Casi en casa: Reflexiones sobre la vida, la fe y el fin de la carrera
Por Billy Graham
4.5/5
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«Nunca pensé que viviría hasta esta edad.»
En esta conmovedora narración, Billy Graham vuelve a tomar la pluma no solo para compartir su experiencia a esta edad, sino que también nos enseña algunas lecciones importantes sobre cómo ver nuestro paso aquí en la tierra. Dice que la Biblia es clara en que Dios tiene una razón específica para tenernos aquí. Así que ¿cuál es Su propósito para estos años, y cómo podemos alinear nuestras vidas con ese propósito? ¿Cómo podríamos no solo aprender a lidiar con los temores y dificultades, y con los múltiples obstáculos, sino también a volvernos más fuertes por dentro en medio de estas dificultades?
«En este libro te invito a explorar conmigo no solo las realidades de la vida conforme vamos envejeciendo sino también la esperanza y satisfacción, e inclusive el gozo que podemos tener cuando aprendemos a ver estos años desde la perspectiva de Dios y descubrimos Su fortaleza para sostenernos cada día. Pido a Dios que tú y yo aprendemos lo que significa no sólo envejecer, sino con la ayuda de Dios envejecer con gracia».
Billy Graham
Billy Graham (1918–2018), world-renowned preacher, evangelist, and author, delivered the Gospel message to more people face-to-face than anyone in history and ministered on every continent of the world in almost 200 countries and territories. His ministry extended far beyond stadiums and arenas, utilizing radio, television, film, print media, wireless communications, and thirty-three books, all that still carry the Good News of God's redemptive love for mankind. Engraved on a simple fieldstone in the Memorial Prayer Garden where he is buried at the Billy Graham Library in Charlotte, North Carolina, these words exemplify how the man and the minister wished to be remembered: "Preacher of the Gospel of the Lord Jesus Christ."
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10 clasificaciones2 comentarios
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Apenas comenzando, pero tengo las mejores referencias y es MI momento para leerlo con confianza ya que sale de una relacIón de amor y confianza del Ps Billi con Dios, su vida entera fue sostenida por la preciosa mano y el amor del Dios
- Calificación: 1 de 5 estrellas1/5No lo he leido
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Casi en casa - Billy Graham
BILLY
GRAHAM
Casi en Casa
9781602557017_INT_0001_001REFLEXIONES SOBRE LA VIDA,
LA FE Y EL FIN DE LA CARRERA
9781602557017_INT_0001_0029781602557017_INT_0001_003© 2011 por Grupo Nelson®
Publicado en Nashville, Tennessee, Estados Unidos de América. Grupo Nelson, Inc. es una subsidiaria que pertenece completamente a Thomas Nelson, Inc. Grupo Nelson es una marca registrada de Thomas Nelson, Inc. www.gruponelson.com
Título en inglés: Nearing Home
© 2011 por William F. Graham, Jr.
Publicado por Thomas Nelson, Inc.
Todos los derechos reservados. Ninguna porción de este libro podrá ser reproducida, almacenada en algún sistema de recuperación, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio—mecánicos, fotocopias, grabación u otro—excepto por citas breves en revistas impresas, sin la autorización previa por escrito de la editorial.
A menos que se indique lo contrario, todos los textos bíblicos han sido tomados de la Santa Biblia, Versión Reina-Valera 1960 © 1960 por Sociedades Bíblicas en América Latina, © renovado 1988 por Sociedades Bíblicas Unidas. Usados con permiso. Reina-Valera 1960® es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.
Citas bíblicas marcadas NVI
son de la Nueva Versión Internacional® NVI® © 1999 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Citas bíblicas marcadas DHH
son de La Biblia Dios Habla Hoy, 3era. Edición®, © 1996 por la Sociedad Bíblica Internacional. Usada con permiso.
Citas bíblicas marcadas PDT
son de la Palabra de Dios para Todos © 2005 por el Centro Mundial de Traducción de la Biblia.
Editora General: Graciela Lelli
Traducción: Miguel A. Mesías
Adaptación del diseño al español: Grupo Nivel Uno, Inc.
ISBN: 978-1-60255-701-7
Impreso en Estados Unidos de América
11 12 13 14 15 BTY 9 8 7 6 5 4 3 2 1
CONTENIDO
Reconocimientos
Introducción
Capítulo 1: Una carrera a casa
Capítulo 2: No se jubile de la vida
Capítulo 3: El impacto de la esperanza
Capítulo 4: Considere los años dorados
Capítulo 5: Fuerza que disminuye pero cómo mantenerse fuerte
Capítulo 6: El destino de la muerte
Capítulo 7: La influencia sobre los impresionables
Capítulo 8: Un cimiento que perdura
Capítulo 9: Raíces fortalecidas con el tiempo
Capítulo 10: Entonces y ahora
Notas
Acerca del autor
RECONOCIMIENTOS
Agradezco profundamente a todos los que me han animado a escribir este libro, especialmente a mi hijo Franklin y a mis editores de Thomas Nelson, David Moberg y Matt Baugher. Mi asociado por mucho tiempo, el doctor John N. Akers, trabajó conmigo para preparar el manuscrito para la publicación; sin su ayuda no se habría terminado. Agradezco también las contribuciones del doctor David Bruce, Stephanie Wills y Patricia Lynn de mi personal, y de Donna Lee Toney.
INTRODUCCIÓN
Nunca pensé que viviría hasta esta edad.
Toda mi vida se me enseñó cómo morir como cristiano, pero nadie jamás me enseñó cómo debía vivir los años antes de morir. Hubiera querido que lo hicieran, porque ahora soy viejo, y créanme, no es fácil.
Quienquiera que lo dijo tenía razón: la vejez no es para enclenques. Reúna a cualquier grupo de viejos, y casi puedo garantizarle cuál será su tema favorito de conversación: sus más recientes dolores y achaques.
Pronto cumpliré noventa y tres años, y sé que no resta mucho para que Dios me llame a casa en el cielo. Más que nunca espero ese día; no sólo por las maravillas que sé que el cielo tiene guardadas para mí y para todo creyente, sino porque sé que finalmente todas las molestias y aflicciones que me agobian en esta etapa de mi vida se acabarán. En el año pasado los problemas físicos comunes a la vejez en realidad han hecho mella en mí. También espero ese día porque me volveré a unir con Ruth, mi amada esposa y mejor amiga por casi sesenta y cuatro años, que fue a su hogar en el 2007 para estar con el Señor que ella amó y sirvió con tanta fidelidad. Aunque me regocijo porque las luchas de ella con la debilidad y el dolor se acabaron, todavía siento como si me hubieran arrancado una parte de mí mismo, y me hace más falta de lo que jamás pude imaginarme.
No, la vejez no es para enclenques.
Pero eso no es toda la historia, ni tampoco Dios propuso que lo fuera. En tanto que la Biblia no soslaya los problemas que enfrentamos al envejecer, tampoco pinta a la vejez como un tiempo que haya que aborrecer o una carga que haya que aguantar apretando los dientes (si nos queda alguno todavía). Tampoco nos pinta en nuestros últimos años como inútiles e inefectivos, condenados a pasar nuestros últimos días en un aburrimiento interminable o en una actividad insulsa hasta que Dios finalmente nos lleve a casa.
Más bien, la Biblia dice que Dios tiene una razón para dejarnos aquí; si no la tuviera, nos llevaría al cielo mucho más pronto. Pero, ¿cuál es el propósito para estos años, y cómo podemos alinear nuestras vidas a tal propósito? ¿Cómo podemos, no sólo aprender a hacerle frente a los temores, luchas y limitaciones crecientes que enfrentamos, sino también a fortalecernos por dentro en medio de todas estas dificultades? ¿Cómo podemos enfrentar el futuro con esperanza en lugar de con desesperanza? Estas son algunas de las preguntas con las que me vi obligado a bregar al envejecer; y tal vez lo mismo es cierto para usted.
Este libro, sin embargo, no se escribe sólo para viejos. Se escribe para personas de toda etapa en la vida; incluso los que nunca han pensado mucho en cuanto a envejecer. La razón es sencilla: la mejor manera de enfrentar los retos de la vejez es prepararnos para ellos ahora, antes de que lleguen. Le invito a explorar conmigo no sólo las realidades de la vida al envejecer, sino también la esperanza y satisfacción—e incluso el gozo—que serán nuestros una vez que aprendamos a mirar a estos años desde el punto de vista de Dios, y descubrir su fortaleza que nos sostiene todos los días.
Algún día nuestra jornada en la vida se acabará. En un sentido todos estamos casi en casa. Al hacerlo así, es mi oración que usted y yo no sólo aprendamos lo que significa envejecer, sino que, con la ayuda de Dios, también aprendamos a envejecer con gracia y hallar la dirección que necesitamos para terminar bien.
—BILLY GRAHAM
1
UNA CARRERA
A CASA
Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.
—SALMO 90.12
Recuerde que, como hijo fiel de Dios, espera la promoción.
—VANCE HAVNER
La vejez ha sido la mayor sorpresa de mi vida. Los jóvenes viven para el aquí y el ahora. Cualquier pensamiento hacia adelante parece estar en forma de sueños que prometen finales de cuentos de hadas. Aunque me acerco a los noventa y tres, no parece haber pasado mucho tiempo desde cuando yo era uno de esos muchachos soñadores, lleno de gran expectativa, planeando una vida que satisfaría hasta mi último deseo. Puesto que había pocas cosas en la vida que quería más que el béisbol, en mi juventud me dediqué al deporte y esperaba que mi pasión por el juego me llevaría derecho a las grandes ligas. Mi meta era sencilla: con el bate en la mano pararme en el plato, concentrado en el juego. A menudo me imaginaba bateando un gran cuadrangular de grandes ligas impulsando la pelota hasta los asientos del estadio y oyendo a la multitud rugir atronadoramente mientras yo corría, triunfante, tragándome las bases.
Con todos esos pensamientos, jamás imaginé lo que me esperaba.
Después de entregarle mi corazón a Cristo, arrepintiéndome de mis pecados y poniendo toda mi vida en sus manos, mis sueños, junto con el bate, se acabaron. Por fe, había abrazado plenamente el plan de Dios, confiando en que él me guiaría todo el camino. Lo hizo, lo hace, y lo hará.
Al mirar hacia atrás, veo cómo la mano de Dios me guió. Siento su Espíritu conmigo hoy, y más reconfortante es el conocimiento de que no me abandonará durante este último esfuerzo conforme me acerco a casa. Si eso no me da un sentido de esperanza, nada me lo dará.
JUGADOR DE GRANDES LIGAS PARA DIOS
He seguido siendo aficionado al béisbol, no necesariamente de un equipo sobre otro, sino al juego mismo: el trabajo en equipo, la estrategia, y el reto de derrotar al contrincante; pero el béisbol no fue el plan de Dios para mí. Con todo, él me enseñó cómo integrar estos importantes componentes en el servicio para él. El Señor me ha bendecido con un equipo leal de hombres y mujeres cuyos corazones laten al unísono con el mío; decididos a conducir a otros al hogar eterno con Cristo. La estrategia de nuestro equipo ha sido cumplir el mandato del Señor de ir por todo el mundo y predicar a Cristo con el propósito de derrotar al oponente: Satanás.
Cuando empecé a predicar, nunca fue mi intención hacerlo en un estadio de béisbol, o en ningún otro estadio. Estaba acostumbrado a predicar en iglesias cuando pastoreaba, y en auditorios cuando viajaba con Juventud para Cristo. En 1945, al finalizar la II Guerra Mundial, varios de nosotros del equipo de Juventud para Cristo tuvimos el privilegio de predicar en el estadio Soldier Field de Chicago.
Los detalles se me escapan por ahora, pero recuerdo la primera vez en que me puse de pie en un estadio al aire libre para predicar el evangelio. Me habían invitado para celebrar una reunión evangelística a nivel de ciudad en Shreveport, Louisiana. Cuando el auditorio local se hizo chico, los organizadores no tuvieron otro remedio que mudar la reunión al aire libre. Ellos estaban inseguros sobre cómo la gente se sentiría asistiendo a una concentración evangelística en un estadio. Yo, estaba más bien nervioso. Pensé en mis sueños de muchacho. En lugar de un bate en la mano, tenía lo que ahora sé que es un privilegio mucho mayor: pararme detrás de un púlpito, con la Biblia en la mano, inmerso en el poder del Espíritu Santo. No estaba dirigiendo un espectáculo ante graderíos llenos de fanáticos sino pronunciando la Palabra de Dios a corazones llenos de pecado que buscaban la verdad.
La vida, en verdad, está llena de sorpresas.
Ahora, muchos años después, todavía disfruto al ver a un bateador que cruza triunfalmente el plato, pero nada me entusiasma más que ver al Espíritu Santo obrando en los corazones cuando se proclama el evangelio en estadios, por el aire, y por todo el mundo. Una pelota de béisbol puede ser impulsada al rincón más distante del estadio más grande, pero la Palabra de Dios va hasta los últimos rincones de la tierra, proclamando las buenas noticias de salvación. Todavía me entusiasma simplemente pensar en el impacto.
Jesucristo, en efecto conquistó la muerte, y por su resurrección fue victorioso. Antes de dejar la tierra, impartió a sus seguidores la mayor de todas las estrategias: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio. Después de escuchar sus palabras, ellos alzaron la vista para ver a su Salvador casi en casa.
Le pregunto, ¿para qué casa se está preparando usted? Algunos pasan sus vidas edificando lo supremo en casas de ensueño a fin de disfrutar de sus últimos años. Algunos se hallan cambiando sus cuentas bancarias por residencias dentro de las cercas de un centro de jubilación. Otros pasan sus últimos años en asilos. Para ustedes, que no conocen a Jesucristo, escoger su hogar eterno es la decisión más importante que jamás tomarán. Para el creyente, el último kilómetro de camino es un testimonio de la fidelidad de Dios, porque él dijo «Voy, pues, a preparar lugar para vosotros» (Juan 14.2).
Sin que importe dónde pone su cabeza por la noche, espero que sus pensamientos sean en cuanto a acercarse a casa, y me gustaría explorar esos pensamientos con usted en las páginas que siguen.
Alguien dijo: «El don de la vejez son los recuerdos». Aunque he tenido que desistir de casi todos mis viajes, la vida misma todavía me motiva al observar la mano de Dios obrando, no sólo en mi vida sino también en las vidas de los que me rodean y por todo el mundo. Estos últimos años me han traído el don de la observación y reflexión. Aunque eso pudiera sonarles horroroso a algunos, la reflexión es bíblica:
Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios. (Deuteronomio 8.2)
Acuérdate . . . guárdalo. (Apocalipsis 3.3)
Para que os acordéis, y hagáis todos mis mandamientos. (Números 15.40)
Acordaos de la palabra . . . de Jehová. (Josué 1.13)
Haced memoria de las maravillas que ha hecho. (1 Crónicas 16.12)
Hay recuerdos que vale la pena revivir vez tras vez.
A menudo oigo a personas menores que yo hablar de noches sin poder dormir. Hay ocasiones en que yo también las tengo; pero entonces recuerdo las maravillosas obras que Dios ha hecho, y recuerdo lo que el salmista poéticamente escribió:
Cuando me acuerde de ti en mi lecho,
Cuando medite en ti en las vigilias de la noche.
Porque has sido mi socorro,
Y así en la sombra de tus alas me regocijaré.
Está mi alma apegada a ti;
Tu diestra me ha sostenido. (Salmo 63.6–8)
Hay un gran consuelo disponible, inclusive para los ancianos, cuando recordamos a Dios.
No sólo que Dios nos instruye que recordemos, sino que la Biblia revela que el Señor mismo recuerda; y que él escoge no recordar. «Porque él conoce nuestra condición; Se acuerda de que somos polvo» (Salmo 103.14); y a los que se arrepienten dice: «No me acordaré más de su pecado» (Jeremías 31.34). Me alegro de recordar esa promesa. Debido a que me he arrepentido de mi pecado, Dios decide perdonarlo. Esto es un atisbo dentro del corazón de nuestro Salvador.
El Antiguo Testamento está lleno de tales recuerdos. Incluso dice: «Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos» (Isaías 46.9). A la sociedad actual tal vez no le guste la palabra viejo, y sin embargo los jóvenes pagan una pequeña fortuna por pantalones que parecen viejos. Los coleccionistas dan gran valor a las antigüedades porque son . . . ¡viejas! Otros compran automóviles chatarra, los restauran y después con orgullo los conducen por la carretera fanfarroneando de . . . lo viejo.
Han desaparecido los días cuando a la vejez se la admiraba, observaba y respetaba. Al crecer, se me enseñó a observar a mis mayores, pero había sólo unos pocos a quienes yo consideraba ancianos. En realidad no conocí a mis abuelos (excepto por una abuela que murió cuando yo estaba en la primaria), así que tuve poca oportunidad de observar a mis parientes cercanos bien entrados en años. Tal vez la persona de más años en nuestra familia que puedo recordar haber visto con regularidad era un tío que a menudo venía a nuestra casa para la cena los domingos. Según recuerdo, era empleado de limpieza en la corte de justicia del condado en Charlotte, y yo siempre esperaba sus visitas porque por lo general contaba relatos interesantes de la política local y otros sucesos en la corte. Para mí, me parecía viejo (aunque a lo mejor no haya tenido más de sesenta años, puesto que todavía estaba trabajando), así que si alguien me hubiera preguntado entonces si yo pensaba que algún día sería tan viejo como mi tío, probablemente hubiera dicho: «Ni en sueños».
Hasta donde yo sepa, pocos miembros de mi familia extendida vivieron mucho más allá de los setenta; mi