l renacimiento islámico, o la edad de oro de la cultura musulmana, se suele situar entre mediados del siglo viii y las invasiones mongolas del xiii. En el año 761, la fundación de Bagdad por el califa al-Mansur dio impulso y consistencia a ese florecimiento intelectual, Allí se tradujeron al árabe valiosos textos persas, indios y griegos, de Platón y Aristóteles, y allí el médico Hunayn ibn Ishāq dio a conocer las obras de su homólogo Galeno. Aquella edad de oro no surgió, pues, de la nada, sino que fue consecuencia de la asimilación y la síntesis de varios siglos de estudio. ¿Quién no ha oído hablar del polímata Averroes («el español que mayor influjo ha ejercido en todo lo largo de la historia sobre el pensamiento humano», escribió de él el arabista Juan Vernet) o del cartógrafo Al-Idrisi? Pero también podríamos citar a Fatimah bint Yahya, una jurista que, en el siglo ix, asombró a sus coetáneos por sus conocimientos sobre la ley islámica; a Fatimah al Fihri, fundadora de una madrasa en Fez que pasa por ser la matriz de las universidades; a Mariam al-Asturlabi, fabricante de astrolabios en el siglo x; o a la gramática Lubna de Córdoba, quien vivió en la corte de Al-Hakam II y respiró el mismo aire que otras ciento setenta mujeres letradas.
LA EDAD DE ORO DEL ISLAM, BALANCE Y LEGADO
Sep 21, 2023
2 minutos
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