Lo que podríamos llamar «gen conspirador» aparece indisolublemente unido a la época de gobierno de estos germanos, tan volubles a la hora de cambiar de jefe. La propensión a asesinar a sus gobernantes para derrocarlos fue tan característica, que los historiadores incluso le dieron otro llamativo nombre: «morbo gótico».
El relato de sus traiciones comienza casi al mismo tiempo que entra el primer rey godo por los Pirineos. Ataúlfo, que se había refugiado en Barcino con su esposa Gala Placidia huyendo del acoso romano, fue muerto al cabo de un año de estar en la península en circunstancias traicioneras: un esclavo llamado Dubius, del cual Ataúlfo solía burlarse por su pequeña estatura, siguió al rey hasta las cuadras de palacio, adonde este se dirigía a revisar sus monturas. El rey lo vio llegar, pero acostumbrado a menospreciarlo no le dio mayor importancia. Sin embargo, Dubius llevaba un puñal y atravesó con él varias veces el cuerpo de Ataúlfo, que quedó allí agonizante y murió.
Todo parece indicar que Dubius actuó como sicario a las órdenes de uno de los bandos tribales en los que se dividían los godos: Ataúlfo era del clan de los baltingos (término del que proviene también el nombre del mar Báltico), que tenía malas relaciones con el grupo rival de los amalos. Aunque, en