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El presupuesto endógeno de energía

La glucosa, como suministrador de energía, tiene la ventaja de ofrecer una dualidad en la liberación de energía: el organismo puede obtenerla por combustión o por fermentación.

No obstante, existen células y tejidos orgánicos que renuncian de forma voluntaria a la glucosa (a pesar de que haya suficiente cantidad disponible) y a su aportación de energía, y cubren sus necesidades en forma de ácidos grasos o cuerpos cetónicos. El motivo reside en su escasa capacidad para almacenarla. Nuestros depósitos de azúcar (glucógenos) tienen capacidad para uno o dos días siempre que no hagamos ejercicio o trabajemos demasiado. Si exigimos a nuestro cuerpo un elevado rendimiento, los depósitos estarán agotados al cabo de treinta minutos.

Es algo que ya ocurría hace miles de años: para que nuestros antepasados, a pesar de tener agotados los depósitos de glucógeno, pudieran alcanzar el pleno rendimiento de su cuerpo a la hora de cazar, pelear o huir, era importante que pudieran recurrir a otros depósitos de energía.

COMBUSTIÓN DE LAS RESERVAS DE GRASAS PARA EMERGENCIAS

Si los depósitos de glucógeno se agotan, sólo se dispone para obtener energía de la combustión de las grasas. Quien no cuenta con reservas de grasa no puede mantener su rendimiento.

A la hora de desmantelar los depósitos de grasa se liberan, sobre todo, ácidos grasos. Sólo una mínima parte (1/16) de las moléculas de grasa queda libre en forma de glicerina que, a su vez, puede ser transformada en glucosa y utilizada para mantener el nivel de azúcar en sangre.

Los ácidos grasos, en cambio, están disponibles en el organismo tanto para la combustión como para la formación de grupos cetónicos (acetoacetato, acetona y B-hidroxibutirato). En último término también sirven como proveedores de energía para el cerebro y el músculo cardiaco.

En caso de escasez de azúcar, el cerebro puede conmutar y pasarse a un programa de ahorro en el que su abastecimiento básico lo cubre con glucosa y el resto de energía procede de cuerpos cetónicos.

EL CORAZÓN ES INDEPENDIENTE DEL AZÚCAR

El músculo cardiaco requiere siempre grandes cantidades de energía, por lo que, en caso de emergencia, se activa la producción endógena de moléculas de azúcar a fin de cubrir tales necesidades energéticas. Se ha comprobado que un elemento fundamental de supervivencia lo constituye el hecho de que, a lo largo de toda la evolución, nuestro músculo más importante se ha concentrado en la obtención de energía a partir de una fuente independiente de la glucosa: la grasa.

El corazón hace uso, por tanto, de la energía extraída de los ácidos grasos, los cuerpos cetónicos y el ácido láctico, en los que hay glucosa suficiente corno para cubrir todas sus exigencias energéticas. Ese es justo el motivo por el que la fermentación, al contrario de lo que ocurre en los demás tejidos, no juega en el corazón un papel importante como

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