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La historia del mundo en siete cosas baratas: Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta
La historia del mundo en siete cosas baratas: Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta
La historia del mundo en siete cosas baratas: Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta
Libro electrónico461 páginas5 horas

La historia del mundo en siete cosas baratas: Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta

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Información de este libro electrónico

Naturaleza, dinero, trabajo, cuidados, alimentos, energía y vidas son las siete cosas que el capitalismo ha
abaratado históricamente y con las que ha dado forma a nuestro mundo y a su futuro devastando la Tierra. Una propuesta innovadora para entender y recuperar nuestro planeta.
La naturaleza, el dinero, el trabajo, los cuidados, los alimentos, la energía y las vidas son las siete cosas que construyeron nuestro mundo y que darán forma a su futuro. Al hacerlas cada vez más baratas, el comercio moderno transformó, gobernó y devastó la Tierra. En La historia del mundo en siete cosas baratas, Raj Patel y Jason W. Moore ofrecen una mirada aguda y original para analizar las emergencias planetarias actuales. Combinando las investigaciones con perspectiva ecológica más recientes con la historia del colonialismo, las luchas indígenas, las revueltas esclavas y otras rebeliones y levantamientos, Patel y Moore demuestran que las crisis siempre dieron lugar a estrategias renovadas que hicieron que el mundo fuera cada vez más barato y seguro para el capitalismo. Mientras estas siete cosas se encuentran en plena turbulencia, este libro propone una forma nueva y radical de entender -y recuperar- el planeta en nuestro agitado siglo XXI.

La crítica dijo:


«Raj Patel y Jason W. Moore transformaron 'lo barato' en un enfoque brillante y original que nos ayuda a entender las crisis más apremiantes de nuestra época. A medida que nos unimos buscando construir un mundo mejor, este libro bien podría convertirse en un marco definitorio para ampliar y profundizar nuestras ambiciones».
Naomi Klein


«Una cautivadora interpretación de cómo llegamos adonde estamos ahora y cómo podríamos proceder para crear una civilización más justa y sustentable».
Kim Stanley Robinson, autor de la Trilogía marciana

«Patel y Moore han proporcionado no solo una narrativa perspicaz y escrita con elegancia, sino también un camino para imaginar un futuro no capitalista».
Roxanne Dubar-Ortiz, autora de La historia indígena de Estados Unidos

«Un contrapunto poderoso, bien formulado y apasionado, a la creencia de que nos encaminamos hacia un mundo poscapitalista».
Silvia Federici, autora de Calibán y la bruja

«Este libro es un logro extraordinario: convierte la historia del capitalismo, desde Colón hasta el cambio climático, en un relato que no se puede dejar de leer. Si te estás preguntando cómo nos metimos en este lío, cómo se relaciona el trabajo de cuidados con la crisis ecológica, por qué el racismo está entrelazado de raíz con el capitalismo, Patel y Moore son las guías que necesitas».
Sarah Jaffe, autora de Necessary Trouble: Americans in Revolt
IdiomaEspañol
EditorialTAURUS
Fecha de lanzamiento1 dic 2024
ISBN9789877371390
La historia del mundo en siete cosas baratas: Una guía del capitalismo, la naturaleza y el futuro del planeta
Autor

Raj Patel

Raj Patel es un escritor, activista y académico premiado. Es profesor investigador de la Escuela de Asuntos Públicos "Lyndon Baines Johnson" de la Universidad de Texas, en Austin, e investigador asociado sénior en la Unidad de Humanidades de la Universidad de Rhodes. Es el autor de Obesos y famélicos. El impacto de la globalización en el sistemaalimentario mundial y Cuando nada vale nada. Las causas de la crisis y una propuesta de salida radical.

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    La historia del mundo en siete cosas baratas - Raj Patel

    INTRODUCCIÓN

    El rayo y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo, las acciones necesitan tiempo, incluso después de que se las haga, para ser vistas y escuchadas.

    Esta acción, por ahora, está más lejos de ellos que la estrella más lejana, y aun así ¡la hicieron!

    FRIEDRICH NIETZSCHE, EL LOCO, EN LA GAYA CIENCIA

    La agricultura y el sedentarismo, las ciudades, los Estados nación, la tecnología de la información y todas las otras facetas del mundo moderno se desarrollaron dentro de un largo período de buena suerte en lo que respecta al clima.¹ Esos días ya pasaron. El nivel del mar está aumentando; el clima se desestabiliza; las temperaturas promedio se están elevando. La civilización surgió durante un período geológico conocido como el Holoceno. Algunos llaman Antropoceno a nuestro período climático. La vida inteligente del futuro sabrá que estuvimos aquí porque algunos humanos llenaron el registro fósil de maravillas como la radiación generada por bombas atómicas, plásticos de la industria petrolera y huesos de pollo.²

    Lo que sucederá a continuación es impredecible en un nivel y completamente predecible en otro. No importa qué decidan hacer los humanos: el siglo XXI será una época de cambios abruptos e irreversibles en la red de la vida.³ En la ciencia del sistema Tierra se utiliza un término bastante llano para hablar de este punto de inflexión tan fundamental en la vida de la biosfera: cambio de estado. Por desgracia, la ecología de la que emergió este cambio geológico también produjo humanos que no están preparados para lidiar con tal cambio de estado. El loco de la obra de Nietzsche que anunciaba la muerte de dios fue recibido de manera similar: si bien, en la Europa industrial, la influencia divina se había reducido a la asistencia no del todo obligatoria a la iglesia los domingos por la mañana, la sociedad del siglo XIX era incapaz de imaginar un mundo sin dios. En el siglo XXI se da una situación análoga: a la mayor parte de la gente le resulta más sencillo imaginar el fin del planeta que el fin del capitalismo.⁴

    Hace falta un cambio de estado intelectual que acompañe nuestra nueva época.

    La primera tarea, de rigor lingüístico, es advertir que llamar Antropoceno a nuestra nueva época geológica acarrea un problema. La raíz anthropos (humano en griego) sugiere que el cambio climático y la sexta extinción masiva del planeta fueron consecuencia de seres humanos que, simplemente, se comportaban como humanos, de la misma manera que los niños se comportan como niños o las serpientes como serpientes. Es verdad que los humanos vienen modificando el planeta desde el final de la última glaciación.⁵ Un nivel de caza apenas mayor que el nivel de reposición que duró por siglos, junto con climas y pastizales cambiantes, acabaron con el mamut colombino en las planicies de América del Norte, con el Gigantopithecus, ese pariente mullido del orangután, en el este de Asia,⁶ y con el Megaloceros giganteus, el alce irlandés gigante, en Europa.⁷ Hasta es posible que los humanos hayan moderado parcialmente una fase de enfriamiento hace doce mil años mediante la emisión de gases de efecto invernadero relacionados con la agricultura.⁸

    Cazar mamíferos grandes hasta extinguirlos es una cosa, pero la velocidad y escala de la destrucción actual no se pueden inferir de las actividades de nuestros ancestros arrastradores de nudillos. La actividad humana actual no implica el exterminio de mamuts como resultado de siglos de caza excesiva. Hoy en día, algunos humanos están acabando con todo, desde la megafauna a la microbiota, a velocidades cien veces mayores que la tasa de fondo normal.⁹ Nosotros sostenemos que lo que cambió es el capitalismo; que la historia moderna, desde el siglo XV, se desarrolló en un período que sería mejor denominar Capitaloceno.¹⁰ Usar este nombre significa tomar en serio el capitalismo, entendiéndolo no solo como un sistema económico, sino como una forma de organizar las relaciones entre los humanos y el resto de la red de vida de la tierra.

    En este libro, mostramos la manera en que el mundo moderno se formó a partir de siete cosas baratas: la naturaleza, el dinero, el trabajo, los cuidados, los alimentos, la energía y las vidas. Todas las palabras de esa oración son difíciles. Barato es lo contrario de una ganga: el abaratamiento incluye un conjunto de estrategias para controlar una red de vida más extensa. Las cosas se convierten en cosas mediante ejércitos y clérigos y contadores y publicaciones. Y lo que es aún más importante: los humanos y la naturaleza no existen en forma de enormes bolas de billar del siglo XVII que se chocan unas con otras. El pulso de la creación de vida es desordenado y conflictivo, e implica un sustento mutuo. Este libro presenta una manera de pensar acerca de las complejas relaciones entre los humanos y el resto de la red de vida que sirve para entender el mundo en el que estamos y da una idea de la forma que podría tomar en el futuro.

    Como avance, regresemos a esos huesos de pollo del registro geológico, un vestigio capitalista de la relación entre los humanos y el ave más común del mundo, Gallus gallus domesticus.¹¹ Los pollos que comemos en la actualidad son muy distintos de los que se consumían hace cien años. Hoy en día son el resultado de intensos trabajos, iniciados después de la Segunda Guerra Mundial, que se valen de material genético obtenido de manera gratuita de las junglas asiáticas al que los humanos decidieron recombinar para producir el ave de corral más rentable de todas.¹² Esta ave apenas puede caminar, alcanza la madurez en cuestión de semanas, tiene una pechuga de gran tamaño, y se la cría y sacrifica en cantidades geológicamente significativas (más de sesenta mil millones de aves por año).¹³ Pensemos en esta relación como un símbolo de la Naturaleza barata. Las proyecciones indican que la carne de pollo, que ya es la más popular de Estados Unidos, será la más consumida por los humanos a nivel mundial en 2020.¹⁴ Para eso, se requerirá una gran cantidad de mano de obra. Los trabajadores de la avicultura ganan muy poco: en Estados Unidos, dos centavos de cada dólar que se gasta en el pollo de restaurantes de comida rápida va a los trabajadores, y algunos empresarios de esta industria emplean a presidiarios, a quienes les pagan veinticinco centavos la hora. Pensamos en esto como Trabajo barato. En la industria avícola estadounidense, el 86 por ciento de los trabajadores encargados de cortar las alas de los pollos sufren dolores como consecuencia de los movimientos repetitivos de tajar y girar en la línea.¹⁵ Algunos empleadores se burlan de sus empleados cuando denuncian lesiones, y es común que se rechacen las demandas por lesiones. Para los trabajadores, estas situaciones resultan en la disminución del 15 por ciento de sus ingresos durante los diez años siguientes a la lesión.¹⁶ Mientras se recuperan, dependen de sus familias y redes de contención, un factor que se encuentra fuera de los circuitos de producción, pero que es central para que continúen siendo parte de la fuerza de trabajo. Consideramos que se trata de Cuidados baratos. Los alimentos producidos por esta industria terminan satisfaciendo apetitos y aplacando el descontento gracias a los precios bajos que se pueden encontrar en las cajas y los autoservicios. Esa es la estrategia de los Alimentos baratos. En sí mismos, los pollos aportan relativamente poco al cambio climático —tienen un solo estómago y no expulsan metano como las vacas—, pero se los cría en grandes terrenos que utilizan mucho combustible para generar calor. Este factor es el principal contribuyente a la huella de carbono de la industria avícola de Estados Unidos.¹⁷ No se puede conseguir pollo a bajo costo sin que haya una abundancia de propano: Energía barata. La venta comercial de estas aves procesadas implica ciertos riesgos, pero mediante franquicias subsidios y todo tipo de cosas, como acceso financiero y físico fácil a la tierra en la que se cultiva la soja para alimentar a los pollos —sobre todo en China, Brasil y Estados Unidos¹⁸— y préstamos a pequeñas empresas, los riesgos se mitigan con gasto público que genera ganancias privadas. Este es un aspecto del Dinero barato. Por último, actos persistentes y frecuentes de chovinismo contra ciertas categorías de vida animal y humana —como las mujeres, los colonizados, los pobres, las personas de color y los inmigrantes— hicieron que estas seis cosas baratas fueran posibles. Para instalar esta ecología se necesita un último elemento: la regla de las Vidas baratas. Sin embargo, a cada paso de este proceso, los humanos resisten: desde los Pueblos Indígenas,¹⁹ cuyos averíos proporcionan la fuente de material genético para la cría, y los trabajadores del cuidado que exigen reconocimiento y asistencia, hasta aquellos que luchan contra el cambio climático y Wall Street. Las luchas sociales por la naturaleza, el dinero, el trabajo, los cuidados, los alimentos, la energía y las vidas que acompañan los huesos avícolas del Capitaloceno demuestran por qué el símbolo más icónico de la era moderna no es el automóvil ni el teléfono inteligente, sino el McNugget de pollo.

    Todo esto se olvida al momento de hundir el producto de pollo y soja en un contenedor de plástico de salsa barbacoa. No obstante, el rastro fosilizado de miles de millones de aves durará más que los humanos que los produjeron, y también marcará su paso. Por esa razón presentamos la historia de los humanos, la naturaleza y el sistema que cambió el planeta como una historia breve del mundo moderno: como un antídoto para el olvido. Pero este corto libro no es una historia de todo el mundo. Es la historia de procesos que pueden explicar por qué el mundo se ve como se ve hoy en día. La historia de estas siete cosas baratas ilustra la forma en que el capitalismo se extendió desde Europa para producir mapas como el que aparece a continuación, del que se desprende que solo una pequeña parte de la tierra quedó fuera del alcance del poder colonial europeo.

    Explicaremos exactamente a qué nos referimos con la palabra barato más adelante. Primero, tenemos que fundamentar por qué no fue solo un determinado comportamiento humano, sino una interacción específica entre humanos y el mundo biológico y físico, lo que nos trajo a este punto.

    GUÍA BREVE DE LOS HUMANOS Y LA NATURALEZA ANTES DEL CAPITALISMO

    Lamentar lo mal que los humanos tratan al mundo natural es un viejo deporte. Platón lo hizo en Critias, al describir una época que había transcurrido nueve mil años antes que la suya, en la que el área que rodeaba Atenas tenía bosques y era cuidada por personas nobles que compartían propiedades y amaban la naturaleza más que los contemporáneos de Platón. Según él, sus pares habían deshonrado a la naturaleza y permitido que las colinas quedaran peladas.²⁰ Lo que cuenta Platón es una historia idealizada —y, muy probablemente, falsa— de la Atenas periurbana.²¹ Nuestro análisis no apunta a una falta de honor sino a lo que sucedió, por accidente, cuando un afluente marginal de la sociedad de Asia Occidental sufrió una crisis climática, sanitaria y social. Comenzamos nuestra historia algunos siglos antes del inicio del capitalismo, en un lugar que aspiraba a las riquezas y civilizaciones de Asia Central y Oriental, pero que era mucho más pobre,²² en un período marcado por el clima. Comenzamos en la Europa feudal.

    El Período Cálido Medieval fue una anomalía climática que ocurrió entre los años 950 y 1250 en el Atlántico Norte.²³ Los inviernos eran moderados y las estaciones de crecimiento eran largas. Los cultivos se extendían hacia el norte y hacia arriba: los viñedos brotaban en el sur de Noruega, y los granos trepaban por las montañas y los altiplanos, desde los Alpes hasta Escocia.²⁴ La cantidad de personas que había en Europa aumentó casi al triple —setenta millones— en los cinco siglos siguientes al año 800.²⁵ La población de Inglaterra llegó a su punto máximo alrededor del 1300, un nivel que no volvería a alcanzar hasta fines del siglo XVII.²⁶ El excedente agrícola creció aún más rápido. Brotaron pueblos por todas partes y para el 1300 una parte cada vez mayor de la población —un quinto, quizás— trabajaba por fuera de la agricultura. Esta relativa prosperidad también alimentaba el hambre de expansión. Un ejemplo son las Cruzadas: operaciones muy comercializadas y militarizadas que tenían como blanco la riqueza del Mediterráneo oriental y que comenzaron en el año 1095.

    Mapa 2. Partes del mundo colonizadas por Europa.

    Las acompañaron otros movimientos de conquista, dos de los cuales tuvieron mucha influencia en la formación del mundo moderno cinco siglos después. El primero fue la Reconquista cristiana de Iberia, en lo que hoy es Portugal y España. Los reinos de Castilla y Aragón comenzaron a reducir el poder islámico en la península durante la primera oleada de las Cruzadas, y los cruzados hicieron que la conquista se volviera rentable mediante el cobro de tributos, lo que se convertiría en una característica del capitalismo colonial. El segundo movimiento fue más sutil y poderoso. El rasgo más importante del feudalismo era su capacidad de mantener la masiva expansión colonizadora que se estaba llevando a cabo sin una autoridad centralizada. Para hacerlo, se apoyaba en el cultivo, el conquistador más importante de todos. En el siglo XIV, la agricultura ya representaba un tercio de todo el uso del suelo en Europa, un incremento extremo en seis veces del área de los cinco siglos anteriores, logrado en gran parte a costa de los bosques.²⁷

    La Europa feudal soportó el Período Cálido Medieval hasta que alcanzó su punto máximo en 1250, año en el que el clima se volvió más frío y húmedo. Después de siglos de relativa seguridad alimentaria, regresó la hambruna, y con más fuerza todavía, ya que se encontró con una civilización que estaba acostumbrada a un clima totalmente distinto. En mayo de 1315, abundantes lluvias golpearon Europa, probablemente como resultado de la erupción de Kaharoa, en Nueva Zelanda.²⁸ El diluvio recién cesó en agosto, con la llegada adelantada de una ola de frío. Las cosechas se habían debilitado en los años anteriores, pero la de 1315 fue desastrosa. Lo mismo sucedió con la del año siguiente. La población europea se redujo hasta en un 20 por ciento en los años posteriores.²⁹ El continente no logró escapar de la Gran hambruna —como la llaman los historiadores— hasta 1322.³⁰

    Aunque los contemporáneos no lo sabían, habían entrado en la Pequeña Edad de Hielo, un período que terminaría recién en el siglo XIX. La Pequeña Edad de Hielo expuso las vulnerabilidades del feudalismo. Su sistema alimentario, por ejemplo, solo funcionaba si el clima se mantenía templado. Esto se debía principalmente a que el sistema atravesaba un cierto ordenamiento de las clases sociales en el que los señores tenían el control formal de la tierra y los campesinos la cultivaban. Los señores supervisaban la creciente población campesina, que era capaz de generar un excedente cada vez más elevado, con una tendencia a tener rendimientos decrecientes. La fertilidad del suelo se fue agotando lentamente a lo largo de los siglos, un declive que se ocultó, en parte, por el crecimiento de la población campesina que exprimía lo que quedaba de las áreas fijas de tierra. Cuando el clima cambiaba, se producía una catarata de fallas, que se propagaban a través de un sistema de clases que imponía el agotamiento del sueño y la hambruna, y así provocaba la muerte de millones.

    Una explicación de esta crisis de la civilización se relaciona con la advertencia que hace Robert Malthus en el Ensayo sobre el principio de población: había muchas personas y pocos alimentos. Para usar lenguaje más moderno, el cambio climático afectó la capacidad de carga de Europa, lo que redujo la cantidad de gente que se podía sustentar con las tierras degradadas por el feudalismo. Pero las capacidades de carga aumentan o se reducen según los gobiernos. El problema —tanto en aquel entonces como ahora— era en realidad una cuestión de poder. De hecho, Malthus tiene menos que ofrecer a esta historia que Karl Marx. Los señores feudales querían dinero o granos, los cuales podían almacenarse y comercializarse con facilidad, y consumieron de forma sobrecogedora los modestos excedentes extraídos del suelo, lo que dejó muy poco para reinvertir en la agricultura.³¹ De no haber sido por el poder y las exigencias de los señores, los campesinos podrían haber hecho un cambio y utilizado mezclas de granos que incluyeran productos hortícolas además de granos, una práctica que tal vez habría resuelto el problema de los alimentos. En cuanto al número de personas, la formación de familias y el crecimiento poblacional no se determinan por un impulso eterno de procreación, sino que son moldeados por una variedad de condiciones históricas relacionadas con la cultura, las clases sociales y la disponibilidad de tierras. Como observa Guy Bois en su análisis clásico del feudalismo normando, una transición hacia distintos formatos de propiedad de la tierra, con mayor autonomía de los campesinos y poder de decisión sobre qué y cuánto cultivar, habría permitido que la Europa medieval alimentara una cantidad de personas hasta tres veces mayor.³² Sin embargo, esa transición nunca sucedió, y la organización feudal siguió tambaleándose hasta recibir el golpe de gracia en 1347: la peste negra.³³

    Europa salió del Período Cálido Medieval en malas condiciones. Las estructuras que habían producido alimentos suficientes para nutrir campesinos y ciudades desde el comienzo del segundo milenio no fueron capaces de soportar el cambio climático, lo que causó la malnutrición de un segmento creciente de la población.³⁴ Los cadáveres del siglo XI que se exhumaron de cementerios ingleses muestran pruebas de haber tenido un mejor estado de salud que en los del siglo XIII.³⁵ La escasez de alimentos de finales del Período Cálido Medieval hizo que los cuerpos europeos fueran más vulnerables a enfermedades, y la peste negra transformó esta vulnerabilidad en un apocalipsis. Esta enfermedad, que aniquiló entre un tercio y la mitad de la población de Europa, se aprovechó de la versión medieval de la globalización. Casi en todas partes, la urbanización y la comercialización llevaban más personas a las ciudades y más ciudades a las rutas de comercio. Las arterias comerciales que transportaban bienes y dinero desde Shanghái hasta Sicilia también unían Asia y Europa, y formaban así un caldo de cultivo para enfermedades que atravesaba continentes.³⁶

    Cuando la peste negra llegó a Europa —a Sicilia en octubre de 1347 y a Génova tan solo tres meses después—, el feudalismo se desmoronó. Ese desmoronamiento nos puede decir algo importante acerca de la manera en que las grandes crisis se producen y enredan dinámicas como el clima y la población con el poder y la economía. El feudalismo, al igual que muchas civilizaciones agrarias, tendía a agotar sus relaciones agroecológicas. Bajo el sistema de clases feudal, a medida que la población aumentaba, la agricultura se hacía más ardua, con un mayor número de personas trabajando la tierra, reduciendo la depredación y las malezas, y nutriendo los cultivos con más atención. Enviar a las personas al campo no sirvió para abordar el problema que representaba el sistema feudal; solo permitió gestionar el declive de esta estructura. En Inglaterra, las señales del agotamiento del feudalismo se hicieron evidentes a partir de 1270. En los cincuenta años previos a la Gran hambruna, las dietas de los campesinos, que ya eran demasiado modestas, se deterioraron marcadamente. La producción de granos cayó y el consumo per cápita de estos alimentos —los pilares de la dieta campesina— se redujo en un 14 por ciento.³⁷

    Las civilizaciones no colapsan simplemente porque las personas mueren de hambre (desde 1970, el número de personas malnutridas se ha mantenido por encima de los ochocientos millones, pero pocos hablan del fin de la civilización).³⁸ Las grandes transiciones históricas ocurren porque lo mismo de siempre ya no funciona. Los poderosos tienen la costumbre de apegarse a estrategias muy antiguas aun cuando la realidad cambia radicalmente. Ese fue el caso de la Europa feudal. La peste negra no provocó solamente una catástrofe demográfica. También inclinó la balanza de fuerzas de la sociedad europea.

    El feudalismo dependía del crecimiento de la población, no solo para producir alimentos sino también para reproducir el poder de los señores. A la aristocracia le convenía que la población de campesinos fuera relativamente alta porque así podría mantener su poder de negociación: era mejor que hubiera muchos campesinos compitiendo por las tierras que muchos señores compitiendo por los campesinos. Pero con la peste negra, las rutas de comercio e intercambio no solo comenzaron a transmitir enfermedades, sino que se convirtieron en vectores de insurrecciones masivas. Casi de un día para el otro, las revueltas campesinas dejaron de ser asuntos locales para transformarse en amenazas considerables al orden feudal. A partir de 1347 estos levantamientos comenzaron a sincronizarse; eran respuestas a una crisis de época que se estaban dando a lo largo y a lo ancho del sistema, una ruptura fundamental de la lógica del poder, la producción y la naturaleza del feudalismo.³⁹

    La peste negra ejerció una presión intolerable sobre un sistema que ya estaba llegando a su límite. Después de la peste, Europa se convirtió en el escenario de una incesante lucha de clases, desde los países bálticos hasta la Península Ibérica, Londres y Florencia.⁴⁰ Los campesinos exigían la reducción de impuestos y la restauración de los derechos consuetudinarios, reclamos que los gobernantes del feudalismo no podían tolerar. Si las coronas, los bancos y las aristocracias europeas eran incapaces de aceptar esas exigencias, tampoco podían restaurar el statu quo ante, por más que lo intentaran. La legislación represiva diseñada para que el trabajo siguiera siendo barato, mediante el control salarial o, directamente, el restablecimiento de la servidumbre, surgió como reacción a la peste negra. Una de las primeras fue la Ordenanza y Estatuto de los Trabajadores, promulgada en Inglaterra ante la primera arremetida de la peste (1349-1351). El equivalente actual sería responder a una epidemia de ébola haciendo que la sindicalización fuera más difícil. Los aristócratas europeos veían muy claramente los efectos que el cambio climático tenía sobre el trabajo y trataron con todas sus fuerzas de que las cosas siguieran como siempre. Su fracaso fue casi rotundo. La servidumbre no se restableció en ningún lugar del oeste y el centro de Europa. Los salarios y estándares de vida de los campesinos y las clases urbanas tuvieron una mejora sustancial, suficiente para compensar la reducción del tamaño total de la economía. Aunque esta situación benefició a la mayor parte de la gente, el uno por ciento de Europa descubrió que sus excedentes económicos se estaban contrayendo. El viejo orden estaba roto y era imposible repararlo.

    El capitalismo emergió de esta fragmentación. Las clases gobernantes intentaron no solo restaurar el excedente, sino ampliarlo. Asia Oriental era más rica y, por lo tanto, aunque sus gobernantes también sufrieron adversidades socioecológicas, encontraron formas de adaptarse a las revueltas, la deforestación y la escasez de recursos en sus propios términos tributarios.⁴¹ Una solución que reinventó la relación de los humanos con la red de vida fue descubierta casualmente por la aristocracia ibérica, sobre todo en Portugal y Castilla. Para fines del siglo XV, estos reinos y sus sociedades habían participado en guerras por la Reconquista, el conflicto con los poderes musulmanes de la península que duró siglos, y tal era su dependencia de los financistas italianos para costear las campañas militares que Portugal y Castilla, a su vez, se rehicieron a través de la guerra. La mezcla de deudas contraídas durante la guerra y la promesa de enriquecimiento mediante la conquista provocó las primeras invasiones del Atlántico, en las islas Canarias y Madeira. La solución a esta deuda de guerra fue provocar más guerras, además de los trofeos de la expansión colonial en nuevas e inmensas fronteras.⁴²

    LAS PRIMERAS FRONTERAS

    En sus comienzos, el colonialismo moderno utilizó las fronteras de una manera completamente nueva. Antes, el incremento de la densidad de población en las áreas centrales llevaba indefectiblemente a la expansión de los asentamientos, seguida del comercio. Sin embargo, este patrón cambió por completo en los siglos siguientes a 1492. Las fronteras se convirtieron en un principio organizativo de la riqueza metropolitana. La lógica demográfica y geográfica de la civilización resultante revirtió radicalmente los patrones establecidos miles de años antes. La riqueza financiera —como veremos en el capítulo 2— hizo posibles estas conquistas. Y fue en un experimento en uno de los asentamientos coloniales portugueses más antiguos donde aparecieron por primera vez muchas de las características del mundo moderno, a través de la producción de uno de los productos capitalistas más antiguos: el azúcar.

    Uno de los destellos iniciales del mundo moderno se encendió en una pequeña isla del norte de África, en la que, durante la década de 1460, se formó un nuevo sistema para producir y distribuir comida. En 1419, un grupo de marineros portugueses vieron por primera vez una isla a menos de cuatrocientas millas (644 kilómetros) al oeste de Casablanca, a la que llamaron Ilha da Madeira, Isla de la madera.⁴³ El veneciano Alvise da Ca’ da Mosto (Cadamosto), explorador y comerciante de esclavos, declaró en 1455 que no había un pie de suelo que no estuviera cubierto por completo con enormes árboles.⁴⁴ Para la década de 1530, era difícil encontrar aunque fuera un poco de madera en la isla. La tala rasa de Madeira se desarrolló en dos fases. Al principio, los árboles habían sido rentables como leña para la construcción naval y de otros tipos. El bosque desnudo se convirtió en una superficie para plantaciones de trigo, que comenzó a enviarse a Portugal a partir de la década de 1430. La segunda y más dramática deforestación fue impulsada por el uso de la madera como combustible en la producción de azúcar.

    Los humanos, los primates y la mayor parte de los mamíferos adoran el sabor del azúcar.⁴⁵ Desde el descubrimiento de la caña de azúcar en Nueva Guinea en el año 6000 a. e. c., los humanos han comprendido las necesidades biológicas de su tratamiento.⁴⁶ Hay un momento óptimo para cosechar la caña, cuando se vuelve turgente por el jugo dulce, pero entonces el césped es demasiado tupido y difícil de cortar. Una vez talada, solo se cuenta con cuarenta y ocho horas para obtener la mayor cantidad de azúcar de la caña.⁴⁷ Pasado ese tiempo, la planta se empieza a pudrir.

    Por lo tanto, la botánica de la caña de azúcar requiere una producción veloz. Esta es la razón por la cual la gran historiadora y antropóloga Sidney Mintz observó que en 1226, Enrique III pidió al alcalde de Winchester que le llevara tres libras [1,4 kilogramos] de azúcar alejandrina, si semejante cantidad se podía obtener de una vez de los comerciantes de la gran Feria de Winchester.⁴⁸ Incrementar la cantidad que se podía obtener de una vez no era sencillo. Había que superar los límites de lo que una sola familia era capaz de producir e invertir en nuevas técnicas y tecnología. En las grandes civilizaciones musulmanas, los persas y los africanos del Norte, por ejemplo, habían descubierto que las potasas (carbonato de potasio) producía cristales de azúcar más claros: los mejores provenían de Alejandría, Egipto; de ahí el anhelo de Enrique III por esa variedad específica.⁴⁹ Pero se necesitaron nuevos experimentos en el trabajo, la naturaleza y el comercio para inventar maneras de producir cantidades mucho, mucho mayores.

    El azúcar había llegado a la Península Ibérica en el siglo XIV, de la mano del rey Jaime II de Aragón (1267-1327), que también llevó a un esclavo musulmán experto en el arte de la producción de azúcar. Para 1420, su cultivo, financiado por bancos alemanes como el Ravensburger Handelsgesellschaft, ya tenía fines comerciales, y era realizado en terrenos arrendados cerca de Valencia por una mezcla de esclavos y trabajadores libres.⁵⁰ Aun así, el azúcar seguía siendo poco común, y había un mercado listo para ella. En las décadas de 1460 y 1470, los agricultores de Madeira dejaron de cultivar trigo y comenzaron a cultivar azúcar exclusivamente. Mucha más azúcar. La frontera del azúcar es expandió rápido, primero a otras islas del Atlántico y, luego, a gran escala hacia el Nuevo Mundo.⁵¹ Al igual que los monocultivos de palma y soja de la actualidad, barrió con los bosques, agotó los suelos y propició la aparición de plagas a velocidades vertiginosas.⁵²

    Para alcanzar ese ritmo, la producción debía reorganizarse, descomponerse en actividades más pequeñas realizadas por diferentes trabajadores. Es simplemente imposible obtener buenos retornos de trabajadores que terminan exhaustos después de cortar la caña y pasar toda la noche refinándola. Nuevas tecnologías y mecanismos de administración ayudaron a

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