección de Jesús (Jn 20:25), parece un candidato más plausible al que atribuir un Evangelio que Mateo, Marcos o Lucas, teniendo en cuenta que finalmente hizo una profunda declaración de fe en el Jesús resucitado (cf. Jn 20:28). Esto concuerda con el Evangelio gnóstico de Tomás, que se arroga la autoría de este apóstol. Una falsa atribución del primer Evangelio a un apóstol relativamente desconocido como Mateo parece improbable hasta fechas posteriores en que la inclusión de los apóstoles en el canon fue común.

    Algunos eruditos modernos niegan la autoría de Mateo, puesto que suscriben la prioridad de Marcos y no pueden imaginar que un apóstol (en esta caso Mateo) tomara prestado material de alguien que no lo fuera (como Marcos). Sin embargo, aunque Mateo hubiera tenido acceso al Evangelio de Marcos, este representaba el relato autorizado de Pedro y, sin duda, solo añadiría un mayor peso apostólico a su narración.

    Mateo, la persona

    En la lista de los doce discípulos que consigna este Evangelio, Mateo se refiere a sí mismo como Mateo, el recaudador de impuestos (10:3), que rememora el incidente en el que Jesús le llamó cuando estaba sentado en el banco de los tributos (cf. 9-9; 10-3). Cuando relata el llamamiento, el primer Evangelio se refiere a él como Mateo (9:9), mientras que Marcos lo menciona como Leví, hijo de Alfeo (Mr 2:14) y Lucas alude a él meramente como, Leví (Lc 5:27). La razón de estas variaciones ha sido objeto de especulación, pero la mayoría de los eruditos sugieren que este recaudador de impuestos tenía dos nombres, Mateo Leví, desde su nacimiento o desde su conversión.¹⁰ Algunos han querido hacer ver que Leví no era uno de los doce y que, por tanto, era alguien distinto de Mateo. Se trata, no obstante, de especulaciones injustificadas, ya que las circunstancias del llamamiento son las mismas en Mateo, Marcos y Lucas.¹¹

    El nombre de Leví puede indicar que Mateo era de la tribu homónima y que, por tanto, estaba familiarizado con las prácticas levíticas.¹² El relato que hace Marcos del llamamiento se refiere a él como hijo de Alfeo (Mr 2:14), y algunos consideran que esto indica que era hermano del apóstol Jacobo hijo de Alfeo (cf. Mr 3:18). Sin embargo, teniendo en cuenta que los otros pares de hermanos se identifican y relacionan específicamente como tales, es improbable que Mateo Leví y Jacobo fueran hermanos.

    Mateo Leví recibió el llamamiento a seguir a Jesús mientras estaba sentado en el banco de los tributos. Este banco estaba posiblemente ubicado junto a una de las principales rutas comerciales cerca de Capernaúm y en él se recaudaban tributos para Herodes Antipas de los comerciantes que viajaban por esta zona. Mateo siguió inmediatamente a Jesús y preparó un banquete para él en su casa, a la que invitó a un extenso grupo de recaudadores de impuestos y pecadores (Mt 9:10-11; Lc 5:29-30). Teniendo en cuenta que los recaudadores de impuestos eran, generalmente, bastante ricos y despreciados por el pueblo (cf. Zaqueo, Lc 19:1-10), el llamamiento y respuesta de Mateo fue algo totalmente fuera de lo normal y requería una milagrosa transformación en la vida de este recaudador de impuestos.

    Poco más se conoce de Mateo Leví, a excepción de la tradición ampliamente atestiguada de que es el autor del Evangelio que ahora lleva su nombre. Como recaudador de impuestos, Mateo habría sido formado en las técnicas de escritura y caligrafía seculares, y como cristiano galileo de origen judío, habría podido interpretar la vida de Jesús desde la óptica de las expectativas veterotestamentarias.¹³ Eusebio dijo que Mateo predicó primero a los hebreos y después a otros grupos, en lugares como Persia, Partia y Siria (Hist. Ecl. 3:24.6). Las tradiciones sobre la muerte de Mateo son diversas: algunos afirman que murió mártir y otros, que falleció de muerte natural.

    Fecha y destino

    No se conoce la fecha exacta de la redacción de Mateo, aunque la profecía de Jesús sobre la destrucción de Jerusalén (24:1-28) se ha utilizado como una indicación de que podría haberse escrito después del año 70 A.D. Sin embargo, esta conclusión es solo necesaria si se le niega a Jesús la capacidad de predecir el futuro. Puesto que Ireneo, padre de la iglesia primitiva (c. 175), indica que Mateo escribió su Evangelio mientras Pablo y Pedro todavía vivían (Ireneo, Contra las Herejías 3.1.1), la datación tradicional se ha establecido, por regla general, entre finales de los 50 y principios de los 60 del siglo I. Mateo nos dice que en el momento de redactar su Evangelio, el campo de sangre de Jerusalén seguía llamándose de esta manera (27:8), lo que muestra su constante conexión con las condiciones de Palestina y sugiere que se trata de un periodo anterior a la devastación de Jerusalén en el año 70 A.C.¹⁴

    A menudo se ha considerado a la influyente iglesia en Antioquía de Siria, con su gran contingente judeocristiano y gentil (cf. Hch 11:19-26; 13:1-3), como la primera receptora del Evangelio de Mateo. Una confirmación parcial de este hecho es la influencia que este texto ejerció sobre el obispo Ignacio de Antioquía y la Didajé. Pero el mensaje de Mateo fue igualmente relevante para la joven iglesia repartida por todo el mundo antiguo, un mensaje que parece haberse diseminado con bastante rapidez.

    Las peculiares perspectivas de Mateo

    El Evangelio de Mateo ha conservado su atractivo a lo largo de los siglos y ejercido una poderosa influencia sobre la iglesia a través de una buena parte de la historia. Su popularidad se explica, al menos en parte, por los siguientes distintivos que aparecen a lo largo de este Evangelio.

    Cristología. La iglesia ha hecho uso sistemáticamente de este Evangelio como clarificación fundamental de la identidad de Jesucristo en tanto que Hijo de Dios, Rey de Israel y Señor de la iglesia. Desde el anuncio de la concepción de Jesús (1:18-25) hasta la divina protección del niño (2:15), pasando por los anuncios celestiales del bautismo y la transfiguración por parte del Padre (3:17; 17:5) y las angustiosas oraciones de Jesús en Getsemaní (26:39, 42), Mateo nos presenta la identidad de Jesús como Hijo encarnado de Dios Padre.

    Mateo nos ofrece también una perspectiva sostenida de Jesús como prometido Rey de Israel (1:1-16; 2:1-6), quién vino a inaugurar el reino de los cielos (4:12-17), si bien la vida en este reino sería de un orden distinto del que muchos esperaban (cf. cap. 13). Esta vida en el reino de los cielos se centra especialmente en una íntima y continua relación de Jesús con sus discípulos que se extenderá a lo largo de los tiempos (28:20), y que solo en el Evangelio de Mateo se designa como la futura iglesia que Jesús mismo construirá y supervisará (16:18; 18-17). El retrato que Mateo traza de Jesús para clarificar su identidad y misión muestra a menudo sus matices mediante los varios títulos que se relacionan con él.

    Mateo inicia su Evangelio con el nombre Jesucristo (1:1). A Jesús se le explica por medio de su nombre de pila, mediante el cual se le designa comúnmente a lo largo de su vida y que denota su papel como Salvador (cf. 1:21). Cristo, que en hebreo es mašiah o Mesías, es un título que significa ungido. Aparece treinta y nueve veces para referirse a reyes (2 S 1:14, 16; cf. 1QSa 2:14, 20), sacerdotes (Éx 28:41; cf. 1QS 9:11) y profetas (Sal 105:15; cf. CD 2:12; 5:21-6:1; 1QM 11:7-8). En la mentalidad judía llegó a ser una expresión relacionada con David como el ungido Rey de Israel y con la promesa del ungido que sería la luz de la esperanza para el pueblo de Israel. Mateo apunta a este título como propiedad legítima de Jesús por su ascendencia como descendiente de David (ver comentarios sobre 1:16-18).

    El nombre Cristo ha sido el título que la iglesia ha utilizado más ampliamente. El hecho de que a los creyentes en Jesús se les describiera en una etapa temprana como cristianos es un elocuente testimonio de la importancia que este concepto adquirió en su mentalidad. Jesús aceptó esta designación y con ello pretendía ser el agente ungido por Dios para establecer el reino (26:63-64). Él era el Cristo, el rey mesiánico en su sentido más completo. Su duda o reserva en el uso de este título para referirse a sí mismo solo tenía que ver con la utilización popular de este término que, en el siglo I, tenía ciertas connotaciones políticas. Jesús se esforzó cuidadosamente en definir o restringir el uso del término para designar la clase de libertador mesiánico que él iba a ser (ver 4:12-17).

    Hijo de David es una importante expresión de este Evangelio.¹⁵ Mateo se sirve del nombre del gran rey diecisiete veces, más que cualquier otro libro del Nuevo Testamento. Igual que Mesías, el título hijo de David alude a un personaje prometido que perpetuaría el trono de David, señalando así la ascendencia del Mesías y las regias expectativas de un trono eterno (ver 2 S 7:11b-16). Pero evocaba también imágenes de un Mesías que, como David, sería un poderoso guerrero que destruiría los enemigos de Israel y restablecería el trono de Jerusalén y el reino de Israel al esplendor del tiempo de David. La esperanza de un reino restaurado se veía como el cumplimiento de la promesa divina hecha a David (ver comentarios sobre 9:27).

    En este Evangelio, el título Hijo de Dios es una poderosa designación que revela la verdadera identidad de Jesús el Mesías. A lo largo de la narración de Mateo, esta expresión da testimonio de una estrecha relación entre Jesús y Dios. La concepción hace de Jesús el Hijo de Dios en un sentido único (1:21-23), algo que se lleva a cabo en su regreso de Egipto (2:15), lo reitera el Padre en su bautismo (3:17), lo cuestiona el diablo en las tentaciones (4:2, 5) y lo reconocen los demonios que van a ser expulsados (8:29). En toda la narración de Mateo, Jesús reivindica constantemente una singular relación con su Padre celestial.¹⁶ Esto nos retrotrae también a la profunda profecía sobre la línea davídica: Yo seré su padre, y él será mi hijo (2S 7:14), que aludía en primer término a Salomón, pero también a la futura línea mesiánica.

    La importancia de la expresión Hijo de Dios en este Evangelio no se ve únicamente en su utilización explícita (p. ej., 8:29; 14:33; 16:16; cf. 3:17; 17:5), sino también en la que se hace implícitamente.¹⁷ Jesús se refiere a Dios como su Padre unas veintitrés veces en Mateo, quince de las cuales se producen en este Evangelio (ver comentarios sobre 5:16). Pedro confiesa a Jesús como el Cristo, el Hijo del Dios viviente (16:16), el título más exaltado de Mateo. Esta confesión la hacen solo creyentes (a excepción de contextos donde es una blasfemia; cf. 4:3, 6) y solo por revelación (16:7; 11:27; cf. 13:11). Mientras que el cuarto Evangelio hace explícita la filiación ontológica de Jesús, Mateo la asume como fundamento de esta relación (ver comentarios sobre 1:20-23). Jesús es el Hijo divino del Padre celestial.¹⁸

    Puede que el título Hijo del hombre sea el más significativo para llegar a la clarificación que hace Jesús de su identidad personal (ver comentarios sobre 8:18-22). Durante su ministerio terrenal, esta expresión habría hecho sonar una nota relativamente ambigua. Quienes oyeron esta expresión recordarían su uso en Ezequiel, donde Dios se refiere al profeta con la expresión Hijo del hombre más de noventa veces (p. ej., Ez 2:1, 3, 6, 8, etc.; cf. Dn 8:17), señalando la fragilidad de Ezequiel como ser humano ante el poderoso Dios que se revela en la visión.¹⁹ Pero recordarían también que esta expresión se utilizaba igualmente en la profecía de Daniel para aludir a un soberano glorificado, la apocalíptica figura mesiánica que gobierna eternamente con el Anciano (Dn 7:13-14).

    Con esta ambigüedad general, la expresión Hijo del hombre es para Jesús un vehículo útil para transmitir su identidad mesiánica. No evocaba asociaciones mentales generalizadas, como sí era el caso de títulos como Mesías, Hijo de David o incluso Hijo de Dios. Jesús podía enseñar el significado de su verdadera identidad refiriéndose a sí mismo como Hijo del hombre.²⁰ Con una triple progresión general, Jesús utiliza la expresión para clarificar exactamente quién es él y cuál su ministerio.

    El Hijo del hombre es el Siervo humilde, que ha venido a perdonar los pecados de los pecadores corrientes en su ministerio terrenal (8:20; 9:6; 11:19; 12:8; 12:32; 12:40).

    El Hijo del hombre es el Siervo Sufriente, cuya muerte expiatoria y resurrección redimirán a su pueblo (16:13, 27-28; 17:9, 12, 22; 20:18, 28; 26:2, 24, 45).

    El Hijo del hombre es el glorioso Rey y Juez, que volverá para traer a la tierra el reino de los cielos (10:23; 13:37, 41; 19:28; 24:27, 30, 37, 39, 44; 25:31; 26:64).

    Las erróneas nociones y expectativas del pueblo, de los líderes religiosos y hasta de sus discípulos hicieron que no siempre se entendiera correctamente la misión de Jesús. Pero al final, y tras una suficiente utilización de este ambiguo título para clarificar su identidad y ministerio, cuando se sirvió de él por última vez en su juicio ante Caifás y el Sanedrín, quedó perfectamente claro que con Hijo del hombre Jesús se presentaba como el divino Mesías de Israel (cf. 26:63-68).

    Señor es también un título con el que Jesús revela crecientemente su identidad y misión. Durante su ministerio, las personas utilizaban este término como un mero título de respeto (p. ej., 8:21; 18:21; 26:22). Pero su uso en el Evangelio de Mateo tiene también mucha más trascendencia. Descubrimos que Señor es el título que utilizan normalmente quienes se acercan a Jesús en busca de la ayuda de Dios (ver p. ej., 8:2, 5; 9:28; 15:22, 25; 17:15; 20:30, 31, 33), incluyendo a sus propios discípulos cuando necesitan la ayuda divina (p. ej., 8:25; 14:30). A medida que se va desarrollando el ministerio de Jesús, sus discípulos utilizan el título con creciente deferencia, por cuanto él resulta ser más de lo que en un principio ellos habían entendido. Jesús está vinculado al poder de Dios y tiene una relación con él como el Hijo a quien solo pueden dirigirse con un título como Señor, reservado normalmente para la deidad (p. ej., 14:28; 16:25; 17:4).

    Esto es particularmente crucial cuando las personas ven sus obras milagrosas, se dirigen a él como Señor y después le adoran (14:33), reconociéndole una prerrogativa reservada únicamente a Dios. Señor es también uno de los títulos que, como Hijo del hombre, Jesús utiliza para aludir a sí mismo y que revela progresivamente su identidad divina.²¹ Como el único que alude al Dios del cielo como mi Padre (p. ej., 7:21) y con autoridad para confinar a los falsos profetas al juicio eterno (7:22-23), Jesús es más que un mero maestro que inspira respeto; él es el Señor, a quien se adora como aquel que tiene toda autoridad en el cielo y en la tierra (28:16-20).

    Particularismo y universalismo histórico-salvífico. Los términos particularismo y universalismo indican que el Evangelio de Mateo concede un importante acento tanto al cumplimiento de las promesas de salvación hechas específicamente a Israel como al de la promesa salvífica universal otorgada a todos los pueblos de la tierra. La iglesia, formada por personas de todas las nacionalidades, ha valorado especialmente este Evangelio porque Mateo pretende consignar la continuación de la historia de la salvación a todas las naciones. Su declaración introductoria en el sentido de que Jesucristo es tanto el hijo de David como el hijo de Abraham (1:1) es la indicación preliminar de que tanto las promesas de salvación hechas por medio de David a Israel (p. ej., 2S 7:8-17) como mediante Abraham a todos los pueblos (Gn 12:1-3; 22:18) se han cumplido en la vida y ministerio de Jesucristo, el prometido Salvador de todas las naciones.

    Solo el Evangelio de Mateo señala explícitamente la intención de Jesús de ir primero a las ovejas descarriadas del pueblo de Israel (10:5-6; 15:24), mostrando que, desde un punto de vista histórico, la promesa divina de salvación a Israel se había, ciertamente, cumplido. No obstante, las promesas hechas a Abraham en el sentido de que sería una bendición para todas las naciones se cumplen también cuando Jesús extiende la salvación a los gentiles (cf. 21:44; 28:19). A lo largo de la historia, la iglesia ha hallado en el Evangelio de Mateo la certeza de que Dios cumple verdaderamente sus promesas a su pueblo.

    El puente entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. A lo largo de la historia de la iglesia, el Evangelio de Mateo ha sido un libro fundamental para ayudarle a entender la relación entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Situado primero en orden en las primeras colecciones del canon del Nuevo Testamento, este Evangelio es un puente natural entre el Antiguo Testamento y el Nuevo. Mateo demuestra repetidamente que las esperanzas, profecías y promesas veterotestamentarias se han cumplido ahora en la persona y ministerio de Jesús. Mateo comienza con el cumplimiento de la genealogía mesiánica en el nacimiento de Jesús (1:1-17) y prosigue demostrando el cumplimiento en la vida y ministerio de Jesús de varias profecías y temas del Antiguo Testamento (p. ej., 1:22-23; 2:4-5, 15, 17, 23) y el cumplimiento de la ley del Antiguo Testamento (5:17-48). Es probable que la iglesia primitiva situara Mateo en el primer lugar del canon neotestamentario precisamente por su valor como puente entre ambos Testamentos.

    Una gran comisión para la evangelización y la misión. Este primer Evangelio ha ocupado una posición especial en el ámbito de la misión y evangelización de la iglesia por el destacado lugar en que sitúa la Gran Comisión, como clímax y conclusión del ministerio de Jesús (28:18-20). La forma de la comisión de Jesús (hacer discípulos de todas las naciones, 28:19) solo aparece en el Evangelio de Mateo y ofrece una continuidad entre la labor de hacer discípulos que desarrolló Jesús en su ministerio terrenal y la del discipulado al que ha sido llamada la iglesia. Este encargo es el último mandamiento de Jesús, y pone un singular imperativo sobre sus seguidores que, a lo largo de la historia de la iglesia, ha impulsado a muchos cristianos a levantar su mirada a todos los pueblos de la tierra que todavía no han oído y obedecido el evangelio del reino de los cielos. A lo largo de toda la historia de la iglesia, la Gran Comisión ha estado en el corazón de los esfuerzos evangelizadores y misioneros.

    La nueva comunidad de fe. Ante la amenaza de la persecución romana dentro de un mundo pagano, Mateo se dirige a una iglesia representativa de la emergente comunidad de fe. Esta comunidad tiene al parecer una numerosa membresía de cristianos procedentes del judaísmo, que conocen bien las actividades del templo y el sistema religioso judío. Pero hay también un extenso grupo de cristianos gentiles, que están descubriendo su legado de fe en la universal promesa divina de salvación de Dios. La iglesia ha encontrado siempre en Mateo el llamamiento a una nueva comunidad que trasciende las barreras étnicas y religiosas y que halla su unidad en su adhesión a Jesús el Mesías. La iglesia ha sido constantemente desafiada por el mensaje de Mateo en el sentido de que las antiguas barreras al discipulado han sido ahora abolidas.

    La oferta de discipulado que encontramos en la Gran Comisión ha derribado las mismas barreras que Jesús echó abajo durante su ministerio terrenal. Las restricciones basadas en cuestiones de género, identidad étnica, posición social y práctica religiosa fueron abolidas de manera que ahora mujeres y hombres, judíos y gentiles, ricos y pobres, limpios e inmundos son igualmente llamados a ser discípulos de Jesús. Con la clara comprensión que tiene Mateo del Antiguo Testamento y de las prácticas judías, su Evangelio ha mantenido una posición radical en la presentación del llamamiento de Jesús a los que están cansados y agobiados (11:28).

    Mateo es el único evangelista que utiliza el término ekklesia, que más adelante se convertiría en la palabra característica para aludir a la comunidad de los creyentes. Este Evangelio subraya explícitamente que el programa de Dios en la historia de la salvación encontrará su continuidad en el periodo presente en que Jesús construye su iglesia y mantiene su presencia dentro de su asamblea (16:18; 18:15-20; cf. 28:20). Cualquiera que responda a su invitación (22:10) podrá formar parte de la iglesia para disfrutar su comunión y demostrar la verdadera comunidad de la fe.

    Discípulos, multitudes y dirigentes judíos.²² Estos tres grupos ofrecen un trasfondo para el relato de Jesús que desarrolla Mateo. Los dirigentes judíos son los antagonistas, los responsables de la crucifixión de Jesús. Las multitudes son esencialmente un grupo neutral; aunque son objeto del ministerio de predicación, enseñanza y curaciones de Jesús, como grupo no ejercen fe en él. Los discípulos son los verdaderos seguidores de Jesús, los verdaderos creyentes.

    La multitud no se vincula seriamente con Jesús y en distintas ocasiones se orienta hacia él tanto de manera positiva como negativa.²³ Las multitudes son el objeto del ministerio salvífico de Jesús; su objetivo es convertir en discípulos a quienes las forman. En el desarrollo de su ministerio docente y kerigmático, la señal de fe se produce cuando la persona sale de la multitud y llama a Jesús Señor (cf. 8:18, 21; 17:14-15). Cuando alguien sale de la multitud, tal persona decide ejercer fe y convertirse en creyente o seguir sin creer (cf. 19:16-22).

    El papel de Pedro. Pedro desempeña un importante papel como dirigente y portavoz de los discípulos en varios incidentes de este Evangelio. Mateo narra cinco episodios sobre Pedro en cinco capítulos fundamentales que no aparecen en ningún otro Evangelio (14:28-31; 15:15; 16:17-19; 17:24-27; 18:21). Mateo subraya el papel de liderazgo de Pedro, pero le muestra también como un dirigente imperfecto en proceso de desarrollo, a quien Jesús prepara para los primeros días de la iglesia.²⁴

    Por ejemplo, en 14:28-31, Pedro demuestra un gran valor cuando pide a Jesús que le permita andar sobre el agua, algo que no hizo ningún personaje del Antiguo Testamento. Y sin embargo, al mismo tiempo, el valor de Pedro para andar hacia Jesús sobre el agua se convierte en una ocasión para el fracaso cuando comienza a hundirse. El diagrama de acontecimientos de la Figura 1 muestra claramente que Pedro tiene altibajos en su seguimiento de Jesús, pero que constantemente se le sigue estimulando a ser un dirigente entre los doce.

    Estructura de la narración y el discurso. El Evangelio de Mateo ha ocupado un lugar preferente en la historia de la iglesia por la gran extensión que concede al ministerio docente de Jesús, en especial al Sermón del Monte.²⁵ Mateo consigna la compilación más completa de las enseñanzas, exhortaciones, profecías y parábolas de Jesús en toda la Escritura.

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    Figura 1

    El elemento final de la Gran Comisión, en que Jesús declara que los nuevos discípulos han de aprender a obedecer todo lo que les he mandado a ustedes (28:20), nos da un atisbo de uno de los propósitos generales de este Evangelio. Mateo consigna cinco de los principales discursos de Jesús, todos los cuales se dirigen en primer lugar a los discípulos (caps. 5-7; 10; 13; 18; 24-25) e indica la conclusión de cada uno de ellos con idéntica fórmula: Cuando Jesús terminó de decir estas cosas... (7:28; 11:1; 13:53; 19:1; 26:1). Estos discursos ofrecen una presentación integral sobre la clase de discipulado que había que enseñar a los discípulos como base de la completa obediencia a Cristo y devino el fundamento para la instrucción cristiana dentro de la iglesia. Por otra parte, estos discursos revelan también que los discípulos de Jesús se caracterizarán por el modo en que se les enseñará a vivir mediante estas instrucciones.

    Discípulos de la vida del reino (caps. 5-7). La proclamación de la vida del reino, conocida popularmente como Sermón del Monte, desarrolla lo que significa ser discípulos de la vida del reino. Jesús expone la realidad de un radical discipulado cotidiano vivido en la presencia y poder del reino de Dios dentro del mundo cotidiano de los discípulos. Esta clase de discipulado comporta una transformación conforme a la justicia del reino (5:20). El ejemplo decisivo de esta justicia es el propio Jesús, quien ha venido a cumplir la revelación veterotestamentaria de la voluntad de Dios para su pueblo (5:17, 21-47), a fin de que sus discípulos puedan seguir claramente la meta de ser perfectos como lo es su Padre celestial (5:48). La vida del reino se dirige, pues, a todos los aspectos de lo que significa ser discípulos de Jesús durante esta era, algo que tiene dimensiones éticas, religiosas, matrimoniales, emocionales y económicas.

    Discípulos con una mentalidad misionera (cap. 10). El imperativo misionero desarrolla lo que significa ser discípulos con una mentalidad misionera. Jesús comisiona a todos sus discípulos a que, hasta su regreso, compartan y vivan el Evangelio del reino de Dios en un mundo extraño y a menudo hostil. En esta era, la misión es una responsabilidad de todos los creyentes (10:24-25, 40-42), no solo de un grupo o categoría especial. Se lleva a cabo tanto por medio de la confesión pública al mundo (10:32-33) como en los compromisos privados que repercuten dentro de la propia familia (10:34-39). Como Jesús, sus discípulos pueden esperar oposición y persecución (10:24-25) de judíos y gentiles, del mundo religioso y político, así como de la familia cercana y de los compañeros (10:17-21). No obstante, no hay razones para el temor, ya que el Espíritu ofrecerá poder y guía (10:19-20), y el Padre ejercerá su cuidado y control soberanos (10:28-33). La importancia esencial de la presencia de Jesús en la vida de los discípulos es la característica más vital de la misión, de manera que los discípulos desarrollan cada vez con más nitidez la imagen del Maestro (10:24).

    Discípulos del reino clandestino (cap. 13). La revelación por parábolas desarrolla lo que significa ser discípulos del reino clandestino. Por medio de ellas, Jesús prueba los corazones de la multitud para que muestren si el mensaje del reino de los cielos ha echado raíces y produce fruto o si, por el contrario, ha sido improductivo (13:18-23). Por medio de sus parábolas, Jesús manifiesta también a sus discípulos los secretos del reino de Dios, dando a conocer que, durante esta era, el reino pervive de una manera oculta. Será un reino encubierto, no la abrumadora manifestación política, militar y culturalmente dominante del reino de Dios que muchos esperaban (13:31-33). El Discurso de las Parábolas pone, pues, de relieve lo

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